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- La fiabilidad histórica del Nuevo Testamento $ USD
Por Craig L. Blomberg
El Nuevo Testamento (NT) contiene cuatro biografías de Jesús (los Evangelios), un libro sobre la historia de la Iglesia primitiva (Hechos), veintiuna cartas (de Romanos a Judas) y Apocalipsis. Aunque las cartas y Apocalipsis aluden a sucesos históricos, los Evangelios y Hechos constituyen la narración de simples acontecimientos de la historia. En especial sobre estos libros del NT cabe preguntar: «¿Son históricamente confiables?». Existen doce pruebas que convergen para sugerir de manera enfática que la respuesta debe ser «sí».
Primera: tenemos 5700 manuscritos griegos que contienen, en su totalidad o en parte, el NT. Al examinar estos manuscritos, podemos reconstruir el 99 % del texto original más allá de cualquier duda razonable. También descubrimos que ninguna doctrina moral cristiana depende exclusivamente de algún pasaje dudoso. Estos hechos no prueban que el NT sea verdad, pero implican que podemos conocer lo que escribieron los autores originales. Sin esta seguridad, la cuestión de su fiabilidad histórica carecería de sentido.
Segunda: los autores de los Evangelios y Hechos estuvieron en excelentes condiciones de transmitir información confiable. Mateo y Juan estuvieron entre los doce discípulos que el propio Jesús escogió, Marcos fue un colaborador cercano de Pedro, y Lucas (quien además escribió Hechos) viajó extensamente con Pablo. Incluso los eruditos críticos que dudan de las atribuciones tradicionales de autoría están de acuerdo en que estos cinco libros fueron escritos por seguidores de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, lo que todavía los pondría en condiciones de narrar los hechos con precisión.
Tercera: casi con seguridad, estos cinco libros fueron escritos en el siglo I, en un intervalo de unos 50 o 60 años desde la muerte de Jesús (seguramente hacia el 30 d.C.). Los eruditos conservadores suelen datar Mateo, Marcos y Lucas-Hechos en los años 60, y Juan en los 80 o 90. Los liberales sugieren fechas ligeramente posteriores y sitúan normalmente a Marcos en los 60 o 70, a Mateo y Lucas-Hechos en los 80, y a Juan en los 90. Incluso aprobando fechas más tardías, la cantidad de tiempo que separa los hechos históricos de la redacción de los cinco libros es sumamente corta si se compara con los relatos históricos y biográficos más antiguos, donde la distancia entre los acontecimientos y su narración puede ser de muchos siglos.
Cuarta: los antiguos judíos y griegos cultivaron meticulosamente el arte de la memorización, confiando a la memoria complejas tradiciones orales. Antes de que se compilaran los Evangelios o cualquier otra fuente escrita sobre Jesús, Sus seguidores ya transmitían cuidadosamente de boca en boca el relato de Sus enseñanzas y obras milagrosas. Esto mantuvo vivo el recuerdo de los acontecimientos históricos hasta que fueron puestos por escrito.
Quinta: los antiguos métodos de memorización y transmisión de las tradiciones sagradas permitían cierto grado de libertad al volver a relatar las historias. Los guardianes de la tradición podían abreviar, parafrasear, priorizar y comentar sobre el asunto tratado mientras permanecieran fieles a la esencia del significado de sus relatos. Esto explica en gran medida tanto las similitudes como las diferencias entre los cuatro Evangelios. Los cuatro autores fueron fieles a la esencia de la vida de Jesús; sin embargo, ejercieron un grado de libertad razonable al dar a los relatos la forma que creyeron adecuada.
Sexta: que los autores tuviesen motivaciones ideológicas o teológicas diferenciadas no significa que distorsionaran la historia, como suele alegarse. A menudo, el ideal que promueve un historiador o biógrafo le impone que relate los hechos en forma precisa, ya que sabe que su causa se verá socavada si alguien puede acusarlo de parcial o tendencioso. Los primeros cristianos tuvieron la difícil tarea de proclamar a un Mesías crucificado y Su resurrección corporal. Si hubiesen sido conocidos por adulterar en alguna medida significativa los detalles de sus relatos, su movimiento habría sido silenciado desde el principio.
