UNA BIBLIA PERSONALIZADA PARA TI
- TÉRMINO «EVANGELIO» $ USD
Por Donny Mathis
Parte I
El término “evangelio” aparece con frecuencia en el NT como sustantivo y como verbo, y literalmente significa “buenas nuevas” o “proclamar las buenas nuevas”. El sustantivo euangelion, aparece 75 veces y el verbo euangelizomai 56.
Trasfondo
Hay dos puntos de vista sobre el trasfondo del uso neotestamentario de los términos euangelion y euangelizomai. Uno hace referencia a que provienen del contexto judío que es la base sobre la que se estableció la iglesia, particularmente por la forma en que se utilizan en la Septuaginta (LXX). El segundo estipula que los términos provienen de la cultura helenística (pagana). Estos puntos de vista se han erosionado mutuamente de tal manera que los intérpretes no entienden en forma total a qué alude la Biblia cuando utiliza el término “evangelio”.
La LXX podría establecer el significado de estos vocablos, pero no aparece el uso singular de euangelion. Por esta razón, algunos argumentan que la influencia primaria, tal vez única y externa sobre el uso del NT del término euangelion proviene de la cultura pagana. Sin embargo, el papel importante que tiene euangelizomai en pasajes del AT (LXX) que se mencionan en el NT, hace difícil sostener una posición contra antecedentes judíos del término. En Isa. 40:9; 52:7-10; 60:6; 61:1 el heraldo de las buenas nuevas anuncia que Jehová, Dios de Israel, derrotó a los enemigos paganos, terminó con el exilio de Su pueblo y estableció Su reino. Esto se adecúa perfectamente al contexto del NT.
Originalmente, el sustantivo euangelion significaba el anuncio de victoria luego de la batalla, y posteriormente el contenido de ese mensaje. El término también llegó a describir el nacimiento o arribo al poder de un nuevo rey. Una inscripción de Priano en Asia Menor, que probablemente data de aprox. el 9 a.C., describe la asunción de Augusto como nuevo emperador romano. Augusto recibe honores como el salvador que traerá la paz, y proclama su nacimiento como “el comienzo de las buenas nuevas (euangelion) que han llegado a los hombres a través de él”. Esto ilustra el contenido religioso del término que se relaciona con el culto al emperador.
Cuando se compara el uso pagano de euangelion con la forma en que la LXX usa euangelizomai, se manifiesta un paralelo asombroso con un rey a quien el pueblo adora. El evangelio y su confesión en cuanto a que Jesús es el Señor confronta la proclamación de que César es el señor y declara que, en la cruz y en la resurrección, Jesús sube al trono como Rey de reyes. El César o cualquier otra cosa creada que reclama señorío doblará su rodilla ante el Cristo crucificado y resucitado.
Pablo y el evangelio
El evangelio fue el centro de la prédica de Pablo y la regla por la que vivió para gloria de Dios. El apóstol utiliza euangelion 60 de las 75 veces que aparece en el NT. Las congregaciones a las que se dirigía conocían el contenido del evangelio. Esto se puede observar en que Pablo empleó el término 28 veces sin calificadores. También califica el término como: el “evangelio de Cristo”, el “evangelio de Dios”, el “evangelio de la paz”, el “evangelio de nuestra salvación”, etc. Cuando emplea el vocablo euangelizomai, tiene el mismo significado que kerusso; ambos describen la acción de predicar el evangelio. En 1 Cor. 15 y Rom. 1, Pablo explica el contenido del evangelio que predicó.
Primera Corintios 15
Pablo comienza a analizar la certeza de la resurrección y asegura que el evangelio que ellos recibieron los sostiene y es el medio por el cual son salvos. Pablo define el contenido de ese evangelio como el mensaje que recibió de Jesucristo. La muerte de Jesús el Mesías en la cruz y la resurrección de entre los muertos conforme a las Escrituras son las dos características centrales. La base escritural de Pablo para su evangelio proviene de textos seleccionados del AT, pero también brota de su fe en que en toda la Escritura se menciona la muerte y la resurrección de Jesús el Mesías. Por medio de la cruz y la resurrección, Dios destruyó el pecado de Adán y la maldición que vino sobre toda la creación. Jesús en Su muerte tomó nuestro pecado y lo venció. La resurrección destruye el poder de la muerte y esta ya no posee ningún aguijón. El sepulcro ya no tiene la victoria.
En 15:3-8, Pablo demuestra que el mensaje que proclamó tiene el mismo contenido que el de Pedro y de los otros apóstoles. Enfatiza la unidad del mensaje porque tanto él como los otros discípulos tienen el mismo Señor resucitado. A pesar de que en una época había perseguido a la iglesia, el encuentro que Pablo tuvo con Cristo lo ubica al mismo nivel de aquellos que vieron al Señor. Esta descripción del evangelio abre la discusión que sigue acerca de la resurrección, porque si Jesús había resucitado, entonces todos los que creen en Él también resucitarán. Si Jesús no resucitó, el evangelio no tiene poder y Jesús solo puede ser definido como un falso Mesías.
Romanos 1:1-17
En el saludo, Pablo nuevamente establece el contenido de su evangelio, cuya autoría es de Dios el Padre y presenta a Su Hijo Jesucristo. Pablo les recuerda a sus lectores que el evangelio ya había sido prometido en las Escrituras. Fortaleció este argumento al reconocer que Jesús es la simiente de David, tal como los profetas habían declarado sobre el Mesías. Jesús fue designado Hijo de Dios en virtud de Su resurrección de entre los muertos. La cruz y la resurrección son el corazón del evangelio. Toda la historia se basa en esto y si se minimiza la importancia de la muerte de Jesús en la cruz, se perjudica el evangelio. La consecuencia es la confesión de que Jesús, el Mesías, es el Señor. En Su muerte y resurrección, Jesús recibe el reconocimiento como el Mesías de Jehová y el Señor, ante quien se doblará toda rodilla y toda lengua jurará fidelidad para gloria de Dios el Padre (Fil. 2:10-11). El resumen de Rom. 1:4-5 es prácticamente idéntico a lo que Pablo llama “mi evangelio” en 2 Tim. 2:8. En 2 Cor. 4:3-5, Pablo describe el evangelio con un enfoque en la gloria de Cristo, y la confesión de que Jesucristo es Señor se equipara con el evangelio que predicó. En la conclusión de esta sección (Rom. 1:16-17), Pablo afirma que el evangelio no es solo un corpus de información sino además poder de Dios para salvación. Por medio de la cruz y la resurrección, la salvación del pecado se hizo posible para todos los que creen, tanto judíos como griegos.
Otros pasajes paulinos
En Rom. 10:8c-13, la fe que Pablo predica y el mensaje que se debe creer para salvación es que Jesús es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos. En 10:15, la enseñanza de Pablo se refiere a la relación entre el que anuncia el retorno victorioso de Jehová y el siervo sufriente de Jehová (Isa. 52:13–53:11). En Rom. 10:8c-13, el mensajero que proclama esta palabra acerca de Jesús se asemeja al que anuncia el retorno de Jehová a Sión. Pablo entiende que el evangelio es la proclamación de que Jehová Dios venció a todos Sus enemigos y estableció Su reino.
El evangelio se refiere a que Jesús de Nazaret, el Mesías, fue crucificado por nuestros pecados, se levantó de entre los muertos y es también Señor de toda la creación. Este mensaje es poder de Dios para salvación y trae consigo todos los aspectos que forman parte de la salvación (por ej., fe, regeneración, justificación, etc.). El evangelio es el mensaje de Pablo (1 Cor. 9:14-18; Fil. 1:5; 2:22) y la razón de su encarcelamiento y sufrimiento (Fil. 1:7; 2 Tim. 1:8; 2:8-9). Dios llamó a Pablo para proclamar las buenas nuevas, y este llamado lo anima a predicar el mensaje de salvación a los gentiles (Rom. 15:16- 20; 1 Cor. 9:19-23; 2 Cor. 10:12-18; Gál. 1:15-23; 1 Tes. 2:2,8-9; 2 Tim. 2:11-12). El evangelio también hace un llamado a vivir una vida ética (Fil. 1:27; 1 Tes. 2:12; 2 Tes. 1:11). Pablo relaciona el evangelio con el juicio final donde todos serán juzgados según la respuesta ante el Salvador proclamado en las buenas nuevas (Rom. 2:16; Col. 1:23; 2 Tes. 1:8; 2 Tim. 4:1).
Continuara…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Dahiana Waszaj, en Unsplash
- TÉRMINO «ÉTICA» $ USD
Parte II
El contenido de la ética bíblica
La ética bíblica se fundamenta en toda la revelación de la Biblia. El Decálogo y sus expansiones en los otros tres códigos legales básicos se unen al Sermón del Monte en Mateo 5–7 y el Sermón del Llano en Lucas 6:17-49 como textos fundamentales de la enseñanza bíblica en el orden moral y ético. Todos los otros textos bíblicos, o sea, las narraciones de las acciones incorrectas, la colección de Proverbios, las solicitudes personales de cartas, todo contribuye al conocimiento de la ética bíblica. La Biblia no ofrece una lista de donde podamos elegir. Insiste sobre un estilo de vida y llama a ponerlo en práctica.
Varios ejemplos del contenido de la ética bíblica pueden ayudar a entender mejor de qué manera el carácter de Dios, en particular Su santidad, establece la norma para todas las decisiones morales.
