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UNA BIBLIA PERSONALIZADA PARA TI


  • Cristología $ USD

    Por Daniel L. Akin, Ralph P. Martin y Charles W. Draper

    Métodos

    Cualquier estudio de cristología debe considerar la metodología. Algunos comienzan con la formulación de credos que confiesan a Jesucristo como “verdaderamente Dios” y “verdaderamente humano”, “completo en Deidad y completo en humanidad” (por ej., de Nicea y de Calcedonia) y luego retroceden hasta la cristología de la iglesia primitiva y del NT. Este método es cristología “desde arriba”. El enfoque alternativo, la cristología “desde abajo”, comienza con los registros históricos y la información teológica del NT y detalla la interpretación cristológica de la Iglesia antes que aparecieran los credos. En otras palabras, ¿es ontológica (que se ocupa del papel trascendente de Cristo en relación con Dios, con el mundo o con la Iglesia) la teología neotestamentaria? ¿O acaso es primeramente funcional (ante todo interesada en relacionar a la persona de Jesucristo con Sus logros como Salvador y Señor en el contexto del ministerio terrenal)?

    Los dos métodos tienen distintos puntos de partida. El primero pregunta, “¿Quién es Cristo y cuál es su relación con Dios?” El segundo hace surgir las preguntas: “¿Qué hizo el Jesús humano y cómo llega la Iglesia a considerarlo Dios al otorgarle títulos de divinidad?” O: “¿Es correcto denominar a Jesús Hijo de Dios porque me salva” (cristología funcional), o “me salva porque Él es Dios”? (cristología ontológica). Los dos enfoques alcanzan el mismo objetivo y ambos están presentes en el NT.

    Juan, especialmente en el prólogo de su Evangelio (1:1-18), pone mayor atención en la cristología ontológica, igual que otros textos clásicos de cristología. Filipenses 2:6-11 expone la unión hipostática y la doctrina de la kénosis; Col. 1:15-23 y 2:9,10 presentan al Hijo como la misma imagen (eikon) de Dios y el Creador en quien habita toda la plenitud (pleroma); y Heb. 1:1-3 confirma a Cristo como el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de la naturaleza divina. Es imposible defender el argumento que dice que la iglesia primitiva se interesaba poco o nada en la naturaleza ontológica de Jesús y en su condición de Hijo de Dios. La cristología “desde lo alto” estuvo presente desde el comienzo de la iglesia primitiva.

    No obstante, la cristología desde abajo también es valiosa, y fue la manera en que los apóstoles y la iglesia primitiva conocieron a Jesús y entendieron quién era y qué hizo. Es sorprendente que un pueblo aferrado al monoteísmo llegara a afirmar que la vida de Cristo sin pecado (2 Cor. 5:21; Heb. 4:15), Su deidad y Su muerte en la cruz eran necesarias como expiación por el pecado de la humanidad.

    El curso de la cristología del Nuevo Testamento

    Los primeros creyentes fueron judíos que aceptaron a Jesús por la fe como Mesías y Señor resucitado (Hech. 2:32-36). El reconocimiento hacia Jesús surgió de la convicción de que Su resurrección y exaltación, la nueva era del triunfo de Dios prometido en el AT, ciertamente había amanecido y las Escrituras (Sal. 110:1; Isa. 53:10-13) se habían cumplido. La cruz requería una explicación ya que la forma en que murió Jesús estaba en contraposición directa con las expectativas mesiánicas judías de ese tiempo. Deuteronomio 21:23 declara que cualquiera que fuera colgado de un madero moría bajo la maldición de Dios (comp. Gál. 3:13). La iglesia primitiva respondió de dos maneras: afirmando que el rechazo de Cristo se predijo en el AT (Sal. 118:22; Isa. 53), y que la resurrección reivindicó al Hijo de Dios y lo instaló en el más alto lugar de honra y poder (Fil. 2:5-11). La primera cristología tenía dos ideas centrales: Él es el Hijo de David en su ascendencia humana, y en la resurrección es el Hijo de Dios con gran poder (Rom. 1:3,4). Sus afirmaciones mesiánicas implícitas durante Su vida terrenal se pusieron de manifiesto en Su resurrección y exaltación, y Su naturaleza se reveló gloriosamente. Más aún, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés autenticó la nueva era que Jesús inauguró (Hech. 2:16-21; comp. Joel 2:28).

    A nivel práctico, esta opinión acerca de la vida y la resurrección de Jesús les dio a los creyentes una relación personal con Jesús como realidad presente. Él no fue una figura del pasado, sino actual. La primera oración cristiana que se registra es “Marana tha” (“el Señor viene”, 1 Cor. 16:22). Al estar dirigida al Señor resucitado, lo hace igual a Jehová, el Dios del pacto con Israel (Rom. 10:9-13; comp. Hech. 7:55,56,59) y lo hace también digno de adoración.