Séptima: el prólogo de Lucas (Lc. 1:1-4) guarda un estrecho paralelo en forma y contenido con otras obras de historiadores y biógrafos generalmente fiables de la antigüedad, entre los cuales se destacan Josefo, Heródoto y Tucídides. Sin duda, los autores de los Evangelios creían que estaban escribiendo obras históricamente precisas, y no ficción ni relatos embellecidos.
Octava: los así llamados «dichos duros» de Jesús son prueba de su autenticidad. Si los autores de los Evangelios se hubieran sentido autorizados a distorsionar las palabras originales de Jesús para hacer el cristianismo más atractivo, ¿por qué habrían preservado sin modificar Sus enseñanzas embarazosas y difíciles de interpretar sobre aborrecer a los miembros de la familia (Lc. 14:26) o aquellas en que confiesa no saber cuándo volverá (Mr. 13:32)? Al dejar incólumes estas enseñanzas, proporcionaron una prueba de su fidelidad al narrar los hechos tal como sucedieron.
Novena: que el NT no registre a Jesús hablando de muchos de los asuntos que se suscitaron tras Su vida terrenal, durante la época de la Iglesia primitiva, prueba su precisión histórica. Por ejemplo, los cristianos primitivos estaban divididos sobre cómo se aplicaban las leyes de Moisés a los gentiles convertidos o incluso si debían aplicarse (Hch. 15). La forma más sencilla de terminar con la controversia habría sido citar las enseñanzas de Jesús sobre el tema, pero los Evangelios no registran tales enseñanzas. Este silencio sugiere que los autores de los Evangelios no se sentían autorizados a adecuar los hechos históricos a su conveniencia, poniendo en boca de Jesús enseñanzas que habrían podido solucionar las controversias de la Iglesia primitiva.
Décima: el testimonio de los escritores no cristianos apoya los detalles de los Evangelios y Hechos. Cerca de una docena de escritores judíos, griegos y romanos mencionan a Jesús. Considerados en conjunto, sus escritos confirman los detalles básicos de Su vida. Muchos de los nombres de personas y lugares, así como los logros de los líderes políticos y religiosos del siglo I, se encuentran atestiguados en otros escritos de la época. Undécima: la arqueología confirma con regularidad detalles geográficos y topográficos, o costumbres, artefactos, edificios, tumbas, inscripciones y grafitis que se mencionan en el NT, sobre todo en los Evangelios y Hechos.
Duodécima: las porciones del NT que fueron escritas antes de que los Evangelios y Hechos estuvieran terminados confirman la historicidad de estos cinco libros. Por ejemplo, Pablo, Jacobo y Pedro, en las cartas que escribieron antes de que se escribiesen los Evangelios, dan muchas señales de estar citando o aludiendo a enseñanzas y hechos de Jesús. Estas citas y alusiones concuerdan con lo que encontramos en los Evangelios, lo que indica que están en sintonía con los escritos más antiguos sobre Jesús: las epístolas del NT. A su vez, estos primeros escritos dependían de tradiciones orales autoritativas que fueron transmitidas por testigos oculares de la vida de Jesús. Pablo lo expresa en 1 Corintios 15:3-8, donde enumera las creencias que «recibió» de estos testigos oculares cuando se convirtió al cristianismo menos de dos años después de la muerte y resurrección de Jesús. ¡No estaba relatando leyendas tardías que se habían desarrollado lentamente.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Guzz Alkala, en Unsplash
- ¿QUÉ ES EL TÉRMINO “ARCA DEL PACTO”? $ USD
Por M. Pierce Matheney
Receptáculo original de los Diez Mandamientos y símbolo central de la presencia de Dios con el pueblo de Israel.
Antiguo Testamento El arca de la antigua Israel es misteriosa en cuanto a sus orígenes, sus significados y su destino final. Sus numerosos nombres confieren el sentimiento santo de la presencia de Dios. La palabra hebrea para arca (tebah) simplemente significa “caja, baúl, ataúd”, tal como lo indica su uso para el ataúd de José (Gén. 50:26) y para el arca que el rey Joás utilizó para las colectas del templo (2 Rey. 12:9-10).
Los nombres que se utilizan para el arca definen su significado por medio de los términos que la modifican. La palabra “pacto” como parte del nombre define al arca en relación con su propósito original de contener las tablas de piedra sobre las que se inscribieron los Diez Mandamientos (denominados a veces el “testimonio”). En ocasiones se la identifica más bien con el nombre de la deidad, “el arca de Dios” o “el arca del pacto de Jehová de los ejércitos (Yahvéh Sabaot)” (1 Sam. 4:4).