Honrar o respetar a los padres era una de las primeras aplicaciones de lo que implicaba la santidad, según Lev. 19:1-3. Esto no debería sorprender, ya que uno de los primeros mandatos que Dios dio en Gén. 2:23-24 establece que la relación monogámica es el fundamento y la piedra angular de la familia.
Marido y mujer debían ser iguales ante Dios. La esposa no era una simple posesión, un bien ni solamente una “procreadora”. No era solo regalo “del Señor” (Prov. 19:14) y “corona” de su esposo (Prov. 12:4), sino también “una fuerza igual” a él (la palabra “ayuda” en Gén. 2:18 NVI, se traduce mejor “fuerza, poder”). El requisito de honrar a los padres no podía darse como excusa para no asumir la responsabilidad de ayudar a los pobres, a los huérfanos y a las viudas (Lev. 25:35; Deut. 15:7-11; Job 29:12-16; 31:16-22; Isa. 58; Amós 4:1-2; 5:12). Los oprimidos debían hallar consuelo en el pueblo de Dios y en sus autoridades.
De igual manera, la vida humana se debía considerar tan sagrada que al asesinato premeditado le correspondía el castigo de la pena capital a fin de mostrar respeto hacia las víctimas afectadas, creadas a la imagen de Dios (Gén. 9:5-6). De esta manera, la vida de todas las personas, ya sea las que no habían nacido y que aún estaban en el útero (Ex. 21:22-25; Sal. 139:13-6) o aquellas que provenían de una nación conquistada (Isa. 10; Hab. 3), para Dios tenían un valor infinito.
La sexualidad humana era un regalo de Dios. No era una maldición ni una invención del diablo. Fue concebida para la relación matrimonial y para disfrutar (Prov. 5:15-21), no solo para procrear. La fornicación estaba prohibida (1 Tes. 4:1-8). Las aberraciones sexuales, tales como la homosexualidad (Lev. 18:22; 20:13; Deut. 23:17) o el bestialismo (Ex. 22:19; Lev. 18:23-30; 20:15-16; Deut. 27:21) resultaban repulsivas ante la santidad de Dios y, por lo tanto, estaban condenadas.
Finalmente, mandamientos sobre la propiedad, la riqueza, las posesiones y el interés por la verdad sentaron nuevas normas. Estas iban en contra de la propensión humana universal a la codicia, a valorar las cosas por encima de las personas y a preferir la mentira como alternativa de la verdad. No importa cuántos temas nuevos se abarcarán en el discurso ético, el resultado final permanecía donde el último mandamiento lo había colocado: los motivos y las intenciones del corazón. Por esto la santidad en el ámbito de la ética comenzaba con el “temor de Yahvéh” (Prov. 1:7; 9:10; 15:33).
El resumen de instrucción ética más importante lo dio nuestro Señor en Mateo 22:37-39: amar a Dios y amar al prójimo. También estaba la “regla de oro” de Mateo 7:12. La mejor manifestación de este amor era la disposición a perdonar a los demás (Mat. 6:12-15; 18:21-35; Luc. 12:13-34).
El NT, al igual que el AT, incluye como parte de su enseñanza la ética social y el deber que uno tiene hacia el estado. Puesto que el reino de Dios estaba obrando en el mundo, era necesario que la sal y la luz también estuvieran presentes en la vida santa.
Mientras ambos Testamentos comparten la misma posición en temas como casamiento y divorcio, el NT a menudo adoptaba en forma explícita sanciones diferentes. Así, en el caso del incesto mencionado en 1 Cor. 5 se recomienda la disciplina aplicada por la iglesia antes que la lapidación.
La principal diferencia entre los dos Testamentos es que el NT presenta a Jesús como el nuevo ejemplo de obediencia incondicional a la voluntad y a la ley de Dios. Jesús no vino a abolir el AT sino a cumplirlo. El NT está lleno de exhortaciones a vivir de acuerdo a las palabras y a andar en la senda propuesta por Jesús de Nazaret, el Mesías (1 Cor. 11:1; 1 Tes. 1:6; 1 Ped. 2:21-25).
Algunas motivaciones para vivir vidas éticas y morales llegan desde el AT, pero se le agregan la proximidad del reino de Dios (Mar. 1:15); la gratitud por la gracia de Dios manifestada en Cristo (Rom. 5:8); y la obra consumada de la redención, la expiación y la resurrección del Señor (1 Cor. 15:20- 21). Al igual que en el AT, el amor es una motivación poderosa; con todo, no ocupa el lugar de la ley. El amor no constituye la ley; es una palabra que dice “cómo” pero que nunca nos va a decir “qué” debemos hacer. El amor es el cumplimiento de la ley (Rom. 13:9) porque nos induce a cumplir con lo que la ley enseña. Por lo tanto, el amor crea afinidad con el objeto amado y afecto hacia él. Proporciona una obediencia voluntaria y alegre más que una aceptación forzada y coercitiva.
Finalmente, el contenido de la ética bíblica no es solo personal sino de amplio alcance. Las cartas de Pablo y de Pedro enumeran un amplio espectro de deberes éticos; hacia nuestro prójimo, respeto por el gobierno civil y sus deberes, el significado espiritual del trabajo, la responsabilidad en el manejo de las posesiones y las riquezas, y mucho más. La ética que exigen y aprueban las Escrituras tiene como parámetro y fuente la santidad de la Deidad; el amor a Dios como fuerza motivadora; la ley de Dios como se la encuentra en el Decálogo y el Sermón del Monte, como su principio directivo, y la gloria de Dios como la meta que lo gobierna.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Aaron Burden, en Unsplash
- TÉRMINO «ÉTICA» $ USD
Por Walter C. Kaiser
Parte I
Estudio del buen comportamiento, la motivación y la actitud a la luz de la revelación de Jesucristo y de la Biblia. La disciplina de la ética trata temas como: ¿Qué debo hacer?, ¿Cómo debo actuar para hacer lo que es bueno y correcto?, ¿Qué es el bien?, ¿Quién es una buena persona?
De igual manera, la ética bíblica hace algunas de las mismas preguntas. A pesar de que ninguno de los Testamentos posee un término abstracto o global, ni una definición que se compare al término moderno “ética”, tanto el AT como el NT abordan el tema de la forma de vida que las Escrituras prescriben y aprueban. La palabra hebrea que más se aproxima a “ética”, “virtud” o “ideales” en el AT, es musar, que significa “disciplina” o “enseñanza” (Prov. 1:8); o incluso derek, que significa “camino” o “sendero” de lo bueno y lo correcto. En el NT, la palabra griega que más ofrece un paralelo es anastrofe, que significa “tipo o estilo de vida” (aparece nueve veces en sentido positivo, y en 2 Ped. 3:11 se encuentran los usos más significativos). La palabra griega ethos aparece doce veces en el NT (Luc. 1:9; 2:42; 22:39; Juan 19:40; Hech. 6:14; 15:1; 16:21; 21:21; 25:16; 26:3; 28:17; Heb. 10:25). La forma plural aparece una vez en 1 Cor. 15:33. Comúnmente se traduce “conducta”, “costumbre”, “manera de vivir” o “práctica”.
La definición bíblica de ética está relacionada con lo doctrinal
El problema al tratar de hablar de la ética de la Biblia es que el material ético no se ofrece aisladamente de la doctrina y de la enseñanza bíblica. En consecuencia, lo que Dios es en Su carácter y Su naturaleza, lo que Él desea en Su revelación define lo que es correcto, bueno y ético. En este sentido la Biblia tuvo influencia decisiva para modelar la ética en la cultura occidental.
Algunos han cuestionado si realmente hay una única ética a lo largo de la Biblia. Sienten que hay demasiada diversidad en la amplia variedad de libros y tipos de literatura en la Biblia como para decidir si existe armonía y una posición ética básica en función de lo cual se deben tomar todas las decisiones éticas y morales. No obstante, al seguir las afirmaciones de los libros de la Biblia, algunos consideran que dicho mensaje constituye una contribución al tema actual y permanente del carácter y la voluntad de Dios. Esta narración sobre el carácter y la voluntad divina es la base apropiada para contestar estas preguntas: qué clase de persona debo ser; cómo debemos vivir, pues, para hacer lo correcto, lo justo y lo bueno.
Tal como algunos han señalado, la búsqueda de diversidad y pluralismo en el estándar ético es tanto resultado de una decisión metodológica previa como también búsqueda de unidad y armonía de esos parámetros. No se puede afirmar que la búsqueda de diversidad sea más científica y objetiva que la búsqueda de armonía. Este punto se debe decidir sobre la base de una investigación de los materiales bíblicos y no como una decisión impuesta al texto.
Las tres suposiciones fundamentales
¿Pueden las decisiones éticas o morales subyacer en la Biblia, o acaso se trata de una idea absurda e incoherente? Tres suposiciones ilustran la manera en que un estudioso contemporáneo de la ética o una persona de conducta moral pueden basar sus decisiones en el contenido ético del texto bíblico de una era ya pasada. Estas tres son: (1) las declaraciones morales de la Biblia debían aplicarse a una clase universal de pueblos, épocas y condiciones; (2) las enseñanzas de las Escrituras tienen una congruencia tal que presentan un frente común a las mismas preguntas en todas sus partes y para todas las culturas pasadas y presentes; (3) Cuando hace alguna afirmación o pedido, la Biblia se propone dirigir nuestra acción o nuestra conducta. La Biblia es congruente y procura ordenar cierta conducta moral.
