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- TÉRMINO «FALSOS APÓSTOLES» $ USD
Designación dada a los enemigos de Pablo en 2 Cor. 11:13; también llamados obreros fraudulentos (11:13) y ministros de Satanás (11:15). Se los describe como personas que predicaban a un “Jesús rival” (probablemente la “historia exitosa” de un Jesús grandioso y hacedor de milagros), y poseían un espíritu diferente (una motivación egoísta que se evidenciaba en un estilo de vida distinto al de Pablo) y un evangelio diferente que ignoraba la cruz (y su corolario de sufrimiento para quienes siguen a Cristo). Los falsos apóstoles parecen haber sido cristianos judíos (11:22), oradores hábiles (11:6) que probablemente afirmaban tener “visiones y revelaciones del Señor” (12:1) como señales que autenticaban su apostolado (comp. La experiencia de Pablo camino a Damasco, Hech. 9:15; 22:14-15; 26:16-19). Aunque deseaban sacar provecho del territorio misionero de Pablo, se caracterizaban por ser jactanciosos (2 Cor. 10:13-16) según criterios humanos. Su estilo de liderazgo era opresivo (11:29).
En contraste con Pablo, estos falsos apóstoles dependían de los creyentes corintios para el sustento económico (11:7-11,20; 12:14). Tal vez acusaron a Pablo de recibir el pago que merecía. Pablo respondió que la marca del verdadero apostolado era sufrir por Cristo (11:23). Lo que revela el poder de Dios es la debilidad, no un poder dominante (11:30; 12:5,9). Si se identifica a los “grandes apóstoles” (11:5; 12:11; “superapóstoles”, NVI) con los líderes de la iglesia de Jerusalén, hay que distinguirlos de los falsos apóstoles de Corinto. Estos últimos parecen haber reclamado la autoridad de los primeros.
A los falsos apóstoles de Apoc. 2:2 se los llama malos y mentirosos. Tal vez deban ser identificados con los nicolaítas que actuaban en Éfeso (2:6) y en Pérgamo (2:15), y con los seguidores de la falsa profetisa de Tiatira (2:20).
Continuara…
(FALSOS CRISTOS)
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
IMAGEN MERAMENTE ILUSTRATIVA. Foto por Mitchell Leach, en Unsplash
- TÉRMINO «FALSO PROFETA» $ USD
Por Donna R. Ridge
Persona que difunde mensajes y enseñanzas falsas, y que afirma hablar de parte de Dios.
Antiguo Testamento
Aunque la expresión “falso profeta” no aparece en el AT, hay claras referencias a dichos profetas. Hay páginas del AT repletas de hombres y mujeres que cumplen con la descripción de falso profeta que se da en Jer. 14:14: “Falsamente profetizan los profetas en mi nombre; no los envié, ni les mandé, ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan”. Otros ejemplos aparecen en Jer. 23:21-33 y Zac. 10:2. El castigo por profetizar falsamente era severo. Los falsos profetas eran arrojados de la presencia de Dios y humillados constantemente. Además, padecían la destrucción de sus ciudades (Jer. 7:14-16; 23:39).
Un falso profeta también era el que profetizaba en nombre de otro dios. Ejemplo de ello es el relato de Elías y los profetas de Baal (1 Rey. 18:20-39). En una prueba contra Elías y el verdadero Dios, los profetas de Baal sufrieron una derrota humillante.
Israel no siempre lograba distinguir entre los profetas falsos y los verdaderos, tal como se observa en 1 Rey. 22; Jer. 28. El profeta solo podía declarar su profecía, esperar y ver qué profecía se cumplía en la historia (Deut. 18:22; 1 Rey. 22:28; Jer. 29:9; comp. 1 Rey. 13).
Nuevo Testamento
Jesús y los apóstoles hablaron muchas veces sobre falsos profetas. En el Sermón del Monte, Jesús enseñó sobre las marcas que distinguen a un falso profeta y las consecuencias de ser uno de ellos (Mat. 7:15-23). También les advirtió a Sus seguidores que se cuidaran de los falsos profetas que surgirían durante los períodos de tribulación y en los últimos tiempos (Mat. 24:11,24; Mar. 13:22). Les dijo que tuvieran cuidado cuando el mundo alabara las palabras de un profeta porque un profeta falso es propenso a ser popular (Luc. 6:26).