    Además, las Escrituras del AT ponen luz a la verdadera identidad de Jesús y explican cómo Él usó el título “Hijo del Hombre”. Tomado de Dan. 7:13-18, Hijo del Hombre es un título de autoridad y dignidad, dos ideas confirmadas por la resurrección (Hech. 7:56). Aunque rara vez lo utilizaron otras personas aparte de Jesús, la iglesia preservó esta enseñanza por varias razones: (1) para demostrar de qué manera malinterpretaron y rechazaron a Jesús como un mesías falso, pero que como el “Hijo del Hombre”, Él inaugura el reino de Dios y comparte el trono divino; (2) para señalar la forma en que Jesús introdujo una nueva era de revelación que no estaba ligada a la ley de Moisés sino universalizada para todas las personas. El “Hijo del Hombre” es cabeza de un reino universal, que sobrepasa en gran medida las estrechas expectativas judías (Dan. 7:22,27), y (3) para hallar un impulso misionero que llevara a los creyentes a evangelizar a los no judíos (Hech. 7:59–8:1; 11:19-21; 13:1-3).

    Esa era la misión de la iglesia en el mundo de la cultura y la religión grecorromanas. El títulomás destacado era “Señor”, que se utilizaba para dioses y diosas. De más importancia aún, “Señor” designaba la honra y la divinidad del culto al emperador. Ambos aspectos resultaron útiles para la aplicación del término Señor, el título cristológico más común de Jesús. Utilizado previamente con referencia a Yahvéh en el AT griego, ahora se aplicaba al Cristo exaltado y se convertía en un punto de contacto útil entre los cristianos y los paganos familiarizados con sus propias deidades (1 Cor. 8:5,6). Posteriormente, “Señor” se convirtió en la piedra angular de la lealtad cristiana a Jesús cuando las autoridades romanas requerían que se le rindiera homenaje al emperador como ser divino, tal como sucede en Apocalipsis cuando el emperador Domiciano (81–96 d.C.) se proclamó señor y dios (Apoc. 17:14).

    En Hebreos se observa otro aspecto de la cristología neotestamentaria. El autor de esta epístola demuestra la irrevocabilidad de la revelación de Cristo como Hijo de Dios y gran “sumo sacerdote” (5:5; 7:1–9:28), un tema exclusivo de este libro. Junto con Pablo (Rom. 3:25) y Juan (1 Jn. 2:2; 4:10), Hebreos ve la obra de Cristo como propiciación (satisfacción) por el pecado (Heb. 2:17). Hebreos también afirma que en Su muerte en la cruz, Jesús nos limpió de nuestros pecados (1:3), quitó el pecado (8:12; 10:17), soportó nuestros pecados (9:28), ofreció un sacrificio por los pecados una vez y para siempre (10:12), hizo ofrenda por el pecado (10:18), y anuló el pecado mediante Su sacrificio (9:26). El Hijo se hizo cargo del pecado en todos los aspectos. Aun en estas maravillosas confesiones (Rom. 9:5; Tito 2:13; 1 Jn. 5:20), la iglesia nunca transigió en su creencia en la unidad y la singularidad de Dios (Deut. 6:4-6), una herencia cristiana proveniente de los judíos y elemento esencial del monoteísmo del AT. Jesús y el Padre son uno (Juan 10:30). Jesús, el Verbo, está con Dios y es Dios. Hay unidad en esencia pero distinción entre personas. Jesús no era una deidad nueva ni un rival que competía con el Padre (Juan 14:28; 1 Cor. 11:3; Fil. 2:9- 11). La adoración de la iglesia está correctamente dirigida a ambos, junto con el Espíritu Santo. La iglesia neotestamentaria enseñó y practicó esto sin entrar en una profunda reflexión teológica acerca de las relaciones de la Deidad. No se ha explicado cómo se relacionan los dos lados (humano y divino) de la persona de Jesús. Los escritores le dejaron un rico legado a la iglesia que constituyó la sustancia de los debates trinitarios y cristológicos que condujeron a los concilios de Nicea (325 d.C.) y de Calcedonia (451 d.C.), donde se decretó y expresó que Jesucristo es “Dios de Dios, Luz de Luz, el mismo Dios del mismo Dios”, y que las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona. Esta declaración de fe ha permanecido como la posición esencial de la iglesia desde ese entonces, una verdadera confesión de una cristología cuyas raíces se encuentran en el terreno de las Santas Escrituras.


    Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


    Foto por BBC Creative, en Unsplash

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    • «CREACIÓN Y CIENCIA» $ USD

      Por David Mapes

      El precoz progreso de la ciencia se ha hecho posible mediante el método científico que incluye observar un fenómeno, formular una hipótesis para explicar la observación y realizar un experimento para obtener información a fin de afirmar la validez de esa hipótesis. Estos pasos ilustran dos principios importantes de la ciencia. Primero, la ciencia se limita al presente. Sin importar lo sofisticado que sea el equipamiento científico, nunca permitirá que una persona analice datos que no correspondan al tiempo presente. El científico puede examinar los artefactos, catalogarlos y efectuar suposiciones utilizando las técnicas historiográficas, pero nunca puede realizar un experimento controlado para discernir lo que sucedió en el pasado.

      Segundo, el método científico proporciona información independiente del punto de vista del científico. Un científico que sea creyente (y hay muchos) arribará exactamente a las mismas conclusiones que un ateo si utiliza el método científico. La ciencia no depende de un sistema de creencias en particular y no es, por lo tanto, dominio exclusivo de los evolucionistas. De aquí que es un error intentar catalogar el debate entre los evolucionistas y los creacionistas como si fuera una disputa de la ciencia frente a la religión o de los hechos en contra de la fe.