Consideremos en primer lugar la universalidad de la Biblia: cada uno de sus mandamientos, ya sea en un código legal, un texto narrativo, de sabiduría, de carácter profético, de los Evangelios o de las epístolas, fue originalmente dirigido a alguien, en algún lugar y en alguna situación en particular. Dichas particularidades no tenían por objeto condicionar su uso en otros tiempos, lugares o personas. Detrás de cada uno de estos mandatos específicos hay un principio universal. En base al principio general, una persona en una situación diferente puede usar la Biblia para obtener orientación para una decisión específica.
¿Son nuestros problemas, nuestra cultura o nuestros patrones sociales tan diferentes que, aun cuando podemos universalizar los mandatos específicos de las Escrituras, en la actualidad carecen de toda relevancia? ¿Podemos suponer que existe congruencia entre las culturas y las épocas para esta ética? Lo que aquí se requiere es que el mismo escritor bíblico nos haya proporcionado también en otros sitios un patrón completo de pensamiento ético que conduzca a este mandamiento particular y contextualizado. Si podemos suponer que el escritor no cambió su manera de pensar de un momento a otro, podemos dar por sentado que mantiene sus principios para todas las situaciones similares, independientemente de épocas y culturas.
Por último, la Biblia reclama su autoridad sobre los mortales, hechos a la imagen de Dios. Sea que el material ético esté en modo imperativo o indicativo, la diferencia es poca. Los escritores bíblicos tenían el propósito de hacer algo más que informar; se proponían encauzar la conducta.
Cinco características básicas de la ética bíblica
En contraste con la ética filosófica que tiende a ser más abstracta y centrada en lo humano, la moralidad bíblica estaba directamente relacionada con la fe religiosa. De allí que los hombres y las mujeres inmorales eran por esa misma razón hombres y mujeres irreligiosos, y las personas irreligiosas eran también personas inmorales (Sal. 14:1).
La ética bíblica es, en primer lugar, personal. La base de esta ética es la persona, el carácter y la expresión de un Dios absolutamente santo. En consecuencia, se insta a los individuos: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Lev. 19:2).
En segundo lugar, la ética de la Biblia es enfáticamente teísta. Se centra en Dios. Conocer a Dios era saber cómo practicar rectitud y justicia.
De manera más significativa aun, la ética bíblica está profundamente vinculada a la respuesta moral interna más que a las meras acciones externas. “Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7). Este era el clamor repetidamente anunciado por los profetas (Isa. 1:11-18; Jer. 7:21-23; Os. 6:6; Miq. 6:6-8).
La motivación ética de la Biblia estaba orientada hacia el futuro. La creencia en una futura resurrección del cuerpo (Job 19:26-27; Sal. 49:13-15; Isa. 26:19; Dan. 12:2-3) era razón suficiente para hacer una pausa y comprender que cada acción no se limitaba a la situación cuando ocurría y ni carecía de consecuencias para el futuro.
La quinta característica de la ética bíblica es su carácter universal. Abarca el mismo patrón de rectitud para cualquier nación y persona sobre la tierra.
El principio organizador: el carácter de Dios
Lo que da plenitud, armonía y congruencia a la moralidad de la Biblia es el carácter de Dios. Así pues, las instrucciones éticas y la moralidad bíblica estaban fundadas, en primer lugar, en el carácter y la naturaleza de Dios. Lo que Él exigía era lo que Él era y es. La esencia de cada mandamiento moral era el tema que aparecía en Lev. 18:5-6,30; 19:2- 4, 10, 12, 14, 18, 25, 31-32,34,36-37, “Yo Jehová”, o “Seréis santos, porque yo Jehová vuestro Dios soy santo”. Asimismo, Fil. 2:5-8 concuerda diciendo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios […] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
El carácter y la naturaleza del Dios santo encontraron su expresión ética en la voluntad y en la palabra de Dios. Estas palabras pueden dividirse en leyes morales y leyes positivas. La ley moral expresa el carácter divino. El ejemplo más importante son los Diez Mandamientos (Ex. 20:1-17; Deut. 5:6-21). Otro ejemplo es el código de santidad (Lev. 18–20). La ley positiva afectaba a hombres y a mujeres durante un tiempo determinado en virtud de la autoridad del que les había hablado, o sea, Dios. La ley positiva exigía lealtad de las personas solo por el tiempo y en las situaciones que la autoridad de Dios había determinado al momento de emitir originariamente esa ley. Por lo tanto, en las palabras divinas en el huerto del Edén, “del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás” (Gén. 2:17), o la orden del Señor “desatadlo [al burro] y traedlo” (Luc. 19:30) estaban destinadas solo para la pareja en el jardín del Edén o para los discípulos. No tenían el propósito de ser mandatos permanentes. No se aplican a nuestro tiempo. Un estudio de la ética bíblica nos ayuda a distinguir entre la ley moral siempre válida y el mandato temporal de la ley positiva.
La ley moral es permanente, universal y con autoridad sobre todos los seres humanos en todos los tiempos. El mejor ejemplo de esta ley es el Decálogo de Moisés. Su profundidad puede entreverse con facilidad al observar la amplitud de los temas y la simplicidad de su expresión. Unas pocas observaciones pueden ayudarnos a interpretar estos Diez Mandamientos.
(1) La ley tiene un prólogo. Este establecía la gracia de Dios, vista en la experiencia del éxodo, como base para cualquier requerimiento a los individuos. La ética era una respuesta amorosa a la gracia, no una respuesta de temor ante un mandato.
(2) Toda ley moral tiene dos facetas que apuntan a la acción positiva y a alejarse de la negativa. No importa si la ley está expresada en forma negativa o afirmativa porque cada acto moral, cuando se adopta una acción positiva, es al mismo tiempo un freno para la contraria.
(3) El simple hecho de omitir o refrenarse de hacer algo prohibido, no es un acto moral. De otra manera, la mera inactividad podría considerarse cumplimiento de la orden. Pero en el ámbito moral, esto es simplemente otra manera de referirse a la muerte. La ética bíblica es un llamado a participación activa en la vida.
(4) Cuando se prohíbe el mal mediante una orden moral, se debe poner en práctica lo bueno antes que a uno se lo considere obediente. No solo debemos rehusarnos a ser homicidas, sino que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para socorrer la vida de nuestro prójimo.
La esencia del Decálogo puede encontrarse en tres áreas: (1) relaciones correctas con Dios (primer mandamiento, una adoración íntima a Dios; segundo, una adoración externa a Dios; tercero, una adoración verbal a Dios); (2) relaciones correctas en lo que se refiere al tiempo (cuarto mandamiento); y (3) relaciones correctas con la sociedad (quinto mandamiento, santidad de la familia; sexto, santidad de vida; séptimo, santidad del matrimonio y del sexo; octavo, santidad de la propiedad; noveno, santidad de la verdad; y décimo, santidad de la motivación).
Continuara…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Aaron Burden, en Unsplash
- TÉRMINO «ESPÍRITU SANTO» $ USD
Por Paul Jackson
Tercera persona de la Trinidad por medio de la cual Dios actúa revela Su voluntad, da poder y devela Su presencia tanto en el AT como en el NT.
ANTIGUO TESTAMENTO
En el AT la expresión “Espíritu Santo” se encuentra solo en Sal. 51:11; Isa. 63:10-11. Sin embargo, abundan las referencias al Espíritu de Dios. Uno de los aspectos del Espíritu de Dios es ser como viento poderoso. En el hebreo se usa la misma palabra, ruach, para viento, aliento y espíritu. En la época del éxodo, Dios usó ese viento para abrir el Mar Rojo, permitir que los israelitas pasaran a salvo y eludir a Faraón y su ejército (Ex. 14:21). Dios utilizó ese agente en dos sentidos: como fuerza destructora que secó las aguas (Os. 13:15) y como poder divino para juntar nubes que traerían lluvia refrescante (1 Rey. 18:45). Al comienzo de la creación, el Espíritu ejercía control sobre las caóticas aguas (Gén. 1:2; 8:1; comp. Sal. 33:6; Job 26:13). De las 87 veces que el Espíritu se describe como viento, 37 lo muestran como un agente de Dios mayormente funesto y siempre fuerte e intenso. Esta propiedad del Espíritu refleja claramente el poder de Dios. Una cualidad adicional del Espíritu es ser misterioso. El Sal. 104:3 muestra al Espíritu como un viento capaz de transportar a Dios sobre sus alas hasta los confines de la tierra. Nadie puede decir dónde ha estado ni hacia dónde se dirige. El poder y el misterio describen la naturaleza divina.
El Espíritu de Dios se puede expresar como fuerza impersonal o se puede manifestar en individuos. En el AT hay numerosos ejemplos donde Dios inspiró a los profetas indirectamente por medio del Espíritu. La revelación fundamental del Espíritu en el AT, en sentido personal, es por medio de la profecía. Se percibe que los sueños de José son inspirados por Dios (Gén. 41:38); el rey David, como portavoz de Dios, proclamó “el espíritu de Jehová habla por mí” (2 Sam. 23:2); y Zacarías anunció la palabra del Señor a Zorobabel: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). De manera muy similar al poder del viento, el Espíritu equipó a los héroes de Israel con fuerza extraordinaria (Jue. 14:6). Se muestra a los jueces como individuos poseídos por el Espíritu; tal era el caso de Otoniel (Jue. 3:10). A veces el Espíritu llegaba poderosamente sobre las personas y alteraba su conducta (1 Sam. 10:16; 19:23-24).
