UNA BIBLIA PERSONALIZADA PARA TI
- TÉRMINO «EVANGELIO» $ USD
Por Donny Mathis
Parte II
El evangelio en los Evangelios y en Hechos
Marcos
utiliza el término euangelion en más oportunidades que los otros evangelistas (ocho veces que incluyen 16:15). Empieza con la declaración programática de que el libro es “el comienzo del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios”. El uso sorprendente del término euangelion refleja el sentido que tenía tanto para los paganos como para el AT en lo referente a la llegada de un nuevo rey y la promesa del AT de que Jehová retornaría a Sión y derrotaría a los enemigos de Su pueblo. Todo lo que Marcos describe sobre la vida y el ministerio de Jesús manifiesta que Él es el Mesías que Dios envió para liberar a Su pueblo. A través de Sus milagros, Jesús demuestra que es el Mesías, el Hijo de Dios, que tiene poder sobre la naturaleza, los demonios, las enfermedades e incluso la muerte. Por medio de las parábolas, el lector puede aprender acerca del reino que Jesús vino a establecer. El propósito final de la vida del Mesías fue morir para rescate de muchos. A través de la resurrección, Jesús se vindica como Mesías y manifiesta que Su condición de Hijo de Dios es incuestionable.
Marcos también emplea el término euangelion para describir el ministerio que Jesús comenzó luego del encarcelamiento de Juan el Bautista (1:14-15). Jesús comenzó a predicar el evangelio, la proclamación de que el tiempo se había cumplido y que elreino de Dios estaba cerca. El Dios de Israel actúa para restaurar a Su pueblo a través del ministerio de Jesús. El corolario de esta proclamación es el llamado a arrepentirse y a creer en el evangelio. La prédica de Jesús hace eco a la de Juan el Bautista y le da cumplimiento porque Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, quien establecería el reino de Yahvéh. Para Marcos, el evangelio trata esencialmente del establecimiento del reino de Dios. También utiliza euangelion con el sentido de kerusso cuando Jesús anuncia que la mujer que lo había ungido para la sepultura sería recordada en todo lugar donde se predicara el evangelio (Mar. 14:3-9).
La importancia del reino también se puede observar en el uso del término euangelion en Mar. 8:35 y 10:29-30. En 8:35, luego del anuncio de Su muerte, Jesús describe el costo de seguirlo y explica que quien quiere ser Su discípulo debe estar dispuesto a perder su vida por amor a Él y al evangelio.
Mateo
Mateo utiliza cuatro veces euangelion (4:23; 9:35; 24:14; 26:13) y una vez euangelizomai (11:5; comp. Luc. 7:18-23). Mateo califica tres veces euangelion como el euangelion tou basileias, el evangelio del reino. En 4:23, Mateo resume el ministerio de Jesús en Galilea diciendo que Él enseñaba en sinagogas, predicaba el evangelio del reino y sanaba enfermedades y dolencias. Para Mateo, el evangelio se centra en el reino que Jesús vino a establecer a través de Su vida y muerte. Esta buena nueva encaja muy bien en la esperanza judía de que Jehová/Yahvéh restauraría a Su pueblo mediante la obra del Mesías, y apoya el argumento de Mateo en cuanto a que Jesús vino para dar cumplimiento a las Escrituras.
Lucas – Hechos
Lucas no utiliza euangelion en su evangelio pero emplea diez veces el verbo que se refiere al acto de proclamar las buenas nuevas.
En Hechos, Lucas utiliza quince veces euangelizomai y solo dos veces euangelion. En las narrativas sobre Jesús y Juan el Bautista, Lucas emplea euangelizomai en la proclamación de Gabriel a Zacarías (1:19) y del ángel a los pastores la noche del nacimiento de Jesús (2:10). Cuando Jesús habla en la sinagoga en Nazaret (4:16-21), lee en Isaías sobre la restauración de los pecados y el exilio del pueblo de Jehová (Isa. 61:1; 58:6). El Mesías proclamará buenas nuevas a los pobres, declarará libertad de los cautivos, dará vista a ciegos, libertará a oprimidos y proclamará el año aceptable del Señor. Luego de leer este texto, Jesús le explica a la multitud que esta profecía se cumple en Él. Este texto bosqueja el enfoque central del relato de Lucas sobre la vida y el ministerio de Jesús. Lucas emplea nuevamente este texto para comunicarle el mensaje a Juan el Bautista cuando este buscaba confirmación de que Jesús era el que vendría después de él (7:22). La proclamación de las buenas nuevas se centra en el reino de Dios y en el cumplimiento de la ley y los profetas (8:1; 16:16). En Hechos, Lucas utiliza euangelizomai para enfatizar la proclamación sobre la vida y ministerio de Jesús. Utiliza ocho veces esta proclamación para referirse a Jesús el Mesías que es Señor de todos (5:42; 8:4-6,12,35; 10:36-44; 11:20; 13:16-41; 17:18). Estas buenas nuevas acerca de Jesús componen el centro de la prédica de los misioneros de la iglesia primitiva (8:12,25,40; 14:7,15,21; 15:35; 16:10). Las buenas nuevas que predicaban se relacionaban íntimamente con las promesas del AT y se centraban en la vida y ministerio de Jesús, particularmente en la cruz y la resurrección (8:26-39; 10:36-44; 13:16-41).
Juan
Juan no emplea euangelion ni euangelizomai en su Evangelio y prefiere los términos que significan “testigo” y “verdad”. También enfatiza la acción de creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y la vida que se imparte como resultado de la fe (Juan 20:20-31).
El evangelio en otros lugares del NT
En 1 Ped. 1:3-12, el apóstol define el evangelio como el mensaje que prometieron los profetas y se cumplió en el sufrimiento y la gloria de Jesucristo. La resurrección de Jesús ha provisto esperanza viva y herencia eterna. Este evangelio revela algo tan importante que incluso los ángeles anhelan tener una visión de él. En 1:23, Pedro llama al evangelio Palabra de Dios viva y perdurable. En 4:1-19, para disipar las dudas de los que argumentan sobre el tiempo del juicio venidero y del castigo final, Pedro explica que a los que rechazan el evangelio les espera un final terrible. En Heb. 4:2,6 se utiliza el término euangelizomai para aludir al mensaje acerca de Jesús el Mesías de manera similar a 1:1-4. Apocalipsis 14:6 describe el evangelio eterno que se utiliza en el juicio.
Conclusión El evangelio en el NT se puede resumir como el mensaje sobre el reino de Dios que se instauró por medio de la vida, muerte y resurrección de Jesús el Mesías, a quien Dios exaltó como Señor de todo. Estas buenas nuevas describen sucesos que se profetizan en toda la Escritura y declaran que Jesús, el Mesías, derrotó de una vez y para siempre a todos los principados y poderes. Finalmente, Dios juzgará a los seres humanos según hayan recibido o rechazado estas buenas nuevas.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Dahiana Waszaj, en Unsplash
- TÉRMINO «EVANGELIO» $ USD
Por Donny Mathis
Parte I
El término “evangelio” aparece con frecuencia en el NT como sustantivo y como verbo, y literalmente significa “buenas nuevas” o “proclamar las buenas nuevas”. El sustantivo euangelion, aparece 75 veces y el verbo euangelizomai 56.
Trasfondo
Hay dos puntos de vista sobre el trasfondo del uso neotestamentario de los términos euangelion y euangelizomai. Uno hace referencia a que provienen del contexto judío que es la base sobre la que se estableció la iglesia, particularmente por la forma en que se utilizan en la Septuaginta (LXX). El segundo estipula que los términos provienen de la cultura helenística (pagana). Estos puntos de vista se han erosionado mutuamente de tal manera que los intérpretes no entienden en forma total a qué alude la Biblia cuando utiliza el término “evangelio”.