      En la actualidad, la evolución se presenta como una teoría en crisis. Los experimentos para demostrar la manera en que la vida surgió de la no vida dentro de un caldo primigenio y prebiótico han dejado a todos los evolucionistas sin ninguna explicación en cuanto a la presencia de la vida en la actualidad. El experimento de Stanley Miller del año 1953 en el que produjo algunos aminoácidos, ya no se considera válido aunque aún aparezca como prueba de la evolución en los libros de texto de todas las universidades. Miller presuponía que la atmósfera primitiva de la tierra era reducida y contenía gases de amonio y metano, pero que no había oxígeno. Como él era químico, sabía que una atmósfera reducida era absolutamente necesaria si se iban a formar espontáneamente algunas moléculas. Una nueva interpretación de datos (desde una perspectiva evolucionista) sugiere que en la tierra primitiva se encontraba presente una atmósfera neutral producida por gases volcánicos. Estos gases no forman ningún bloque productor de vida en el aparato de Miller. Como para complicarles las cosas a los evolucionistas, ciertos artefactos (rocas y agua) sugieren que el oxígeno ciertamente estaba presente desde muy temprano. El evolucionista A. G. Cairns-Smith ha demostrado que la producción de elementos químicos de existencia natural, puros y utilizables para desarrollar moléculas, sería imposible en las aguas de la tierra primitiva (Seven Clues to the Origin of Life [Siete pistas para el origen de la vida], Cambridge University Press, 1985, p.43).

      Uno se debe preguntar: “Si fue posible que se formaran bloques productores de vida, ¿pudieron estos ensamblarse espontáneamente para formar una célula viviente?” Sir Fred Hoyle calculó esta posibilidad (que es un número bastante conservador) y determinó que existe solo una chance en 1.040.000 de que una célula se pueda ensamblar para formar moléculas orgánicas (The Universe: Past and Present Reflections [El universo: Reflexiones pasadas y presentes], University College, 1981). La mayoría de los científicos consideran que las posibilidades mayores al 1050 son imposibles. Francis Crick, el biólogo ganador del Premio Nobel por haber descubierto la estructura del ADN, determinó que los cuatro mil millones de años que los evolucionistas determinaron se necesitaban para la evolución, no constituían suficiente tiempo para que la vida surgiera de un caldo primigenio (Life Itself: Its Origin and Nature [La vida misma: Su origen y naturaleza], Simon & Schuster, 1981).

      Los defectos de la teoría darwiniana continúan manifestándose. Darwin escribió: “Si se pudiera demostrar que existe un órgano complejo que posiblemente no se haya formado mediante modificaciones numerosas, sucesivas y leves, entonces mi teoría se destruiría por completo” (The Origin of the Species [El origen de las especies], New York University Press, 1988, p.154). ¿Cómo le va a Darwin en el día de hoy? Hay dos líneas de investigación científica que proveen evidencias contra la posición de Darwin.

      La primera demuestra que las mutaciones no desarrollan genes nuevos. Pierre-Paul Grassé, antiguo presidente de la Academia de Ciencias, declaró que las mutaciones son solo cambios triviales que resultan de la alteración de genes ya existentes, mientras que la evolución creadora requiere la síntesis de genes nuevos (Evolution of Living Organisms [La evolución de los organismos vivientes], Academia Press, 1977, p.217). Sus estudios proporcionan evidencia de que las mutaciones no se extienden a generaciones subsiguientes alejadas de un punto de partida sino que, en cambio, esas generaciones se mantienen dentro de límites firmemente establecidos. Las bacterias, a pesar de sus innumerables mutaciones, no han excedido el marco estructural dentro del que siempre han fluctuado y aún lo hacen. Lee Spetner no solo ha confirmado estos hallazgos sino que además ha demostrado que las mutaciones dan como resultado una pérdida de información genética; exactamente lo opuesto a lo que pronosticaba el darwinismo. Spetner llegó a esta conclusión: “La imposibilidad de observar siquiera una mutación que agregue información es más que un simple fracaso en hallar un respaldo para la teoría. Es evidencia en contra de la teoría” (Not by Chance: Shattering the Modern Theory of Evolution [No por casualidad: Cómo hacer trizas la teoría moderna de la evolución], Judaica Press, 1998, p.160). Peor aún, una pieza clave de evidencia sostenida durante mucho tiempo como “prueba” de la evolución mediante mutación fue el desarrollo de la resistencia antibiótica de las bacterias. La resistencia antibiótica se desencadena despertando un gen que ya está presente en la bacteria. El resultado es que no existe absolutamente ninguna mutación.

      La otra línea de prueba científica que desacredita la evolución es la complejidad irreductible. El esquema de Darwin, que va de lo simple a lo complejo, no ha soportado el escrutinio científico. El bioquímico Michael Behe declaró que la complejidad irreductible no solo se extiende a la célula sino también a las partes que la constituyen (Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution [La caja negra de Darwin: El desafío bioquímico a la evolución], Free Press, 1996). Es decir, la célula no se pudo haber desarrollado mediante un proceso de pasos simples. Para que la célula funcionara, debía contar con toda su complejidad desde el principio. De otra manera, habría sido basura orgánica carente de funcionalidad. El famoso ejemplo de la trampa para ratones de Behe ilustra la falacia de que es mejor tener parte de un ojo (órgano, músculo, etc.) que no tenerlo en absoluto. Tener parte de un ojo no funciona mejor que tener solo partes de una trampa para ratones. Uno sencillamente no espera atrapar menos ratones cuando falta la mitad de las partes de una trampa. La complejidad irreductible hasta en las porciones más pequeñas exige un Creador inteligente que, por Su sabiduría, creó una asombrosa célula compleja para confundir la sabiduría del mundo.