Los apóstoles les enseñaban a los creyentes a ser diligentes en la fe y en la comprensión de las enseñanzas cristianas a fin de poder desentrañar a los falsos profetas cuando surgieran (2 Ped. 1:10; 1:19– 2:1; 1 Jn. 4:1). Pruebas de un profeta: (1) ¿Se cumplen sus predicciones? (Jer. 28:9). (2) ¿Está comisionado por Dios? (Jer. 29:9). (3) ¿Son sus profecías congruentes con las Escrituras? (2 Ped. 1:20-21; Apoc. 22:18-19). (4) ¿Se beneficia espiritualmente la gente con el ministerio del profeta? (Jer. 23:13- 14,32; 1 Ped. 4:11).
Los castigos para los falsos profetas eran tan severos en el NT como en el AT. El apóstol Pablo hizo que uno de ellos quedara ciego temporalmente (Hech. 13:6-12), pero la mayoría de los castigos eran de naturaleza más duradera. Jesús dijo que serían cortados y quemados como un árbol inútil (Mat. 7:19). Segunda Pedro 2:4 los describe diciendo que son arrojados a prisiones de oscuridad. El castigo definitivo aparece en Apoc. 19:20; 20:10; el falso profeta, la bestia y el diablo serán arrojados en un lago de fuego y azufre y serán atormentados para siempre. Ver Profecía, profetas.
Continuara…
(FALSOS APÓSTOLES)
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
IMAGEN MERAMENTE ILUSTRATIVA. Foto por Mitchell Leach, en Unsplash
- TÉRMINO «EXPIACIÓN Y PROPICIACIÓN» $ USD
Por Jeremiah H. Russell
En la teología cristiana se usan en conjunto y directamente correlacionan y definen la naturaleza y los efectos del sacrificio sustitutorio en relación a Dios y a los creyentes. Los dos términos tienen significados ligeramente diferentes y a veces los teólogos los colocan en oposición, aunque también es posible verlos como complementarios. La expiación habla del proceso por el cual los pecados son anulados o cubiertos. La propiciación habla del apaciguamiento de la ira o del enojo de la parte ofendida, o sea, específicamente del Dios cristiano. La expiación está incluida dentro del concepto de propiciación. En las Escrituras, la expiación no puede existir sin propiciación. Otros términos usados para propiciación son apaciguamiento y aplacamiento.
Terminología bíblica
En el AT, la palabra hebrea kaphar, que normalmente se traduce “ofrecer expiación”, se usa casi siempre en el contexto de apaciguar la ira de Dios. Por ejemplo, Núm. 25:11-13 afirma que el Señor le dijo a Moisés que Aarón le había hecho apartar Su furor porque “hizo expiación por los hijos de Israel”. Otros ejemplos son Ex. 32:30-33; Núm. 16: 41-50; Isa. 47:11 y Mal. 1:9-10. En relación al hombre como objeto del apaciguamiento, se usa “apaciguar” (Gén. 32:20); “dar satisfacción” (2 Sam. 21:3-14), y “evitar” (Prov. 16:14). Otros textos hablan de dioses o ídolos como objeto de la acción apaciguadora (Deut. 32:17; Jer. 32:35 y Sal. 106:37-38). Aunque kaphar a veces se traduce “cubrir” o “limpiar” (comp. Sal. 85:2-3), lo que tiende a la idea de expiación, el término casi siempre está en el contexto de propiciación. Por lo tanto, aplacar la ira de Dios es un tema que se trata dentro del contexto de los sacrificios del AT.
Aunque la controversia sobre expiación y propiciación aparece en el AT, la tensión aumenta en el NT con la palabra griega hilasmos (la forma verbal, hilaskomai, y el sustantivo correspondiente, hilasterion) en cuatro pasajes clave: Rom. 3:25; Heb. 2:17; 1 Jn. 2:2; y 4:10. Diversas versiones de esta palabra en traducciones modernas ilustra la controversia sobre el significado y el efecto de la expiación.