El Espíritu también es el origen definitivo de todos los dones espirituales y mentales, como es el caso de inspiración de los hombres sabios (Ex. 31:1- 6; Isa 11:2; Job 4:15; 32:8). No solo se beneficiaban los profetas por la influencia del Espíritu, sino que este también sería derramado sobre el pueblo de Dios (Isa. 44:3) y sobre todas las personas (Joel 2:28). Ezequiel e Isaías expresan la idea del Espíritu más que ninguna otra fuente del AT. Muchas alusiones de Ezequiel al Espíritu se relacionan con la futura restauración de Israel. La recepción del Espíritu nuevo, profetizada en Ezequiel y Jeremías, depende del arrepentimiento (Ezeq. 18:31) y está asociada con un corazón nuevo (Jer. 31:31-34). A la luz de la manifestación individual, esporádica y temporaria del Espíritu en el AT, este anuncio profético apuntaba hacia un tiempo cuando el Espíritu de Dios revitalizaría a Su pueblo escogido, daría poder al Mesías y se derramaría abundantemente sobre toda la humanidad.
NUEVO TESTAMENTO
Cuando Juan el Bautista apareció en escena proclamando el advenimiento del reino de Dios, la voz profética inspirada por el Espíritu regresaba después de 400 años de ausencia. A Zacarías y a Elisabet, los padres de Juan, se les informó que su hijo sería “lleno del Espíritu Santo aún desde el vientre de su madre” (Luc. 1:15). De manera similar, el ángel Gabriel visitó a María y declaró: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios” (1:35).
El hito en la historia bíblica ocurrió en ocasión del bautismo de Jesús cuando fue ungido por el Espíritu de Dios (3:22). El Espíritu entonces fue responsable de conducir a Jesús al desierto para atravesar las tentaciones (4:1-13). Lucas incluye muchas más referencias al Espíritu Santo que los otros relatos sinópticos. Esto puede responder al interés teológico de Lucas que se extiende también al libro de los Hechos de los Apóstoles, que se ha llamado acertadamente “Los Hechos del Espíritu Santo” debido a la importancia que se le imbuye al Espíritu.
Todos los escritores apostólicos dieron testimonio de la realidad del Espíritu en la iglesia; no obstante, el apóstol Pablo, que escribió más que cualquier otro autor, ofrece la reflexión más teológica sobre el tema. Los principales capítulos son Rom. 8; 1 Cor. 2; 12–14; 2 Cor. 3 y Gál. 5.
La teología juanina abunda en la doctrina del Espíritu. En el Evangelio de Juan, el Espíritu habita en Cristo (1:32,33); es una señal del nuevo nacimiento (3:1-16); llegará cuando Jesús se haya ido (16:7-11), y capacitará al creyente después de la resurrección (20:22). La comunidad cristiana está ungida por el Espíritu (1 Jn. 2:20), y este le confirma al creyente la presencia de Jesús en su vida (1 Jn. 3:24). En el libro profético del Apocalipsis, Juan, al estilo del AT, se describe a sí mismo como profeta inspirado por el Espíritu.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Joseph Barrientos, en Unsplash
- TÉRMINO «ESPÍRITU» $ USD
Por Steve Bond
Elemento que habilita la vida humana y el Espíritu Santo que manifiesta la presencia y el poder de Dios en el mundo. Proviene de la palabra hebrea ruach y de la griega pneuma, que según el contexto pueden traducirse “viento”, “aliento” o “espíritu”.
En ambos Testamentos, “espíritu” se utiliza para referirse tanto a Dios como a los seres humanos, pero en ambos casos es difícil de definir. La similitud entre el espíritu, el aliento y el viento es una indicación útil para comenzar a entenderlo. En Su conversación con Nicodemo (Juan 3), Jesús dijo que el Espíritu es como el viento; no se puede ver pero se ven sus efectos. Esto es cierto tanto del Espíritu de Dios como del espíritu del ser humano.
Espíritu de Dios
En el principio de la creación, el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas (Gén. 1:2). Eliú reconoció ante Job que el Espíritu de Dios lo había creado y que era la fuente de su vida (Job 33:4). Los animales fueron creados cuando Dios envió Su “Espíritu” (Sal. 104:30).
El Espíritu de Dios está presente en todas partes. El salmista tenía la sensación de que dondequiera que estuviera, allí también estaba el Espíritu de Dios (Sal. 139:7). El faraón percibió el Espíritu de Dios en José (Gén. 41:38). Moisés comprendió que el Espíritu de Dios estaba sobre él y deseaba que estuviera sobre todo el pueblo (Núm. 11:29). Durante el período de los jueces, el Espíritu del Señor iba sobre los individuos y les confería poder para llevar a cabo tareas específicas (Jue. 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6,19). Cuando Samuel, el último de los jueces, ungió a Saúl, el primer rey de Israel, aquel le dijo que el Espíritu del Señor vendría sobre él. El resultado fue que Saúl profetizó y se convirtió en una persona diferente (1 Sam. 10:6). Posteriormente, el Espíritu se apartó de Saúl (1 Sam. 16:14). Del mismo modo, el Espíritu vino sobre David cuando Samuel lo ungió (1 Sam. 16:13). En sus últimas palabras, David dijo que el Espíritu del Señor había hablado a través de él (2 Sam. 23:2).
Isaías habló de alguien que vendría del linaje de Isaí sobre el cual estaría el Espíritu del Señor. Esta persona tendría el Espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento y temor de Jehová (Isa. 11:1-3). Ezequiel profetizó que Dios daría Su Espíritu a Su pueblo para quitarles los corazones de piedra y cambiarlos por corazones de carne que serían obedientes al camino de Dios (Ezeq. 36:26,27).
Enseñanza del Nuevo Testamento
Los cuatro Evangelios contienen numerosas referencias al Espíritu de Dios o Espíritu Santo. Este fue el agente de la concepción milagrosa de Jesús (Mat. 1:18,20), descendió sobre Jesús en Su bautismo (Mat. 3:16), lo condujo al desierto donde el demonio lo tentó (Mat. 4:1) y le permitió curar enfermedades y expulsar demonios (Mat. 12:28). Cuando se preparaba para partir de este mundo, Jesús les prometió a Sus seguidores el Espíritu Santo. Este sería el Consolador y el Consejero, continuaría enseñándoles y recordándoles lo que Jesús les había dicho (Juan 14:25,26). No muchos días después de la ascensión de Jesús, el Espíritu prometido descendió sobre Sus seguidores durante Pentecostés. El advenimiento del Espíritu estuvo acompañado por un sonido parecido a un viento poderoso. Los testigos de este acontecimiento vieron lo que parecían ser lenguas de fuego sobre los creyentes. Además, a estos discípulos se les dio poder para hablar en lenguas que no eran sus idiomas maternos (Hech. 2:1-3). En todo el relato de Lucas sobre la iglesia primitiva, el Espíritu Santo confería poder y guiaba a los seguidores de Jesús en la misión que debían cumplir en el mundo que rodeaba el Mediterráneo (Hech. 11:12; 13:2; 15:28; 16:6,7; 20:22; 21:11).
El Espíritu es crucial en la explicación de Pablo sobre la relación del creyente con Dios. El Espíritu es una presencia personal otorgada por gracia que vive dentro de la persona que confesó que Jesucristo es el Señor. La relación que existe con Dios a través de Cristo por el Espíritu es revolucionaria. En Gálatas, Pablo declaró que el legalismo y el camino de la fe son incompatibles. El Espíritu de Dios llega a nosotros como un regalo basado en Su gracia y en nuestra fe en Cristo (Gál. 3:1-5). Dicho Espíritu llega a la vida del creyente para darle certeza de que es hijo de Dios (Rom. 8:16). Además es la garantía divina de que seremos totalmente transformados y conformados a imagen de Cristo. (Rom. 8:1-29; 2 Cor. 1:22). Pablo identificó al Espíritu con el Señor (el Cristo resucitado) y afirmó que donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad, una libertad que progresivamente libera de la ley del pecado y de la muerte (2 Cor. 3:18; comp. Rom. 8:2).
El Espíritu distribuye dones en la iglesia destinados a otorgarle al pueblo de Dios lo necesario para servir y edificar el cuerpo de Cristo (1 Cor. 12; Ef. 4:7-13). La evidencia de que el Espíritu de Dios está obrando en una persona o un grupo de personas es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22,23).
Al comienzo de las Escrituras vemos al Espíritu obrando en la creación. Al cierre, el Espíritu y la esposa (la iglesia) invitan a todos los que tienen sed a que vayan y beban del agua de la vida (Apoc. 22:17).
Espíritus humanos
Tanto en el AT como en el NT se habla del espíritu de los seres humanos y de otros seres. Cuando se refiere a los seres humanos, el espíritu se asocia con una amplia gama de funciones entre las que se incluyen pensamiento y entendimiento, emociones, actitudes e intenciones. Eliú le dijo a Job que el espíritu de la persona, el soplo de Dios, otorgaba entendimiento (Job 32:8). Cuando Jesús sanó al paralítico, percibió en Su “espíritu” que los líderes religiosos allí presentes cuestionaban que le hubiera perdonado los pecados al hombre (Mar. 2:8).
“Espíritu” se usa ampliamente para referirse a las emociones humanas: dolor (Prov. 15:4,13), angustia (Ex. 6:9; Juan 13:21), ira (Prov. 14:29; 16:32), aflicción (Ecl. 1:14), miedo (2 Tim. 1:7) y gozo (Luc. 1:47).