      La imposibilidad de que la vida aparezca espontáneamente es un problema insuperable para los evolucionistas pero se adecúa con claridad a la verdad que declaran las Escrituras en cuanto a que Dios, en el comienzo, creó la vida. La razón por la que la vida parece ser un “principio” organizado que se autodesarrolló dentro de un plan definido se debe a que Dios, el Gran Diseñador, formó la vida con intrincado detalle. Dios no creó la célula y puso las cosas en movimiento (evolución teísta) sino que Dios creó toda cosa viviente tal como Él lo dijo en los dos primeros capítulos de Génesis.

      En tanto que los puntales de la evolución se derrumban, la creación continúa siendo la única explicación realista de la vida. Explica de la mejor manera las evidencias proporcionadas hoy por los artefactos, tales como la ausencia de formas transicionales de vida de lo cual dan testimonio los registros fósiles. Los eslabones perdidos entre los peces y los anfibios, entre los anfibios y los reptiles, etc., dentro del registro fósil no aparecen porque no existen. Dios creó las especies para que se reprodujeran según su género. Aun así, Dios diseñó la diversidad genética dentro de la célula que permite observar variaciones dentro de los géneros.

      Si la evolución se encuentra en esta condición, ¿por qué hay tantos que se aferran a ella? Resulta ser que la discusión no es entre la creación y la ciencia. La discusión se ubica en un nivel filosófico. El pensamiento racionalista deja de lado lo sobrenatural y busca otras explicaciones aparte de la obra de un Creador perfectamente sabio quien dejó su sello en el diseño de la creación. ¿Debe la teoría del hombre racionalista y falible moldear nuestro pensamiento, o deberíamos reconocer a Dios quien es nuestro Creador soberano y creer en Su palabra?


      Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


      Foto por Alexander Andrews, en Unsplash

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      • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «CARNE Y ESPÍRITU»? $ USD

        Por D. Cornett

        Términos usados específicamente en conjunto en el NT para contrastar estilos de vida diametralmente opuestos. Al término “carne” se le atribuye con frecuencia la connotación de un estilo de vida impío de egoísmo y autocomplacencia. “Espíritu” indica características opuestas. Una persona que anda en el Espíritu vive con notoria conciencia de Dios que dirige su disposición, sus actitudes y sus acciones.

        Este uso de los términos se evidencia en especial en los escritos paulinos. En Rom. 7, Pablo habla francamente de su constante lucha entre el persistente poder de la carne y las sinceras intenciones de su voluntad para vivir en obediencia a Dios. “Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico” (Rom. 7:19 LBLA). Esta lucha se debe a la “carne” con la cual el creyente batalla incluso después de la salvación. Pablo entonces hace la pregunta: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). Y responde con confianza: “Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado” (Rom. 7:25 LBLA). Aunque los creyentes luchan con la carne, quienes están en Cristo Jesús ya no están obligados a vivir de manera carnal. En Gál. 5, Pablo trata este tema de manera más completa. Anima a los creyentes que efectivamente “viven por el Espíritu” a que también “anden por el Espíritu” para entonces evitar “satisfacer los deseos de la carne”. La advertencia aquí, al igual que en otras cartas paulinas, es no vivir carnalmente. Un cristiano carnal es un creyente que, aunque ha sido regenerado, persiste en una vida gobernada por los deseos carnales (Rom. 8:7; 1 Cor. 3:1).

        Otros pasajes del NT usan los términos “carne” y “espíritu” para enfatizar la misma lucha. Juan les indicó a los creyentes que no se comportaran de una manera que buscara satisfacer “la pasión de la carne” (1 Jn. 2:16 LBLA).

        No hay que forzar el sentido de este contraste como si dijera que la existencia física humana es mala. La carne humana en sí fue creada “buena”. Ciertos grupos cristianos gnósticos primitivos pervirtieron este concepto y enseñaron que todo lo que estuviera vinculado con la existencia física debía considerarse malo. Esta falsa dicotomía hizo que algunas sectas se volvieran ascéticas, y privaran al cuerpo de alimento, descanso y cuidado adecuado en un esfuerzo para purificarlo. Otros grupos llegaron a la conclusión de que lo que se hiciera con el cuerpo carecía de consecuencias espirituales, incluso los actos de libertinaje moral. Por medio del poder y la libertad de Cristo, uno debe tomar la decisión de vivir en forma piadosa y no convertir esa libertad en “ocasión para la carne” (Gál. 5:13). La meta consiste en mostrar una vida regida por la constante presencia del Espíritu Santo que se caracteriza por “el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio” (Gál. 5:22-23 LBLA).


        Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.

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        • «MÉTODOS DE ESTUDIO» SEGÚN LA BIBLIA $ USD

          Por Robert H. Stein

          La mayoría de quienes leen la Biblia lo hacen sin una meta claramente definida. Es preferible estudiarla con un propósito más concreto, considerando los temas que contiene y el significado deseado por el autor. Estudio por los temas que contiene Una manera de estudiar la Biblia es tener en mente preguntas específicas; por ejemplo, acerca de doctrina, historia o instrucciones morales y espirituales.