Por ejemplo, la palabra hilasterion en Rom. 3:25 se traduce “propiciación” y “expiación” (NVI). Esta dualidad deja al lector indeciso en cuanto a la función de la expiación, pero apela al lugar que ocupa la sangre rociada sobre el propiciatorio en el día de la expiación. La LXX usa 28 veces la palabra hilasterion, y en todas alude al propiciatorio, excepto en Amós 9:1. Esta traducción de hilasterion como “propiciatorio” en el NT conlleva, sin embargo, cierta ambigüedad, ya que Cristo fue a la vez la encarnación personal de la Deidad y el medio de expiación, no un lugar impersonal de esta acción. Es mejor no traducir la palabra por “propiciatorio”.
Pablo explica que la ira de Dios se cierne sobre todos los seres humanos debido a la terrible pecaminosidad (Rom. 1–3, especialmente 1:18-32). En Rom. 3:25 demuestra la iniciativa de Dios por satisfacer Su ira al hacer de Cristo el hilasterion o la propiciación. Si Pablo hubiera tenido intención de tratar únicamente la expiación en este versículo, habría abandonado el tema de la propiciación hasta después de este punto de la carta.
En Heb. 2:17 tas harmartias (los pecados) son el objeto directo de hilaskomai, lo que podría hacernos pensar que la mejor traducción sería “expiación”. Sin embargo, este pasaje, aunque habla de la expiación que lava nuestros pecados, no niega el concepto de que se considera la ira de Dios, e incluso menciona a un “misericordioso y fiel sumo sacerdote”, lo que indica el aplacamiento de una ira justa. El otro pasaje se encuentra en 1 Jn. 2:2, que habla de un abogado necesario para detener al Dios airado. Aunque 2 Cor. 5:18-20 no usa la palabra hilasmos, sí habla de un Dios que “nos reconcilió consigo mismo por Cristo”, lo que denota una enemistad previa con Dios. Esta imagen no se podría explicar solo mediante la expiación, sino que debe tener como base la propiciación; por lo tanto, las traducciones deberían reflejar este significado preciso.
Formulación teológica
Hallamos la necesidad de propiciación en Dios mismo, en que el pecado provoca Su ira. Sin embargo, eruditos como C.H. Dodd y A.T. Hanson creen o que la ira de Dios es inexistente o bien que es impersonal, un episodio de causa y efecto. Dodd creía que la palabra hilasmos en griego (tanto clásico como koiné) significaba “propiciar”, y que la adoración pagana incluía un aplacamiento similar de las deidades por medio de sacrificios. No obstante, no sentía que esto se aplicara al judaísmo helenístico ni al NT. Entonces interpretó los versículos del AT y del NT únicamente en el sentido de expiación, negando así la propiciación. El interés teológico de Dodd de redefinir la naturaleza de Dios sin hacer referencia a Su justa ira contra el pecado parece haber condicionado sus conclusiones. Otros eruditos, como León Morris y Roger Nicole, han defendido y respaldado la realidad de la ira de Dios y de la doctrina de una expiación propiciatoria.
La doctrina de la propiciación en las Escrituras está en franca oposición con la propiciación de los rituales paganos de sacrificios. En primer lugar, el objeto del sacrificio pagano estaba relacionado con deidades personales que no tienen poder absoluto o con una deidad absoluta e impersonal, ninguna de las cuales puede producir expiación. El destinatario del sacrificio en las Escrituras es el Dios triuno, absoluto y personal. En segundo lugar, las deidades objeto de adoración pagana despliegan ira de una manera irracional y caprichosa. La Deidad de las Escrituras despliega ira debido a Su naturaleza interna y no por causas externas y caprichosas. En tercer lugar, el sujeto de la propiciación pagana es el adorador que ofrece el sacrificio. Quien apacigua la ira de Dios el Padre es Dios el Hijo, que voluntariamente presenta la expiación eficaz, ya que la humanidad no es digna de ofrecer un sacrificio al Dios contra quien se ha rebelado. Esta forma de sacrificio se describe en el AT en Lev. 17:11, donde Dios le dio la expiación a Israel con el propósito de propiciar Su ira.