El origen del arca se remonta hasta Moisés en Sinaí. Su origen misterioso se observa haciendo un contraste de los dos relatos del Pentateuco en cuanto a cómo se construyó. El relato más elaborado de la fabricación y la ornamentación del arca realizadas por el artesano Bezaleel aparece en Ex. 25:10-22; 31:2,7; 35:30-35; 37:1-9. Se planificó durante la primera estadía de Moisés en Sinaí, y se construyó después de que se comunicaron y completaron todas las especificaciones para el tabernáculo. El otro relato se encuentra en Deut. 10:1-5. Después del pecado del becerro de oro y la ruptura de las tablas originales del Decálogo, Moisés hizo una caja simple de madera de acacia a fin de utilizarla como receptáculo para recibir las nuevas tablas de la ley.
Un poema muy antiguo, el “Cántico del Arca” de Núm. 10:35-36, arroja cierta luz sobre la función de esta durante el peregrinaje en el desierto. Era un símbolo de la presencia de Dios para guiar a los peregrinos y liderarlos en la batalla (Núm. 10:33,35-36). Si actuaban sin fe, dejando de seguir esta guía, las consecuencias podían ser dramáticas (Núm. 14:39-45). Algunos pasajes sugieren que el arca también se consideraba trono de la deidad invisible o estrado de sus pies (Jer. 3:16-17; Sal. 132:7-8). Estos significados diversos se deben interpretar como complementarios en lugar de contradictorios.
El arca se diseñó para ser trasladada. Su tamaño (alrededor de 1,20 m de largo [4 pies], 75 cm de ancho [2,5 pies] y 75 cm de profundidad [2,5 pies]) y su forma rectangular eran apropiados para este propósito. Se utilizaban postes permanentes para acarrearla ya que nadie podía tocarla y solo el personal sacerdotal (levítico) estaba autorizado a transportarla. El arca fue el objeto más importante del tabernáculo en el período del desierto, aunque su relación con el tabernáculo concluyó después de la conquista de Canaán.
El arca desempeñó un papel importante en las narraciones de la “guerra santa” durante el cruce del Jordán y la conquista de Jericó (Jos. 3–6). Después de la conquista se la ubicó en diversos lugares tales como Gilgal, Siquem (Jos. 8:30-35; Deut. 11:26-32; 27:1-26) o Bet-el (Jue. 20:26), según el sitio donde se reuniera la confederación de las tribus para adorar. Finalmente se instaló en forma permanente en Silo, donde se construyó un templo para alojarla (1 Sam. 1:9; 3:3).
Debido a la superstición infiel de los hijos malvados de Elí, las tribus hebreas fueron derrotadas en la batalla de Eben-ezer y los filisteos capturaron el arca (1 Sam. 4). Los acontecimientos relacionados con el arca en las ciudades de Asdod, Gat y Ecrón se narran a fin de magnificar el poder y la gloria del Señor del arca. El Señor venció a Dagón y derramó una peste sobre el enemigo hasta que buscaron el perdón del Dios de Israel mediante ofrendas simbólicas por la culpa, y enviaron de regreso el objeto temido siguiendo el ritual correcto (1 Sam. 5:1–6:12). Los hombres de Bet-semes se alegraron con el retorno del arca hasta que desacertadamente violaron su santidad al mirar en su interior (1 Sam. 6:13-15,19-20). Luego la llevaron a Quiriat-jearim, donde permaneció relativamente descuidada hasta que David la trasladó a su nueva capital y santuario en Jerusalén (1 Sam. 6:21–7:2; 2 Sam. 6). Pareciera que Abinadab y sus hijos (2 Sam. 6:3) habían servido fielmente al Señor del arca hasta que uno de ellos, Uza, cayó muerto al tocar imprudentemente el objeto santo durante el primer intento de David de transportarla desde su “collado” en Quiriat-jearim a la ciudad del rey. David, por temor, le dejó el arca a Obed-edom geteo, cuyacasa fue bendecida a causa de la santa presencia. De manera más cuidadosa y con un gran fervor religioso, David tuvo éxito la segunda vez que intentó llevar el arca a su ciudad capital (2 Sam. 6:12-19).
