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- La fiabilidad histórica del Nuevo Testamento $ USD
Por Craig L. Blomberg
El Nuevo Testamento (NT) contiene cuatro biografías de Jesús (los Evangelios), un libro sobre la historia de la Iglesia primitiva (Hechos), veintiuna cartas (de Romanos a Judas) y Apocalipsis. Aunque las cartas y Apocalipsis aluden a sucesos históricos, los Evangelios y Hechos constituyen la narración de simples acontecimientos de la historia. En especial sobre estos libros del NT cabe preguntar: «¿Son históricamente confiables?». Existen doce pruebas que convergen para sugerir de manera enfática que la respuesta debe ser «sí».
Primera: tenemos 5700 manuscritos griegos que contienen, en su totalidad o en parte, el NT. Al examinar estos manuscritos, podemos reconstruir el 99 % del texto original más allá de cualquier duda razonable. También descubrimos que ninguna doctrina moral cristiana depende exclusivamente de algún pasaje dudoso. Estos hechos no prueban que el NT sea verdad, pero implican que podemos conocer lo que escribieron los autores originales. Sin esta seguridad, la cuestión de su fiabilidad histórica carecería de sentido.
Segunda: los autores de los Evangelios y Hechos estuvieron en excelentes condiciones de transmitir información confiable. Mateo y Juan estuvieron entre los doce discípulos que el propio Jesús escogió, Marcos fue un colaborador cercano de Pedro, y Lucas (quien además escribió Hechos) viajó extensamente con Pablo. Incluso los eruditos críticos que dudan de las atribuciones tradicionales de autoría están de acuerdo en que estos cinco libros fueron escritos por seguidores de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, lo que todavía los pondría en condiciones de narrar los hechos con precisión.
Tercera: casi con seguridad, estos cinco libros fueron escritos en el siglo I, en un intervalo de unos 50 o 60 años desde la muerte de Jesús (seguramente hacia el 30 d.C.). Los eruditos conservadores suelen datar Mateo, Marcos y Lucas-Hechos en los años 60, y Juan en los 80 o 90. Los liberales sugieren fechas ligeramente posteriores y sitúan normalmente a Marcos en los 60 o 70, a Mateo y Lucas-Hechos en los 80, y a Juan en los 90. Incluso aprobando fechas más tardías, la cantidad de tiempo que separa los hechos históricos de la redacción de los cinco libros es sumamente corta si se compara con los relatos históricos y biográficos más antiguos, donde la distancia entre los acontecimientos y su narración puede ser de muchos siglos.
Cuarta: los antiguos judíos y griegos cultivaron meticulosamente el arte de la memorización, confiando a la memoria complejas tradiciones orales. Antes de que se compilaran los Evangelios o cualquier otra fuente escrita sobre Jesús, Sus seguidores ya transmitían cuidadosamente de boca en boca el relato de Sus enseñanzas y obras milagrosas. Esto mantuvo vivo el recuerdo de los acontecimientos históricos hasta que fueron puestos por escrito.
Quinta: los antiguos métodos de memorización y transmisión de las tradiciones sagradas permitían cierto grado de libertad al volver a relatar las historias. Los guardianes de la tradición podían abreviar, parafrasear, priorizar y comentar sobre el asunto tratado mientras permanecieran fieles a la esencia del significado de sus relatos. Esto explica en gran medida tanto las similitudes como las diferencias entre los cuatro Evangelios. Los cuatro autores fueron fieles a la esencia de la vida de Jesús; sin embargo, ejercieron un grado de libertad razonable al dar a los relatos la forma que creyeron adecuada.
Sexta: que los autores tuviesen motivaciones ideológicas o teológicas diferenciadas no significa que distorsionaran la historia, como suele alegarse. A menudo, el ideal que promueve un historiador o biógrafo le impone que relate los hechos en forma precisa, ya que sabe que su causa se verá socavada si alguien puede acusarlo de parcial o tendencioso. Los primeros cristianos tuvieron la difícil tarea de proclamar a un Mesías crucificado y Su resurrección corporal. Si hubiesen sido conocidos por adulterar en alguna medida significativa los detalles de sus relatos, su movimiento habría sido silenciado desde el principio.
Séptima: el prólogo de Lucas (Lc. 1:1-4) guarda un estrecho paralelo en forma y contenido con otras obras de historiadores y biógrafos generalmente fiables de la antigüedad, entre los cuales se destacan Josefo, Heródoto y Tucídides. Sin duda, los autores de los Evangelios creían que estaban escribiendo obras históricamente precisas, y no ficción ni relatos embellecidos.
Octava: los así llamados «dichos duros» de Jesús son prueba de su autenticidad. Si los autores de los Evangelios se hubieran sentido autorizados a distorsionar las palabras originales de Jesús para hacer el cristianismo más atractivo, ¿por qué habrían preservado sin modificar Sus enseñanzas embarazosas y difíciles de interpretar sobre aborrecer a los miembros de la familia (Lc. 14:26) o aquellas en que confiesa no saber cuándo volverá (Mr. 13:32)? Al dejar incólumes estas enseñanzas, proporcionaron una prueba de su fidelidad al narrar los hechos tal como sucedieron.
Novena: que el NT no registre a Jesús hablando de muchos de los asuntos que se suscitaron tras Su vida terrenal, durante la época de la Iglesia primitiva, prueba su precisión histórica. Por ejemplo, los cristianos primitivos estaban divididos sobre cómo se aplicaban las leyes de Moisés a los gentiles convertidos o incluso si debían aplicarse (Hch. 15). La forma más sencilla de terminar con la controversia habría sido citar las enseñanzas de Jesús sobre el tema, pero los Evangelios no registran tales enseñanzas. Este silencio sugiere que los autores de los Evangelios no se sentían autorizados a adecuar los hechos históricos a su conveniencia, poniendo en boca de Jesús enseñanzas que habrían podido solucionar las controversias de la Iglesia primitiva.
Décima: el testimonio de los escritores no cristianos apoya los detalles de los Evangelios y Hechos. Cerca de una docena de escritores judíos, griegos y romanos mencionan a Jesús. Considerados en conjunto, sus escritos confirman los detalles básicos de Su vida. Muchos de los nombres de personas y lugares, así como los logros de los líderes políticos y religiosos del siglo I, se encuentran atestiguados en otros escritos de la época. Undécima: la arqueología confirma con regularidad detalles geográficos y topográficos, o costumbres, artefactos, edificios, tumbas, inscripciones y grafitis que se mencionan en el NT, sobre todo en los Evangelios y Hechos.
Duodécima: las porciones del NT que fueron escritas antes de que los Evangelios y Hechos estuvieran terminados confirman la historicidad de estos cinco libros. Por ejemplo, Pablo, Jacobo y Pedro, en las cartas que escribieron antes de que se escribiesen los Evangelios, dan muchas señales de estar citando o aludiendo a enseñanzas y hechos de Jesús. Estas citas y alusiones concuerdan con lo que encontramos en los Evangelios, lo que indica que están en sintonía con los escritos más antiguos sobre Jesús: las epístolas del NT. A su vez, estos primeros escritos dependían de tradiciones orales autoritativas que fueron transmitidas por testigos oculares de la vida de Jesús. Pablo lo expresa en 1 Corintios 15:3-8, donde enumera las creencias que «recibió» de estos testigos oculares cuando se convirtió al cristianismo menos de dos años después de la muerte y resurrección de Jesús. ¡No estaba relatando leyendas tardías que se habían desarrollado lentamente.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Guzz Alkala, en Unsplash
- La resurrección de Jesús como hecho histórico $ USD
Por Gary R. Habermas
En años recientes, los estudios sobre la resurrección de Jesús han dado un giro sorprendentemente positivo. Esto no significa que los eruditos de la crítica contemporánea ahora acepten la exactitud de las declaraciones de la Escritura. Sin embargo, hay una nueva actitud de respeto hacia algunas de las informaciones contenidas en el NT. Mencionaremos algunas de las áreas clave que han llevado a ese desarrollo y analizaremos su trascendencia.
Tradiciones primitivas incorporadas a los escritos del Nuevo Testamento
Podría decirse que la novedad más interesante de las últimas décadas es el reconocimiento casi unánime por parte de los eruditos de que el NT contiene muchos elementos anteriores al libro en que aparecen. Esto significa que los autores del NT usaron con frecuencia fuentes previas, como, por ejemplo, tradiciones, credos o confesiones que habían recibido de terceros. Algunos ejemplos incluyen declaraciones fiables de otras personas (1 Co. 11:23-26; 15:3 y ss.), repetición de palabras de lo que parece ser un primitivo himno cristiano (Fil. 2:6-11) y resúmenes de predicaciones antiguas (como en Hch. 1:21-22; 2:22-36; 3:13-16). Estas fuentes tuvieron diferentes aplicaciones: llevar un registro confiable, divulgar una doctrina o realizar una función litúrgica, como la adoración.
Por supuesto, solo porque los autores del NT dijeran haber recibido información de fuentes fiables no lo hace cierto. Pero existe un consenso creciente entre la erudición crítica, en cuanto a que estas tradiciones indican ampliamente que los materiales eran dignos de confianza. En el caso de las tradiciones relacionadas con la resurrección, una parte fundamental de los datos se obtuvo de conocidos líderes de la Iglesia que presenciaron los hechos, cuyas vidas dependían de la veracidad de sus informes.
Los informes de los Evangelios
Algunos autores del NT declaran haber sido testigos de los sucesos que narran (Jn. 19:35; Gá. 1:20; 1 Jn. 1:1-3) o haber verificado las fuentes existentes en busca de información relevante (Lc. 1:1-4). Una vez más, los eruditos críticos no aceptan plenamente estos testimonios, pero existe una convicción creciente en los últimos años que apunta a un veredicto positivo. El mejor ejemplo de la crítica es el influyente erudito Richard Bauckham, cuya obra Jesús y los testigos oculares (Eerdmans, 2006) aplica una asombrosa gama de pruebas e imparcialidades a los Evangelios. Los eruditos están cada vez más convencidos de que las pruebas específicas, generalmente conocidas como «criterios», confirman la credibilidad de muchos de los informes individuales de los Evangelios. Por ejemplo, dichas pruebas enfatizan el material que ha recibido el testimonio de varias fuentes, que no se parece a otra literatura judía o cristiana, incluye un trasfondo palestino o arameo, tiene el reconocimiento incluso de enemigos antiguos del cristianismo o contiene elementos vergonzosos.
La prueba de fuego
Por diversas razones, virtualmente todos los eruditos, sin importar cuán inclinados estén al escepticismo, coinciden en que 1 Corintios y Gálatas están entre los primeros escritos autoritativos cristianos redactados por el apóstol Pablo. En 1 Corintios 15:3-7, Pablo presenta la tradición tal vez más antigua de todas, recibida probablemente de los apóstoles Pedro y Jacobo, el hermano de Jesús, cuando los visitó en Jerusalén hacia el 35 d.C., apenas cinco o seis años después de la crucifixión (Gá. 1:18-24). Pablo interrogó a estos dos testigos (gr. historēo, 1:18) y, en el contexto de este capítulo, discute el mensaje del evangelio, el cual sin duda incluía la proclamación de que Jesús había resucitado literalmente de entre los muertos (Ro. 10:9; 1 Co. 15:3-5).