El efecto de la expiación está directamente vinculado con la ira de Dios. Si Dios no tuviera ni ira ni enojo hacia los pecadores, no habría necesidad de propiciación. La mera expiación bastaría. Si hay expiación sin propiciación, Dios es a la vez indiferente al pecado y, por lo tanto, injusto. La propiciación es la única manera en que Dios puede ofrecerles perdón a los pecadores y, al mismo tiempo, ser justo. “Pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar Su justicia. De este modo Dios es justo y a la vez el que justifica a los que tienen fe en Jesús” (Rom. 3:26 NVI). Otro atributo de Dios que algunos creen incompatible con Su ira es Su amor, pero ambos se muestran compatibles a través de la expiación, “en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8; comp. Ex. 34:7). La tensión debe reconciliarse porque esta falta teológica (a saber, no reconciliar la aparente paradoja del amor y la ira de Dios) es probablemente la razón de gran parte de la controversia sobre cuál de los dos conceptos, la expiación o la propiciación, es el sentido correcto. Los que no pueden reconciliar la aparente paradoja rechazan la ira y la propiciación a cambio del amor, lo cual es innecesario. En 1 Jn. 4:9-10, el autor afirma que Dios “nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. La crucifixión es la encarnación misma del amor. Aunque los pecadores odiaban a su Creador, Él buscó una manera de reconciliarse con ellos. Isaías 53:10 afirma que “el Señor quiso quebrantarlo, y hacerlo sufrir” (NVI). Jesús no fue una víctima. Este acto de Su parte fue un amor incomparable, un entregarse completamente por nosotros, “como ofrenda y sacrificio fragante para Dios” (Ef. 5:2 NVI).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Angelica Reyes, en Unsplash
- TÉRMINO «EXILIO» $ USD
Por G. Gary Hardin
Acontecimientos que condujeron a las tribus israelitas del norte al cautiverio a manos de los asirios, y a las tribus del sur a ser capturadas por los babilonios. A veces, los términos “cautiverio” y “llevados a cautiverio” se refieren al exilio de Israel y de Judá.
En tiempos del AT, los asirios y los babilonios iniciaron la práctica de deportar cautivos a tierras extranjeras. La deportación se consideraba la medida más dura, y solo se recurría a ella cuando otros medios de dominación habían fracasado. Los asirios preferían exigir tributo antes que deportar a las naciones a las que amenazaban conquistar. Ya en el 842 a.C., Jehú, rey de Israel, pagaba tributo a Salmanasar, rey de Asiria. No fue sino hasta el reinado de Tiglat-pileser (745–727 a.C.) que los asirios comenzaron a deportar personas de las diversas tribus de Israel.
En el 734 a.C., Tiglat-pileser capturó las ciudades de Neftalí (2 Rey. 15:29) y se llevó cautivas a las tribus de Neftalí, Rubén, Gad y media tribu de Manasés (1 Crón. 5:26). En el 732, el rey tomó control de Damasco, la ciudad capital de Siria. Por ese tiempo hizo tributario a Oseas (732–723 a.C.), el último rey de Israel (Reino del Norte). Este se rebeló aprox. en el 724 a.C. y fue capturado por los asirios (2 Rey. 17:1-6).
Samaria, la ciudad capital de Israel ofreció resistencia hasta el 721 a.C., cuando Salmanasar (727– 722 a.C.) decidió sitiarla. La consiguiente caída de la ciudad se produjo a manos de Sargón II (722– 705 a.C.). Estos acontecimientos marcaron el final de las diez tribus del norte (2 Rey. 17:18).
Los asirios exiliaron a los israelitas hacia Halah, Gozán y Sefarad (2 Rey. 17:6; 18:11; Abd. 20). Llevaron a Samaria gente de Babilonia, Cuta, Ava, Hamat y Sefarvaim (2 Rey. 17:24; Esd. 4:10). Sargón II registró que se deportaron 27.290 israelitas.
Los profetas Oseas y Amós habían anunciado la caída de Israel, y también proclamaron que dicha caída se debía más a su degeneración moral y espiritual que a la supremacía militar de la nación asiria. Esta era solo “la vara de mi [de Dios] ira” (Isa. 10:5).