Estudios recientes sugieren que esta ceremonia del arca se representaba en ocasiones de producirse una coronación o anualmente en una celebración de asunción al trono. Dicha representación volvía a enfatizar la promesa hecha a la dinastía davídica, como así también la gloria de Jehová de los ejércitos (Sal. 24:7-10; 103:21-22). Salomón construyó el templo que David había planeado para alojar el arca, a la que posteriormente transportó dentro del lugar santísimo en medio de ceremonias festivas (1 Rey. 8; 2 Crón. 5).
Se desconoce el momento preciso del robo o la destrucción del arca. Algunos han sugerido que Sisac de Egipto saqueó el templo y se apoderó de este objeto santísimo (1 Rey. 14:25-28) pero, tomando como base Jer. 3:16-17, pareciera más probable que los babilonios la hayan capturado o destruido en el 587 a.C. junto con la caída de Jerusalén y el incendio del templo. Tal como predijo Jeremías, el arca nunca se reconstruyó para el segundo templo, con lo cual el lugar santísimo quedó vacío.
Otros misterios del arca son su relación con los querubines, su cubierta ornamentada denominada “propiciatorio” y su uso ritual preciso durante la época de la monarquía. Debido a que el arca del pacto era el símbolo central de la presencia de Dios con su pueblo Israel, sus misterios permanecen apropiadamente encubiertos dentro del santuario interior del Dios viviente. Ver Lugar santísimo; Propiciatorio; Tabernáculo; Templo.
Nuevo Testamento Hebreos 9:1-10 muestra que el arca formaba parte del orden antiguo con reglas externas, en espera de la llegada del nuevo día de Cristo, con un sacrificio perfecto capaz de limpiar la conciencia humana. Apocalipsis 11:19 muestra que el arca del pacto formará parte del templo celestial, cuando este sea revelado.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto Diccionario Bíblico Ilustrado Holman
- La preservación de los manuscritos a través de los siglos $ USD
Por Jeremy Royal Howard
En las últimas décadas, los escépticos han popularizado la afirmación de que los libros del NT han evolucionado desde que fueron escritos hasta volverse irreconocibles. Se dice que copistas aficionados, monjes insatisfechos, teólogos deshonestos, políticos astutos y sujetos de todas partes tuvieron su oportunidad de corromper el texto añadiéndole, eliminándole y modificándolo a capricho.
Un famoso crítico popularizó el dicho de que el número total de variantes halladas en los manuscritos existentes es mayor que la cantidad de palabras de todo el NT. Técnicamente, su afirmación es cierta, pero las conclusiones que pueden extraerse de ella son mucho menos drásticas de lo que quiere hacernos creer. En realidad, la inmensa mayoría de los cambios se detectan fácilmente y son solo pequeños errores de grafía y otras alteraciones menores que no afectan para nada el significado del NT. En aquellos pocos lugares donde las variantes podrían tener una importancia teológica, en general los eruditos pueden determinar sin lugar a duda el contenido original del texto. En aquellos casos en que la lectura original es más controvertida, los expertos en crítica textual han afirmado con toda razón que podrían eliminarse dichos versículos del NT sin afectar ni una sola doctrina importante del cristianismo. En otras palabras, ninguno de los versículos problemáticos se utiliza como fundamento exclusivo de ninguna doctrina del NT. Así que, aunque retiráramos esos versículos de la Biblia, podríamos siempre señalar otros indiscutibles del NT para sostener la doctrina en cuestión. Visto así, nos damos cuenta de que las variantes no tienen mucha importancia.
Un análisis adecuado de las pruebas revela que los manuscritos del NT se han preservado extraordinariamente bien a través de siglos de transmisión. Aparte de estas variaciones intrascendentes, los manuscritos del NT en que se basan nuestras traducciones son réplicas muy cercanas de los escritos originales.