La LXX podría establecer el significado de estos vocablos, pero no aparece el uso singular de euangelion. Por esta razón, algunos argumentan que la influencia primaria, tal vez única y externa sobre el uso del NT del término euangelion proviene de la cultura pagana. Sin embargo, el papel importante que tiene euangelizomai en pasajes del AT (LXX) que se mencionan en el NT, hace difícil sostener una posición contra antecedentes judíos del término. En Isa. 40:9; 52:7-10; 60:6; 61:1 el heraldo de las buenas nuevas anuncia que Jehová, Dios de Israel, derrotó a los enemigos paganos, terminó con el exilio de Su pueblo y estableció Su reino. Esto se adecúa perfectamente al contexto del NT.
Originalmente, el sustantivo euangelion significaba el anuncio de victoria luego de la batalla, y posteriormente el contenido de ese mensaje. El término también llegó a describir el nacimiento o arribo al poder de un nuevo rey. Una inscripción de Priano en Asia Menor, que probablemente data de aprox. el 9 a.C., describe la asunción de Augusto como nuevo emperador romano. Augusto recibe honores como el salvador que traerá la paz, y proclama su nacimiento como “el comienzo de las buenas nuevas (euangelion) que han llegado a los hombres a través de él”. Esto ilustra el contenido religioso del término que se relaciona con el culto al emperador.
Cuando se compara el uso pagano de euangelion con la forma en que la LXX usa euangelizomai, se manifiesta un paralelo asombroso con un rey a quien el pueblo adora. El evangelio y su confesión en cuanto a que Jesús es el Señor confronta la proclamación de que César es el señor y declara que, en la cruz y en la resurrección, Jesús sube al trono como Rey de reyes. El César o cualquier otra cosa creada que reclama señorío doblará su rodilla ante el Cristo crucificado y resucitado.
Pablo y el evangelio
El evangelio fue el centro de la prédica de Pablo y la regla por la que vivió para gloria de Dios. El apóstol utiliza euangelion 60 de las 75 veces que aparece en el NT. Las congregaciones a las que se dirigía conocían el contenido del evangelio. Esto se puede observar en que Pablo empleó el término 28 veces sin calificadores. También califica el término como: el “evangelio de Cristo”, el “evangelio de Dios”, el “evangelio de la paz”, el “evangelio de nuestra salvación”, etc. Cuando emplea el vocablo euangelizomai, tiene el mismo significado que kerusso; ambos describen la acción de predicar el evangelio. En 1 Cor. 15 y Rom. 1, Pablo explica el contenido del evangelio que predicó.
Primera Corintios 15
Pablo comienza a analizar la certeza de la resurrección y asegura que el evangelio que ellos recibieron los sostiene y es el medio por el cual son salvos. Pablo define el contenido de ese evangelio como el mensaje que recibió de Jesucristo. La muerte de Jesús el Mesías en la cruz y la resurrección de entre los muertos conforme a las Escrituras son las dos características centrales. La base escritural de Pablo para su evangelio proviene de textos seleccionados del AT, pero también brota de su fe en que en toda la Escritura se menciona la muerte y la resurrección de Jesús el Mesías. Por medio de la cruz y la resurrección, Dios destruyó el pecado de Adán y la maldición que vino sobre toda la creación. Jesús en Su muerte tomó nuestro pecado y lo venció. La resurrección destruye el poder de la muerte y esta ya no posee ningún aguijón. El sepulcro ya no tiene la victoria.
En 15:3-8, Pablo demuestra que el mensaje que proclamó tiene el mismo contenido que el de Pedro y de los otros apóstoles. Enfatiza la unidad del mensaje porque tanto él como los otros discípulos tienen el mismo Señor resucitado. A pesar de que en una época había perseguido a la iglesia, el encuentro que Pablo tuvo con Cristo lo ubica al mismo nivel de aquellos que vieron al Señor. Esta descripción del evangelio abre la discusión que sigue acerca de la resurrección, porque si Jesús había resucitado, entonces todos los que creen en Él también resucitarán. Si Jesús no resucitó, el evangelio no tiene poder y Jesús solo puede ser definido como un falso Mesías.
Romanos 1:1-17
En el saludo, Pablo nuevamente establece el contenido de su evangelio, cuya autoría es de Dios el Padre y presenta a Su Hijo Jesucristo. Pablo les recuerda a sus lectores que el evangelio ya había sido prometido en las Escrituras. Fortaleció este argumento al reconocer que Jesús es la simiente de David, tal como los profetas habían declarado sobre el Mesías. Jesús fue designado Hijo de Dios en virtud de Su resurrección de entre los muertos. La cruz y la resurrección son el corazón del evangelio. Toda la historia se basa en esto y si se minimiza la importancia de la muerte de Jesús en la cruz, se perjudica el evangelio. La consecuencia es la confesión de que Jesús, el Mesías, es el Señor. En Su muerte y resurrección, Jesús recibe el reconocimiento como el Mesías de Jehová y el Señor, ante quien se doblará toda rodilla y toda lengua jurará fidelidad para gloria de Dios el Padre (Fil. 2:10-11). El resumen de Rom. 1:4-5 es prácticamente idéntico a lo que Pablo llama “mi evangelio” en 2 Tim. 2:8. En 2 Cor. 4:3-5, Pablo describe el evangelio con un enfoque en la gloria de Cristo, y la confesión de que Jesucristo es Señor se equipara con el evangelio que predicó. En la conclusión de esta sección (Rom. 1:16-17), Pablo afirma que el evangelio no es solo un corpus de información sino además poder de Dios para salvación. Por medio de la cruz y la resurrección, la salvación del pecado se hizo posible para todos los que creen, tanto judíos como griegos.
Otros pasajes paulinos
En Rom. 10:8c-13, la fe que Pablo predica y el mensaje que se debe creer para salvación es que Jesús es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos. En 10:15, la enseñanza de Pablo se refiere a la relación entre el que anuncia el retorno victorioso de Jehová y el siervo sufriente de Jehová (Isa. 52:13–53:11). En Rom. 10:8c-13, el mensajero que proclama esta palabra acerca de Jesús se asemeja al que anuncia el retorno de Jehová a Sión. Pablo entiende que el evangelio es la proclamación de que Jehová Dios venció a todos Sus enemigos y estableció Su reino.
El evangelio se refiere a que Jesús de Nazaret, el Mesías, fue crucificado por nuestros pecados, se levantó de entre los muertos y es también Señor de toda la creación. Este mensaje es poder de Dios para salvación y trae consigo todos los aspectos que forman parte de la salvación (por ej., fe, regeneración, justificación, etc.). El evangelio es el mensaje de Pablo (1 Cor. 9:14-18; Fil. 1:5; 2:22) y la razón de su encarcelamiento y sufrimiento (Fil. 1:7; 2 Tim. 1:8; 2:8-9). Dios llamó a Pablo para proclamar las buenas nuevas, y este llamado lo anima a predicar el mensaje de salvación a los gentiles (Rom. 15:16- 20; 1 Cor. 9:19-23; 2 Cor. 10:12-18; Gál. 1:15-23; 1 Tes. 2:2,8-9; 2 Tim. 2:11-12). El evangelio también hace un llamado a vivir una vida ética (Fil. 1:27; 1 Tes. 2:12; 2 Tes. 1:11). Pablo relaciona el evangelio con el juicio final donde todos serán juzgados según la respuesta ante el Salvador proclamado en las buenas nuevas (Rom. 2:16; Col. 1:23; 2 Tes. 1:8; 2 Tim. 4:1).
Continuara…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Dahiana Waszaj, en Unsplash
- TÉRMINO «DISPENSACIÓN» $ USD
Por Doros Zachariades
Término derivado del latín dispensatio, que se utiliza comúnmente para traducir el término griego oikonomia. Etimológicamente, la palabra griega se refiere al régimen o la administración de un hogar. La forma del verbo oikonomeo significa dirigir, administrar, gobernar o planificar. Según lo observado en Rom. 16:23, donde se menciona a Erasto, el tesorero de la ciudad de Corinto, el término implica responsabilidades financieras. En 1 Cor. 9:17, el término se emplea para describir la administración del ministerio apostólico de Pablo. Por lo tanto, además de la responsabilidad y la administración financiera, oikonomía incluye todo tipo de mayordomía.
