Por Chris Church
Persona que no tiene padre. Junto con las viudas, los huérfanos con frecuencia se consideran los miembros más desvalidos de la sociedad (Ex. 22:22; Deut. 10:18; Sal. 146:9). En las culturas donde la unidad social básica era el clan liderado por el padre (el pariente masculino de más edad, tal vez un tío o un abuelo), los que carecían de padre o de esposo eran marginados socialmente sin alguien que proveyera para sus necesidades materiales y representara sus intereses ante los tribunales (Job 31:21). La vida era dura para los huérfanos, y con frecuencia se veían forzados a mendigar comida (Sal. 109:9-10). Perdían la casa (Sal. 109:10), el derecho a la tierra (Prov. 23:10) y al ganado (Job 24:3). Estaban expuestos a actos de violencia (Job 22:9), se los trataba como propiedad sobre la cual echar suertes (6:27, LBLA, NVI), e incluso eran asesinados (Sal. 94:6).
Sin embargo, Dios tiene un interés especial en los huérfanos y las viudas (Deut. 10:18; Sal. 10:14-18; 146:9; Os. 14:3), que se pone en evidencia en el título “padre de huérfanos” (Sal. 68:5). La ley del AT proveía para las necesidades materiales de los huérfanos y las viudas, quienes debían ser alimentados con el diezmo de cada tres años (Deut. 14:28-29; 26:12-13), con las gavillas olvidadas en los campos sembrados (24:19), y con la fruta que Dios ordenaba que se dejara en los árboles y las viñas (24:20-21). Los huérfanos y las viudas debían ser incluidos en las celebraciones y la adoración de la comunidad (Deut. 16:11, 14). Al pueblo de Dios se le advertía constantemente que no se aprovechara de unos ni de otras (Ex. 22:22; Deut. 24:17; 27:19; Sal. 82:3; Isa. 1:17). En el NT, Santiago define que la adoración aceptable a Dios consiste en suplir las necesidades de huérfanos y viudas (1:27).
Al pueblo de Dios en el exilio se lo describía como huérfano sin hogar ni herencia (Lam. 5:2-3). La figura veterotestamentaria del huérfano que carece de defensor ante el tribunal tal vez sea el trasfondo para la promesa de Jesús de que sus discípulos no serían dejados huérfanos (Juan 14:18). No quedarían indefensos porque el Espíritu Santo actuaría como su abogado (14:16, “Consolador”).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
IMAGEN MERAMENTE ILUSTRATIVA. Foto por Katherine Chase, en Unsplash
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