Historia del exilio de Judá
Más de cien años antes del exilio babilónico, el profeta Isaías había anunciado la caída de Judá (Isa. 6:11-12; 8:14; 10:11). Además, los profetas Miqueas, Sofonías, Jeremías, Habacuc y Ezequiel coincidían en que Judá iba a caer.
Hubo tres deportaciones de judíos a Babilonia. La primera en el 598 a.C. (2 Rey. 24:12-16). La segunda en el 587 a.C. (2 Rey. 25:8-21; Jer. 39:8-10; 40:7; 52:12-34). Después de esta, Gedalías fue designado gobernador de Judá por los babilonios, pero fue asesinado (2 Rey. 25:22-25). Una tercera deportación, como castigo por el asesinato de Gedalías, ocurrió en el 582 a.C. (Jer. 52:30).
La vida en el exilio
Esto significó vivir en cinco regiones geográficas diferentes: Israel, Judá, Asiria, Babilonia y Egipto. Poseemos poca información de los acontecimientos en estas regiones entre los años 587 y 538 a.C.
Israel
Asiria se llevó a líderes y personas educadas del Reino del Norte, y los remplazó con pobladores de otros países conquistados (2 Rey. 17:24). Hicieron regresar a algunos sacerdotes de Israel para enseñarle a la gente las tradiciones religiosas del Dios de la tierra (2 Rey. 17:27-28). Tales sacerdotes probablemente servían a una población de agricultores judíos pobres dominados por líderes extranjeros. Un remanente fiel intentó, a su manera, mantener la adoración a Jehová cerca de Siquem, donde finalmente se fundó la comunidad samaritana. Cuando Babilonia conquistó la región, estableció una capital provincial en Samaria. Los líderes del lugar se unieron con otros líderes provinciales para impedir que Zorobabel –que lideraba el regreso del exilio– y su gente reedificaran el templo (Esd. 4:1-24). En Esdras 10 se nos muestra una gran escena de arrepentimiento, y así, gradualmente, fue emergiendo una población mixta.Asiria
Los exiliados del Reino del Norte fueron dispersados entre las avanzadas asirias (2 Rey. 17:6). Aisladas de otros judíos, pareciera que estas pequeñas comunidades no pudieron mantener su identidad nacional. Se desconoce qué sucedió con este pueblo, de allí la designación “las tribus perdidas de Israel”. Con el tiempo, algunos quizás regresaron a su tierra de origen. Otros tal vez establecieron el fundamento de comunidades judías que aparecen en registros históricos posteriores.Judá
Los babilonios no destruyeron totalmente la tierra de Judá. En realidad, dejaron labradores para cuidar la tierra (Jer. 52:16). Algunos que habían huido del país antes que Babilonia lo invadiera, regresaron a la tierra después de la destrucción de Jerusalén (Jer. 40:12). Los babilonios establecieron un gobierno que tal vez haya dependido del gobierno provincial en Samaria. Los judíos leales a la tradición davídica asesinaron al gobernador Gedalías (2 Rey. 25:25). Posteriormente, muchos huyeron a Egipto (2 Rey. 25:26; Jer. 43). Los que permanecieron en el país continuaron adorando a Dios en las ruinas del templo y buscando una palabra de esperanza de parte de Dios (Lamentaciones). Es probable que muchos se hayan molestado al ver que los judíos regresaban de Babilonia para reclamar tierra y liderazgo.Babilonia
El centro de la vida judía se desplazó hacia Babilonia con líderes como Ezequiel. Babilonia llegó a reconocer a la familia real de Judá, como se advierte en 2 Rey. 25:27 y también en documentos recuperados de esa zona. Los judíos exiliados basaron su calendario en el exilio del rey Joaquín en el 597 a.C. (Ezeq. 1:2; 33:21; 40:1). Zorobabel, nieto de Joaquín, acompañó a los primeros exiliados de regreso a Jerusalén en el 538 a.C. (Esd. 2:2; Hag. 1:1). La mayoría probablemente siguieron las prácticas normales del Cercano Oriente y se convirtieron en agricultores con tierras de propiedad del gobierno. Documentos babilónicos muestran que algunos judíos llegaron a ser comerciantes exitosos. Aparentemente, líderes