En la enseñanza de Jesús, aparece en su famosa parábola del mayordomo astuto (Luc. 16:1-13). En este caso particular, la tarea y el funcionario están íntimamente vinculados. Jesús utilizó ocho veces la palabra oikonomeo o términos semejantes. Las aplicaciones restantes en el NT están en los escritos de Pablo (excepto una de Pedro, 1 Ped. 4:10), lo que da como resultado un total de más de 20 apariciones.
El empleo bíblico de oikonomia revela uso y significado teológicos. En Ef. 3:2 y 3:9 la dispensación se vincula con el misterio de Cristo, que según Pablo es una revelación de Dios. La dispensación es, por lo tanto, un acuerdo en el que Dios asigna responsabilidad a la humanidad. Debido a que se relaciona con Jesucristo, quien no había sido revelado por largo tiempo (3:5), en ese sentido es nueva. Pablo había indicado anteriormente en esa epístola que llegaría una “dispensación del cumplimiento de los tiempos” (1:10; comp. LBLA, NVI), a la que se presenta como un fenómeno futuro. Colosenses 1:25-29 indica que existía un acuerdo dispensacional previo diferente del actual. Esto sugiere que en el pensamiento de Pablo son evidentes por lo menos tres dispensaciones de Dios en Su trato con la humanidad: pasada, presente y futura.
Cuando se las observa a la luz del desarrollo de la revelación (por ej. Juan 1:17; Gál. 3–4), se puede interpretar que las dispensaciones van adquiriendo importancia adicional. Hay un avance de la revelación a medida que se va develando la historia de la salvación. Las diversas épocas incorporan diferentes maneras o dispensaciones (designadas soberanamente) para relacionarse con Dios. Éstas no se deben considerar caminos alternativos de salvación. La salvación es siempre por gracia y solamente por medio de la fe (Rom. 4). La iglesia de esta dispensación tiene la característica distintiva de incluir a judíos y gentiles en una posición de igualdad que no había sido reconocida anteriormente (Ef. 2:11-22). La administración mosaica fue suplantada por completo (Gálatas es particularmente importante en este proceso) tal como había sido profetizado en el AT. En 2 Cor. 3:6, Pablo hace mención de sí mismo y de sus colaboradores como ministros de un nuevo pacto (comp. Luc. 22:20). Las promesas a Israel en Jer. 31:31-34 y Ezeq. 36:22-32 tuvieron cumplimiento inicial y parcial en el ministerio de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Otros aspectos de la historia de la salvación tendrán lugar en el ministerio futuro de Cristo cuando Él vuelva. Por lo tanto, estos planes dispensacionales deben ser considerados teología de revelación progresiva en el tiempo y herramienta hermenéutica para interpretar correctamente las relaciones de Dios con la humanidad.
El dispensacionalismo es un sistema de interpretación bíblica prominente en la iglesia desde el resurgimiento del estudio bíblico a mediados del siglo XIX, aunque sus raíces son anteriores. John Nelson Darby, C. I. Scofield y Lewis Sperry Chafer estuvieron entre los defensores más famosos de un sistema de teología e interpretación que enfatizaba los elementos sobresalientes dentro de las dispensaciones. El énfasis hermenéutico más característico del dispensacionalismo es la diferenciación entre la nación de Israel y la Iglesia. Algunos dispensacionalistas clásicos incluso sostenían que Israel y la Iglesia tenían destinos finales divergentes, el primero en la tierra renovada y la otra en el cielo. En las últimas siete u ocho décadas, esta teología creció en número de seguidores y además tuvo un desarrollo significativo. En las décadas de 1950 y 1960, la forma extrema de la naturaleza dualista del plan eterno de Dios fue de alguna manera flexibilizada, especialmente en los escritos de Charles Ryrie y John Walvoord. En lugar de la enseñanza anterior sobre la tierra permanente o el cumplimiento terrenal de las promesas de Dios a Israel en oposición a las promesas espirituales en el cielo para la iglesia, estos teólogos enseñaron que tanto a los judíos como a los gentiles les esperaba un mismo futuro en unidad soteriológica. Más recientemente ha comenzado la reconciliación entre algunos adherentes al dispensacionalismo y aquellos que comparten la teología no dispensacionalista. Es de particular importancia la comprensión escatológica del NT con su enfoque “ya/todavía no” del cumplimiento de las promesas del AT. El dispensacionalismo progresivo según lo presentan cristianos evangélicos como Craig Blaising, Darrell Bock y Robert Saucy ha surgido como un esfuerzo reciente de afinar el sistema hermenéutico. Este enfoque ha sido criticado por los partidarios de la escuela anterior, aunque ha ganado gran atención. Esta perspectiva reciente está más cerca del pensamiento no dispensacionalista y podría, por lo tanto, servir como puente para unir a los creyentes evangélicos en asuntos bíblicos y teológicos. El dispensacionalismo sigue siendo una fuerza vibrante dentro de las interpretaciones evangélicas de la Biblia.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Dan Kiefer, en Unsplash
- «MÉTODOS DE ESTUDIO» SEGÚN LA BIBLIA $ USD
Por Robert H. Stein
La mayoría de quienes leen la Biblia lo hacen sin una meta claramente definida. Es preferible estudiarla con un propósito más concreto, considerando los temas que contiene y el significado deseado por el autor. Estudio por los temas que contiene Una manera de estudiar la Biblia es tener en mente preguntas específicas; por ejemplo, acerca de doctrina, historia o instrucciones morales y espirituales.
Doctrinas y enseñanzas bíblicas La Biblia es, por sobre todas las cosas, un libro que habla acerca de Dios y Su relación con el mundo. ¿Cómo es Dios? ¿Qué relación tiene con Su creación? ¿Cuál es el propósito deseado en la creación?
Para los cristianos, la Biblia es la fuente definitiva para el conocimiento de la teología (la persona y la naturaleza de Dios), la antropología (la constitución de los seres humanos), la soteriología (la doctrina de la salvación), la cristología (la doctrina de la persona de Cristo), la eclesiología (la doctrina de la iglesia) y la escatología (la doctrina de las últimas cosas). Los cristianos escudriñan la Biblia como única fuente infalible para la doctrina. No obstante, se ha hecho un gran daño al utilizar la Biblia como una fuente para “constatar textos” a fin de respaldar doctrinas teológicas. La Biblia no se debe estudiar para respaldar lo que creemos sino para determinarlo. El respeto verdadero hacia la Biblia incluye la tarea de someter a sus enseñanzas lo que creemos. Por ejemplo, no debemos estudiar los pasajes del NT que tratan acerca del bautismo cristiano para respaldar lo que entendemos particularmente acerca de este tema sino, más bien, para ver si nuestra idea está en armonía con la enseñanza de estos pasajes. Los textos bíblicos respaldarán nuestra comprensión del tema en la medida que esta sea correcta. Debemos juzgar nuestra interpretación a la luz del significado que los autores deseaban transmitir.