Una variedad de actitudes e intenciones están relacionadas con el “espíritu”. Caleb tenía un espíritu diferente al de la mayoría de sus contemporáneos dado que siguió al Señor con todo su corazón (Núm. 14:24). Sehón, rey de Hesbón, tenía un espíritu obstinado (Deut. 2:30). En 1 Rey. 22 se alude a un espíritu mentiroso. El salmista llamó “bienaventurados” a los que no tienen engaño en su espíritu (Sal. 32:2). Se puede hablar de un espíritu arrepentido (Sal. 34:18), firme (Sal. 51:10), dispuesto (Sal. 51:12), quebrantado (Sal. 51:17) y lleno de arrogancia (Prov. 16:18). El Evangelio de Marcos frecuentemente alude a Jesús cuando este curaba a personas con espíritus impuros o inmundos.
Espíritu también se usa para referirse a seres, tanto buenos como malos, que no tienen presencia física. A Satanás se lo llama príncipe de la potestad del aire, el espíritu que obra en los desobedientes (Ef. 2:2).
Uno de los constantes puntos conflictivos interminables entre saduceos y fariseos era la existencia de ángeles y espíritus. Los fariseos creían que existían; los saduceos no. Cuando el Cristo resucitado se apareció a los discípulos, estos se sobresaltaron y tuvieron miedo porque pensaron que estaban viendo un espíritu. Jesús los invitó a tocarlo. Luego les recordó que un espíritu no tiene carne ni huesos (Luc. 24:37-39).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- TÉRMINO «ESPERANZA ESCATOLÓGICA» $ USD
Por Lorin L. Cranford
Expectativa para después de la muerte y en cuanto a un nuevo mundo cuando Dios ponga fin a este.
La esperanza se centra en la expectativa de la consumación de la salvación individual en el fin de los tiempos. Con la venida del orden eterno cuando Cristo regrese, la esperanza del creyente se convierte en una realidad de experiencia más que en una expectativa de experiencia futura (Rom. 8:24- 25). Esta orientación escatológica de la esperanza neotestamentaria surge de la anticipación profética en el AT con respecto a la futura liberación por parte de Dios (Isa. 25:9; ver especialmente el uso paulino de Isa. 11:10 en Rom. 15:12).
Términos del Antiguo Testamento
En el AT hebreo se usan diversos términos para transmitir la idea de esperanza: qawah (ser tironeado hacia delante, anhelar, esperar en [con Dios como objeto, 26 veces]), yachal (esperar, anhelar [a Dios, 27 veces]), chakah (esperar [a Dios, 7 veces]), sabar (esperar, confiar [en Dios, 4 veces]). Los sustantivos correspondientes no se usan con frecuencia; y solo 9 veces en relación con la esperanza en Dios. De las 146 veces que aparecen estos verbos o sustantivos, solamente la mitad se refiere a una realidad espiritual en lugar de tener un sentido no religioso. De estos 73 usos con sentido religioso, el concepto de esperanza está estrechamente relacionado con la confianza. Dios es la base y el objeto frecuente de la esperanza; “esperar en Jehová”, “confiar en Jehová” son expresiones comunes. En la esperanza en Dios está implícita la sumisión a Su gobierno soberano. Por consiguiente, la esperanza y el temor a Yahvéh a menudo se expresan juntos (Sal. 33:18-20; 147:11; Prov. 23:17-18). Esperar en Dios es sentir temor reverencial hacia Él y Su poder, con la confianza de que cumplirá fielmente Su Palabra. Por lo tanto, la esperanza se convierte en confianza en el carácter justo de Yahvéh.
Entre ambos Testamentos
En el período intertestamentario, la esperanza escatológica ocupó un lugar prominente pero también confuso por las diversas expectativas. Con frecuencia se orientaba hacia la expectación de la venida del Mesías y la restauración del reino de Israel. Con el surgimiento de numerosos individuos que hacían afirmaciones mesiánicas y despertaban expectativas de la gente para luego derrumbarse en derrota y destrucción, la esperanza de Israel adquirió un tono pesimista, especialmente en el pensamiento rabínico. El reino de Dios no podría ser restablecido antes de que Israel lograra obediencia completa a la ley.
Esta incertidumbre nacional tendió a producir incertidumbre personal sobre qué significaba la obediencia requerida para complacer a Dios, y así asegurarse la resurrección del cuerpo y la inclusión en el reino mesiánico venidero. En contraste con esta visión pesimista, en Qumrán encontramos esperanza escatológica confiada. No obstante, esta confianza era posible solamente para el grupo selecto que constituían los elegidos de Dios. En el judaísmo helenístico, la esperanza estaba inmersa en el concepto griego de la inmortalidad del alma, como lo demuestran los escritos de Filón.
Nuevo Testamento
Los escritores del NT expresan el concepto de esperanza principalmente con la palabra griega elpis y sus cognados. En Mat. 24:50 (también en Luc. 12:46) y en 2 Pe. 3:12-14 se ve el uso de la esperanza en relación con el regreso de Cristo. En la enseñanza de Jesús sobre estar alerta, no estar atento a la venida del Hijo del hombre puede ser desastroso. En 2 Pedro, esta expectativa sobre el día del Señor se convierte en incentivo para la vida santa. En ambos pasajes, el elemento de incertidumbre asociado frecuentemente con la palabra griega desapareció y es remplazado por un sentido de confianza basada en la promesa del Señor de que volvería.
Contenido de la esperanza
Los objetos de las diversas palabras griegas relacionadas con esperanza ayudan a entender lo que esta constituye. Lo fundamental es la expectativa del regreso de Cristo, descrita como la “manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 1:7) y como “la venida del día de Dios” (parousia, 2 Ped. 3:12), o simplemente como “la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 1:3; comp. Luc. 12:36; Fil. 3:20; Heb. 9:28). Esta expectativa constituye una esperanza bienaventurada y se define como “la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13, comp. Rom. 5:2; Col. 1:27). Junto a esta manifestación de Cristo se encuentra la expectación de un cielo nuevo y una tierra nueva (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1); la resurrección de los justos y los pecadores (Hech. 24:15); la manifestación de los hijos de Dios (Rom. 8:19); nuestra adopción como hijos que se define como redención de nuestro cuerpo (Rom. 8:23); la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (Jud. 21); la gracia de Dios (1 Ped. 1:13). Así como Abraham esperaba la Ciudad Santa, el creyente también la espera (Heb. 11:10). La esperanza de Israel en la promesa de Dios se cumple en la resurrección (Hech. 26:6- 8). Esto constituye la esperanza de la vida eterna prometida mucho tiempo antes (Tito 1:2; 3:7), de salvación (1 Tes. 5:8) y de justicia (Gál. 5:5). La base de esta esperanza está en Dios. Ponemos la esperanza en Él, que es el Salvador de toda la humanidad (1 Tim. 4:10; 5:5; Rom. 15:12; 1 Ped. 1:21), más que en las riquezas inciertas (1 Tim. 6:17); ponemos la esperanza en Su nombre (Mat. 12:21), o en Cristo (1 Cor. 15:19). Esta esperanza está estrechamente ligada al evangelio (Col. 1:23), a nuestro llamado en Su gracia (Ef. 1:18; 4:4), y a la fe y la presencia del Espíritu Santo (Gál. 5:5). Es una esperanza viva y dinámica (1 Ped. 1:3) que motiva a la persona a llevar una vida justa y santa (2 Ped. 3:14). Así se presenta como integrante de la tríada cristiana de fe, esperanza y amor (1 Cor. 13:13; 1 Tes. 1:3; 1:4-5).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- TÉRMINO «ESPERANZA» $ USD
Por Bert Dominy
“Según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Ped. 1:3).
Expectativa confiada, particularmente en relación con el cumplimiento de las promesas de Dios. La esperanza bíblica es la anticipación de un resultado favorable bajo la guía de Dios. Más específicamente, es la confianza en que lo que Dios hizo por nosotros en el pasado garantiza nuestra participación en lo que hará en el futuro. Esto contrasta con la definición secular de la esperanza que dice que es “el sentimiento de que lo que uno ansía se cumplirá”.
La base y el objeto de la esperanza
En el AT, solo Dios es la base y el objeto de la esperanza. La esperanza en Dios se generaba por los poderosos hechos divinos en la historia. En cumplimiento de Su promesa a Abraham (Gén. 12:1-3), Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Proveyó para sus necesidades en el desierto, formó con ellos en el Sinaí una comunidad basada en el pacto, y los condujo a una ocupación exitosa de Canaán. Estos hechos proveían una base firme para la confianza del pueblo en el propósito permanente de Dios para con ellos. Incluso cuando Israel era infiel, la esperanza no se perdía. Gracias a la fidelidad y la misericordia de Dios, los que se volvían a Él podían contar con Su ayuda (Mal. 3:6,7), que incluía perdón (2 Crón. 7:14; Sal. 86:5) como así también liberación de manos del enemigo. Por eso, Jeremías llamó a Dios “la esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de aflicción” (Jer. 14:8; comp. 14:22; 17:13).
Un resultado de poner la esperanza en Dios es negarse a colocarla en el orden creado. Este último es débil, transitorio y factible de fracaso. Por eso es inútil depositar la esperanza final en las riquezas (Sal. 49:6-12; 52:7; Prov. 11:28), las casas (Isa. 32:17,18), los príncipes (Sal. 146:3), los imperios y los ejércitos (Isa. 31:1-3; 2 Rey. 18:19-24) o incluso en el templo de Jerusalén (Jer. 7:1-7). Dios, y solo Dios, es una roca inconmovible (Deut. 32:4,15,18; Sal. 18:2; 62:2; Isa. 26:4), y refugio y fortaleza que provee seguridad total (Sal. 14:6, 61:3, 73:28; 91:9). En el Sal. 119:49,50 encontramos un resumen preciso del énfasis del AT.