religiosos como Ezequiel lograron organizar encuentros religiosos (Ezeq. 8:1; comp. Esd. 8:15-23). Siguió habiendo correspondencia entre los que estaban en el exilio y los que habían quedado en Judá (Jer, 29), y los ancianos judíos fueron líderes entre los exiliados (Jer. 29:1; Ezeq. 8:1; 14:1; 20:1). Esdras y Nehemías demuestran que las genealogías y los registros familiares se convirtieron en material importante al extremo para la identidad de los desterrados. Las personas eran económicamente solventes y algunos hasta tenían esclavos (Esd. 2:65). También contaban con recursos para financiar su regreso a Jerusalén (Esd. 1:6; 2:69). Es más, muchos anhelaban volver y no querían cantar cántico a Dios en Babilonia (Sal. 137). Seguían a profetas como Ezequiel en su deseo de reedificar el templo y restaurar al pueblo judío. Se reían de los dioses babilónicos y los consideraban leños sobrantes de alguna fogata (Isa. 44:9-17; 45:9-10; 46:1-2,6-7; Jer. 1:16; Ezeq. 20:29-32). Se había establecido una comunidad judío-babilónica que ejercería fuerte influencia mucho después de que Ciro, el rey de Persia, permitiera que los judíos regresaran a Judá. Estos judíos habían organizado su propia adoración, habían recopilado textos de las Escrituras y habían comenzado a interpretarlos en una paráfrasis aramea y con explicaciones que finalmente se convirtieron en el Talmud babilónico; estos judíos continuaron brindando apoyo a los judíos en Jerusalén.Egipto
Hubo judíos que escaparon de Jerusalén a Egipto (2 Rey. 25:26) en contra de la advertencia de Dios (Jer. 42:13-44:30). Muchos se convirtieron en parte del ejército egipcio estacionado en los fortines de las fronteras para protegerse de la invasión babilónica. Probablemente se hayan unido a judíos que estaban en Egipto desde antes. Los arqueólogos han descubierto inscripciones en Elefantina y en el sur de Egipto que muestran que allí se había emplazado un gran ejército de judíos. Aparentemente edificaron un templo donde adoraban a Jehová y a otros dioses. Estas comunidades militares con el tiempo desaparecieron, pero la influencia judía en Egipto se mantuvo. Finalmente, una comunidad numerosa se estableció en Alejandría y produjo la Septuaginta, la traducción más antigua del AT al griego.El edicto de Ciro en el 538 a.C. (2 Crón. 36:22- 23, Esd. 1:1-4) liberó a los judíos de Babilonia para que pudieran regresar a su tierra. Aunque las condiciones en su patria eran deplorables, muchos regresaron. Las predicaciones de Zacarías y de Hageo (520–519 a.C.) animaban a los cautivos liberados para que regresaran a edificar el templo en Jerusalén. Este se completó en el 515 a.C., fecha que tradicionalmente marca el fin del exilio babilónico.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Jakub Jacobsky, en Unsplash
- TÉRMINO «EVANGELISMO» $ USD
Por G. William Schweer
Invitación activa a las personas para que respondan al mensaje de gracia y se entreguen a Dios en Jesucristo. Si bien muchos creen que el evangelismo es un fenómeno del NT, una profunda preocupación por todas las personas es igualmente obvia en el AT (1 Rey. 8:41-45; Sal. 22:27-28; Isa. 2:2-4). El cuidado de Dios hacia la primera pareja después de que pecaran, su plan para “bendecir” a todas las personas por medio de la nación israelita, y sus continuas tentativas mediante los profetas y la disciplina para forjar a Su pueblo y convertirlo en una nación útil, todo habla de su amoroso interés.
Si bien la influencia de Israel era principalmente nacional e interna, había ocasiones en que su testimonio era individual y externo (Dan. 3-6; 2 Rey. 5:15-18; Jon. 3:1-10). Aunque Israel fracasó en gran medida en su misión, la importante cantidad de personas temerosas de Dios al comienzo de la era cristiana muestra que su atracción y sus esfuerzos proselitistas no fueron totalmente en vano.
