Aunque pasaron varios siglos hasta que hubo acuerdo entre la mayoría de las iglesias con respecto a la colección definitiva de los libros que forman el canon, muchos de los libros fueron ampliamente reconocidos como Escritura desde muy temprano. Por ejemplo, en el 96 d.C., Clemente 1453 Origen del Nuevo Testamento de Roma citó el Sermón del Monte (Mt. 5–7) y lo consideró Escritura. Como miembro de una iglesia fundada por un apóstol, Clemente probablemente tuviera en aquella época acceso a todos o casi todos los 27 libros canónicos. En el año 110 d.C., Ignacio de Antioquía, discípulo de Juan, afirmó que los Evangelios eran Escritura; y hacia el 180 d.C., el famoso apologeta Ireneo defendió el cristianismo apelando a la autoridad de muchos de los escritos del NT.
En total, los eruditos que han examinado las obras de Ireneo que llegaron hasta nosotros creen que utilizó 22 de los 27 libros del NT, incluidos los cuatro Evangelios. Poco después de Ireneo, un apologeta llamado Tertuliano acusó a los cristianos gnósticos de utilizar mal el «instrumento», nombre que empleó para referirse a la colección de libros autoritativos del NT.
Que se refiriese asía esta colección prueba que, en aquella época, las principales iglesias habían identificado como canónicos a un conjunto bien definido de libros. Solo Santiago, 2 Pedro, y 2 y 3 Juan no son mencionados por Tertuliano. Pocas décadas después, el padre de la Iglesia, Orígenes, citó los 27 libros del NT y señaló que 6 de ellos (Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan y Judas) eran todavía objeto de discusión por parte de algunos. Estos libros fueron debatidos durante siglos, aunque su posición de honor en la mayoría de las iglesias nunca se vio amenazada.
En el siglo IV, el canon del NT emergió con claridad como un conjunto ampliamente aceptado de libros sagrados. En primer lugar, Eusebio de Cesarea, conocido como el padre de la historia eclesiástica, por ser el primero en escribir una cronología global del cristianismo, mencionó los 27 libros comúnmente aceptados por las iglesias como Escritura. Aunque mostró reservas en cuanto al libro de Apocalipsis, en general, especificó el mismo canon que utilizamos hoy. En el 367 d.C., el obispo de Alejandría, un hombre inquebrantable llamado Atanasio, escribió una carta solemne en la que enumeraba los 27 libros del NT como Escritura, sin mencionar ningún libro disputado; señal de que las discusiones mencionadas por Orígenes y Eusebio habían perdido importancia. Poco más de una década después, el prestigioso erudito Jerónimo tradujo los 27 libros del NT al latín y los incluyó en su Biblia, generalmente conocida como Vulgata.
Respecto a los libros disputados, él estaba convencido de que su aceptación de larga data en las iglesias probaba que eran Escritura auténtica. Agustín, obispo de Hipona, estaba de acuerdo en que los 27 libros eran canónicos y, en cuanto a los disputados, afirmaba que debían aceptarse porque la mayoría de las iglesias, especialmente aquellas con gran autoridad debido a sus orígenes apostólicos, los habían aceptado hacía mucho. Finalmente, en el 393 y el 397, los concilios de Hipona y Cartago llegaron a la conclusión de que el número correcto de libros del canon del NT era 27, ni uno más ni uno menos.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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