Catorce años después, Pablo volvió a Jerusalén para debatir el evangelio una vez más con los apóstoles Pedro, Jacobo y Juan, y determinar si todos sostenían el mismo mensaje central en cuanto a la resurrección de Cristo (Gá. 2:2). Ninguno añadió nada al mensaje de Pablo (Gá. 2:6), sino que estuvieron de acuerdo con él (Gá. 2:9).
Es fácil perder de vista la trascendencia de la tradición anterior a Pablo que contiene 1 Corintios 15:3-7. Como él mismo dijo a menudo, se trataba de la proclamación más sagrada del cristianismo, el evangelio centrado en la deidad, la muerte y la resurrección de Jesucristo (Ro. 1:3-4; 10:9-13). Por esta razón, Pablo introdujo esta tradición en cuanto al credo afirmando que este mensaje era de máxima importancia (1 Co. 15:3). No había nada más central que la resurrección de Cristo. En realidad, que seamos o no cristianos depende de nuestra respuesta a esta cuestión (1 Co. 15:1-2).
Cuando estudiamos historia, intentamos descubrir qué ocurrió en el pasado. Como los sucesos históricos no pueden repetirse, el mejor método para estudiarlos es analizar las experiencias de quienes estuvieron presentes cuando sucedieron los hechos. Por eso, Pablo entrevistó a los que habían conocido personalmente a Jesús, y tenía un interés especial en aprender de aquellos a quienes se les había aparecido después de Su muerte (1 Co. 15:9-11). Pablo también había visto personalmente a Jesús resucitado, pero Su manifestación al apóstol tuvo características que la hacían peculiar (1 Co. 15:8), así que, al viajar más de una vez a Jerusalén, tuvo oportunidad de conversar con los demás apóstoles respecto a las experiencias de ellos con el Cristo resucitado.
Pablo no solo discutió el asunto con dos de los testigos oculares originales de estos sucesos, Pedro y Jacobo, sino que además lo hizo casi inmediatamente después que ocurrieran los hechos. Su primer viaje a Jerusalén tuvo lugar apenas cinco años después de la crucifixión. En su segunda visita, Juan también estaba presente. Estos tres eran los líderes más influyentes de la Iglesia primitiva, y sus recuerdos aún estaban frescos cuando Pablo habló con ellos.
Aunque Pablo escuchó estos testimonios de primera mano tan solo unos años después de la muerte de Jesús, es evidente que Pedro, Jacobo y Juan experimentaron las apariciones en una fecha aún más temprana. Así pues, tenemos una cadena ininterrumpida que va desde los tempranos testimonios de testigos oculares recibidos por Pablo hasta los propios sucesos históricos.
Aunque los testigos pueden equivocarse, existen indicios adicionales que apuntan a la veracidad de su testimonio sobre la resurrección. Por ejemplo, es sabido que los primeros creyentes estaban más que dispuestos a morir por su proclamación. Aunque esto no hace que los hechos sean necesariamente verdad, indica que estaban convencidos de que su testimonio era verdadero y preferían ser ejecutados antes que negar lo que sabían que era cierto en cuanto a la resurrección. Es importante notar que ellos eran los únicos en posición de juzgar si su testimonio era exacto o no, y que persistieron en dar testimonio de la resurrección hasta el mismo día de su muerte. No existe ninguna hipótesis que haya podido explicar en forma convincente el testimonio de la resurrección en términos naturales. A lo largo de los siglos, los críticos lo han intentado a menudo, pero hoy solamente algunos eruditos siguen sugiriendo soluciones de ese tipo. Las pruebas en cuanto a las apariciones del Jesús resucitado son defendibles y sumamente convincentes, ¡y son la mejor señal de que los creyentes en Cristo también resucitaremos en el futuro! (1 Co. 15:53-57; 2 Co. 4:14-18; 1 P. 1:3-9).
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por (Fr. Daniel Ciucci) en Unsplash
- HISTORIA: ARQUEOLOGÍA Y ESTUDIOS BÍBLICOS $ USD
Por J. Kenneth Eakins, Jack P. Lewis, Charles W.
Draper y E. Ray ClendenenParte IV
Arqueología y cultura antigua Un vasto abismo separa las culturas del día de hoy, especialmente las del hemisferio occidental, de las del período bíblico. Una de las grandes contribuciones de la arqueología está en su habilidad para destruir las barreras del tiempo y la cultura a fin de trasladar al lector de la Biblia al contexto antiguo, proveyendo una comprensión renovada y un conocimiento mayor de las Escrituras.
La lista de objetos bíblicos que se han hallado en excavaciones es muy extensa, y nos permite saber exactamente qué significa una palabra. Se incluye todo tipo de ejemplos de pesos y medidas, puntas de arado, armas, herramientas, joyas, jarras de barro, sellos y monedas. El arte antiguo describe los estilos de ropa, armas, modalidades de transporte, metodologías de guerra y estilos de vida. Las tumbas excavadas muestran las costumbres de los funerales donde se reflejan las creencias sobre la vida y la muerte. La tumba de Beni Hasán en Egipto, de alrededor del 1900 a.C., muestra cómo se vestían los semitas que iban a Egipto. Es el enfoque más cercano sobre el aspecto que pudieron haber tenido los patriarcas y aleja a los estudiantes de la analogía beduina anterior.
La arqueología aporta gran conocimiento de la cultura de las naciones vecinas a Israel: cananeos, egipcios, heteos, filisteos, moabitas, asirios, arameos, babilonios y persas. Los hallazgos revelan cuáles eran los dioses que adoraban, el comercio, las guerras y los tratados.
Las tablillas de Ugarit proveen una gran fuente de información fundamental acerca de la fe y la práctica cananea. Presentan un cuadro bastante claro de cómo era la vida en la tierra donde se establecieron los israelitas.
Los textos ugaríticos revelan el panteón cananeo con las prácticas de adoración de estos pueblos contra las cuales lucharon los profetas hebreos como Elías, Eliseo y Oseas. La inscripción Kuntillet Ajrud, que habla de “Yahvéh y su Asera” (la contraparte femenina) revela el sincretismo en que se hundió Israel, y confirma la denuncia de los profetas de Judá e Israel en relación con tales prácticas.
Génesis 15:1-6 indica que Abraham y Sara habían convertido en su heredero oficial a Eliezer, un miembro del personal de servicio de la familia. Es probable que lo hayan adoptado como heredero en respuesta a la prolongada tardanza del nacimiento del hijo prometido. Poco después, como se registra en Gén. 16:1-16, Sara avanzó más al tener un hijo por poder. Ante su insistencia, Abraham tuvo un hijo de la sierva egipcia Agar a quien llamó Ismael. ¿Qué lo indujo a estas acciones? En la antigua ciudad mesopotámica de Nuzi, al noroeste de la región, se hallaron tablas de barro que arrojan luz a esta pregunta. Las tablillas provienen de una época correspondiente a unos siglos después de Abraham pero contienen un registro de las costumbres que se practicaron durante un período de tiempo extenso. Estas tablas revelan que tanto la adopción de un hijo como el nacimiento por poder eran prácticas comunes para una pareja estéril. Se promulgaban reglas detalladas a fin de salvaguardar los derechos de todas las partes. Las raíces de Abraham estaban en Mesopotamia (Gén. 11:27-32) y es probable que haya conocido estas costumbres. Pareciera que Abraham y Sara siguieron las normas culturales aceptadas en aquella época.
Génesis 15:7-21 deja perplejo al lector moderno. El pasaje es difícil de entender. La recuperación de numerosas tablillas de barro de la ciudad de Mari, al norte de la Mesopotamia, ha arrojado por lo menos en forma parcial algo de luz sobre este pasaje. Las tablas son del siglo XVIII a.C. Indican que la ceremonia que se utilizaba en aquel tiempo para sellar un acuerdo o un pacto incluía cortar un asno por la mitad. Luego las personas que participaban en el contrato caminaban entre las partes divididas del animal. Se observa que Dios le dio instrucciones a Abraham sobre una ceremonia seguramente conocida por el patriarca. Dios se encontró con Abraham dentro del contexto cultural. Es interesante observar que cuando la gente de un período antiguotestamentario posterior hacía un pacto, decía en idioma hebreo que había “cortado un pacto”.
Nuevo Testamento La arqueología confirma en muchos puntos el relato neotestamentario de los sucesos y de la cultura del mundo greco-romano del siglo I en Palestina y en otros lugares. Esto incluye evidencias en relación con las costumbres de las sepulturas, la crucifixión, la adoración en las sinagogas y la identidad de varios gobernantes. El NT presenta correctamente a Herodes el Grande como un rey malvado y cruel (Mat. 2:1-23). Se dan pocos detalles sobre su vida. Actualmente existe un cuadro más completo de este complejo hombre mediante los escritos de Josefo, historiador judío del siglo I, y la tarea de los arqueólogos. Herodes fue uno de los constructores más grandiosos del mundo antiguo. Una persona que visite Tierra Santa puede ver actualmente varias ruinas del programa de edificación de Herodes. Entre estas están la plataforma del templo de Jerusalén, la ciudad portuaria de Cesarea, el poderoso fuerte de Masada, las sorprendentes ruinas de Samaria y el Herodión, el palacio fortaleza donde Herodes fue sepultado. Estos lugares, junto a muchos otros que excavaron los arqueólogos, nos recuerdan que el mundo en que vivió Jesús continuaba estando en gran medida dominado por Herodes, no solo a través del gobierno de su hijo sino también mediante los monumentos de piedra que había dejado. Actualmente permanece en Jerusalén la plataforma de 14 has (35 acres) donde Herodes edificó su templo; y partes de la torre de David en la Ciudadela son herodianas. Se han hallado piedras con inscripciones que advierten a los gentiles no entraren el atrio–patio de Israel.
Nunca se pudo demostrar que fueran genuinas algunas supuestas reliquias de figuras del NT. Las declaraciones en cuanto a haber encontrado la casa de Pedro en Capernaum y su tumba en Roma están basadas en suposiciones piadosas. Los peregrinos han viajado a Palestina desde el siglo II, época en que Melito de Sardis fue “a ver los lugares”.
Muchos dejaron registros de lo que se les mostró, pero los sitios que ellos declaran como los lugares del nacimiento, el bautismo y la sepultura de Jesús solo se pueden establecer sobre la base del anhelo de venerarlos.
La mayoría de las ciudades paulinas y del Apocalipsis se han ubicado y muchas se han excavado. Corinto ha proporcionado la inscripción “sinagoga de los hebreos” y la relacionada con Erasto, que colocó el enlosado y se hizo cargo de los gastos (comp. Rom. 16:23). Existen documentos en papiros provenientes de Egipto que contienen invitaciones a comidas paganas y son buenas ilustraciones del problema que enfrentaban los corintios al ser invitados a participar de una reunión donde había comida que se había ofrecido a los ídolos.