Se pueden mencionar dos principios generales al procurar descubrir lo que la Biblia enseña sobre una doctrina en particular. Uno es que existe una tendencia a repetir las doctrinas importantes. Las cosas a las cuales la Biblia alude solo una o dos veces no son tan importantes como aquellas enseñanzas que aparecen en forma repetida. Por ejemplo, en toda la Biblia leemos solamente una vez acerca del bautismo por los muertos (1 Cor. 15:29). Cualquiera haya sido la intención de Pablo al mencionar este tema, no puede haber sido un asunto o doctrina importante. Es una insensatez construir un sistema teológico basándose en esto. De la misma manera, la gran importancia que algunos grupos le otorgan a Pedro como la roca sobre la que se edifica la iglesia o sobre el hablar en lenguas no refleja la realidad de que el primer tema solo se menciona una vez en la Biblia (Mat. 16:17-19) y que el otro aparece solamente en dos libros del NT (Hechos y 1 Corintios). La importancia de estos temas no puede haber sido tan trascendental debido a lo relativamente poco que aparecen en la Biblia. Muchísimo más importantes son las enseñanzas reiteradas acerca de que el amor y el servicio tienen que ser características distintivas de la vida cristiana, que la salvación es por gracia por medio de la fe, y que llegará un día en que Dios juzgará al mundo. Otro principio es que el NT interpreta al AT. Sin negar que el AT arroja luz sobre el NT, es evidente que la revelación más reciente descubre aquellos aspectos de la más antigua que ya no están vigentes (los aspectos ceremoniales de la ley que abarcan lo limpio y lo inmundo, los reglamentos relacionados con la circuncisión, el día de reposo y otros temas más) y los que se han cumplido (el sucesor de David prometido es Jesús de Nazaret, la llegada del reino de Dios con el Espíritu como primicias, y así sucesivamente).
Historia bíblica
Una de las razones más comunes para el estudio bíblico es aprender sobre los acontecimientos históricos que registra. El área más importante incluye la vida y las enseñanzas de Jesús, acerca de quien los creyentes desean aprender todo lo posible. La fuente principal son los cuatro Evangelios canónicos. Estos se leen para aprender sobre el nacimiento de Jesús, la cronología de Su vida, Su bautismo y tentación, el llamado de los discípulos, Su enseñanza y ministerio de sanidad, la confesión de Pedro y la enseñanza de Jesús sobre Su futura muerte, la transfiguración, el domingo de ramos, la purificación del templo, la Última Cena, Getsemaní, el arresto y el juicio, la crucifixión, la sepultura, la resurrección, las apariciones posteriores a la resurrección, la ascensión y otros eventos históricos. Otra área popular de investigación histórica incluye la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Hay otras muchas áreas dentro de la historia bíblica: la vida de personajes bíblicos (desde personas conocidas como Abraham, Moisés y Juan el Bautista hasta otras menos conocidas como Agar y Josafat); acontecimientos diversos (el llamado de Abraham, el éxodo, la caída de Jerusalén, el regreso del exilio). De modo que gran parte de la Biblia está dedicada a la historia (comp. Génesis– Éxodo, Josué–Ester, Mateo–Hechos, también diversas porciones de Levítico–Deuteronomio, los profetas, y las cartas de Pablo) debido a que la fe bíblica se basa ampliamente en lo que Dios ha hecho en el transcurso de la historia.
No obstante, se debe tener presente que entender lo que ha sucedido no equivale a comprender su significado pleno. Un ejemplo claro es la tumba vacía en la mañana de Pascua. Este acontecimiento no provee una explicación en sí y está sujeto a más de un esclarecimiento. Los enemigos de Jesús no negaron la realidad de la tumba vacía, pero le dieron una explicación diferente de la que proporcionaron los escritores del NT. Los enemigos de Jesús declararon que Su cuerpo había sido robado (Mat. 28:13-15; Juan 20:13-15). Sin embargo, la realidad de la tumba vacía asociada con las numerosas apariciones del Cristo resucitado durante un período de 40 días proporcionaba una interpretación diferente: la tumba estaba vacía porque Cristo había conquistado la muerte y había resucitado triunfante de la tumba. El lector debe procurar entender el significado de los hechos históricos al realizar un estudio de la historia bíblica. Los escritores de la Biblia no se consideraban meros reporteros de los hechos sino intérpretes autorizados de esas verdades. En consecuencia, cuando leemos un pasaje histórico, debemos procurar aprender “por qué” el autor registró ese acontecimiento de la historia. No debemos conformarnos con comprender qué sucedió sino además procurar entender qué trataban de enseñar los autores inspirados mediante los eventos registrados.
Enseñanzas morales para la vida
Otra razón por la cual se lee la Biblia es obtener una guía moral y espiritual. La Biblia contiene todo lo que uno necesita conocer a fin de saber cómo ser salvo y vivir una vida agradable a Dios. De manera intuitiva, cuando se cumple con el significado simple y llano de los textos bíblicos, la gente que posee una inteligencia normal puede leer la Biblia a solas y ser capaz de entenderla. Por lo tanto, hablamos acerca de la inteligibilidad o claridad de las Escrituras: todo lo que es necesario para la salvación y para la vida cristiana se halla allí expresado claramente. No se necesita ser ni erudito ni pastor para entender qué hay que hacer para ser salvo o para vivir una vida agradable a Dios. Esto lo entienden tanto los instruidos como los que no lo son, realidad que hace posible el sacerdocio del creyente en su máxima expresión. Existen principios útiles que proveen entendimiento para interpretar las enseñanzas éticas de la Biblia.
El principio más útil es recordar cómo se relacionan los mandatos éticos con el recibimiento de la gracia y el perdón de Dios. De la misma manera que los Diez Mandamientos (Ex. 20) sucedieron a la liberación de la esclavitud en Egipto (Ex. 1–19), así las enseñanzas y los mandatos éticos de la Biblia están dirigidos a las personas receptoras de la gracia y la salvación de Dios. Los mandatos de las Escrituras son parte de un pacto al que se entra simplemente sobre la base de la gracia. Somos salvos por gracia por medio de la fe para buenas obras (Ef. 2:8-10). Amamos a Dios porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:19). Las enseñanzas éticas de la Biblia son guías para aquellos que ya han experimentado el don de la salvación de Dios. No son un medio para conseguir esa salvación. Ver Pacto.
Otros dos principios útiles son prestar más atención a las enseñanzas éticas que se repiten frecuentemente, y destacar las doctrinas más enfatizadas por Jesús y los escritores bíblicos inspirados. En el centro de las Escrituras entonces, encontramos el mandato de amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con toda el alma, y al prójimo como a uno mismo (Lev. 19:18; Deut. 6:5; Jos. 22:5; Mar. 12:28-31; Juan 15:12; Rom. 13:8-10). La repetición de este mandato y el énfasis que recibe indican que se trata de la esencia de la moral bíblica y el corazón de la ética judeo-cristiana.
Áreas adicionales de información
Hay demasiados otros temas como para mencionarlos todos. La Biblia se puede estudiar en relación con la geografía, los idiomas (las características del hebreo bíblico, del arameo y del griego; la gramática, el estilo y el vocabulario de los escritores bíblicos); los templos (tabernáculo, salomónico, segundo, herodiano), las leyes específicas sobre el matrimonio, sacrificios, enfermedades, circuncisión, fiestas judías, alimentos limpios e inmundos, enseñanzas referentes a la hospitalidad, las plantas y los animales de la Biblia, figuras literarias utilizadas en la Biblia (acertijos, parábolas, hipérboles, poesía); fechas de diversos eventos bíblicos; fecha de escritura de los libros de la Biblia; armas y estrategias militares; instrumentos musicales a los que se hace referencia en los Salmos, y otros temas más.
La cantidad de información contenida en la Biblia es enorme. Nadie podría estudiar todos los temas y la información que allí se encuentra, aun si tuviera varias vidas para hacerlo. Algunos temas son más importantes que otros. En consecuencia, es sabio investigar las áreas más relevantes. No obstante, debemos ser conscientes de que el estudio de la Biblia en relación con la información o los hechos que posee es insuficiente si no se determina su significado y se lo hace propio.
El estudio de la Biblia por su significado Durante los últimos cien años se ha debatido ardientemente sobre dónde se tiene que buscar el significado de la Biblia. Debido a que toda comunicación abarca tres componentes fundamentales (el autor/orador; el texto/discurso, y el lector/oyente), no es de sorprender que se haya recurrido a cada uno de estos componentes a fin de determinar el significado bíblico.