Un aspecto significativo de la esperanza del AT era la expectativa de Israel de la llegada de un mesías, es decir, un soberano ungido de la descendencia de David. Esta expectativa se basaba en la promesa de que Dios establecería el trono de David para siempre (2 Sam. 7:14). El mesías sería el agente de Dios para restaurar la gloria de Israel y gobernar las naciones en paz y justicia. No obstante, los sucesores de David en su mayoría fueron decepcionantes. El rumbo de la nación distaba mucho de ser el ideal. Por eso, el pueblo esperaba que en el futuro hubiera un descendiente davídico que cumpliera la promesa divina.
El NT continúa hablando de Dios como fuente y objeto de la esperanza. Pablo escribió que Dios “resucita a los muertos” y que tenemos nuestra esperanza colocada en Él (2 Cor. 1:9,10). Aún más, “esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres” (1 Tim. 4:10). Pedro les recordó a sus lectores que la fe y la esperanza de ellos estaban en Dios (1 Ped. 1:21). En el NT, al igual que en el AT, Dios es el “Dios de esperanza” (Rom. 15:13).
Para los primeros cristianos, la fe también está centrada en Cristo. A Jesús se lo llama “nuestra esperanza” (1 Tim. 1:1), y la esperanza de gloria se identifica con “Cristo en vosotros” (Col. 1:27). Las imágenes aplicadas a Dios en el AT se trasfieren a Cristo en el NT. Él es el salvador (Luc. 2:11; Hech. 13:23; Tito 1:4; 3:6), la fuente de vida (Juan 6:35), la roca sobre la cual se construye la esperanza (1 Ped. 2:4-7). Es el primero y el último (Apoc. 1:17), el manantial de luz que disipa la oscuridad y guía a Su pueblo a la eternidad (Apoc. 22:5).
Los autores del NT hablaron de Cristo como objeto y base de la esperanza por dos motivos: (1) El Mesías trajo salvación por medio de Su vida, muerte y resurrección (Luc. 24:46). Las promesas de Dios se cumplieron en Cristo, “porque todas las promesas de Dios son en él Sí” (2 Cor. 1:20). (2) Eran conscientes de la unidad entre el Padre y el Hijo. Es una unidad de naturaleza (Juan 1:1; Col. 1:19) y unidad en la obra de redención. La esperanza en el Hijo es una unidad con la esperanza en el Padre porque “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Cor. 5:19).
Un futuro de esperanza Si bien el NT afirma la suficiencia de la obra redentora de Cristo en el pasado, también espera Su regreso en el futuro para completar el propósito de Dios. Efectivamente, el principal énfasis de la esperanza en el NT se centra en la segunda venida de Cristo. La “esperanza bienaventurada” de la iglesia no es otra cosa que “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).
La seguridad de la esperanza Los cristianos viven en esperanza por dos motivos básicos. El primero se debe a lo que Dios hizo en Cristo. Es de especial importancia el énfasis del NT en la resurrección mediante la cual Jesucristo derrotó el poder del pecado y de la muerte. “Según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Ped. 1:3).
El segundo motivo es que el Espíritu Santo mora en el creyente. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom. 8:16).
Dada la seguridad de la esperanza, los cristianos viven el presente con confianza y encaran el futuro con valentía. También pueden enfrentar las pruebas de manera victoriosa porque saben que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Rom. 5:3,4). Tal perseverancia no es resignación pasiva; es la confiada resistencia frente a la oposición. Por lo tanto, en la esperanza cristiana hay una certeza que marca una diferencia cualitativa respecto de la esperanza común. La esperanza cristiana es un don de Dios. “La cual tenemos como segura y firme ancla del alma” (Heb. 6:19).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- TÉRMINO «ESCLAVO / SIERVO» $ USD
Por James A. Brooks
Persona totalmente responsable ante otra persona y dependiente de ella.
En el mundo antiguo prevalecía la esclavitud y era aceptada ampliamente. Las economías de Egipto, Grecia y Roma se basaban en el trabajo de los esclavos. En el primer siglo del cristianismo, una de cada tres personas en Italia y una de cada cinco en el resto del mundo eran esclavos. Enormes cuadrillas de esclavos trabajaban en campos y minas y en otros proyectos de construcción. Muchos eran sirvientes domésticos y del estado. Había también esclavos del templo y artesanos. A algunos se los obligaba a convertirse en gladiadores. Algunos eran muy inteligentes y tenían puestos de responsabilidad. Legalmente, un esclavo no tenía derechos; pero, exceptuando las cuadrillas, a la mayoría se los trataba humanamente y les iba mejor que a muchas personas libres. A los esclavos domésticos se los consideraba parte de la familia, y algunos eran muy amados por sus amos. Canaán, Siria, Asiria, Babilonia y Persia tenían menos esclavos porque era más económico emplear personas libres. Aun así, la esclavitud institucionalizada era inapelable. Los estoicos insistían en que los esclavos eran seres humanos y debían ser tratados como tales; las leyes de Israel los protegían de varias formas; los predicadores cristianos les recomendaban a los amos ser amables con sus esclavos, pero solo los esenios se oponían a la esclavitud.
Alguien podía convertirse en esclavo tras ser capturado durante la guerra; por no pagar una deuda; por ser incapaz de sustentarse económicamente y decidir “voluntariamente” venderse; por ser vendido de niño por padres indigentes; por nacer de padres esclavos; por haber sido condenado por delito, secuestro o piratería. La esclavitud no hacía distinción de razas ni nacionalidades.
La manumisión o liberación de esclavos era posible y habitual en tiempos romanos. Los amos solían liberar a sus esclavos en los testamentos, y a veces lo hacían en vida. Los esclavos laboriosos podían ahorrar dinero y comprar su propia libertad. En el primer siglo del cristianismo ya se había desarrollado una numerosa clase de libertos. Incluso había una sinagoga de libertos en Jerusalén (Hech. 6:9).
Antiguo Testamento
Las leyes sobre la esclavitud aparecen en Ex. 21:1-11; Lev. 25:39-55 y Deut. 15:12-18. Mayormente abordan los temas de trato humanitario y manumisión. Un hebreo vendido a otro o a un residente extranjero por causa de su insolvencia debía ser liberado después de seis años de servicio y se le debían dar provisiones para que comenzara una nueva vida. Si había llegado con esposa, ella y los hijos que tuvieran también debían ser liberados. Si el amo le había dado una esposa, ella y los niños debían quedarse. No obstante, si el esclavo prefería quedarse con su esposa y los niños antes que ser libre, podía registrarse como esclavo por el resto de su vida. Un hebreo que se había vendido a otro o a un residente extranjero debía ser liberado durante el año del jubileo. Un esclavo podía ser redimido en cualquier momento por un pariente. Una muchacha hebrea vendida por su padre a otro hebreo para que fuera su esposa debía ser liberada si ese hombre o su hijo no se casaban con ella. Un esclavo que hubiera sufrido algún tipo de lesión permanente causada por su amo debía ser liberado (Ex. 21:26,27). Un esclavo fugitivo (que presumiblemente se hubiera escapado de un amo extranjero) no debía ser extraditado (Deut. 23:15,16). Los extranjeros podían ser esclavizados en forma permanente pero tenían derecho a la circuncisión (Ex.12:44-48), al día de reposo (Ex. 20:10) y a celebrar los días festivos (Deut. 16:11,14). El que golpeaba a un esclavo hasta la muerte debía ser castigado (Ex. 21:20,21).
Nuevo Testamento
Pablo y Pedro insistían en que los esclavos cristianos fueran obedientes a sus amos (Ef. 6:5-8; Col. 3:22-25; 1 Tim. 6:1,2; 1 Ped. 2:18-21) y no procuraran la libertad solo por haberse convertido (1 Cor. 7:20-22). Se instaba a los amos a ser amables (Ef. 6:9; Col. 4:1). Se condenaba el comercio de esclavos (1 Tim. 1:10). Pablo declaró que, en Cristo, el estatus humano no tenía importancia (Gál. 3:28). Pero ni Jesús ni los apóstoles condenaron la esclavitud. ¿Por qué? Porque era una parte tan integral de la sociedad de ese tiempo que requerir su abolición habría desencadenado violencia y derramamiento de sangre. Más bien, Jesús y los apóstoles enseñaron principios de dignidad humana e igualdad que finalmente condujeron a que se aboliera.
Usos metafóricos de la esclavitud
En la mayoría de las sociedades antiguas, pocas cosas eran más despreciables que ser esclavo. Sin embargo, en Israel surgió la idea de que ser siervo o esclavo de Dios era un gran privilegio (las diversas palabras hebreas y griegas podrían traducirse indistintamente de las dos maneras). Muchos de los héroes del AT son llamados siervos (Ex. 32:13; Deut. 34:5; 2 Sam. 7:5; 2 Rey. 21:10). Los cánticos del Siervo en Isa. 42:1-4; 49:1-6; 50:4-9 y 52:13–53:12 son muy significativos. Si bien originariamente se referían a Israel, la iglesia primitiva los reinterpretó como referidos a Jesús.