Descubrimientos arqueológicos recientes A fines del siglo XX tuvieron lugar algunos descubrimientos arqueológicos de importancia que favorecen nuestra comprensión de la Biblia. El descubrimiento y la excavación de la ciudad de Séforis, localidad romana cosmopolita que se puede ver desde Nazaret, cambió el concepto de que Galilea era una región estrictamente rural y nada sofisticada. Un bote pesquero que data del siglo I d.C. y similar al que utilizaban los discípulos de Jesús se halló intacto bajo el lecho del Mar de Galilea. En Jerusalén se encontró un osario (urna) de piedra con el nombre del sumo sacerdote Caifás y que contenía sus huesos. Se recuperaron dos amuletos de plata pequeños que tienen una cita del libro de Números que superan en antigüedad por varios siglos a cualquier otra porción que haya sobrevivido de las Escrituras. Se han hallado pequeñas medallas de barro con la impresión de los sellos personales de Baruc, escriba de Jerusalén, y de los reyes de Judá Acaz y Ezequías. Se ha corroborado la autenticidad de una granada esculpida en marfil que se usó como parte superior de un cayado y que tenía una inscripción que decía pertenecer al servicio del templo de Salomón. Evaluaciones recientes de las excavaciones en Jericó demuestran que el relato bíblico de la caída del muro de la ciudad es preciso en muchos de sus detalles. Dos inscripciones incluyen el término “Casa de David”, una descubierta en 1993 en Tel Dan y la otra, la Estela de Mesa, que se descubrió en 1868 pero que solo se tradujo y se publicó en 1994. Estas son las únicas menciones extrabíblicas del gran rey.
Conclusiones Podemos esperar que surjan más descubrimientos significativos a medida que los arqueólogos continúen su labor en las tierras donde tuvieron lugar los acontecimientos bíblicos. Aunque a muchos arqueólogos les disgusta la idea de que la arqueología pueda demostrar la veracidad de la Biblia, aun así en muchos casos los descubrimientos han confirmado los relatos bíblicos. La función principal de la arqueología es la iluminación de las culturas pasadas. El gran abismo de tiempo, idioma y cultura entre nuestro tiempo y las épocas bíblicas hace que el conocimiento de los descubrimientos arqueológicos sea esencial para una comprensión acabada de las Sagradas Escrituras.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto de Robert Bye Media /Unsplash
- HISTORIA: ARQUEOLOGÍA Y ESTUDIOS BÍBLICOS $ USD
Por J. Kenneth Eakins, Jack P. Lewis, Charles W.
Draper y E. Ray ClendenenParte III
Arqueología e historia bíblica Informes egipcios tales como “El Relato de Sinuhé” muestran qué concepto tenía Palestina para los egipcios alrededor de la época de Abraham. Las tablas de Tell Amarna descubiertas por una campesina son cartas de gobernantes palestinos dirigidas a los faraones reinantes, pero demuestran la condición inestable de Palestina antes de la conquista israelita, lo cual permitió que Israel conquistara al enemigo uno tras otro.
El faraón egipcio Mernepta (1213–1204 a.C.) invadió Siria-Palestina durante su breve reinado. Un monumento que se encontró en su cámara mortuoria en Tebas contiene un registro de esta aventura e incluye la referencia más antigua a Israel fuera de la Biblia. Mernepta declaró haberlos destruido complemente. Es evidencia clara de que los israelitas estaban en la tierra de Canaán antes del siglo XIII a.C.
El descubrimiento del Código de Hammurabien Susa en 1901 con su preámbulo de 282 leyes abrió el camino a comparaciones interesantes con las leyes de Israel. Actualmente los arqueólogos cuentan con cinco códigos legales con escritura cuneiforme previos a la época de Moisés: los de Ur-Nammu, Eshnunna, Lipit-Ishtar, Hammurabi y de los hititas (heteos). Las leyes de Asiria Media son levemente posteriores. Se pueden efectuar comparaciones interesantes entre estas leyes y las de Moisés. Los contrastes incluyen la cantidad de acciones por las cuales el acusado está sujeto al sufrimiento (Núm. 5) y los castigos de mutilación (Deut. 25:12). Si bien estos códigos tienen tanto similitudes como diferencias con las leyes de Moisés, no se puede establecer ninguna afirmación en cuanto a que estas últimas se tomaron como base para desarrollarlos. Las diversas clases de mutilación del cuerpo que prescribe Hammurabi están ausentes en las leyes de Israel, como también sucede con las flagelaciones ilimitadas.
Interesantes conceptos paralelos correspondientes al período general de Jueces y Reyes incluyen la costumbre egipcia de contar las víctimas de una campaña militar a partir de las pilas de manos cortadas (comp. Jue. 8:6), el sacar un ojo (1 Sam. 11:1- 11), o ambos ojos (2 Rey. 25:7) y la descripción en un marfil de Meguido (como así también en un papiro egipcio) de hombres circuncidados en los que uno de ellos relata su sufrimiento.
Después de la muerte de Salomón (aprox. 922 a.C.), el reino hebreo se dividió en dos, el Reino del Norte (Israel) y el Reino del Sur (Judá). En consecuencia, una nación poderosa se convirtió en dos naciones, y el gobernante egipcio Sisac aprovechó la situación para invadir la tierra alrededor del 918 a.C. (1 Rey. 14:25-28). El relato bíblico es breve y cuenta solamente acerca del ataque a Jerusalén. No obstante, Sisac registró sus proezas sobre un muro del templo del dios Amún en Karnak, Egipto. Declara haber capturado más de 150 ciudades de Palestina, incluyendo lugares del Reino del Norte. Es probable que esta invasión haya sido un golpe más importante para los reinos hebreos de lo que se evidencia en el breve relato de 1 Reyes. El registro egipcio, que tal vez haya sido exagerado en cierta medida, sumado también a la evidencia arqueológica sugiere que varias de las ciudades que se mencionan fueron realmente destruidas alrededor de aquella época. Es un ejemplo de la ayuda arqueológica que provee un contexto histórico más amplio que enriquece el estudio de las Escrituras.
Mesa, rey de Moab, colocó sobre la “piedra moabita” el relato de su servidumbre a los reyes israelitas y de su esfuerzo por liberarse; esto pareciera un paralelo de la narración de 2 Rey. 3. En esta piedra se enumeran los nombres de Omri, de Mesa, del Señor, de Quemos y de numerosas ciudades palestinas. Se ilustra la política de cherem, mediante la cual un lugar se dedicaba totalmente a una deidad, tal como había sucedido anteriormente en Jericó (Jos. 6:21). Otros registros incrementan nuestro conocimiento de personajes bíblicos. Tales son los registros de la participación de Acab en la batalla de Qarqar en el 853 a.C. que aparecen en un monumento erigido por Salmanasar III, y del tributo de Jehú a este mismo rey que se registra en el obelisco negro que actualmente se encuentra en el Museo Británico. Ninguno de estos episodios se menciona en la Biblia.
Omri fue monarca del Reino del Norte alrededor del 876–869 a.C. Durante su corto reinado trasladó la capital desde Tirsa hasta la ciudad de Samaria, que había sido recientemente edificada. Fue un rey malvado y la Biblia le dedica poco espacio (1 Rey. 16:15-28). Sin embargo, las naciones circundantes consideraban a Omri un gobernante muy poderoso y capaz. Fue tal la impresión que produjo sobre los asirios que por más de cien años los registros de estas naciones continúan refiriéndose a Israel como “la Casa de Omri”, aun después de que su dinastía ya no gobernaba. Esto nos recuerda que, desde una perspectiva bíblica, la fidelidad a Dios es mucho más importante que la capacidad para la guerra y el gobierno.
Los registros asirios proporcionan información acerca de Tiglat-pileser, Sargón, Senaquerib y Asurbanipal, importantes para el AT. También mencionan a los reyes de Israel y de Judá, y hacen una crónica del intercambio de los últimos reyes de Israel y del exilio de Samaria. Hasta el momento en que Emil Botta realizó excavaciones del palacio de Sargón, este rey solo se conocía a través de la Biblia. Sargón registró su propia invasión a Asdod (Isa. 20) y allí se encontró un fragmento de una esquela. Senaquerib describió en su palacio la toma de Laquis por su parte, y en un cilindro relató la manera en que hizo poner de rodillas a Ezequías. Se cree que un túnel hallado en Jerusalén fue construido por Ezequías en aquella época. Su inscripción cuenta acerca de la excavación que hubo que realizar para construir dicho túnel. Un registro narra que Senaquerib fue asesinado por su hijo. Los babilonios narraron sobre la caída de Nínive, la batalla de Carquemis y la captura de Jerusalén en un informe que establece como fecha el 15/16 de marzo del 597 a.C.
El movimiento profético es uno de los rasgos más distintivos de la vida del AT. Una investigación de antecedentes se ha centrado en Ebla, lugar donde se informa la aparición del equivalente de la palabra hebrea. Más de 20 textos de Mari en el Éufrates registran figuras similares a las proféticas, que tienen visiones y mensajes verbales entregados a los jefes de estado. La historia del siglo XI de la misión de Wen-Amon a Biblos continúa siendo el ejemplo clásico de comportamiento extático. La inscripción de Zakir del siglo XVIII en Afis, Siria, presenta a la deidad Bacal-shemán mientras habla a través de sus videntes (chozim). La excavación de Tell Deir Alla suministró los textos de Balaam en arameo del siglo VI, el primer texto profético fuera del AT (comp. Núm. 22–24). Aun en esa fecha, este “vidente de Dios” se reverenciaba en ciertos lugares. Ninguna de estas regiones posee una literatura profética comparable a la de los escritos proféticos.
La descripción que hace Nahum de la caída de Nínive se puede comprender mejor mediante un estudio de la descripción de las guerras antiguas registrada en los monumentos asirios. En estos se representan los ataques a ciudades, el cargamento de los carros de guerra y el exilio del pueblo. Nahum 3:8 compara la fecha de Nínive con la de Tebas. Los registros asirios también describen la toma de una ciudad egipcia más una descripción de la captura de Tebas.
La conmovedora declaración de Jeremías 34:6- 7 acerca de que el ejército babilónico había capturado todas las ciudades fortificadas de Judá con excepción de Jerusalén, Laquis y Azeca se destaca por medio de un grupo de 21 óstraca que los arqueólogos descubrieron en Laquis. Estas óstraca son borradores de una carta que el comandante hebreo de la ciudad condenada de Laquis estaba preparando para enviarle a un alto oficial de Jerusalén. Entre otras cosas escribió que ya no se recibían señales desde Azeca. Aparentemente estaba escribiendo poco después de la época de Jer. 34. En ese momento solo había dos naciones importantes que estaban resistiendo la arremetida babilónica, ya que Azeca había caído.