Estudio de la Biblia por el significado del autor inspirado
Durante la primera mitad del siglo XX surgió un movimiento denominado “neocrítico” que sostenía que textos como los de la Biblia eran obras de arte autónomas cuyo significado es totalmente independiente del autor original y del lector actual. Por lo tanto, lo que Pablo quiso decir en Romanos o el significado que un lector posterior le da a Romanos es irrelevante; el texto se da significado a sí mismo. No obstante, si bien los textos pueden presentar un significado, en sí no pueden “significar” nada. El significado es una elaboración del pensamiento. Los autores pueden pensar. Los lectores pueden pensar. Un texto, no obstante, es un objeto inanimado (tinta y papel) y, en consecuencia, no puede pensar ni desear un significado. Por lo tanto, el significado de un pasaje bíblico no se puede hallar en la tinta ni el papel que conforman el texto sino en el ser humano que pensó o escribió las ideas o en aquel que lo lee.
En la última parte del siglo XX, el énfasis en la respuesta del lector se convirtió en el enfoque dominante de la interpretación. El lector es en este caso el que determina el significado de un texto. No lo determina en el sentido de descubrir el significado del autor original, sino que, más bien, le da al texto el significado que él interpreta. En consecuencia, en teoría es perfectamente aceptable que a los mismos textos se le otorguen significados diferentes y aun contradictorios. El resultado de dicho enfoque es que el lector se convierte en amo del texto y de su autor en lugar de someterse a ambos, y que lo que los autores bíblicos quisieron decir mediante sus textos se considera irrelevante.
La comprensión más tradicional es que el autor determina el significado y los lectores deben buscar el significado que los autores originales tuvieron intención de transmitir cuando escribieron los textos. Esta es la proposición básica de toda comunicación: los oradores/autores determinan el significado de lo que dicen/escriben. Tratar de entender el significado de Gálatas con la ayuda de Romanos (no de Apocalipsis), el significado de Hechos con la ayuda de Lucas (no de la República de Platón), el significado de Juan con la ayuda de 1 Juan (no de Por quién doblan las campanas de Hemingway) da testimonio de que deseamos saber qué quisieron decir los autores de Gálatas, Hechos y Juan. Los autores de Romanos, Lucas y 1 Juan lo revelan mejor que cualquier otra persona porque son escritos de los mismos autores realizados aproximadamente en la misma época y sobre el mismo tema.
El papel del Espíritu Santo en la interpretación
La Biblia enseña que el Espíritu Santo desempeña un papel importante tanto en su concepción como en su interpretación. Al entender el papel del Espíritu en la interpretación de la Biblia es útil hacer una distinción entre obtener una comprensión mental correcta de lo que quiso decir el autor por medio del texto, y convencerse de la importancia o de la veracidad de lo que escribió. En tanto que toda persona con una inteligencia razonable puede entender el significado de las Escrituras (algunas personas que no son creyentes escriben excelentes comentarios), las enseñanzas de la Biblia son esencialmente “locura” (1 Cor. 2:14) fuera de la convicción que produce el Espíritu Santo. El creyente sabe que estas enseñanzas son realmente la palabra de Dios a través de la obra de convicción del Espíritu.
A través de los siglos algunos lectores de la Biblia han intentado hallar un significado más profundo del que los autores desearon conscientemente. No obstante, es arrogante buscar un significado supuestamente más profundo y definitivo del que poseyó el autor divinamente inspirado. Cualquier interpretación “espiritual” de esta clase debe ser constatada por las Escrituras (1 Jn. 4:1). En la práctica, estos significados más profundos con frecuencia demuestran ser falsos. No tenemos acceso a la revelación de Dios sino solo a través del significado expreso de los autores bíblicos, que son los voceros autorizados de Dios. Los que declaran que Dios les ha concedido un significado más profundo que va más allá del que tuvieron los autores bíblicos, ciertamente poseen un significado diferente, y ese significado es de ellos, no de Dios.
Importancia del género literario
En la Biblia encontramos muchos géneros literarios tales como poesía, narrativa, profecía, proverbios, parábolas, cartas, expresiones idiomáticas, hipérboles y algunos otros. Debido a que la meta al estudiar cada género literario es la misma, o sea, entender el significado del autor bíblico, es necesario saber cómo funciona cada uno. Un poema de amor no se interpreta de la misma manera que un informe médico. Los escritores bíblicos esperaban que sus lectores entendieran cómo funcionan los diversos géneros y las reglas que los rigen. Algunos géneros y las reglas asociadas con ellos son:
Proverbios Un dicho breve y conciso generalmente en forma poética que expresa una observación sabia en cuanto a la vida. El libro de Proverbios incluye observaciones sabias de la vida vistas a través de la lente de la revelación de Dios. Lo que diferencia un proverbio bíblico de proverbios seculares es que ha sido formulado y conformado a través del filtro de la revelación divina. Los que escriben proverbios esperan que sus lectores entiendan que los proverbios enseñan verdades generales. No son leyes universales sino que dejan lugar a excepciones. No obstante, dichas excepciones no niegan la regla general (comp. Prov. 1:33; 3:9,10; 10:3,4; 13:21; 22:6; Mat. 26:52; Luc. 16:10).
Poesía La diferencia entre la descripción poética y la narrativa se puede ver en la manera que relatan el mismo evento. En Jue. 4 tenemos una descripción narrativa de la forma en que Débora y Barac encabezaron al pueblo de Israel para vencer a los cananeos liderados por Sísara. El capítulo 5 es una versión poética de esa victoria. Solo en la descripción poética de la batalla encontramos el cuadro de la tierra que tiembla, los montes que se sacuden (5:4,5) y las estrellas que luchan desde el cielo (5:20). Como poesía (5:1 lo denomina un cántico), esta imagen no se debería tomar en forma literal, tal como lo indica la ausencia completa de estas expresiones en el capítulo 4. En Ex. 14 y 15 hay otro retrato narrativo y poético similar de esa clase de victoria.
Profecía Muchos lectores entienden la profecía como la predicción exacta de acontecimientos futuros. Dejando de lado la verdad de que gran parte de la profecía trata menos acerca de la predicción de lo que lo hace en cuanto a la proclamación, los escritores proféticos no esperaban que sus lectores interpretaran las profecías como si fueran informes para los diarios históricos de la actualidad. Más bien, efectuaban un uso considerable de lenguaje figurado o poético. Cuando se refieren a la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C. o el 70 d.C., están mencionando un acontecimiento real pero, frecuentemente, el lenguaje que lo describe es el de poetas y no el de historiadores militares de la actualidad.
Esto se puede observar en el uso frecuente de terminología cósmica al profetizar eventos que se cumplieron posteriormente (por ej.: Isa. 13:9-11 que se refiere a la destrucción de Babilonia; Jer. 4:23-26 que se refiere a la destrucción de Jerusalén, en el 587 a.C.; Hech. 2:17-21 que hace referencia a la venida del Espíritu en Pentecostés). El propósito de dicho lenguaje cósmico es mostrar que Dios está por actuar de manera poderosa en la historia y que, debido a que Dios reside en los “cielos”, la terminología cósmica se utiliza para indicar que Él va a hacer que sucedan estos eventos anunciados.
Una regla adicional en la interpretación de la profecía se relaciona con las profecías de juicio. Estas siempre dan a entender, aun cuando no se declare abiertamente, que el arrepentimiento puede revertir o posponer la profecía. Esto se hace evidente en la profecía de juicio que expresó Jonás sobre los habitantes de Nínive en Jon. 3:4, la falta de su cumplimiento en 3:10 y la reacción de Jonás en 4:2. Este principio se expresa claramente en Jer. 18:7,8 (comp. también Ezeq. 33:13-15). Otros ejemplos de profecías de juicio de esta clase son Miq. 3:12 y Jer. 26:16-19. En consecuencia, dichas profecías a menudo no llegan a ser predicciones absolutas e inmutables y se convierten en advertencias y oportunidades para el arrepentimiento.