Conclusión
Las iglesias que recibieron inicialmente las cartas y los Evangelios escritos por los apóstoles y sus colaboradores entendieron que esos textos constituían la Escritura, ya que provenían de hombres que habían sido reconocidos como intérpretes autorizados de la vida y el mensaje de Jesús. Estos escritos se copiaron cuidadosamente y circularon por otras iglesias. La convicción con respecto a cuáles eran los libros aceptados entre los cristianos aumentó a medida que pasaron las décadas ya que las copias fueron llegando lentamente a las iglesias que habían surgido lejos de Israel, lugar donde nació el cristianismo. Es cierto, no obstante, que muchos cristianos sinceros y devotos en los primeros siglos no supieron de la existencia de varios o incluso de buen número de los libros inspirados, ya que muchas iglesias nuevas tuvieron poco o ningún acceso a la Escritura. De ahí que, aunque el canon no fue ampliamente descrito hasta el siglo IV, esto no significa que constituyera una cuestión abierta entre aquellos que estaban en una buena posición para opinar del asunto. Al fin y al cabo, encontramos referencias claras a la mayoría de los libros canónicos en los escritos de los padres de la Iglesia primitiva, y ciertamente los cristianos que adoraban en las iglesias fundadas por los apóstoles tuvieron una noción temprana del canon del NT, ya que sus iglesias estaban entre las que habían recibido los escritos originales en el siglo I. No es exagerado afirmar que cuando disminuyeron los obstáculos prácticos para viajar, comunicar y difundir los manuscritos, el canon de los 27 libros del NT alcanzó rápidamente consenso en la cristiandad.
Al mirar atrás, resulta evidente que todos los libros admitidos en el canon incluían los siguientes criterios: (a) fueron escritos por un apóstol o por un colaborador aprobado por ellos; (b) disfrutaron de un amplio y antiguo uso por parte de las iglesias especialmente en las fundadas por los apóstoles; (c) comunicaban un alto concepto de Jesús, eran fieles a la tradición apostólica transmitida a las iglesias y encajaban en el conjunto de la teología de los demás libros bíblicos de ambos testamentos.
En resumen, la historia de la Iglesia demuestra que se tomaban muchas precauciones para evaluar la posible inclusión de un libro. La repetida puesta a prueba de los méritos de ciertos libros de nuestro canon lo demuestra más allá de toda duda. Nuestro canon del NT representa un tesoro puesto a prueba con esmero y cuidadosamente protegido, y en el cual los cristianos pueden regocijarse y depositar su absoluta confianza.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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- Factores que influyeron en la formación del canon del Nuevo Testamento $ USD
Jeremy Royal Howard
En cuanto a cómo y cuándo se formó el canon, lo primero que debe tenerse en cuenta es que por ser una lista de libros y no los libros en sí, su existencia es necesariamente posterior a la fecha en que fueron escritos. Así pues, los libros autoritativos fueron Escritura inspirada antes de que existiera una lista que los identificase como tales. En Origen del Nuevo Testamento 1452 segundo lugar, la formación del canon se debe a un consenso y no a un pronunciamiento oficial. En tercer lugar, en conformidad con los dos primeros puntos, pasaron varios siglos antes de que el canon surgiera como un hecho ampliamente reconocido. Los críticos consideran que este surgimiento relativamente tardío es una prueba de que los libros no fueron aceptados inicialmente como Escritura y que solo se los aceptó como sagrados porque, con el paso del tiempo, los cristianos olvidaron cómo se habían originado. Sin embargo, el desarrollo progresivo del consenso con respecto al canon fue en realidad el resultado natural de cuatro condiciones:
- (1) La creación y la diseminación gradual de los libros del NT. Los libros del NT canónico se escribieron en un intervalo aproximado de 50 años (45- 95 d.C.). Antes de conseguir ser universalmente aceptados, cada nuevo libro que se escribía debía copiarse, circular entre las iglesias, y examinarse y discutirse; y este no era un proceso rápido. Los libros que se escribieron relativamente tarde, tuvieron que pasar por el tipo de tratamiento que se reserva a los recién llegados: someterlos a un examen especialmente cuidadoso antes de concederles un lugar entre los libros ya reconocidos. Además, la fe cristiana se multiplicó rápidamente en los primeros siglos, y así surgieron nuevas iglesias en regiones apartadas a un ritmo que superaba la capacidad de diseminación de la Escritura. Por esta razón, muchas de las primeras iglesias solo tenían acceso a pocos libros del NT. Naturalmente, al saber de la existencia de libros nuevos, fueron precavidos para aceptarlos como bíblicos, algo que solo ocurrió tras una consideración cuidadosa y la consulta con otras iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles.