El destino del pueblo israelita en el exilio se ilustra en una lista de raciones para Yaukin (Joacim) y sus hijos que se halló en excavaciones en la Puerta de Ishtar de Babilonia. Registros bancarios hallados en Nipur muestran que había personas con nombres judíos que realizaban negocios allí durante el exilio. Aunque hasta ahora no se conoce ningún texto que denomine específicamente a Belsasar como rey, esta figura que en un tiempo solo se conocía a través de la Biblia, aparece varias veces en algunos textos. El regreso del exilio se produjo mediante un decreto de Ciro. El cilindro de Ciro, que actualmente se encuentra en el Museo Británico, no menciona ni a los judíos ni a su templo; no obstante, deja en claro que dicho proyecto estaba de acuerdo con la política general de Ciro. Los papiros que se hallaron en la isla Elefantina en Egipto, que datan de alrededor de la época de Nehemías, muestran la condición de los judíos en esa región pero también permiten establecer la fecha de la tarea de Nehemías. Se menciona a los hijos de Sambalat, y estos documentos junto a los papiros samaritanos que se encontraron en una cueva al noroeste de Jericó dan evidencia de que hubo una serie de personajes con este nombre.
ARTÍCULO CONTINUARÁ…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto de Robert Bye Media /Unsplash
- HISTORIA: ARQUEOLOGÍA Y ESTUDIOS BÍBLICOS $ USD
Por J. Kenneth Eakins, Jack P. Lewis, Charles W.
Draper y E. Ray ClendenenParte II
Contribuciones de la arqueología al estudio bíblico El propósito fundamental de la arqueología no es demostrar que la Biblia es verdadera, aunque sirve para afirmar la veracidad de la descripción bíblica del mundo antiguo. La arqueología sirve especialmente para favorecer nuestra comprensión de la Biblia abriendo muchas “ventanas” al mundo bíblico.
Arqueología y texto bíblico La arqueología, mediante la recuperación de antiguas copias hebreas y griegas de las Escrituras, sumada al descubrimiento de otras literaturas antiguas escritas en idiomas relacionados, ha ayudado a los eruditos a determinar un texto de la Biblia más exacto del que estaba disponible anteriormente. También ha demostrado que los escribas eran muy cuidadosos en su labor.
A fines del siglo XIX se llevó a cabo un invalorable hallazgo de materiales hebreos en un cuarto de basura (conocido ahora como la Geniza del Cairo) de una antigua sinagoga de El Cairo, en Egipto. El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947 dentro de once cuevas hizo que el conocimiento de manuscritos hebreos existentes pasara de la época de la Edad Media al período del 250 a.C. al 70 d.C. Ver Biblia, Textos y versiones.
El conocimiento de los escritos ha aumentado en gran manera. Los documentos más antiguos de Siria y Palestina que se conocen actualmente serían los textos de Ebla (el primero de los cuales se encontró en 1975) que datan de alrededor del 2400 a.C., seguidos por los textos ugaríticos (hallados entre 1929–1937) de Ras Shamra en la costa de Siria y que datan de alrededor del 1400 a.C. Los ejemplos de ocho textos escritos de Palestina anteriores a la época de Moisés han respondido a la pregunta que se debatió en el último siglo en cuanto a si Moisés pudo haber tenido conocimiento de la escritura. Algunos ejemplos de hebreo descifrable hallados por los arqueólogos comienzan alrededor de la época de Salomón con el calendario de Gezer.
En 1929, arqueólogos franceses comenzaron a excavar la antigua ciudad de Ugarit cerca de la costa de Siria. Se desenterraron muchas tablillas de barro con escritos antiguos. Muchos estaban en un idioma previamente desconocido que pronto se denominó ugarítico. Este es un lenguaje semítico del noroeste íntimamente relacionado con el hebreo. Es el ejemplo más antiguo de un idioma escrito en un texto alfabético. Un estudio del ugarítico ha ayudado a los eruditos del AT a entender mejor la naturaleza y el desarrollo del lenguaje hebreo, y ha sido particularmente valioso para aclarar parte de la poesía hebrea antigua que aparece en la Biblia.
Los eruditos anteriores definían palabras del AT comparándolas con el árabe y con los significados que surgían de la tradición rabínica. El descubrimiento y el descifrado de lenguas anteriormente desconocidas del antiguo Medio Oriente tales como el sumerio, el acadio, el heteo, el ugarítico, el arameo y el eblateo proporcionan una base más amplia para la definición de palabras, y ayudan (mediante el estudio denominado Semíticos Comparativos) a una reorientación sustancial del vocabulario del AT.
En 1 Samuel 13:21 hay una palabra hebrea, pim, que no aparece en ningún otro lugar de la Biblia. Muchos antiguos lectores y traductores de la Biblia desconocían el significado de esta palabra. Aunque los traductores de la versión King James de 1611 en inglés escogieron la palabra “archivo” (“file”) para traducir pim (algo que en las versiones españolas no ocurre), no existía una base firme para esa elección. Pasada aquella época, los arqueólogos han descubierto varias pesas pequeñas de la antigua Israel que llevaban el nombre de pim. Pareciera que un pim pesaba poco menos de un siclo. Ahora resulta claro que la palabra pim se refiere al precio que cobraban los filisteos por trabajar en las herramientas de hierro de los hebreos. Traducciones recientes de la Biblia reflejan este nuevo conocimiento.
Con relación al NT, durante los últimos dos siglos se han hallado numerosos manuscritos en papiros antiguos, principalmente en Egipto, que contienen porciones del texto bíblico. En estos papiros griegos antiguos se ha encontrado por lo menos parte de todos los libros del NT, excepto 1 y 2 Timoteo El más antiguo se conoce como el Papiro Rylands (P52) con fecha del 100–125 d.C. Contiene Juan 18:31-33,37-38. Estos papiros son útiles para los eruditos comprometidos con la tarea de determinar la mejor base textual del NT. El número de manuscritos y fragmentos griegos en existencia ha aumentado de 1500 en el año 1885 a más de 5700 en el 2002, donde se incluyen elementos del papiro 116 que permiten conocer el texto sobre el que se basan los códices del siglo IV hasta el siglo II para las partes del texto que se cubren. Se están preparando nuevos textos críticos griegos a fin de poner todo el material a disposición de los estudiantes, y algunas traducciones ya están reflejando los nuevos hallazgos.
El descubrimiento de papiros no bíblicos llevado a cabo en Egipto al final del siglo pasado proveyó nuevas ideas en cuanto al uso y el vocabulario griego diario que actualmente se han convertido en la esencia del estudio del lenguaje neotestamentario.
Arqueología y geografía bíblica La ubicación de muchos lugares mencionados en la Biblia no se conoció hasta el 1800 d.C. En 1838, un explorador estadounidense llamado Edward Robinson y su asistente, Eli Smith, hicieron un viaje a caballo a través de Palestina. Tomando como base el estudio que realizaron de la geografía y el análisis de los nombres de los lugares, fueron capaces de identificar más de 100 lugares bíblicos. Robinson regresó en 1852 para seguir explorando.
Desde la época de Robinson, los arqueólogos han podido identificar gran cantidad de lugares mencionados en la Biblia, incluyendo aquellos que visitó el apóstol Pablo durante sus viajes. No solo se han identificado aldeas y ciudades sino además imperios completos. Por ejemplo, las excavaciones que los arqueólogos germanos comenzaron en 1906 en lo que actualmente es Turquía recuperaron el imperio perdido de los heteos (hititas).
La ubicación de lugares como Jerusalén y Belén nunca se olvidó. Otros sitios fueron destruidos y se perdió el lugar donde se encontraban. Edward Robinson desarrolló una técnica mediante la cual la información literaria y los registros de viajeros unidos a la memoria histórica local podían proporcionar probables identidades. La excavación de las ruinas en las regiones aledañas ha sido de ayuda. Veintiocho manijas de jarras que se hallaron en la cisterna de El Jib confirmaron la ubicación de la antigua Gabaón; seis grabados en piedra con el nombre “Gezer” identificaron ese lugar, y “Arad” marcado siete veces en un tiesto confirma su ubicación.
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Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- HISTORIA: ARQUEOLOGÍA Y ESTUDIOS BÍBLICOS $ USD
Por J. Kenneth Eakins, Jack P. Lewis, Charles W.
Draper y E. Ray ClendenenParte I
La arqueología es el estudio del pasado basándose en la recuperación, el examen y la explicación de los restos materiales de la vida, el pensamiento y la actividad humana, en combinación con la información disponible del medio ambiente antiguo. La arqueología bíblica, una disciplina ampliamente desarrollada desde el 1800, investiga acerca de lo que se puede aprender sobre los personajes, las enseñanzas y los acontecimientos bíblicos a partir de fuentes extrabíblicas. Su meta es proporcionar una mejor comprensión de la Biblia al ocuparse de lo que dejaron las civilizaciones antiguas.
El propósito de las excavaciones es reconstruir, hasta donde sea posible, la historia y la cultura de un sitio antiguo. Los estudiosos de la Biblia se interesan particularmente en la arqueología de la antigua Canaán y sus regiones aledañas. Actualmente es la zona que corresponde a los territorios que forman los países de Israel, Líbano, Siria y Jordania. Además, el mundo bíblico incluía otras regiones tales como Egipto, Grecia, Italia, Chipre, la Península Arábiga y las extensas áreas que actualmente ocupan Turquía, Iraq e Irán.
Limitaciones de la arqueología El estudiante de arqueología debe entender sus limitaciones. Primero, queda poco de lo que existió en la antigüedad. Además, hasta el momento las tierras bíblicas solo se han investigado en forma parcial. Pocos montículos se han excavado por completo, y hay muchos que permanecen casi sin tocar. La publicación minuciosa de las investigaciones arqueológicas es un proceso lento, y a menudo el significado de los objetos hallados se constituye en tema de interpretaciones diversas. En muchas ocasiones, las conclusiones que en un momento se sostuvieron se abandonan para dar lugar a hipótesis nuevas. Los estudiosos de la Biblia deben ser precavidos y estar actualizados al utilizar datos arqueológicos. También es necesario ser conscientes de qué puede hacer la arqueología y qué no. Las afirmaciones básicas de la Biblia tales como que Dios es, que Él está activo en la historia y que Jesús es Su Hijo resucitado de los muertos no están sujetas a verificación arqueológica. Se puede demostrar a partir de los materiales arqueológicos que Senaquerib invadió Judá en la época de Ezequías, pero que él haya sido una herramienta en manos del Señor solo se puede saber a través de la aseveración bíblica.
Breve historia de la arqueología La tarea de los arqueólogos en el mundo bíblico en general, y en la antigua Canaán en particular, se puede dividir en tres períodos superpuestos.Primera etapa En el período más antiguo, previo a alrededor del 1900 d.C., la práctica de la arqueología era esencialmente la “búsqueda del tesoro” sin una manera organizada ni sistemática de llevar a cabo la labor. Personas como Heinrich Schliemann, Giovanni Belzoni y A. H. Layard se lanzaron a descubrir elementos espectaculares del pasado. Los pozos y las trincheras que se cavaban en ciudades antiguas generalmente destruían más de lo que revelaban. Debido a que la región que ocupaba la antigua Israel era relativamente pobre en “tesoros”, gran parte de la obra se llevó a cabo en Egipto y Mesopotamia, hogar inicial de los asirios y los babilonios (sitio actual de la nación de Iraq).