Parábolas Ya que las parábolas son esencialmente comparaciones breves o ampliadas (símiles o metáforas), se debe distinguir entre la parte figurada de una parábola y el significado que procura enseñar. Una parábola comúnmente busca presentar un punto de comparación básico a fin de enseñar un tema importante. Como en todo símil o metáfora, generalmente no hay intención de enfatizar los detalles. Estos, dentro de una parábola, simplemente tienden a darle color a la historia y a captar el interés. Por otra parte, si la audiencia original hubiese observado algún significado alegórico en dichos detalles, es legítimo que el lector de la actualidad también los tenga en cuenta (comp., por ejemplo, Mar. 12:1-11 con Isa. 5:1-7).
Varias preguntas sirven como guía para entender el tema principal de una parábola. (1) ¿Quiénes son los dos personajes principales? Esto ayuda a concentrar la atención en el tema principal. (2) ¿Qué aparece al final de la parábola? Esta regla, denominada “énfasis final”, reconoce que los autores suelen enfatizar la idea que desean transmitir por la manera en que concluyen una historia. (3) ¿Quién o qué ocupa más espacio en la parábola? Hay tendencia a dedicar más tiempo a los personajes más importantes del relato. (4) ¿Qué se expresa en discurso directo? El uso del discurso directo en una historia centra la atención del lector en lo que se está diciendo. Estas preguntas indican que el foco de atención en la parábola de los obreros de la viña (Mat. 20:1-16) está en el dueño y en los obreros de la primera hora, y en la parábola del hijo pródigo (Luc. 15:11-32) se centra en el padre y el hijo mayor.
Géneros literarios misceláneos Algunos otros géneros en la Biblia incluyen expresiones idiomáticas (el uso de palabras combinadas que poseen un significado diferente al del significado normal de las palabras en forma individual); narrativa (la narración de acontecimientos pasados con el propósito de enseñar un tema); cartas (lo que los escritores quisieron decir mediante las palabras individuales, las cláusulas en las que estas aparecen y los argumentos creados por dichas cláusulas); pactos (generalmente constituidos por un prólogo en el que el generador del pacto se describe a sí mismo [el preámbulo], una descripción de sus gracias pasadas [el prólogo histórico], condiciones en cuanto a lo que la otra parte debe hacer para permanecer dentro de esta relación pactada, referencias a los testigos del pacto, un mandato para la lectura regular del pacto, una lista de bendiciones y maldiciones basadas en las condiciones, y el juramento de la segunda parte); hipérbole o exageración, donde se amplían las declaraciones a fin de enfatizarlas; y otros géneros más. Cada uno posee reglas que el escritor entendía. Así como no se puede entender lo que está sucediendo en un juego de balón si no se entienden las reglas, de la misma manera el lector actual no puede entender lo que quiso decir el autor bíblico si no comprende las reglas que gobiernan los géneros que se utilizaron.
Significado del autor y aplicación actual
Debido a que el autor bíblico determina el significado del texto bíblico, dicho significado nunca puede cambiar porque lo que el autor quiso decir está confinado a la historia. No obstante, lo que el autor quiso decir en el pasado a menudo tiene implicancias acerca de las cuales no era consciente. En consecuencia, lo que los autores quisieron transmitir en el pasado no solo incluye el sentido específico sino también todas las implicancias legítimas que se desprenden de ese significado. Por lo tanto, el mandato de no cometer adulterio (Ex. 20:14) incluye derivaciones tales como no codiciar (Mat. 5:28). Debido a que estas implicancias surgen del significado específico que el autor quiso transmitir, la determinación de cuáles son legítimas lo estableció el autor cuando escribió. Un lector puede descubrir estas implicancias, pero quien las creó fue el autor.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «HERMENÉUTICA-BIBLIA»? $ USD
Por Steve Bond
Teoría de la interpretación bíblica, sus metas, métodos, principios y criterios evaluativos utilizados en la interpretación de las Escrituras. Esto podría parecer esotérico y carente de practicidad pero, en realidad, la teoría hermenéutica genera consecuencias de gran alcance para los creyentes y la iglesia.
Toda persona que se acerca a la Biblia, lo hace utilizando alguna teoría hermenéutica. Los resultados de ese encuentro se verán influidos por la comprensión interpretativa que esa persona tenga del texto. Los seres humanos desarrollan las capacidades interpretativas a medida que aprenden su primer idioma. Desde el momento en que los niños comienzan a adquirir la lengua madre, aprenden lo que significa entender mal. Aprenden que la interpretación puede ser correcta o equivocada.
Esta comprensión temprana es la base de una presunción perdurable de la hermenéutica bíblica: que un texto posee por lo menos un significado, y que la interpretación que uno hace será correcta o incorrecta. En los últimos años los posmodernistas han desafiado esta presunción. Las personas en pequeños grupos de estudio bíblico tal vez no hayan leído a escritores de la posmodernidad, pero las suposiciones posmodernistas se pueden observar en dichos grupos de estudio bíblicos donde toda interpretación se considera tan buena como cualquier otra. El entorno cultural en que nos hallamos imbuidos modifica la teoría hermenéutica mediante esta clase de modalidades sutiles sin que nos demos cuenta de lo que ha sucedido. Por esa razón, el tener un concepto general de la hermenéutica bíblica puede ayudar a los estudiantes de la Biblia a ser conscientes de las presunciones y los principios hermenéuticos que aplican a la Escritura cada vez que la leen. Ver Biblia, Métodos de estudio.
La manera en que interpretamos la Biblia tiene mucho en común con la forma en que interpretamos otros textos. Pero la diferencia entre los textos bíblicos y los de ley, literatura y ciencias es que, a pesar de que los 66 libros bíblicos fueron escritos por muchas personas durante un período de más de 1500 años, la Biblia declara que Dios es definitivamente el autor. Esto le otorga mayor importancia a su lectura y a la comprensión precisa de lo que dice. Una cosa es interpretar mal a Shakespeare, pero otra muy distinta es entender mal a Dios. No obstante, ha existido y existe mucho desacuerdo en cuanto a lo que la Biblia quiere decir sobre diversos temas. Esto nos alienta a considerar los distintos enfoques interpretativos que generan una diversidad de interpretaciones, muchas de las cuales son incompatibles entre sí.
Una presunción que Jesús y otros líderes religiosos de su tiempo tenían en común era que las Escrituras hebreas eran la palabra de Dios. También compartían una cantidad de métodos de interpretación escritural: literal, midrash, pesher y tipológica. No obstante, Jesús y los líderes religiosos interpretaban las Escrituras de manera muy diferente.
Una de las primeras actividades del Cristo resucitado fue interpretar las Escrituras. Cuando iba caminando con Cleofas y otro discípulo en dirección a Emaús, “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él se decía” (Luc. 24:27). La interpretación de Jesús en cuanto a quién era Él y cuál era Su misión a la luz de las Escrituras hebreas es el fundamento de la iglesia e históricamente se constituye en el factor que determinó la separación entre la iglesia y la sinagoga.
Esta actividad interpretativa de Jesús forja una conexión entre las Escrituras hebreas y lo que posteriormente se denominó Nuevo Testamento. La enseñanza de Jesús no solo liga los dos Testamentos sino que además provee la clave para observar de qué manera encajan entre sí y cómo dependen mutuamente.