          Doctrinas y enseñanzas bíblicas La Biblia es, por sobre todas las cosas, un libro que habla acerca de Dios y Su relación con el mundo. ¿Cómo es Dios? ¿Qué relación tiene con Su creación? ¿Cuál es el propósito deseado en la creación?

          Para los cristianos, la Biblia es la fuente definitiva para el conocimiento de la teología (la persona y la naturaleza de Dios), la antropología (la constitución de los seres humanos), la soteriología (la doctrina de la salvación), la cristología (la doctrina de la persona de Cristo), la eclesiología (la doctrina de la iglesia) y la escatología (la doctrina de las últimas cosas). Los cristianos escudriñan la Biblia como única fuente infalible para la doctrina. No obstante, se ha hecho un gran daño al utilizar la Biblia como una fuente para “constatar textos” a fin de respaldar doctrinas teológicas. La Biblia no se debe estudiar para respaldar lo que creemos sino para determinarlo. El respeto verdadero hacia la Biblia incluye la tarea de someter a sus enseñanzas lo que creemos. Por ejemplo, no debemos estudiar los pasajes del NT que tratan acerca del bautismo cristiano para respaldar lo que entendemos particularmente acerca de este tema sino, más bien, para ver si nuestra idea está en armonía con la enseñanza de estos pasajes. Los textos bíblicos respaldarán nuestra comprensión del tema en la medida que esta sea correcta. Debemos juzgar nuestra interpretación a la luz del significado que los autores deseaban transmitir.

          Se pueden mencionar dos principios generales al procurar descubrir lo que la Biblia enseña sobre una doctrina en particular. Uno es que existe una tendencia a repetir las doctrinas importantes. Las cosas a las cuales la Biblia alude solo una o dos veces no son tan importantes como aquellas enseñanzas que aparecen en forma repetida. Por ejemplo, en toda la Biblia leemos solamente una vez acerca del bautismo por los muertos (1 Cor. 15:29). Cualquiera haya sido la intención de Pablo al mencionar este tema, no puede haber sido un asunto o doctrina importante. Es una insensatez construir un sistema teológico basándose en esto. De la misma manera, la gran importancia que algunos grupos le otorgan a Pedro como la roca sobre la que se edifica la iglesia o sobre el hablar en lenguas no refleja la realidad de que el primer tema solo se menciona una vez en la Biblia (Mat. 16:17-19) y que el otro aparece solamente en dos libros del NT (Hechos y 1 Corintios). La importancia de estos temas no puede haber sido tan trascendental debido a lo relativamente poco que aparecen en la Biblia. Muchísimo más importantes son las enseñanzas reiteradas acerca de que el amor y el servicio tienen que ser características distintivas de la vida cristiana, que la salvación es por gracia por medio de la fe, y que llegará un día en que Dios juzgará al mundo. Otro principio es que el NT interpreta al AT. Sin negar que el AT arroja luz sobre el NT, es evidente que la revelación más reciente descubre aquellos aspectos de la más antigua que ya no están vigentes (los aspectos ceremoniales de la ley que abarcan lo limpio y lo inmundo, los reglamentos relacionados con la circuncisión, el día de reposo y otros temas más) y los que se han cumplido (el sucesor de David prometido es Jesús de Nazaret, la llegada del reino de Dios con el Espíritu como primicias, y así sucesivamente).

          Historia bíblica

          Una de las razones más comunes para el estudio bíblico es aprender sobre los acontecimientos históricos que registra. El área más importante incluye la vida y las enseñanzas de Jesús, acerca de quien los creyentes desean aprender todo lo posible. La fuente principal son los cuatro Evangelios canónicos. Estos se leen para aprender sobre el nacimiento de Jesús, la cronología de Su vida, Su bautismo y tentación, el llamado de los discípulos, Su enseñanza y ministerio de sanidad, la confesión de Pedro y la enseñanza de Jesús sobre Su futura muerte, la transfiguración, el domingo de ramos, la purificación del templo, la Última Cena, Getsemaní, el arresto y el juicio, la crucifixión, la sepultura, la resurrección, las apariciones posteriores a la resurrección, la ascensión y otros eventos históricos. Otra área popular de investigación histórica incluye la vida y el ministerio del apóstol Pablo. Hay otras muchas áreas dentro de la historia bíblica: la vida de personajes bíblicos (desde personas conocidas como Abraham, Moisés y Juan el Bautista hasta otras menos conocidas como Agar y Josafat); acontecimientos diversos (el llamado de Abraham, el éxodo, la caída de Jerusalén, el regreso del exilio). De modo que gran parte de la Biblia está dedicada a la historia (comp. Génesis– Éxodo, Josué–Ester, Mateo–Hechos, también diversas porciones de Levítico–Deuteronomio, los profetas, y las cartas de Pablo) debido a que la fe bíblica se basa ampliamente en lo que Dios ha hecho en el transcurso de la historia.