El comienzo de la arqueología bíblica en Egipto en 1798, bajo el auspicio de Napoleón Bonaparte, se produjo con el propósito expreso de desmentir la Biblia. Se daba por sentado que el registro bíblico no era histórico. Los secretos de Egipto comenzaron a salir a la luz después del descubrimiento y el descifrado de la Piedra Rosetta llevados a cabo por Champollion en 1799. Los secretos de la Mesopotamia comenzaron a revelarse luego de que Rawlison efectuara la copia y el descifrado de la inscripción de Behistún en 1835, seguida del descubrimiento posterior de la biblioteca de Asurbanipal por parte de Rassam en 1852. Las fuentes arquitectónicas, artísticas y de escritura que se recuperaron en numerosos sitios antiguos comenzaron a arrojar luz sobre la Biblia, en particular sobre el AT. Alrededor de mediados del siglo XIX, arqueólogos ingleses excavaron porciones de la ciudad de Nínive, capital del antiguo Imperio Asirio durante el clímax de su poderío.
Entre los descubrimientos efectuados en Nínive se encontraron dos grandes palacios. El enorme palacio del rey asirio Senaquerib (704–681 a.C.) contenía cientos de metros de muros revestidos de esculturas en bajo relieve que describían sus hazañas. En ellas se encuentra un cuadro asombroso de la toma de la destacada ciudad fortaleza bíblica de Laquis que los asirios capturaron en el 701 a.C. Entre los descubrimientos también está el Prisma de Taylor, que contiene una versión asiria escrita de la invasión al reino de Judá en el 701 a.C. El relato bíblico de la toma de Jerusalén en esa época se encuentra en 2 Rey. 18:13–19:37. Es interesante comparar los dos registros. Aunque Senaquerib declara haber capturado Jerusalén, no hace mención de la calamidad que sufrieron sus tropas tal como lo describe el relato bíblico.
El palacio del rey Asurbanipal (668–633 a.C.) también se descubrió. El hallazgo más significativo en este lugar fue una gran biblioteca de documentos escritos que el rey había recolectado de varias partes del imperio. Estos les han proporcionado a los estudiosos de la Biblia mucho material de consulta fundamental proveniente de esta porción del mundo antiguo. Son de interés particular las historias mitológicas que se relacionan con las tradiciones sobre la creación y el gran diluvio.
Varios lugares más tales como Ur, Babilonia y Jerusalén se investigaron durante la primera etapa de la arqueología. No obstante, los arqueólogos gradualmente fueron aprendiendo que era necesario abordar su tarea de una manera más sistemática y disciplinada a fin de extraer más información de las civilizaciones antiguas.
Segunda etapa Desarrollos significativos dentro de la disciplina de la arqueología comenzaron a ocurrir cerca del principio del siglo XX. En 1890, Sir Flinders Petrie, arqueólogo inglés que había realizado tareas importantes en Egipto, comenzó a excavar en Tell el-Hesi en el sudoeste de Palestina.
La palabra “tell” se refiere a un montículo que se fue levantando durante un período de tiempo prolongado con los escombros que habían dejado las personas que vivían en el lugar. Un sitio a menudo se abandonaba en un determinado momento, ya sea durante un tiempo corto o largo, tal vez después de haber sido destruido por un enemigo o a causa de una catástrofe natural tal como un terremoto. Una ciudad se podía abandonar como consecuencia de una enfermedad epidémica. Otra razón importante y probablemente común para que la gente partiera de un lugar era un cambio climático como una sequía. A pesar de cuáles hubiesen sido las razones por las que se habían ido, lo que inicialmente había hecho que se establecieran allí era frecuentemente lo que los hacía regresar. Los escombros de ocupaciones anteriores se alisaban mediante rellenado y nivelado hasta que se edificaba una aldea nueva sobre las ruinas. Este proceso, junto con la acumulación ordinaria de los escombros y la reedificación que se llevaba a cabo en cualquier área de ocupación humana, el paso de los siglos y los milenios, gradualmente daba como resultado que el lugar se hiciera cada vez más alto y se formara un “tell”, que contenía muchos estratos (capas). Gran cantidad de estos montículos que se originaron artificialmente forman parte del panorama bíblico.
La tarea de Petrie y de su sucesor, F. J. Bliss, fue altamente significativa en dos aspectos interrelacionados. Primero, trataron de excavar Tell el-Hesi de manera cuidadosa, capa por capa. Segundo, tomaron notas detalladas del estilo de alfarería que se encontró en cada capa. Debido a que la forma en que se realizaba la alfarería iba cambiando con el paso de los años, la clase que se encontraba en cada una de las capas permitía que los arqueólogos le asignaran a ese nivel una fecha aproximada. Casi un siglo de haber estudiado la alfarería ahora les permite a los arqueólogos dar una fecha casi absoluta a cada estrato excavado. La tarea de Petrie y Bliss señala el principio de un enfoque científico y disciplinado de la arqueología en Palestina. Los principios de la excavación estratográfica (aislando cada capa) y del análisis de la alfarería todavía son básicos para una metodología sana, aunque han tenido lugar muchas mejoras desde el comienzo del siglo XX. Ver Alfarería.
Los arqueólogos intentan determinar cuándo están dejando una capa y entrando en otra basándose en elementos tales como cambios de color, consistencia y contenido del terreno o, en algunos casos, la presencia de cenizas entre los estratos. Un estrato puede ser muy delgado o bastante grueso, según la naturaleza de la ocupación y el tiempo que duró.
Muchas expediciones arqueológicas de varios países se enviaron al mundo bíblico durante la primera mitad del siglo XX. Los estadounidenses, por ejemplo, excavaron en Meguido, Bet-seán y Tell Beit Mirsim, y los británicos excavaron en Jericó y Samaria. La excavación estratográfica y el análisis de la alfarería se volvieron más precisos y exactos. Además se guardaron registros más detallados (informes escritos, dibujos, fotografías).
Samaria era la capital del Reino del Norte de la antigua Israel. La ciudad fue edificada por el rey hebreo Omri y su hijo Acab en la primera mitad del siglo IX a.C. Las excavaciones realizadas durante el primer tercio del siglo XX recuperaron parcialmente esta antigua ciudad capital del Reino del Norte.
Entre los numerosos descubrimientos interesantes efectuados en Samaria se encuentra un grupo de más de 60 óstraca, probablemente de la época del rey Jeroboam II (782–743 a.C.). Un óstracon, en plural óstraca, es una pieza de alfarería escrita. Los pueblos de la antigüedad generalmente utilizaban piezas de alfarería como superficie para escribir y las empleaban para registros, listas y cartas. Las óstraca de Samaria contienen registros de provisiones, incluyendo granos, aceite y vino, que las personas que vivían en diversas ciudades habían enviado para abastecer el palacio real. A partir de estos datos se puede deducir información acerca de la economía y la organización política de la región. Además, la presencia de nombres de varias personas que incluyen el componente Baal (por ej.: Abibaal, Meribaal), revelan la continua influencia del baalismo en la tierra.
Una comparación de estas óstraca con Amós 6:1-7 también sugiere que el “impuesto” que se aplicaba sobre la gente común se utilizaba para que los altos oficiales del gobierno desarrollaran un estilo de vida lujoso y libertino. El pasaje de Amós también menciona las “camas de marfil” (v.4; 3:15; 1 Rey. 22:39). En las excavaciones de Samaria se hallaron varios cientos de trozos de marfil, muchos de los cuales se habían utilizado como incrustaciones en los muebles.
Tercera etapa En tanto que en la primera mitad del siglo XX se realizaron descubrimientos notables (por ej.: el Código Hammurabi, los Papiros de Elefantina, los monumentos heteos en Boghazkoy, la tumba del rey Tutankamón, los textos de Ras Shamra, las Tablillas de Mari, las óstraca de Laquis y los Rollos del Mar Muerto), alrededor de 1960 empezó a surgir una nueva etapa en la historia de la arqueología del antiguo Cercano Oriente. Los arqueólogos y otras personas comenzaron a darse cuenta de que no era suficiente efectuar descubrimientos y describirlos. Necesitaban además sintetizar la información y explicar los datos.
Esta etapa de la arqueología, denominada a veces “Nueva Arqueología”, se caracteriza porque el enfoque de la tarea arqueológica está a cargo de un equipo multidisciplinario constituido por botánicos, geólogos, zoólogos y antropólogos. El enfoque también enfatiza el uso de ayuda voluntaria y de un fuerte programa educacional. En las etapas previas, gran parte de la tarea de excavación la llevaban a cabo personas que vivían en la región, y a las cuales se les pagaba por sus servicios. La tercera etapa de la arqueología también se caracteriza por una tendencia creciente a pensar en términos de un enfoque regional en vez de concentrarse exclusivamente en un lugar. Constantemente crece el interés en la investigación de pequeñas aldeas en oposición a centrarse en el pasado casi totalmente a través de ciudades grandes e “importantes”. El enfoque moderno en Israel se inició en Tell Gezer en la década del 60 y principio de la del 70, y continuó en varios lugares tales como Tell el-Hesi y Tell Halif en los años 70 y 80. La meta del enfoque es obtener un cuadro completo de la vida en una región en particular de la antigüedad, y también una comprensión del comercio y otros contactos culturales entre las regiones.
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Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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- ¿QUÉ ES EL TÉRMINO “LENGUA ARAMEA”? $ USD
Por Thomas Smothers
Idioma semítico del norte, similar al fenicio y al hebreo. La presencia de este idioma en el noroeste de la Mesopotamia se conoce desde alrededor del 2000 a.C.
Antiguo Testamento Aunque los arameos nunca fundaron un gran imperio ni un estado nacional, ya en el siglo XI a.C. habían establecido varios estados pequeños en Siria, y su idioma se llegó a conocer desde Egipto hasta Persia.
Las inscripciones más remotas del arameo antiguo provienen de Siria de alrededor del 800 a.C. En el siglo IX apareció el arameo oficial o de la realeza. Era un dialecto que se conoció a través de documentos de Asiria y del que se llegó a saber más mediante escritos del Imperio Persa, donde el arameo se había convertido en el idioma oficial de la corte. Antes del 700 a.C., el arameo ya había comenzado a reemplazar al acadio como el idioma del comercio y la diplomacia (2 Rey. 18:26). Los papiros del siglo V de Elefantina, sitio de una colonia judía en Egipto, son importantes para la historia bíblica. El arameo oficial se siguió utilizando en gran manera a lo largo del período helenístico.
Partes del AT se escribieron en arameo: Esd. 4:8–6:18; 7:12-26; Dan. 2:4b–7:28; Jer. 10:11. Dos palabras de Gén. 31:47, Jegar sahadutha (el majano del testimonio) están en arameo. Varias palabras en este idioma se llegaron a utilizar comúnmente en el hebreo, y varios pasajes de la Biblia hebrea exhiben influencia aramea.