En el siglo II algunos no vieron con tanta claridad lo que pareciera tan claro en Lucas 24. Un conjunto de escritos cristianos se estaba recopilando (2 Ped. 3:16) junto a las Escrituras hebreas. En el año 140 d.C. se comenzó a cuestionar la relación entre las Escrituras hebreas y este conjunto de escritos cristianos. Marción, un acaudalado constructor de barcos del Ponto, se dirigió a Roma y procuró utilizar su influencia para eliminar las Escrituras hebreas de la iglesia. Creía que el Dios revelado en las Escrituras hebreas era incompatible con el Dios revelado en Jesús. Marción propuso que solamente se consideraran “Escrituras” algunas de las cartas de Pablo y una versión editada del Evangelio de Lucas.
Marción obligó a la iglesia a decidir si se mantenían las Escrituras hebreas o no, y a determinar cómo interpretarlas en función de Jesús. En tanto que Marción deseaba que el canon fuera considerablemente más breve, había otro grupo denominado montanistas que deseaba agregarle los escritos de su propia creencia.
En medio de estos dos extremos se encontraba un tercer grupo que deseaba mantener las Escrituras hebreas junto con los escritos cristianos que poseían autoridad apostólica. No se requería que un apóstol fuera el autor de un escrito canónico sino que hubiese sido escrito bajo la autoridad de uno de ellos. Algunos documentos que llevaban el nombre de apóstoles fueron rechazados porque eran incompatibles con la enseñanza apostólica acerca de Jesucristo.
Esta comprensión apostólica de Jesucristo pasó a ser un elemento importante en la interpretación bíblica de la iglesia primitiva. Los documentos escritos frecuentemente se hallan sujetos a múltiples interpretaciones. En cierto modo son como una serie de puntos sobre un trozo de papel. Hay una gran cantidad de cuadros que se pueden realizar conectando los puntos de diferentes maneras. Una cuestión vital para la iglesia primitiva era la forma en que esos puntos tenían que conectarse.
Los gnósticos tomaban las Escrituras y las reinterpretaban de acuerdo a sus propias opiniones. Ireneo comparaba lo que ellos hacían con una persona que tomaba la imagen hermosa de un rey realizada por un artista con joyas preciosas y las reacomodaba a fin de obtener la imagen de un zorro o un perro (Ireneo, Contra las Herejías, I,8:1 [180 d.C.], en ANF, I:326).
Frente a estas distorsiones de las Escrituras, Ireneo estableció un marco de referencia interpretativo que había estado implícito en la iglesia durante varias décadas. Este marco de referencia se llegó a conocer como regla de la fe. Esto no era algo que se agregara a las Escrituras. Derivaba de ellas y se convirtió en un patrón en función del cual se debían constatar las interpretaciones.
La regla de la fe ha adoptado numerosas formas durante la historia de la iglesia. El Credo de los Apóstoles se aproxima a esta regla. Credos y confesiones de fe posteriores han funcionado históricamente de manera similar a la regla de la fe, que ha desempeñado una función tanto positiva como negativa en la historia de la interpretación bíblica. En el aspecto positivo ha impedido que la interpretación se alejara de la realidad para convertirse en algo que solo se adecuaba a los gustos del intérprete. A veces, en sentido negativo, ha impedido que la iglesia observe el texto bíblico con una perspectiva renovada.
En tanto que la regla de la fe fue reconocida en Alejandría, esto no impidió que Clemente y Orígenes fueran creativos en la interpretación bíblica. El método alegórico de interpretación floreció allí mucho antes de la época de Clemente y Orígenes. Se utilizaba para interpretar las obras clásicas griegas como así también las Escrituras hebreas. Tanto uno como otro utilizaron la alegoría como una manera de tratar los pasajes difíciles del AT y para interpretar la vida y las enseñanzas de Jesús. Una de las alegorías más famosas de Orígenes es su interpretación de la historia del Buen Samaritano. Cada elemento de la parábola simboliza algo independientemente de lo que es en sí. Aunque esta interpretación es creativa, la cuestión es si eso es lo que Jesús se propuso transmitir cuando relató la parábola.
La forma en que los de Alejandría practicaban el uso de la alegoría fue motivo de crítica por parte de los intérpretes bíblicos de Antioquía. Estos estaban preocupados en cuanto a que la interpretación alegórica le restara mérito a las verdades literales expresadas en las Escrituras. Creían que el significado espiritual de las Escrituras derivaba de una lectura precisa y literal del texto, en lugar de surgir de interpretaciones que aplicaban al sentido original de las Escrituras una serie de significados espirituales que no tenían relación.
Quizás el intérprete bíblico más influyente del milenio siguiente fue Agustín. Su primer encuentro con la Biblia no fue nada prometedor. Agustín halló que la Biblia carecía de dignidad, y en esto se lo comparó a Cicerón. Las reacciones originales de Agustín frente a la Biblia probablemente tuvieron su raíz en la traducción latina antigua que leía.
La educación inicial de Agustín lo llevó a creer que la meta de la interpretación era la fidelidad a la intención del autor tal como estaba expresada en el texto. Tras decir esto, existe cierta ironía en que la conversión de Agustín resultó más fácil después de haber escuchado a Ambrosio aplicando en su predicación el método alegórico. Cuando Agustín interpretaba las Escrituras, no descuidaba el sentido literal sino que iba más allá en el caso de pasajes que eran ambiguos a nivel literal.
Agustín estableció principios que hasta el día de hoy han pasado a formar parte de la sana interpretación bíblica. Reconocía que el intérprete debe conocer el texto, preferentemente en los idiomas originales, y poseer un conocimiento amplio de los diferentes temas que forman parte del contenido bíblico. Agustín reconocía que la Biblia contiene pasajes oscuros y difíciles. Enseñaba que el intérprete debe comenzar con los pasajes claros e interpretar los oscuros a la luz de los claros.
Para Agustín, la meta de la interpretación bíblica es espiritual; nada menos que la transformación de la persona que lee y estudia la Biblia. Esta meta no se puede alcanzar mediante un proceso mecánico. Para entender las Escrituras es necesario conocer bien el lenguaje y la historia, pero eso no es suficiente. La dimensión espiritual del intérprete está unida en forma integral con el proceso de comprensión de las Escrituras, pero tampoco es suficiente. Agustín reconocía que la interpretación bíblica era una tarea que abarcaba tanto el intelecto como el corazón.
Él hacía una distinción entre conocimiento del lenguaje (linguarum notitia) y conocimiento de las cosas (rerum notitia). En De Magistro, Agustín sostiene que el lenguaje (signos) no proporciona conocimiento sino que impulsa al lector a recordar lo que ya conoce. En cuestiones espirituales, Cristo es el maestro y la fuente de este conocimiento. Agustín distinguía entre signos literales y signos figurados. El lenguaje de Génesis que presenta el relato de Abraham cuando lleva a Isaac al Monte Moriah utiliza signos literales. Este mismo lenguaje se puede leer en forma figurativa y señalar la muerte de Cristo.
El modelo de interpretación bíblica de Agustín tuvo influencia sobre Gregorio el Grande, figura determinante de la Edad Media. Gregorio comenzaba con una lectura literal del texto. Tomando como fundamento esta lectura, Gregorio deducía el significado doctrinal (alegórico) y el moral (tropológico) del pasaje. Esta triple interpretación agregó posteriormente un cuarto nivel, el anagógico, que señalaba hacia el futuro.
El cuádruple enfoque de la interpretación bíblica se resumía en una rima:
Litera gesta docet, (La letra enseña los hechos)
Quid credas allegoria, (alegoría que uno debe creer)
Moralia quid agas, (tropología que uno debe efectuar)
Quo tendas anagogia (anagogía hacia la que uno debe aspirar).
Este cuádruple método de interpretación lo vemos en acción en la exégesis de Ex. 20:8-11 por parte de Tomás de Aquino. En su interpretación literal, Tomás hace una distinción entre el significado moral y ceremonial de este mandamiento. Los cristianos tienen que dedicar tiempo a las cosas de Dios. La parte ceremonial del mandamiento especifica ese tiempo como el séptimo día. La interpretación alegórica se refiere al reposo de Cristo en la tumba en el séptimo día. La lectura tropológica invita a los cristianos a desistir del pecado y descansar en Dios. El sentido anagógico señala al futuro hacia el reposo eterno y el disfrute de Dios en el cielo.