          No obstante, se debe tener presente que entender lo que ha sucedido no equivale a comprender su significado pleno. Un ejemplo claro es la tumba vacía en la mañana de Pascua. Este acontecimiento no provee una explicación en sí y está sujeto a más de un esclarecimiento. Los enemigos de Jesús no negaron la realidad de la tumba vacía, pero le dieron una explicación diferente de la que proporcionaron los escritores del NT. Los enemigos de Jesús declararon que Su cuerpo había sido robado (Mat. 28:13-15; Juan 20:13-15). Sin embargo, la realidad de la tumba vacía asociada con las numerosas apariciones del Cristo resucitado durante un período de 40 días proporcionaba una interpretación diferente: la tumba estaba vacía porque Cristo había conquistado la muerte y había resucitado triunfante de la tumba. El lector debe procurar entender el significado de los hechos históricos al realizar un estudio de la historia bíblica. Los escritores de la Biblia no se consideraban meros reporteros de los hechos sino intérpretes autorizados de esas verdades. En consecuencia, cuando leemos un pasaje histórico, debemos procurar aprender “por qué” el autor registró ese acontecimiento de la historia. No debemos conformarnos con comprender qué sucedió sino además procurar entender qué trataban de enseñar los autores inspirados mediante los eventos registrados.

          Enseñanzas morales para la vida

          Otra razón por la cual se lee la Biblia es obtener una guía moral y espiritual. La Biblia contiene todo lo que uno necesita conocer a fin de saber cómo ser salvo y vivir una vida agradable a Dios. De manera intuitiva, cuando se cumple con el significado simple y llano de los textos bíblicos, la gente que posee una inteligencia normal puede leer la Biblia a solas y ser capaz de entenderla. Por lo tanto, hablamos acerca de la inteligibilidad o claridad de las Escrituras: todo lo que es necesario para la salvación y para la vida cristiana se halla allí expresado claramente. No se necesita ser ni erudito ni pastor para entender qué hay que hacer para ser salvo o para vivir una vida agradable a Dios. Esto lo entienden tanto los instruidos como los que no lo son, realidad que hace posible el sacerdocio del creyente en su máxima expresión. Existen principios útiles que proveen entendimiento para interpretar las enseñanzas éticas de la Biblia.

          El principio más útil es recordar cómo se relacionan los mandatos éticos con el recibimiento de la gracia y el perdón de Dios. De la misma manera que los Diez Mandamientos (Ex. 20) sucedieron a la liberación de la esclavitud en Egipto (Ex. 1–19), así las enseñanzas y los mandatos éticos de la Biblia están dirigidos a las personas receptoras de la gracia y la salvación de Dios. Los mandatos de las Escrituras son parte de un pacto al que se entra simplemente sobre la base de la gracia. Somos salvos por gracia por medio de la fe para buenas obras (Ef. 2:8-10). Amamos a Dios porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:19). Las enseñanzas éticas de la Biblia son guías para aquellos que ya han experimentado el don de la salvación de Dios. No son un medio para conseguir esa salvación. Ver Pacto.

          Otros dos principios útiles son prestar más atención a las enseñanzas éticas que se repiten frecuentemente, y destacar las doctrinas más enfatizadas por Jesús y los escritores bíblicos inspirados. En el centro de las Escrituras entonces, encontramos el mandato de amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con toda el alma, y al prójimo como a uno mismo (Lev. 19:18; Deut. 6:5; Jos. 22:5; Mar. 12:28-31; Juan 15:12; Rom. 13:8-10). La repetición de este mandato y el énfasis que recibe indican que se trata de la esencia de la moral bíblica y el corazón de la ética judeo-cristiana.

          Áreas adicionales de información

          Hay demasiados otros temas como para mencionarlos todos. La Biblia se puede estudiar en relación con la geografía, los idiomas (las características del hebreo bíblico, del arameo y del griego; la gramática, el estilo y el vocabulario de los escritores bíblicos); los templos (tabernáculo, salomónico, segundo, herodiano), las leyes específicas sobre el matrimonio, sacrificios, enfermedades, circuncisión, fiestas judías, alimentos limpios e inmundos, enseñanzas referentes a la hospitalidad, las plantas y los animales de la Biblia, figuras literarias utilizadas en la Biblia (acertijos, parábolas, hipérboles, poesía); fechas de diversos eventos bíblicos; fecha de escritura de los libros de la Biblia; armas y estrategias militares; instrumentos musicales a los que se hace referencia en los Salmos, y otros temas más.

          La cantidad de información contenida en la Biblia es enorme. Nadie podría estudiar todos los temas y la información que allí se encuentra, aun si tuviera varias vidas para hacerlo. Algunos temas son más importantes que otros. En consecuencia, es sabio investigar las áreas más relevantes. No obstante, debemos ser conscientes de que el estudio de la Biblia en relación con la información o los hechos que posee es insuficiente si no se determina su significado y se lo hace propio.

          El estudio de la Biblia por su significado Durante los últimos cien años se ha debatido ardientemente sobre dónde se tiene que buscar el significado de la Biblia. Debido a que toda comunicación abarca tres componentes fundamentales (el autor/orador; el texto/discurso, y el lector/oyente), no es de sorprender que se haya recurrido a cada uno de estos componentes a fin de determinar el significado bíblico.