Nuevo Testamento La amplia difusión del arameo, junto con su flexibilidad y adaptabilidad, dio como resultado el surgimiento de diversos dialectos. En Siria y Palestina, el grupo occidental incluye el arameo judeo-palestino, el samaritano, el palmirano y el nabateo. En el NT aparecen palabras y frases en arameo judeo-palestino tales como Abba (padre) (Mar. 14:36), talita cumi (niña, levántate) (Mar. 5:41), lama sabactani (¿por qué me has desamparado?) (Mar. 15:34). El Talmud Palestino y los Tárgumes (traducciones al arameo de libros del AT) también se escribieron en arameo judeo-palestino. El grupo oriental (mesopotámico) incluye el babilónico, el arameo judeo-babilónico, el mandeano y el siríaco.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
- Factores que influyeron en la formación del canon del Nuevo Testamento $ USD
Jeremy Royal Howard
En cuanto a cómo y cuándo se formó el canon, lo primero que debe tenerse en cuenta es que por ser una lista de libros y no los libros en sí, su existencia es necesariamente posterior a la fecha en que fueron escritos. Así pues, los libros autoritativos fueron Escritura inspirada antes de que existiera una lista que los identificase como tales. En Origen del Nuevo Testamento 1452 segundo lugar, la formación del canon se debe a un consenso y no a un pronunciamiento oficial. En tercer lugar, en conformidad con los dos primeros puntos, pasaron varios siglos antes de que el canon surgiera como un hecho ampliamente reconocido. Los críticos consideran que este surgimiento relativamente tardío es una prueba de que los libros no fueron aceptados inicialmente como Escritura y que solo se los aceptó como sagrados porque, con el paso del tiempo, los cristianos olvidaron cómo se habían originado. Sin embargo, el desarrollo progresivo del consenso con respecto al canon fue en realidad el resultado natural de cuatro condiciones:
- (1) La creación y la diseminación gradual de los libros del NT. Los libros del NT canónico se escribieron en un intervalo aproximado de 50 años (45- 95 d.C.). Antes de conseguir ser universalmente aceptados, cada nuevo libro que se escribía debía copiarse, circular entre las iglesias, y examinarse y discutirse; y este no era un proceso rápido. Los libros que se escribieron relativamente tarde, tuvieron que pasar por el tipo de tratamiento que se reserva a los recién llegados: someterlos a un examen especialmente cuidadoso antes de concederles un lugar entre los libros ya reconocidos. Además, la fe cristiana se multiplicó rápidamente en los primeros siglos, y así surgieron nuevas iglesias en regiones apartadas a un ritmo que superaba la capacidad de diseminación de la Escritura. Por esta razón, muchas de las primeras iglesias solo tenían acceso a pocos libros del NT. Naturalmente, al saber de la existencia de libros nuevos, fueron precavidos para aceptarlos como bíblicos, algo que solo ocurrió tras una consideración cuidadosa y la consulta con otras iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles.
- (2) La autoridad apostólica y el canon del NT. Las primeras iglesias fueron fundadas por los apóstoles y sus colaboradores, a medida que salieron de Jerusalén en los años posteriores a la resurrección de Jesús. Naturalmente, las iglesias dependían de ellos para recibir enseñanza sobre Jesús y la vida cristiana. Al principio, dichas enseñanzas fueron estrictamente orales, pero con el tiempo, los apóstoles empezaron a escribir cartas y Evangelios para las iglesias, con lo cual proporcionaron a los primeros cristianos «libros» autoritativos que los guiaran en sus creencias y prácticas. Estas iglesias apostólicas estuvieron entre las primeras en recibir la Escritura a medida que se fue escribiendo, y por lo tanto, estaban bien posicionadas para ayudar a las nuevas iglesias a identificar correctamente el canon del NT.
- (3) La relativa independencia de cada iglesia local. En los comienzos del cristianismo, todas las iglesias verdaderas reconocían la autoridad de los apóstoles, y sin embargo, cada una era relativamente independiente de cualquier autoridad eclesiástica centralizada. El resultado práctico fue que no existía ninguna autoridad central que pudiera pronunciarse en cuanto a la identidad de los libros del NT o forzar su uso en el culto. Así pues, es comprensible que pasaran varios siglos antes de que las iglesias extendidas por todo el mapa establecieran lazos de comunicación y llegaran a un consenso en cuanto al canon.
- (4) El surgimiento de la herejía. Cuando aparecía en las iglesias alguien que promovía ideas contrarias a las recibidas de los apóstoles, sus enseñanzas se consideraban una innovación no autorizada. Esto precisamente ocurrió en el siglo II con la aparición del llamado cristianismo gnóstico. El gnosticismo era una filosofía dualista griega sumamente popular que sostenía que el mundo material había sido creado por un dios malo. De ahí que los gnósticos enfatizaran la meditación en los secretos de una esfera de realidad pura e invisible y negaran que Dios se hubiese encarnado en un ser material, como hizo Cristo. Un hombre llamado Marción juntó el gnosticismo con elementos cristianos y solicitó a la iglesia de Roma que adoptara sus puntos de vista. Entre otras perversiones, intentó convencer a los cristianos de que debían rechazar el AT y aceptar solamente los escritos de Pablo y una versión sumamente expurgada del Evangelio según Lucas, que no mencionaba el nacimiento de Cristo. Como herederos de las enseñanzas apostólicas, los cristianos de Roma y de otros lugares sabían que las enseñanzas de Marción no concordaban con las doctrinas cristianas genuinas. A medida que las iglesias señalaban la distinción entre los escritos apostólicos autorizados y las innovaciones heréticas de personas como Marción, y que los cristianos sufrían por todo el Imperio romano persecuciones periódicas en las que se amenazaba con la muerte a cualquiera que conservara las Escrituras cristianas, el NT empezó a surgir como un conjunto definido de libros que había que defender. Los libros que representaban la llamada «cristiandad alternativa», representada por obras del siglo II o III, como el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas, nunca fueron considerados para incorporarlos en el canon del NT, ya que fueron escritos mucho después de la época de los apóstoles y sus enseñanzas no concordaban con el AT o las tradiciones apostólicas.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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- Origen y fiabilidad de los escritos del Nuevo Testamento $ USD
Jeremy Royal Howard
La fiabilidad de los libros del NT descansa sobre una serie de preguntas en relación a su origen: ¿Fueron escritos por testigos oculares o personas estrechamente relacionadas con ellos? ¿Los autores fueron inspirados por Dios mientras escribían? El cristianismo histórico ha respondido positivamente a estas preguntas. Aunque los escépticos sostienen que los libros fueron escritos por hombres herederos de una leyenda que se había hecho pasar por real, la confianza de los cristianos en el NT está bien fundada. A continuación, presentamos algunas de las pruebas que sustentan la fiabilidad del NT:
(1) Jesús preparó personalmente a sus doce discípulos. Al comienzo de Su ministerio, Jesús hizo lo que muchos maestros dotados de la antigüedad habían hecho antes que Él: escogió un grupo pequeño de hombres para que fuesen Sus alumnos oficiales. Durante aproximadamente tres años, escucharon de cerca las enseñanzas de Jesús y fueron testigos de Sus obras. Jesús se esforzó en Su propósito de enseñarles, para lo cual utilizó técnicas eficaces, como las parábolas, la repetición y las ayudas visuales. También les enseñó cómo difundir Su mensaje (Mr. 6:7-11), y tras Su resurrección, les encargó que dedicaran su vida a esa labor (Mt. 28:18-20).
A pesar de lo difícil que les era entender ciertas cosas, los discípulos se dedicaron de lleno a la tarea de comprender las enseñanzas de Jesús y memorizarlas con precisión. Pero ¿hasta qué punto podían recordarlas varias décadas después, cuando ellos y sus colaboradores escribieron los cuatro Evangelios? Hay tres consideraciones que nos permiten afirmar que los discípulos no tuvieron dificultad en recordar las enseñanzas de Jesús.
Para empezar, es necesario tener en cuenta que, desde la última vez que los discípulos estuvieron con Jesús hasta que escribieron los Evangelios, se dedicaron plenamente a extender el mensaje de su Maestro. Esta tarea se convirtió en el propósito de sus vidas, de ahí que las enseñanzas de Jesús permanecieran frescas en sus mentes a lo largo de los años, a medida que iban de ciudad en ciudad predicando y enfrentando continuamente el desafío de defender lo que proclamaban.
En segundo lugar, hoy la mayoría no es consciente de la capacidad de la memoria humana. Almacenamos toneladas de información, pero no en nuestras mentes, sino en libros y computadoras. La ausencia de dichas herramientas obligó a las personas de la antigüedad a utilizar mejor la capacidad de almacenamiento del cerebro. Los judíos fueron especialmente hábiles en este sentido. Como pueblo al que Dios le había revelado su voluntad tanto en forma hablada como escrita, los estudiantes judíos de religión tenían el estímulo necesario para lograr niveles de memorización espectaculares. Se decía que los estudiantes avanzados eran como cestas llenas de libros; capaces de mantenerlo todo en sus mentes. Aunque los discípulos de Jesús carecían de este nivel de entrenamiento, desde el momento en que fueron llamados a ser Sus alumnos, sabían que se esperaba que comprendieran y memorizasen Sus enseñanzas. No hacerlo así habría significado una falta de respeto hacia su maestro, y más teniendo en cuenta su convicción de que Jesús era el Mesías.
En tercer lugar, es posible que los discípulos hayan puesto por escrito porciones clave de las enseñanzas de Jesús muchos años antes de que se escribieran los Evangelios completos. Probablemente, estos registros estuvieran a su disposición para refrescarles la memoria y fueran una fuente de material sumamente útil para redactar los Evangelios (ver Lc. 1:1-4).
(2) El Espíritu Santo ayudó a los discípulos a entender y recordar. Jesús envió el Espíritu para que ayudara a Sus discípulos a comprender y memorizar Sus enseñanzas (Jn. 14:26); así que no dependieron solo de su propia capacidad para hablar y enseñar sobre Jesús. El testimonio interno del NT demuestra que los discípulos eran conscientes del papel que había jugado el Espíritu en los escritos de todos ellos. Los judíos enfatizaban la distinción entre Escritura inspirada y escritos ordinarios. Los rabinos llegaron a señalar que las Escrituras «contaminaban las manos», una afirmación sorprendente que hizo que los judíos consideraran con cuidado sus propósitos antes de manejar las Escrituras y sopesasen si se justificaba el inconveniente de volverse ceremonialmente impuros, con lo que se desalentó su uso irrespetuoso. El NT reivindica su origen divino, a sabiendas de que hacerlo falsamente supondría una blasfemia. En 1 Timoteo 5:18, Pablo cita Lucas 10:7 como Escritura. De forma similar, Pedro afirma en 2 Pedro 3:15-16 que los escritos de Pablo son Escritura. A su vez, los escritos de Pedro fueron recibidos como Escritura basados en su apostolicidad. Aunque no tenemos seguridad de que, mientras escribían, los autores del NT fueran conscientes de que sus palabras eran Escritura inspirada (por ej., ver la declaración de propósito de Lucas en Lc. 1:1-4), sí sabemos que entendían que Dios les había dado autoridad como mensajeros escogidos, y la Iglesia recibió rápidamente sus escritos como palabras inspiradas y autoritativas de Dios.