- (2) La autoridad apostólica y el canon del NT. Las primeras iglesias fueron fundadas por los apóstoles y sus colaboradores, a medida que salieron de Jerusalén en los años posteriores a la resurrección de Jesús. Naturalmente, las iglesias dependían de ellos para recibir enseñanza sobre Jesús y la vida cristiana. Al principio, dichas enseñanzas fueron estrictamente orales, pero con el tiempo, los apóstoles empezaron a escribir cartas y Evangelios para las iglesias, con lo cual proporcionaron a los primeros cristianos «libros» autoritativos que los guiaran en sus creencias y prácticas. Estas iglesias apostólicas estuvieron entre las primeras en recibir la Escritura a medida que se fue escribiendo, y por lo tanto, estaban bien posicionadas para ayudar a las nuevas iglesias a identificar correctamente el canon del NT.
- (3) La relativa independencia de cada iglesia local. En los comienzos del cristianismo, todas las iglesias verdaderas reconocían la autoridad de los apóstoles, y sin embargo, cada una era relativamente independiente de cualquier autoridad eclesiástica centralizada. El resultado práctico fue que no existía ninguna autoridad central que pudiera pronunciarse en cuanto a la identidad de los libros del NT o forzar su uso en el culto. Así pues, es comprensible que pasaran varios siglos antes de que las iglesias extendidas por todo el mapa establecieran lazos de comunicación y llegaran a un consenso en cuanto al canon.
- (4) El surgimiento de la herejía. Cuando aparecía en las iglesias alguien que promovía ideas contrarias a las recibidas de los apóstoles, sus enseñanzas se consideraban una innovación no autorizada. Esto precisamente ocurrió en el siglo II con la aparición del llamado cristianismo gnóstico. El gnosticismo era una filosofía dualista griega sumamente popular que sostenía que el mundo material había sido creado por un dios malo. De ahí que los gnósticos enfatizaran la meditación en los secretos de una esfera de realidad pura e invisible y negaran que Dios se hubiese encarnado en un ser material, como hizo Cristo. Un hombre llamado Marción juntó el gnosticismo con elementos cristianos y solicitó a la iglesia de Roma que adoptara sus puntos de vista. Entre otras perversiones, intentó convencer a los cristianos de que debían rechazar el AT y aceptar solamente los escritos de Pablo y una versión sumamente expurgada del Evangelio según Lucas, que no mencionaba el nacimiento de Cristo. Como herederos de las enseñanzas apostólicas, los cristianos de Roma y de otros lugares sabían que las enseñanzas de Marción no concordaban con las doctrinas cristianas genuinas. A medida que las iglesias señalaban la distinción entre los escritos apostólicos autorizados y las innovaciones heréticas de personas como Marción, y que los cristianos sufrían por todo el Imperio romano persecuciones periódicas en las que se amenazaba con la muerte a cualquiera que conservara las Escrituras cristianas, el NT empezó a surgir como un conjunto definido de libros que había que defender. Los libros que representaban la llamada «cristiandad alternativa», representada por obras del siglo II o III, como el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas, nunca fueron considerados para incorporarlos en el canon del NT, ya que fueron escritos mucho después de la época de los apóstoles y sus enseñanzas no concordaban con el AT o las tradiciones apostólicas.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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- ¿Qué significa “anciano” en el Antiguo y el Nuevo Testamento? $ USD
Por Fred A. Grissom
En el AT, por lo general el término “anciano” traduce la palabra hebrea zaqen, proveniente de una raíz que significa “barba” o “mentón”. En el NT, la palabra griega es presbuteros, que se translitera presbítero.
Antiguo Testamento
Desde el comienzo de la historia de Israel, los ancianos fueron líderes de diversas familias y tribus. Cuando estas se reunieron para formar la nación de Israel, los ancianos naturalmente asumieron funciones importantes en el gobierno de los asuntos de la nación. A Moisés se le ordenó que informara a “los ancianos de Israel” acerca del propósito del Señor de liberar a Israel de Egipto, y que se presentara con los ancianos a confrontar al faraón (Ex. 3:16,18). De manera similar, 70 ancianos participaron con Moisés en la comida del pacto en el Sinaí. (Ex. 24:9-11). A medida que la tarea de gobernar Israel creció. en complejidad, parte de la carga fue transferida de Moisés a un concilio de 70 ancianos (Núm. 11:16-17).