          Estudio de la Biblia por el significado del autor inspirado

          Durante la primera mitad del siglo XX surgió un movimiento denominado “neocrítico” que sostenía que textos como los de la Biblia eran obras de arte autónomas cuyo significado es totalmente independiente del autor original y del lector actual. Por lo tanto, lo que Pablo quiso decir en Romanos o el significado que un lector posterior le da a Romanos es irrelevante; el texto se da significado a sí mismo. No obstante, si bien los textos pueden presentar un significado, en sí no pueden “significar” nada. El significado es una elaboración del pensamiento. Los autores pueden pensar. Los lectores pueden pensar. Un texto, no obstante, es un objeto inanimado (tinta y papel) y, en consecuencia, no puede pensar ni desear un significado. Por lo tanto, el significado de un pasaje bíblico no se puede hallar en la tinta ni el papel que conforman el texto sino en el ser humano que pensó o escribió las ideas o en aquel que lo lee.

          En la última parte del siglo XX, el énfasis en la respuesta del lector se convirtió en el enfoque dominante de la interpretación. El lector es en este caso el que determina el significado de un texto. No lo determina en el sentido de descubrir el significado del autor original, sino que, más bien, le da al texto el significado que él interpreta. En consecuencia, en teoría es perfectamente aceptable que a los mismos textos se le otorguen significados diferentes y aun contradictorios. El resultado de dicho enfoque es que el lector se convierte en amo del texto y de su autor en lugar de someterse a ambos, y que lo que los autores bíblicos quisieron decir mediante sus textos se considera irrelevante.

          La comprensión más tradicional es que el autor determina el significado y los lectores deben buscar el significado que los autores originales tuvieron intención de transmitir cuando escribieron los textos. Esta es la proposición básica de toda comunicación: los oradores/autores determinan el significado de lo que dicen/escriben. Tratar de entender el significado de Gálatas con la ayuda de Romanos (no de Apocalipsis), el significado de Hechos con la ayuda de Lucas (no de la República de Platón), el significado de Juan con la ayuda de 1 Juan (no de Por quién doblan las campanas de Hemingway) da testimonio de que deseamos saber qué quisieron decir los autores de Gálatas, Hechos y Juan. Los autores de Romanos, Lucas y 1 Juan lo revelan mejor que cualquier otra persona porque son escritos de los mismos autores realizados aproximadamente en la misma época y sobre el mismo tema.

          El papel del Espíritu Santo en la interpretación

          La Biblia enseña que el Espíritu Santo desempeña un papel importante tanto en su concepción como en su interpretación. Al entender el papel del Espíritu en la interpretación de la Biblia es útil hacer una distinción entre obtener una comprensión mental correcta de lo que quiso decir el autor por medio del texto, y convencerse de la importancia o de la veracidad de lo que escribió. En tanto que toda persona con una inteligencia razonable puede entender el significado de las Escrituras (algunas personas que no son creyentes escriben excelentes comentarios), las enseñanzas de la Biblia son esencialmente “locura” (1 Cor. 2:14) fuera de la convicción que produce el Espíritu Santo. El creyente sabe que estas enseñanzas son realmente la palabra de Dios a través de la obra de convicción del Espíritu.

          A través de los siglos algunos lectores de la Biblia han intentado hallar un significado más profundo del que los autores desearon conscientemente. No obstante, es arrogante buscar un significado supuestamente más profundo y definitivo del que poseyó el autor divinamente inspirado. Cualquier interpretación “espiritual” de esta clase debe ser constatada por las Escrituras (1 Jn. 4:1). En la práctica, estos significados más profundos con frecuencia demuestran ser falsos. No tenemos acceso a la revelación de Dios sino solo a través del significado expreso de los autores bíblicos, que son los voceros autorizados de Dios. Los que declaran que Dios les ha concedido un significado más profundo que va más allá del que tuvieron los autores bíblicos, ciertamente poseen un significado diferente, y ese significado es de ellos, no de Dios.

          Importancia del género literario

          En la Biblia encontramos muchos géneros literarios tales como poesía, narrativa, profecía, proverbios, parábolas, cartas, expresiones idiomáticas, hipérboles y algunos otros. Debido a que la meta al estudiar cada género literario es la misma, o sea, entender el significado del autor bíblico, es necesario saber cómo funciona cada uno. Un poema de amor no se interpreta de la misma manera que un informe médico. Los escritores bíblicos esperaban que sus lectores entendieran cómo funcionan los diversos géneros y las reglas que los rigen. Algunos géneros y las reglas asociadas con ellos son:

          Proverbios Un dicho breve y conciso generalmente en forma poética que expresa una observación sabia en cuanto a la vida. El libro de Proverbios incluye observaciones sabias de la vida vistas a través de la lente de la revelación de Dios. Lo que diferencia un proverbio bíblico de proverbios seculares es que ha sido formulado y conformado a través del filtro de la revelación divina. Los que escriben proverbios esperan que sus lectores entiendan que los proverbios enseñan verdades generales. No son leyes universales sino que dejan lugar a excepciones. No obstante, dichas excepciones no niegan la regla general (comp. Prov. 1:33; 3:9,10; 10:3,4; 13:21; 22:6; Mat. 26:52; Luc. 16:10).