(3) Los escritos del NT enfatizan la importancia de los testimonios oculares y de la verdad indiscutible. Los autores del NT destacaron el papel de los testigos oculares e hicieron depender la veracidad de sus afirmaciones de la autenticidad de los sucesos que describían. Por ejemplo, cuando Lucas revela sus métodos y propósitos al principio de su Evangelio (Lc. 1:1-4), indica que su libro trata de «las cosas que […] han sido ciertísimas» tal como las contaron «los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros» de Cristo. También afirma haber investigado esos asuntos cuidadosamente antes de escribir y que lo hizo para que el lector pudiera conocer «bien la verdad» en la que se basa la fe cristiana. Aquí tenemos a un hombre para el que no valen las leyendas, las medias verdades ni las suposiciones; alguien centrado en el Jesús real y en los sucesos indudables que cambiaron el mundo. Asimismo, Juan enfatiza la importancia de los hechos: afirma estar seguro de lo que ha escrito y señala que solamente ha incluido una pequeña porción de todos los hechos de Jesús (Jn. 20:30 y 21:24-25). Como Lucas, Juan quiere que sus lectores conozcan a Jesús como Salvador y obtengan así la vida eterna (Jn. 20:31 y 1 Jn. 5:13). Lejos de transmitir leyendas poco claras, su objetivo es comunicar verdades sólidas.
Lucas y Juan nos impresionan por su insistencia en la verdad, pero la afirmación más impactante en cuanto a la veracidad del testimonio del NT nos llega a través del apóstol Pablo, quien, al principio, se opuso con todas sus fuerzas a la rápida expansión de la incipiente Iglesia desde Jerusalén. Con un gran celo por las doctrinas fariseas y las tradiciones antiguas, su deseo era erradicar el cristianismo, pero todo cambió cuando el Señor resucitado se le apareció en el camino a Damasco. En una transformación sorprendente, Pablo dedicó el resto de su vida a difundir la verdad sobre Cristo. El fundamento de la predicación de Pablo fue la resurrección de Jesús. No se trataba solo de un punto más de su predicación, sino que era consciente de que la resurrección literal de Jesús constituía el fundamento esencial del cristianismo. Por esta razón, en 1 Corintios 15:12-19 afirmó que si la resurrección de Cristo no era un suceso histórico real, el cristianismo era un mito, y los cristianos, unos mentirosos. ¿Cómo pudo Pablo atreverse a ser tan absolutamente franco en cuanto a su fe e integridad personal? La respuesta es evidente. Al igual que Juan, Lucas y todos los demás autores del NT, Pablo sabía que el cristianismo estaba edificado sobre el fundamento sólido de la realidad histórica. Como lector del NT, usted puede estar seguro de que el Hijo de Dios se encarnó, habitó entre nosotros, capacitó discípulos para que lo sirvieran, murió por nosotros en la cruz, resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, desde donde volverá algún día con poder.
En resumen, la fiabilidad del NT debe aceptarse con base en los siguientes hechos: Jesús capacitó a un grupo de discípulos para que comprendiesen y difundieran Sus enseñanzas. Siguiendo el patrón habitual entre los estudiantes de religión judíos, los discípulos tuvieron que asumir esta responsabilidad con gran seriedad, lo que incluía la memorización de las enseñanzas clave de Jesús. Durante aproximadamente una década, tras la resurrección de Jesús, estos hombres mantuvieron vivas Sus enseñanzas mediante la predicación incesante y la preparación de discípulos dedicados, como Lucas y Marcos. También aceptaron a Pablo como apóstol auténtico tras su conversión milagrosa (Hch. 9). Más tarde, a partir de mediados de la década del 40 d.C., los apóstoles y sus colaboradores autorizados empezaron a escribir cartas fidedignas inspiradas por el Espíritu, las cuales circularon entre las iglesias. En primer lugar, aparecieron los escritos de Pablo, y más tarde, los Evangelios. Las primeras iglesias recibieron estos escritos como la Escritura y se transformaron en el estándar para juzgar la ortodoxia de su doctrina y su práctica.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por (Mick Haupt) en Unsplash
- LA IMPORTANCIA DE LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO $ USD
Por W. Flint
Los Rollos del Mar Muerto son unos manuscritos antiguos que se encontraron en varios sitios cerca de la costa occidental del Mar Muerto. El más importante estaba cerca de Qumrán, donde de 1946 a 1956 se descubrieron once cuevas que contenían rollos o artefactos. También fueron notables los descubrimientos en Murabba’at (1951), Nahal Hever (1951 o 1952), Wadi Seiyal (1951 o 1952) y Masada (1963-1965). El profesor W. F. Albright, el principal arqueólogo de Estados Unidos, describió los rollos como «el hallazgo arqueológico más importante de los tiempos modernos».
En las cuevas de Qumrán se descubrieron al menos 941 rollos (715 en la cueva 4). Fueron fechados de manera paleográfica y mediante la técnica del radiocarbono en un período comprendido entre aproximadamente el 250 a.C. y el 68 d.C., cuando el emplazamiento fue destruido por los romanos. La biblioteca de Qumrán se divide en dos categorías básicas: 240 rollos bíblicos y 701 rollos no bíblicos. Estos últimos pueden dividirse a su vez en rollos apócrifos (como Tobías), rollos sectarios (como la Regla de la comunidad) y rollos pseudoepigráficos (como la Oración de Nabónido).
La mayoría de los eruditos coinciden en que los rollos sectarios fueron redactados por un grupo de esenios que se había asentado en Qumrán. Las teorías que contradicen esto pueden descartarse debido a su falta de fundamento firme.
Cinco razones de la importancia de los Rollos del Mar Muerto
Los rollos fueron descubiertos y copiados en Palestina (Israel). De hecho, son virtualmente los únicos manuscritos que sobreviven del período del segundo templo (que terminó en el 70 d.C.). Incluso es posible —aunque no probable— que Jesús o algunos de Sus seguidores hayan utilizado alguno de estos manuscritos antes de que se llevaran a Qumrán.
Los manuscritos fueron redactados en los tres idiomas de la Escritura. De los 240 rollos bíblicos de Qumrán, 235 están escritos en hebreo, y 5 en griego; y de los 701 rollos no bíblicos, 548 están en hebreo, 137 en arameo, y 5 en griego. Esto significa que, por lo menos, algunos judíos del período tardío del segundo templo en Palestina podían hablar en griego, lo que refuerza la idea de que Jesús y Sus seguidores sabían este idioma.
Los rollos bíblicos confirman y aumentan el prestigio de la Biblia hebrea utilizada por los eruditos. Antes del descubrimiento, la Biblia hebrea completa más antigua que existía era el Códice de Leningrado (1008 d.C.), sobre el que se basan la mayoría de las ediciones académicas. Algunos manuscritos medievales son incluso algo más antiguos, como el Códice de Alepo (principios del siglo X), parte del cual se ha perdido; y algunos fragmentos de la Genizá de El Cairo (del siglo IX en adelante). En contraste, el rollo más antiguo de los encontrados en Qumrán (4QExod-Levf) está datado en el 250 a.C. aproximadamente, y los últimos hacia el 68 d.C. Esto sitúa a los eruditos mucho más cerca de la época original de los textos. Dos de los rollos bíblicos más importantes y mejor preservados son el gran rollo de Isaías (1QIsaa, de aprox. el 125 a.C.) y el gran rollo de Salmos (11QPsa, del 30-50 d.C.).
Los rollos que contienen suficiente material escrito como para ser evaluados pueden clasificarse en cuatro grupos textuales: el proto masorético (es decir, el texto consonántico en que se basa el texto masorético, representado por cerca del 40% de los rollos), el proto samaritano (cerca del 15%), el preseptuaginta (cerca del 5%), y un grupo de textos mixtos o sin una atribución clara (cerca del 40%). En particular, los rollos proto masoréticos confirman la exactitud y la antigüedad del texto hebreo que encontramos en las ediciones modernas de la Biblia.
Por otro lado, muchos rollos (de los cuatro grupos) preservan lecturas originales o preferibles que son lo suficientemente convincentes como para haber sido adoptadas por las traducciones modernas del AT. Un ejemplo lo encontramos en Isaías 19:18, donde el texto masorético dice «ciudad de Destrucción» o «de Herez», pero donde dos de los rollos (1QIsaa, 4QIsab) e incluso algunos manuscritos masoréticos dicen «ciudad del Sol», lo que mejora el sentido. La variante que se encuentra en los rollos ha sido adoptada también por muchas Biblias modernas, como DHH, NVI y NTV. Un segundo ejemplo es el versículo que falta en el acróstico de Salmos 145. Dicho versículo está presente en 11QPsa y la Septuaginta, de ahí que actualmente se incluya en la NVI como parte del v. 13. Podrían citarse al menos 100 ejemplos como este que han acercado a los traductores modernos de la Biblia al texto original.
La mayoría de los rollos no bíblicos arrojan luz sobre el judaísmo del período del segundo templo. Algunos manuscritos iluminan nuestro conocimiento de las sectas judías, especialmente de los fariseos, saduceos y esenios. Documentos sectarios como la Regla de la comunidad y el Documento de Damasco revelan las doctrinas y enseñanzas de los esenios. Por ejemplo, el hecho de que esperaban dos Mesías separados (de Aarón y 1055 Isaías de David) y su estilo de vida ascético. Un texto fascinante llamado Algunas obras de la ley (4QMMT) es un manifiesto que describe cómo difería la interpretación esenia de unas 25 leyes del Pentateuco respecto a la de los fariseos.
Algunos rollos iluminan nuestro conocimiento de Jesús y del cristianismo primitivo. Ninguno de los rollos de Qumrán fue escrito por cristianos o para ellos, pero varios son importantes para entender el contexto histórico de los orígenes del cristianismo. Los tres libros que más suelen citarse en Qumrán son Salmos (36 rollos), Deuteronomio (30) e Isaías (21). Estos son también los libros citados con mayor frecuencia en el Nuevo Testamento (Salmos, 79 veces; Isaías, 66 veces; y Deuteronomio, 54 veces). Esto difícilmente sea una coincidencia, e indica que los residentes de Qumrán y los cristianos primitivos tenían expectativas mesiánicas similares y una preocupación parecida por el tema del pacto.