Sin embargo, el NT manifiesta el empuje dinámico del evangelismo. Si bien la palabra no aparece en la Biblia, está entretejida en la trama de las Escrituras.
A pesar de su evidente importancia, un amplio abanico de opiniones busca definir qué significa y qué debería incluir. Las definiciones abarcan desde concepciones extremadamente estrechas hasta otras amplias en exceso.
Evangelismo deriva de la palabra griega euangelion, que significa “buenas nuevas”. La forma verbal euangelizo significa “llevar” o “anunciar buenas nuevas”, aparece unas 55 veces (Hech. 8:4, 25, 35; 11:20) y se traduce normalmente con la forma apropiada de la palabra “predicar”. El evangelismo tiene que ver con la proclamación del mensaje de buenas noticias.
En vista del amplio espectro de definiciones y del debate continuo, conviene considerar dos clases de definiciones. En primer lugar, muchos insisten en definir evangelismo solo en el sentido más estricto de las palabras neotestamentarias antes mencionadas. Es decir, predicar el evangelio, comunicar el mensaje de la misericordia de Dios hacia los pecadores. Tal definición impone un marco limitado para llegar a una definición precisa. Rehúsa hablar en términos de los receptores, los resultados o los métodos, y coloca todo el énfasis en el mensaje.
Hasta donde podemos ver, este tipo de definición es sin duda correcta. Representaría la visión de muchos evangélicos en relación a la evangelización. Muchos otros, sin embargo, creen que tales definiciones son inadecuadas para la actualidad y que son parcialmente responsables de una especie de evangelismo truncado que se practicó a menudo en el pasado.
Por lo tanto, muchos preferirían lo que podría describirse como una definición “holística” o que tome en cuenta “las buenas nuevas del reino”. Esto podría expresarse de la siguiente manera: el evangelismo es la comunicación del evangelio del reino guiada por el Espíritu de tal modo que los receptores tengan una oportunidad válida de aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador y convertirse en miembros responsables de Su iglesia. Dicha definición toma en cuenta la obra esencial del Espíritu Santo, las diversas maneras de hacer llegar la buena nueva, el interés holístico hacia las personas involucradas, la necesidad de comunicación y comprensión reales del mensaje, y la necesidad de una membresía productiva en la iglesia por parte de la persona convertida.
Lucas 8:2-56 muestra cómo Jesús llevaba la buena nueva. No solo predicó; demostró su poder sobre las fuerzas de la naturaleza al salvar a sus asustados discípulos. Exorcizó un demonio, sanó a una pobre mujer que sufría desde hacía doce años de una hemorragia, y resucitó a la hija de Jairo. Presentó claramente la buena nueva mediante la palabra y las obras, y no solo con palabras.
Pablo, de modo similar, describe cómo fue usado: “para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios […] todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (Rom. 15:18-19).
Algunos advierten sobre el peligro de tales definiciones porque abren la puerta a un énfasis exagerado en la dimensión social del evangelio en detrimento del mensaje oral. Por cierto, que esto es posible. Un evangelio completo incluye el evangelio verbal. Hace falta equilibrio, aunque diferentes situaciones pueden a veces exigir mayor énfasis en un aspecto que en otro. El mandato bíblico sigue siendo: “a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Cor. 9:22).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Ben White, en Unsplash
- TÉRMINO «EVANGELIOS SINÓPTICOS» $ USD
Por Bill Warren
Nombre empleado para referirse en forma conjunta a los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. El término “sinóptico” significa “con el mismo ojo”, por lo tanto, “con el mismo punto de vista”.