Jesús adoptó el papel de siervo (Juan 13:4-5; Mar. 10:45; comp. Fil. 2:7) y señaló que Sus discípulos debían hacer lo mismo (Mat. 6:24; 10:24; 24:45,46; Luc. 17:10; Juan 13:12-16). Pablo se refirió a sí mismo como esclavo o siervo de Jesucristo (Rom. 1:1; Gál. 1:10; Fil. 1:1), al igual que Santiago (1:1), Pedro (2 Ped. 1:1) y Judas (1). Hay otros tres ejemplos del uso metafórico de la esclavitud en el NT. Se habla de una vida de pecado llamándola esclavitud (Juan 8:34; Rom. 6:6,16-20; Heb. 2:15). El legalismo es una forma de esclavitud (Gál. 4:24,25; 5:1). No obstante y paradójicamente, también hay una bendita esclavitud: la de aquellos que se hacen esclavos de la justicia (Rom. 6:16-22).
42Llamándolos junto a Él, Jesús les dijo*: «Ustedes saben que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. 43 Pero entre ustedes no es así, sino que cualquiera de ustedes que desee llegar a ser grande será su servidor, 44 y cualquiera de ustedes que desee ser el primero será siervo de todos. 45 Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida[e] en rescate por muchos».
Marcos 10:42-45
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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PARTE IV
Otros temas escatológicos
Otros temas debatidos por estudiosos de escatología incluyen (como señalamos antes) la venida de Cristo. El tema aquí es si se puede discernir que el retorno de Cristo se produce en dos segmentos o no: uno para buscar a la iglesia y otro para establecer Su reino, o si hay solo un retorno de Cristo para establecer el reino.
Otra cuestión gira en torno a la naturaleza y el número de los juicios. Al menos tres pasajes de las Escrituras enfocan el tema de los juicios finales. Primera Corintios 3:11-15 parece vislumbrar un juicio para creyentes que también se menciona en Rom. 14:10 y 2 Cor. 5:10, y se lo llama “tribunal de Cristo”. Mateo 25:31-46 registra las palabras de Jesús que aluden al juicio de “la ovejas y los cabritos”. El pasaje de Apoc. 20:11-15 ha sido llamado “el juicio del gran trono blanco” y parece centrar la atención en el juicio de los perdidos. Los amilenialistas y algunos premilenialistas tienden a creer que todos estos juicios son simplemente diferentes escenarios del juicio final de todos los hombres. Por otra parte, otros premilenialistas argumentan que hay tres juicios separados: el tribunal de Cristo que representa el juicio inmediatamente después del arrebatamiento de la iglesia previo a la tribulación. Es un juicio solo para creyentes, y tiene que ver con la entrega de recompensas. Por otra parte, el juicio de las ovejas y los cabritos de Mat. 25 es una determinación efectuada por el Señor al concluir la tribulación con respecto a quiénes entran en la era del milenio o la edad del reino. Las ovejas entran; los cabritos son excluidos. Sin embargo, el juicio del gran trono blanco tiene lugar al final de los tiempos y solo serán juzgados los incrédulos.
Hay un tema final vinculado al destino eterno. La Biblia deja suficientemente claro que aquellos que no se encuentran en el libro de la vida serán arrojados al lago de fuego o al infierno. Los justos, por el contrario, son admitidos al cielo. Hay pocos cristianos evangélicos que cuestionan la existencia del cielo o la vida eterna. Sin embargo, la posibilidad de un lugar de castigo que proporcione sufrimiento para toda la eternidad ha demostrado ser una concepción intolerable para algunos teólogos de la actualidad. Por lo tanto, teólogos tan importantes como John Stott y Clark Pinnock han argumentado que los perdidos son arrojados al infierno donde, después de un período de sufrimiento por sus pecados, son aniquilados. La mayoría de los eruditos evangélicos consideran que la aniquilación es incongruente con el testimonio de la narrativa bíblica. Aquellos que están de acuerdo señalan que, si las palabras usadas para describir el infierno no se deben tomar literalmente, entonces es difícil imaginar que las que se utilizan para describir el cielo deban ser tomadas de otra forma.
Conclusión
La escatología se ha convertido con demasiada frecuencia en un campo de batalla más que en un oasis de esperanza en el desierto de la vida. Las actitudes hacia el estudio de la escatología se extienden desde una preocupación exclusiva por tales asuntos hasta el deseo de evitar totalmente el tema al considerar que ha causado demasiadas disputas y que es excesivamente complejo. Ninguno de los enfoques parece ser suficientemente sanos. El objeto de la información que se da en la Biblia sobre la escatología pareciera ser no tanto proporcionar cada detalle sino crear esperanza y expectativa mientras la iglesia aguarda la llegada de “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo” (Tito 2:13).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- TÉRMINO «ESCATOLOGÍA» $ USD
PARTE II
Sistemas de pensamiento acerca delescatos
En ningún punto de la interpretación bíblica se vuelve tan obligatoria una proposición hermenéutica como en el estudio de los últimos tiempos. Al manejar materiales escatológicos que a menudo usan lenguaje altamente simbólico, surge la pregunta: “¿Hasta qué punto los temas abordados en el texto deben ser tomados literalmente?”, y “¿hasta qué punto deben ser tomados de manera figurativa?” Como ejemplo de este problema, los pasajes de Isaías que predicen que un lobo se echará junto a un cabrito podrían ser interpretados para una era de un reino real donde los animales viven en paz unos con otros y con los seres humanos. Por el otro lado, algunos intérpretes insisten en que esto debe tomarse figurativamente. En ese caso, el pasaje no anticiparía un cumplimiento literal sino que describiría la paz de Dios que existe en el corazón del creyente y, por esa razón, en el cosmos cuando Cristo sea honrado como rey. La controversia llega a su clímax en Apoc. 20:1-10 donde, no menos de seis veces en seis versículos, se menciona un período de tiempo de “mil años”. Estos mil años, que en la literatura teológica reciben el nombre de milenio, constituyen un período cuando a Satanás no se le permitirá engañar a las naciones por un lapso de mil años y los santos de Dios vivirán y reinarán con Cristo durante ese mismo tiempo. Si se centra en el texto con la decisión hermenéutica de que se deben entender de manera literal, entonces anticiparía un reinado de Cristo de mil años sobre la tierra al final de los tiempos. Si, por otra parte, el material se considera simplemente como “género apocalíptico judío”, se lo debe entender en forma espiritual más que literal, y el pasaje solo se convierte en otra manera de hablar sobre la soberanía definitiva de Dios y de Su reino sobre todas las cosas. La decisión básica que uno toma determina en cuál de las siguientes maneras ha de entenderse la escatología de la Biblia.
Amilenialismo
Los amilenialistas (el prefijo negativo “a” significa “no”) son aquellos que creen que la mayor parte del material escatológico de la Biblia referido al final de los tiempos no se debe entender de manera estrictamente literal. No anticipan un reinado sobre la tierra, e interpretan el reino únicamente en términos de su expresión eterna.
Posmilenialismo
Por su parte, los posmilenialistas (así llamados porque la palabra “post” significa “después”) creen que habrá sobre la tierra un reino que se consumará mediante la venida de Cristo. Por lo tanto, el regreso de Cristo es “post” (después) del milenio. Esta visión, más popular en la iglesia antes de la Segunda Guerra Mundial, considera la iglesia y su movimiento misionero como algo maravillosamente prolífico y exitoso. En consecuencia, en algún momento el reinado de Cristo se experimenta en la tierra por medio de la iglesia, y su culminación será la venida de Cristo al final del milenio.
Premilenialismo
Otra opinión popular que, por lo general, intenta comprender las Escrituras de manera más literal, entiende el retorno de Cristo a la tierra antes del milenio (de allí, el prefijo “pre”). Según esta perspectiva, el reinado sobre latierra no puede comenzar si el Rey no está presente. Por lo tanto, Cristo vuelve a la tierra, subyuga a Sus enemigos y establece un reino de justicia durante mil años.
La tribulación Tal como indicamos, Jesús habló de un tiempo futuro de tribulación sobre la tierra como nunca ha ocurrido en la historia del mundo. Este mensaje pareciera ser también la clara enseñanza de la semana 70 de Daniel, del libro de Apocalipsis y de otros textos. Uno de los temas debatidos por los teólogos, particularmente en años recientes, ha sido la relación de la iglesia con la tribulación. En este debate, solo los premilenialistas se ven obligados a evaluar, pero no los amilenialistas ni los posmilenialistas. Entre los eruditos premilenialistas hay tres perspectivas básicas y una cantidad de posiciones secundarias. Las tres más importantes se designan con los términos pretribulacionismo, tribulacionismo medio y postribulacionismo.
Pretribulacionismo
Cristo se revelará al comienzo del período de siete años de tribulación. Los muertos en Cristo volverán a la vida y todo creyente verdadero se encontrará con el Señor en el aire. Será un período de siete años donde el castigo de Dios se aplicará sobre la tierra y concluirá con el retorno de Cristo a establecer Su reino milenial. En consecuencia, Cristo viene a buscar a Su iglesia antes de la tribulación y antes del milenio para establecer Su reino.
Tribulacionismo medio
Señala que Apocalipsis divide la tribulación en dos períodos de tres años y medio cada uno. Quienes sostienen este enfoque sugieren que Cristo volverá a buscar a Su iglesia al final de la primera mitad de la tribulación. La iglesia, por lo tanto, deberá experimentar los primeros 42 meses de la tribulación, pero será rescatada de la parte más agobiante.