Los rollos no bíblicos clave son igualmente pertinentes. Por ejemplo, el Apocalipsis mesiánico (4Q521) describe las obras y las maravillas que acompañarán a la venida del Mesías, en un lenguaje muy cercano a las palabras de Jesús en Lucas 4:18-19 (traerá buenas nuevas a los pobres, liberará a los cautivos, abrirá los ojos de los ciegos y alzará la carga de los oprimidos), Mateo 11:4-5 y Lucas 7:21-22 (abrirá los ojos de los ciegos, dará vida a los muertos y traerá buenas nuevas a los pobres). Este rollo ayuda a los lectores de la Biblia a darse cuenta de que en los pasajes de los Evangelios que acabamos de mencionar, Jesús está reivindicando su condición de Mesías profetizado. Otro ejemplo impactante es Algunas obras de la ley (4QMMT), ya que el término «obras de la ley» no aparece en ningún otro lugar excepto en Romanos (por ej., 3:20,28) y Gálatas (por ej., 3:2,5,10). Teniendo esto en cuenta, ahora sabemos que Pablo utiliza un término identificado con los esenios y, por lo tanto, critica a los judíos esenios o a los cristianos que habían sido influenciados por las doctrinas esenias respecto a las obras de la ley. Un ejemplo final lo constituye el sectario Texto de la Nueva Jerusalén, que se encuentra en varios rollos (1Q32, 2Q24, 4Q544-55, 5Q15, 11Q18) y describe la venida de la Nueva Jerusalén, con un vocabulario que se desarrollaría con más amplitud en Apocalipsis (21:9-27).
En conclusión, los Rollos del Mar Muerto ayudan a los eruditos a acercarse más a los textos originales del AT en aquellos lugares donde se han introducido variantes en la versión tradicional, además de ayudar a establecer el contexto histórico y cultural de los períodos intertestamentario y del Nuevo Testamento.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
Foto por (Tanner Mardis) en Unsplash
- ¿Quiénes fueron los amorreos? $ USD
Por Daniel C. Fredericks
Pueblo que ocupaba parte de la Tierra Prometida y que pele. a menudo contra Israel. Su historia se remonta hasta antes del 2000 a.C. Tomaron control de la administración de Babilonia durante aprox. 400 años (2000–1595); Hammurabi (1792–1750) fue el rey más influyente. El descenso de ellos a Canaán se puede rastrear hasta el 2100–1800, cuando su establecimiento en los montes de esa región ayudó a conformar el escenario para la revelación de Dios por medio de Israel.
Abraham ayudó a Mamre, amorreo, a recuperar la tierra que le habían quitado cuatro reyes poderosos (Gén. 14), pero posteriormente los amorreos fueron un obstáculo terrible para la conquista y el establecimiento de los israelitas en Canaán. Preferían vivir en las colinas y valles que flanqueaban ambos lados del Río Jordán. Sehón y Og, dos reyes amorreos, resistieron la marcha de los israelitas hacia Canaán cuando se acercaron al este del Jordán (Núm. 21:21-35) pero, después de la victoria de Israel en este lugar, Gad, Rubén y la mitad de Manasés se establecieron en la región conquistada. Estas Ruinas de un pequeño edificio que probablemente data de los tiempos pos bíblicos en Tecoa, Israel, el lugar originario de Amós. Estas dos victorias tempranas sobre los amorreos fueron un anticipo del éxito subsiguiente contra otros amorreos hacia el oeste, y se las recordaba con frecuencia tanto en la historia (Deut. 3:8; Jos. 12:2; Jue. 11:19) como en la poesía (Núm. 21:27-30; Sal. 135:10-12; 136:17-22). Al oeste del Jordán los amorreos vivían en las colinas junto a los heveos, los heteos y los jebuseos (Núm. 13:29; Jos. 11:3), pero la identificación especifica de las ciudades amorreas no es certera ya que el término “amorreo” se utiliza a menudo como designación general para todos los habitantes de Canaán, como es el caso de “cananeo” (Gén. 15:16; Jos. 24:15; Jue. 6:10; 1 Rey. 21:26). Cinco ciudades estado del sur de Canaán formaron una alianza instigada por el rey de Jerusalén (Jebús, jebuseos) e intimidaron a Gabaán, un aliado de Josué. Estos “amorreos”, como se denominan en sentido general, fueron derrotados por el ejército de Josué cuando el Señor arrojó “desde el cielo grandes piedras” (Jos. 10:1-27). Los amorreos también se encontraban entre los del norte que se unieron sin éxito para detener a los israelitas (Jos. 11:1-15). Más tarde, dos ciudades amorreas, Ajalón y Saalbim, impidieron el establecimiento de Dan cerca del límite filisteo (Jue. 1:34-36).
Según Ezequiel, la cultura amorrea yace como la raíz de la decadencia de Jerusalén (Ezeq. 16:3,45), y la idolatría amorrea contaminó la religión de los reinos del norte y del sur (1 Rey. 21:26; 2 Rey. 21:11). A pesar de la resistencia de los amorreos, y de su escasa influencia, fueron sometidos como tributarios (Jue. 1:35; 1 Rey. 9:20-21; 2 Crón. 8:7-8). El estorbo que habían sido en el pasado es un tema de escarnio para el profeta Amós (Amós 2:9-10).
Artículo extraído del Diccionario Bíbico Ilustrado Holman.
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- ¿Quiénes eran los amonitas? $ USD
Por J. Maxwell Miller
Territorio al este del Jordán que coincide aproximadamente con el estado moderno de Jordania. Los amonitas eran un pueblo semítico que vivía al noreste del Mar Muerto en la región aledaña de Rabá y que peleaban a menudo con los israelitas por la posesión de la zona fértil de Galaad. Amón, el reino de los amonitas, era apenas un poco más que una ciudad estado que inclu.a la ciudad capital, Rabá o Rabat-amón (“ciudad principal” o “ciudad principal de los amonitas”), y el territorio inmediatamente circundante. Rabá estaba ubicada en la cabecera del Río Jaboc donde el extremo sudeste de Galaad mira hacia el desierto. La productividad agrícola de Galaad, las aguas del Río Jaboc y la de los arroyos afluentes como así también la ubicación defendible de Rabá hicieron que esta ciudad fuera medianamente importante en tiempos antiguos. Asimismo, la proximidad de los amonitas a Galaad hizo que fueran enemigos constantes de los israelitas, que reclamaban esa ciudad y de hecho tuvieron control sobre ella durante los reinados de ciertos reyes poderosos tales como David, Omri, Acab y Jeroboam II.
La mayor parte de nuestra información acerca de los amonitas proviene del AT, aunque los reyes de este pueblo se mencionan ocasionalmente en los registros asirios. Por ejemplo, a partir de estas últimas constancias sabemos que un rey amonita llamado Ba’sh., junto con Acab de Israel y otros reyes de la región, defendieron Siria y Palestina frente a Salmanasar III en el 853 a.C. Una inscripción amonita, la denominada Inscripción de la Jarra de Sirán, y varias impresiones de sellos han provisto información adicional sobre los amonitas.
Los arqueólogos han excavado solamente una pequeña parte del sitio de la antigua Rabá (la denominada “ciudadela” en el corazón de la ciudad moderna de Amón). La región aledaña permanece inexplorada en gran parte. Además de la inscripción y los sellos mencionados, el busto de un guerrero (o dios) amonita y los restos de torres redondas de piedra que se consideran de origen amonita constituyen descubrimientos arqueológicos significativos que arrojan luz sobre este pueblo.
El conflicto entre los amonitas y los israelitas se desencadenó ya en los primeros tiempos de la época de los jueces. Los primeros hicieron guerra contra los israelitas de Galaad induciéndolos a apelar a Jefté, jefe de una banda local de asaltantes renegados, para que organizara y liderara la resistencia. Jefté aceptó el desafío, pero solo después de obtener la promesa de parte de los ancianos de Galaad de que, si realmente tenía éxito y derrotaba a los amonitas, sería nombrado gobernador de ese lugar. Al mismo tiempo le hizo una promesa a Yahvéh: “Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, seré de Jehová, y lo ofreceré en holocausto” (Jue. 11:30b-31). Jefté tuvo éxito y los galaaditas se sometieron a su gobierno, pero luego su joven hija salió a saludarlo cuando regresó (Jue. 10:6–11:40).
En otra ocasión en que los amonitas estaban atacando la ciudad de Jabes de Galaad y los jabeos intentaban negociar los términos de la rendición, los primeros demandaron nada menos que sacarle el ojo derecho a cada hombre de la ciudad. En su desesperación, los jabeos enviaron mensajeros a Gabaa para pedirle ayuda a Saúl. Este organizó un ejército, se dirigió apresuradamente a Jabes y levantó el sitio. Como resultado, los jabeos respaldaron fuertemente a Saúl en años posteriores (1 Sam. 11; 31:11-13). El rey amonita que Saúl derrotó en Jabes era Nahas. Se presume que fue el mismo Nahas con quien David tuvo buenas relaciones pero que su hijo Hanún renovó las hostilidades (2 Sam. 10:1–11:1; 12:26-31). Las guerras subsiguientes entre Israel y Amón incluyeron el enfrentamiento entre las tropas de David y las de Hadad- ezer de Soba (2 Sam. 10:6-19), y dieron ocasión al amorío entre David y Betsabé. Urías, el esposo de Betsabé, fue asesinado mientras se tomaban por asalto los muros de Rabá (2 Sam. 11–12).
No se registra ninguna guerra con los amonitas durante el reinado de Salomón. Por el contrario, él tomó una o más esposas amonitas y permitió en Jerusalén la adoración de Milcom, el dios amonita (1 Rey. 11:1-8). Es probable que la adoración de Milcom haya continuado en Jerusalén hasta que Josías la abolió muchos años después (2 Rey. 23:13). Sabemos poco acerca de las relaciones entre los amonitas e Israel o Judá durante la primera mitad del siglo en que los reinos estuvieron divididos, probablemente porque ninguno de los reinos hebreos intentó ejercer influencia en Transjordania. La coalición de los reyes de Siria y Palestina, que incluía a Ba’shá de Amón y Acab de Israel, detuvo la marcha del rey asirio Salmanasar en el 853 a.C. No obstante, el éxito fue temporal. Más tarde Salmanasar penetró en el corazón mismo de Siria-Palestina exigiendo tributo de los israelitas y, aunque no está registrado, probablemente también de los amonitas. Al final, todos los pequeños reinos de la región cayeron bajo el poder asirio y fueron incorporados al sistema de provincias asirias o controlados como satélites. Los reyes amonitas les pagaron tributo a Tiglat-pileser III, a Senaquerib y a Esar-hadón.
Los israelitas reconocían a los amonitas como parientes, aunque más lejanos que los edomitas. Esta relación se puede ver en las genealogías. Específicamente, los amonitas eran descendientes de un antepasado llamado Ben-ammi, uno de los dos hijos que Lot tuvo con sus dos hijas. Los moabitas eran descendientes del otro hijo (Gén. 19:30-38). Los amonitas también se mencionan de vez en cuando en la literatura poética de Israel. Ver, por ejemplo, la profecía de Amós contra los amonitas en Amós 1:13-15.
Aparentemente, para el siglo III a.C., Rabá se había reducido a una aldea insignificante tras lo cual Ptolomeo II Filadelfo (285–246) la reedificó y le puso el nombre “Filadelfia” en base a su propio nombre. Filadelfia se llegó a considerar una de las ciudades de Decápolis, federación de diez ciudades griegas de Palestina (Mat. 4:25) y se anexó al Imperio Romano en el 90 d.C. junto con toda la región de Decápolis.
Artículo extraído del Diccionario Bíbico Ilustrado Holman.
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