Mateo, Marcos y Lucas comparten una organización común de los materiales para relatar la historia del evangelio. Orientan el ministerio de Jesús geográficamente: comienzan con Su ministerio en Galilea, continúan con una etapa de transición que incluye tanto los viajes fuera de Galilea como dentro y a través de esa región, y concluyen con el relato de los sucesos que tuvieron lugar en Jerusalén y culminan con Su muerte y resurrección. Por otra parte, Juan organizó el relato de la historia de Jesús de una manera diferente. Relata numerosos viajes de Jesús entre Galilea y Judea debido a Su participación en diversas fiestas judías. Aunque un modelo de organización no es mejor que el otro, las similitudes entre Mateo, Marcos y Lucas se pueden notar fácilmente cuando se los compara. La relación que existía entre Mateo y Marcos resalta especialmente la forma común de contar la historia de Jesús. Mateo provee 606 de los 661 versículos de Marcos (1:1-16:8), ya sea en una forma exacta o similar. En otras palabras, Mateo incluye en su Evangelio prácticamente todos los versículos de Marcos. Lucas incluyó 320 versículos que son paralelos a los de Marcos, por lo tanto, también guarda una relación cercana con este y con Mateo. Hay 250 versículos que aparecen en Mateo y Lucas pero que no se encuentran en Marcos. En algunas de estas instancias se encuentran las mismas expresiones en diferentes Evangelios, no solo en lo que se refiere a las palabras de Jesús sino también en la manera de relatar las historias.
Existen tantas indicaciones acerca de la relación literaria que los eruditos generalmente dan por sentado que los escritores de estos Evangelios compartieron una o más fuentes. Se han efectuado varios intentos para explicar la naturaleza de esta relación literaria. Algunos eruditos postulan que Marcos empleó tanto a Mateo como a Lucas para armar su Evangelio. Sin embargo, la gran mayoría de eruditos sostiene que Marcos escribió primero su Evangelio y que Mateo y Lucas lo utilizaron como una de sus fuentes. La gramática de Mateo y de Lucas es, en general, mejor que la de Marcos, y no en el sentido contrario. Este modelo indicaría que Marcos se escribió antes que Mateo y Lucas debido a que sería improbable que Marcos no hubiese copiado el lenguaje más sofisticado y menos vulgar de los otros dos. Si Marcos hubiese realmente contado con una copia de los otros Evangelios cuando escribió el suyo, habría sido incomprensible que no incluyera las enseñanzas maravillosas de Jesús que aparecen en Mateo y Lucas, tales como el Sermón del Monte y las parábolas de Lucas 15. Marcos parece haber escrito primero su evangelio sin el beneficio de las ediciones griegas de Mateo y Lucas que conocemos. Por lo tanto, un tiempo después de que Marcos escribiera su Evangelio, Mateo y Lucas lo utilizaron como una ayuda para escribir los de ellos.
Por otro lado, Mateo y Lucas también tuvieron una fuente común que posiblemente haya sido una forma más antigua de Mateo (tal vez escrita en arameo) u otro documento o documentos diferentes que contenían muchas enseñanzas y dichos de Jesús. A esta fuente común de materiales para Mateo y Lucas generalmente se la conoce como Q (Quelle), palabra que significa “fuente” en alemán. Desde luego, Lucas señala que conocía otros que habían tratado de contar la historia del evangelio y que él personalmente había investigado las fuentes cuando escribió el suyo (Luc. 1:1-4). Por lo tanto, no es para nada sorprendente que Mateo haya hecho lo mismo y haya utilizado diversas fuentes. Debido a que Marcos no fue un testigo ocular, también habría empleado numerosas fuentes de las que, según la iglesia primitiva, la prédica de Pedro fue la primera. El relato de la historia del evangelio fue un emprendimiento tan importante que probablemente los escritores hayan utilizado todas las fuentes confiables a las que pudieron tener acceso. Aunque los tres Evangelios tienen mucho en común y encaran el relato de la historia de Jesús con un mismo plan general y la misma organización, cada uno presenta una visión única acerca de Jesús y de las implicancias del discipulado. Cada escritor se dirigió a diferentes grupos ubicados en lugares y entornos históricos distintos. Por lo tanto, las características comunes de estos tres Evangelios no se deberían interpretar como que estos presentan un solo punto de vista en lugar de tres. Cuando se estudian paralelamente estos tres evangelios, las diferencias que existen entre ellos pueden resaltar la riqueza de los distintos énfasis que posee cada uno. Mateo, Marcos y Lucas se complementan para comunicar la historia del evangelio a través de los aspectos en común, aun cuando presenten el mensaje con una profundidad que solo se observa al considerarlos de manera separada.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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