Postribulacionismo
(Sus defensores la denominanpremilenialismo histórico.) Esta posición argumenta que la iglesia sufre la gran tribulaciónpero no es objeto de la ira de Dios que se derrama sobre los impíos. Para ellos, en las Escrituras hay solo un regreso de Cristo, en contraposición a las dos propuestas, tanto de los pretribulacionistas como de los tribulacionistas medios. Por lo tanto, Cristo viene al final de la tribulación para llevar a la iglesia, y luego regresa inmediatamente a la tierra para establecer la era del reino.
Otras opiniones defendidas por unos pocos incluyen la idea de un arrebatamiento parcial (la opinión de que solo la iglesia vigilante será arrebatada) y un arrebatamiento pre-ira (una opinión que simplemente traslada el momento del arrebatamiento a un tiempo posterior de la tribulación de lo que sostienen los midtribulacionistas). Esta opinión, sin embargo, sigue siendo esencialmente tribulacionista media.
CONTINUARA…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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Parte II
Material escatológico en el Antiguo Testamento
El AT (y no solo el NT) es de naturaleza intensamente escatológica. Si la escatología en efecto comienza con la llegada de Cristo, todas las profecías mesiánicas son parte de la categoría de materiales escatológicos. Por ejemplo, Isa. 9:6-7, un pasaje sobre el nacimiento de Cristo se vuelve escatológico porque no solo habla de un niño (un hijo) entregado sino también de que “el principado [estará] sobre su hombro” y que “lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límites”. Otros libros del AT contienen extensos segmentos de materiales claramente escatológicos relacionados con el fin de los tiempos. Por ejemplo, Dan. 9 registra la famosa semana 70 de la profecía de Daniel. Una parte de dicha profecía parece haberse cumplido en la época de la muerte de aquel al que el pasaje se refiere como “el Príncipe”. Claramente, “Príncipe” está usado como sinónimo de Mesías (Dan. 9:25). Pero la profecía también habla de las 70 semanas destinadas no solo para “expiar la iniquidad” sino también para “traer la justicia perdurable” y “sellar la visión y la profecía” (Dan. 9:24). Una vez más, los acontecimientos parecen indicar un proceso que comienza en la encarnación y la expiación de Cristo y culmina en el cumplimiento de todas las profecías y la llegada de una justicia perdurable.
El profeta Ezequiel ostenta muchos pasajes escatológicos, pero no hay duda alguna de que a partir del cap. 36 hasta el 48 solo tiene en vista el fin de los tiempos. Estos capítulos incluyen una magnífica visión de un templo escatológico, información destacada sobre el plan de Dios para la nación judía y, en el capítulo 36, una explicación de Dios que nuevamente se relaciona con el pueblo judío después que este se endureció (Ezeq. 36:19-24). Mientras tanto, Zacarías ve que llegará el día cuando habrá una fuente abierta para la casa de David y la casa de Jerusalén para la purificación “del pecado y la inmundicia” (Zac. 13:1). Las maravillosas profecías de Isaías contienen amplios y significativos anticipos del fin de los tiempos. Por ejemplo, Isaías predijo que vendrían días “en lo postrero de los tiempos” en que todas las naciones “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces” y que no se adiestrarán más para la guerra (Isa. 2: 2,4). El mismo profeta ve un retorno de los animales a la domesticidad, un día en que “morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará” (Isa. 11:6). Anticipa, además, un día en el que la fertilidad de la tierra será restaurada y “el yermo se alegrará y florecerá como la rosa” (Isa. 35:1).
Material escatológico en el Nuevo Testamento
El NT comienza donde termina el AT. El mismo Jesús habló frecuentemente sobre el eschatos. Sus observaciones están incorporadas en lo que se conoce como el sermón sobre los últimos tiempos (Mat. 24–25) que predicó en el Monte de los Olivos, un mensaje entregado en forma sucinta en lo que ha dado en llamarse “el pequeño Apocalipsis” en Mar. 13. En esos pasajes, Jesús habla específicamente de cataclismos del fin de los tiempos y de igual devastación a lo largo del período conocido como la gran tribulación, al punto que “si aquellos días no fuesen acortados nadie sería salvo” (Mat. 24:22). Jesús anunció que los hombres lo verían volver en las nubes del cielo con poder y gran gloria (Mat. 24:30), pero que nadie sabría el día ni la hora de estos acontecimientos, excepto Su Padre Celestial (Mat. 24:36). Habló de dos personas que estarían en el campo; una de ellas sería llevada y la otra dejada (Mat. 24:40). Ilustró todo el tema de su retorno con la parábola de las vírgenes sabias y las insensatas (Mat. 25:1-13), que terminaba con una advertencia sobre estar alerta. Jesús concluyó este sermón con la reunión de todas las naciones y el juicio final de Dios para con ellas (Mat. 25:31-46).
Pablo a menudo tocaba temas escatológicos, como en 1 Cor. 15, donde explica cuidadosamente la naturaleza del cuerpo glorificado que los santos van a recibir cuando regrese el Señor. En Rom. 9–11, Pablo retoma el interrogante acerca del plan de Dios para con el pueblo judío, que él considera florecerá nuevamente en los últimos días. Habla del olivo cuyas ramas originales (los judíos) fueron cortadas, del olivo silvestre (los gentiles) que fue injertado. Anticipa, no obstante, el momento en que las ramas originales serán nuevamente injertadas (Rom. 11:17-26). Por último, habla de un “endurecimiento en parte, hasta que hayan entrado la plenitud de los gentiles”, y luego anticipa que “todo Israel será salvo” (Rom. 11:25-26).
Sumado a todos estos pasajes, el Apocalipsis de Juan es un libro escatológico casi desde el comienzo. Una visión del Cristo glorificado en el cap. 1 va seguida de mensajes a las siete iglesias históricas de Asia Menor en los caps. 2 y 3. Pero comenzando con la escena del trono en el cielo en el cap. 4, el resto del libro pareciera de orientación futurista y revela los catastróficos sucesos durante la gran tribulación, para concluir con la expectativa del juicio final (Apoc. 20: 11-15) y la revelación de los nuevos cielos y la nueva tierra en los caps. 21 y 22.
CONTINUARA…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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Por Paige Patterson
Parte I
Deriva de la combinación del griego eschatos, que significa “último”, y de logos, que significa “palabra” o “significado”. Se refiere a la doctrina bíblica de los últimos tiempos. La doctrina del fin normalmente se centra en una disquisición sobre el retorno de Cristo y el fin de los tiempos, los juicios venideros, varias concepciones del reino de los cielos y del reino de Dios, la naturaleza del cuerpo glorificado y las perspectivas de la vida eterna. Generalmente, la escatología se presenta a sí misma como una teología del futuro, yuxtapuesta tanto a la historia como a la era presente.
Este consenso general sobre la naturaleza de la escatología fue puesto en tela de juicio por C.H. Dodd y otros a comienzos del siglo XX. En una publicación de 1935, titulada Las parábolas del reino, Dodd señala pasajes del NT en los que Jesús y otros parecen hablar del reino de los cielos como si fuera algo ya presente. Juan el Bautista habló del reino de Dios como de algo que “se ha acercado” (Mat. 3:2), y el propio Jesús parece haber empleado la misma terminología (Mat. 10:7). Más concretamente, Jesús declaró que “si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mat. 12:28). En Luc. 17:20 y en los versículos siguientes, Jesús otra vez parece insistir en que el reino de Dios está entre los discípulos. La conclusión de Dodd es que Jesús creía que Él traía el reino en Su persona. A la luz de su teoría, Dodd reinterpretó pasajes a los que siempre se les había dado un enfoque futurista. Estos se conocieron como escatología realizada, lo que daba a entender que el cumplimiento de todas las anticipaciones del fin se confirmaba en Cristo.
Sin embargo, los críticos de Dodd respondieron señalando que usaba inadecuadamente textos como Mat. 6:10 donde el mismo Jesús les enseña a sus discípulos a orar “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Además, Jesús dijo que el evangelio del reino sería predicado a todo el mundo para testimonio de todas las naciones, “y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). Jesús parece hacer alusión también a un tiempo futuro cuando habla de pueblos que vendrán del este, del oeste, del norte y del sur, “y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Luc. 13:28- 29). Pablo parece estar hablando de acciones futuras cuando dice: “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:24-25).
Este debate, que en un primer momento parecía ser simplemente otro debate entre eruditos, es importante porque produjo un nuevo énfasis en la escatología neotestamentaria como de “ya; y no todavía”. En otras palabras, Jesús sí parece indicar que, en algún sentido claramente entendible, el reino de Dios vino con la llegada del Mesías. Aun así, hay otros aspectos en los que el reino no llega en su expresión definitiva sino hasta el fin de los tiempos. Por lo tanto, se puede llegar a la conclusión de que el estudio de escatología comienza con la encarnación de Cristo y no termina hasta la cristalización de acontecimientos asociados con Su retorno.
En este sentido, hablar del retorno o del regreso de Cristo técnicamente es más apropiado que referirse a Su segunda venida. Hay dos razones. Primero, solo una vez la Biblia sugiere la expresión “segunda venida”. El autor de Hebreos dice que “Cristo […] aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con el pecado, sino para traer salvación a quienes lo esperan” (Heb. 9:28 NVI). Las otras referencias en el NT simplemente hablan de Su venida o Su presencia entre nosotros. La segunda razón para ser cautelosos es que en el AT en verdad parece haber teofanías o más exactamente cristofanías (apariciones de Cristo). Si este es el caso, hablar de Su encarnación sería entonces la terminología apropiada para el comienzo del eschatos, y referirse a Su retorno sería la mejor manera de pensar en el cumplimiento de toda la profecía.
CONTINUARA…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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