Una manera de leer las Escrituras que tuvo su origen en la Edad Media concordaba notablemente con el énfasis que Agustín colocaba a la dimensión espiritual del estudio bíblico. La Lectio divina consistía en tres pasos:
(1) La preparación espiritual denota que hay que encarar las Escrituras en actitud de oración. El texto se debe leer con una receptividad silenciosa y escuchando la voz del Espíritu Santo que habla por medio del texto. El escuchar está íntimamente relacionado con la disposición a poner en práctica lo que se revela en el pasaje.
(2) Leer la Escritura requiere prestar mucha atención a los numerosos detalles que la componen. El texto se debe encarar con la expectativa de que cada detalle se ha colocado allí por una razón, y que prestarle atención a estos detalles es para nuestro beneficio espiritual.
(3) Es importante prestarle una cuidadosa atención al simbolismo bíblico cuando se observa más allá de las palabras para descubrir las realidades que presenta.
Un conocimiento creciente de los idiomas originales de la Biblia fue un elemento catalizador para una nueva era en la interpretación y el conocimiento bíblicos. Desiderio Erasmo fue una importante figura de transición. Su labor cuidadosa en el desarrollo de una serie de ediciones del Nuevo Testamento griego hizo que prestara tal atención a los detalles que lo llevaron a cambiar el énfasis en la interpretación, pasando de varios niveles de significado a una pasión por descubrir cuál era la intención del autor en el texto. Lo que observó en el enfoque pasado de la interpretación lo turbó. La creatividad en la interpretación había provocado que los lectores se alejaran de la intención del autor. Era casi como si estuvieran practicando un juego.
En este entorno y en el contexto de su propia crisis espiritual, Martín Lutero pasó gradualmente de una marcada interpretación alegórica de las Escrituras a un enfoque que buscaba el sentido histórico de un pasaje. Lutero hizo una caricatura de la interpretación alegórica diciendo que era como una nariz de cera a la que el intérprete le podía dar forma en lugar de poseer un aspecto definitivo del cual el intérprete debía dar cuenta. Aún así, Lutero continuó aplicando la alegoría a pesar de haberla criticado.
La controversia de Lutero y la ruptura final con Roma dio lugar a otra importante cuestión sobre la interpretación bíblica: en medio de las interpretaciones de las Escrituras que competían entre sí, ¿cuál es la fuente de autoridad? Con la crisis ocasionada por el gnosticismo, la regla de la fe era la piedra fundamental para discernir la interpretación correcta de las Escrituras. En la crisis con Roma, Lutero responde: “¡Sola Scriptura!” No la razón. No la tradición de la iglesia. Solamente las Escrituras.
Esto no significa que Lutero y otros reformadores no le dieran valor a la tradición de la iglesia. Habían sido formados por ella y continuaban bajo su influencia. No obstante, tomaron conciencia de que la tradición se había conformado bajo la influencia de otras cosas al margen de las Escrituras. Sola Scriptura era un llamado a reconocer y actuar bajo la premisa de que lo importante está por encima de todo lo demás.
Juan Calvino, el principal intérprete bíblico del siglo XVI, observó que el primer propósito del intérprete es oír y entender lo que el autor está diciendo, en vez de decir lo que el autor debería haber dicho. Calvino interpretaba las Escrituras a la luz de las Escrituras, y enfatizaba la importancia del Espíritu Santo que inspiraba el texto y era parte integral del proceso interpretativo.
Una presunción que tenían en común la mayoría de los exegetas desde el siglo II hasta el XVIII se fue abandonando cada vez más en este último siglo y en los subsiguientes. La presunción era que Dios es el autor final de las Escrituras. Tanto la naturaleza de las Escrituras como la meta de las interpretaciones comenzaron a cambiar ante la ausencia de esta presunción.
Una serie de factores contribuyeron al cambio en relación a cómo se debían ver e interpretar las Escrituras. Tanto los padres de la iglesia como los intérpretes medievales se guiaban por la autoridad de la tradición. Como se señaló anteriormente, los reformadores no eliminaron la tradición sino que la criticaron a fin de enfatizar que las Escrituras solas eran la piedra fundamental para lo que enseña y practica la iglesia.
En otros campos del aprendizaje se empezaron a cuestionar las autoridades tradicionales. La razón y la experiencia humana llegaron a considerarse fuentes del conocimiento. El poder aclaratorio de la física newtoniana reforzó la creencia de que la revelación no era necesaria para entender a Dios y el mundo. Esta progresión lógica llevó a Laplace a expresar que ya no se necesitaba a Dios como hipótesis a fin de explicar algo del mundo.
Los escritos de Carlos Darwin del siglo XIX reafirmaron al extremo el punto de vista naturalista que comenzó a desplazar el concepto teísta que durante miles de años había dominado Occidente.
La Biblia ahora se veía simplemente como un libro humano que se debía estudiar aplicando los mismos métodos que se utilizaban para estudiar cualquier otro documento de esa clase. La meta de la interpretación era entender lo que estaban diciendo los autores humanos y reconstruir el proceso por medio del cual habían llegado a escribir los documentos.
Esto no significa que de pronto se efectuaron nuevos descubrimientos acerca de las Escrituras. Los intérpretes más antiguos fueron conscientes de los diferentes relatos acerca de los mismos acontecimientos. Dentro de este marco de referencia, estas diferencias no eran tan significativas y no ponían en cuestión el testimonio que las Escrituras daban de sí mismas diciendo que eran palabra de Dios. No obstante, estas mismas observaciones efectuadas desde la perspectiva del naturalismo se consideraban una confirmación de que las Escrituras eran simplemente un documento humano.
Desde fines del siglo XIX hasta el presente, el estudio académico de las Escrituras ha sido testigo de una proliferación de métodos para entender las Escrituras. Algunos procuraron reconstruir la historia del documento en estudio, incluyendo la historia y las motivaciones de la comunidad donde se compuso. Otro enfoque ampliamente difundido colocaba menos interés en el trasfondo histórico, cultural y religioso del documento y prestaba más atención a su forma literaria. Para los numerosos eruditos que optaron por este enfoque, el trasfondo del documento y la historicidad de los eventos de la narración eran de importancia mínima.
Mientras que los intérpretes histórico-críticos de la Biblia difieren de los tradicionales en cuanto al tema de la naturaleza de las Escrituras, poseen en común la creencia de que la meta de la interpretación es entender qué intenta decir el o los autores. Que uno no pueda establecer esto con certeza no significa que el objetivo no sea válido o importante. En años recientes, los posmodernistas han cuestionado esta presunción. Es interesante observar que filósofos tan dispares como Jacques Derrida y W. V. Quine hayan llegado a esta conclusión. Ambos reconocen que el significado es un concepto pragmático útil. Aun así y por diferentes razones, sostienen que en la semántica y la hermenéutica el significado carece de valor explicativo. La comprensión lógica del significado nos lleva a otorgarle la misma clase de realidad que tienen los objetos físicos, pero el significado como entidad no existe. La implicancia de este concepto para la interpretación bíblica es que no solo no podemos estar seguros de tener la interpretación correcta de un texto sino que tampoco existe ninguna interpretación correcta del texto. No hay ninguna intención del autor que sea correcta o equivocada. Tan diferentes como puedan ser los puntos de partida de Derrida o de Quine, ellos intentan explicar el lenguaje dentro de la cosmovisión naturalista. Las conclusiones a las que llegan desde distintas direcciones podrían ser un indicio de la bancarrota del naturalismo en lo que hace al programa de investigación para la comprensión del lenguaje humano y el desarrollo de la teoría hermenéutica que tiene en cuenta la complejidad y la riqueza de este lenguaje.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.