Durante el período de los jueces y de la monarquía, los ancianos tuvieron un lugar destacado en la vida política y judicial de Israel. Le exigieron a Samuel que nombrara a un rey (1 Sam. 8:4-5); cumplieron una función decisiva para que David obtuviera y retuviera el trono (2 Sam. 3:17; 5:3; 17:15; 19:11-12), y representaron al pueblo en la consagración del templo de Salomón (1 Rey. 8:1,3). En las normas legales en Deuteronomio se hace responsables a los ancianos de administrar justicia, de actuar como jueces a las puertas de la ciudad (Deut. 22:15), de decidir en casos que afectaban la vida familiar (Deut. 21:18-21; 22:13-21), y de hacer que se cumplieran las decisiones (Deut. 19:11-13; 21:1-9).
Aunque los ancianos fueron menos importantes después del exilio, y al parecer el término no se usó mucho en las comunidades judías fuera de Palestina, el “concilio de los ancianos” formaba parte del Sanedrín en Jerusalén. En el NT, a menudo se hace referencia a los ancianos de los judíos, generalmente en asociación con los principales sacerdotes y escribas (Mat. 21:23; Mar. 14:43). En este contexto, los ancianos, aparentemente miembros de familias destacadas, tenían cierta autoridad pero no eran los líderes principales en asuntos religiosos ni políticos.
Nuevo Testamento
En las iglesias judeocristianas primitivas, por lo menos en la iglesia en Jerusalén, la función del “anciano” siguió casi con seguridad el modelo de la sinagoga. Si bien hay pocos detalles específicos de la función de los ancianos en la iglesia de Jerusalén, aparentemente servían como concilio para la toma de decisiones. A menudo se los menciona en conjunto con los apóstoles, y algunos pasajes dan la impresión de que estos y los ancianos de Jerusalén consideraban que poseían autoridad para tomar decisiones para toda la iglesia (Hech. 15; 21:17-26).
Otras iglesias ten.an ancianos. Hechos 14:23 relata que Pablo y Bernabé nombraron ancianos en las iglesias durante su viaje misionero. Sin embargo, pareciera que dichos ancianos no seguían el modelo judío. En su discurso a los ancianos de Éfeso, Pablo se refirió a ellos como quienes supervisaban a la iglesia y servían en ella como pastores (Hech. 20:28). El apóstol no usaba con frecuencia el término, que se refería más a las funciones del ministerio que a títulos u oficios. Por ejemplo, en Rom. 12:6-9 Pablo aludió a quienes tenían dones de profecía, de servicio, de enseñanza, y para otros aspectos del ministerio (comp. 1 Cor. 12). Aunque aquellos que ejerc.an tales dones en las iglesias no eran expresamente llamados ancianos, es probable que por lo menos algunos de ellos lo fueran. Por lo tanto, probablemente los ancianos en las iglesias paulinas hayan sido lideres y ministros espirituales, no solo un concilio de gobierno.
Una de las cuestiones más debatidas en cuanto al estilo del ministerio cristiano primitivo es la relación entre obispos y ancianos. Algunos eruditos consideran que estos términos eran intercambiables. Otros argumentan que se refieren a oficios diferentes. En las cartas de Pablo no hay referencias explicitas a las obligaciones de unos y otros, ni se enumeran requisitos de los ancianos. Tito 1:5-9 es el único pasaje que menciona ambos vocablos. El texto comienza con la indicación de que deben nombrarse ancianos en cada ciudad, y continúa con la descripción de los requisitos de los obispos. El contexto lleva a la conclusión de que las indicaciones y los requisitos se refieren a las mismas personas, lo cual sugiere que los términos son en verdad intercambiables.
Al parecer, los requisitos en Tito 1:6-9 y en 1 Tim. 3:1-7 se aplican a los ancianos. Es evidente que estos eran lideres espirituales de las iglesias. Tomados en conjunto, los requisitos describen a una persona cristiana madura y de buena reputación, con dones para la enseñanza, la administración y el ministerio pastoral. La única descripción concreta del ministerio de los ancianos es la mención en Sant. 5:14-15 de que oren y unjan a una persona enferma. Aunque la palabra “obispo” por lo general se menciona en singular, ninguno de los pasajes referidos indica que hubiera un solo anciano en cada congregación ni se describe el carácter de la relación entre los diversos ancianos.
Artículo extraído del Diccionario Bíbico Ilustrado Holman.
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