          Poesía La diferencia entre la descripción poética y la narrativa se puede ver en la manera que relatan el mismo evento. En Jue. 4 tenemos una descripción narrativa de la forma en que Débora y Barac encabezaron al pueblo de Israel para vencer a los cananeos liderados por Sísara. El capítulo 5 es una versión poética de esa victoria. Solo en la descripción poética de la batalla encontramos el cuadro de la tierra que tiembla, los montes que se sacuden (5:4,5) y las estrellas que luchan desde el cielo (5:20). Como poesía (5:1 lo denomina un cántico), esta imagen no se debería tomar en forma literal, tal como lo indica la ausencia completa de estas expresiones en el capítulo 4. En Ex. 14 y 15 hay otro retrato narrativo y poético similar de esa clase de victoria.

          Profecía Muchos lectores entienden la profecía como la predicción exacta de acontecimientos futuros. Dejando de lado la verdad de que gran parte de la profecía trata menos acerca de la predicción de lo que lo hace en cuanto a la proclamación, los escritores proféticos no esperaban que sus lectores interpretaran las profecías como si fueran informes para los diarios históricos de la actualidad. Más bien, efectuaban un uso considerable de lenguaje figurado o poético. Cuando se refieren a la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C. o el 70 d.C., están mencionando un acontecimiento real pero, frecuentemente, el lenguaje que lo describe es el de poetas y no el de historiadores militares de la actualidad.

          Esto se puede observar en el uso frecuente de terminología cósmica al profetizar eventos que se cumplieron posteriormente (por ej.: Isa. 13:9-11 que se refiere a la destrucción de Babilonia; Jer. 4:23-26 que se refiere a la destrucción de Jerusalén, en el 587 a.C.; Hech. 2:17-21 que hace referencia a la venida del Espíritu en Pentecostés). El propósito de dicho lenguaje cósmico es mostrar que Dios está por actuar de manera poderosa en la historia y que, debido a que Dios reside en los “cielos”, la terminología cósmica se utiliza para indicar que Él va a hacer que sucedan estos eventos anunciados.

          Una regla adicional en la interpretación de la profecía se relaciona con las profecías de juicio. Estas siempre dan a entender, aun cuando no se declare abiertamente, que el arrepentimiento puede revertir o posponer la profecía. Esto se hace evidente en la profecía de juicio que expresó Jonás sobre los habitantes de Nínive en Jon. 3:4, la falta de su cumplimiento en 3:10 y la reacción de Jonás en 4:2. Este principio se expresa claramente en Jer. 18:7,8 (comp. también Ezeq. 33:13-15). Otros ejemplos de profecías de juicio de esta clase son Miq. 3:12 y Jer. 26:16-19. En consecuencia, dichas profecías a menudo no llegan a ser predicciones absolutas e inmutables y se convierten en advertencias y oportunidades para el arrepentimiento.

          Parábolas Ya que las parábolas son esencialmente comparaciones breves o ampliadas (símiles o metáforas), se debe distinguir entre la parte figurada de una parábola y el significado que procura enseñar. Una parábola comúnmente busca presentar un punto de comparación básico a fin de enseñar un tema importante. Como en todo símil o metáfora, generalmente no hay intención de enfatizar los detalles. Estos, dentro de una parábola, simplemente tienden a darle color a la historia y a captar el interés. Por otra parte, si la audiencia original hubiese observado algún significado alegórico en dichos detalles, es legítimo que el lector de la actualidad también los tenga en cuenta (comp., por ejemplo, Mar. 12:1-11 con Isa. 5:1-7).

          Varias preguntas sirven como guía para entender el tema principal de una parábola. (1) ¿Quiénes son los dos personajes principales? Esto ayuda a concentrar la atención en el tema principal. (2) ¿Qué aparece al final de la parábola? Esta regla, denominada “énfasis final”, reconoce que los autores suelen enfatizar la idea que desean transmitir por la manera en que concluyen una historia. (3) ¿Quién o qué ocupa más espacio en la parábola? Hay tendencia a dedicar más tiempo a los personajes más importantes del relato. (4) ¿Qué se expresa en discurso directo? El uso del discurso directo en una historia centra la atención del lector en lo que se está diciendo. Estas preguntas indican que el foco de atención en la parábola de los obreros de la viña (Mat. 20:1-16) está en el dueño y en los obreros de la primera hora, y en la parábola del hijo pródigo (Luc. 15:11-32) se centra en el padre y el hijo mayor.

          Géneros literarios misceláneos Algunos otros géneros en la Biblia incluyen expresiones idiomáticas (el uso de palabras combinadas que poseen un significado diferente al del significado normal de las palabras en forma individual); narrativa (la narración de acontecimientos pasados con el propósito de enseñar un tema); cartas (lo que los escritores quisieron decir mediante las palabras individuales, las cláusulas en las que estas aparecen y los argumentos creados por dichas cláusulas); pactos (generalmente constituidos por un prólogo en el que el generador del pacto se describe a sí mismo [el preámbulo], una descripción de sus gracias pasadas [el prólogo histórico], condiciones en cuanto a lo que la otra parte debe hacer para permanecer dentro de esta relación pactada, referencias a los testigos del pacto, un mandato para la lectura regular del pacto, una lista de bendiciones y maldiciones basadas en las condiciones, y el juramento de la segunda parte); hipérbole o exageración, donde se amplían las declaraciones a fin de enfatizarlas; y otros géneros más. Cada uno posee reglas que el escritor entendía. Así como no se puede entender lo que está sucediendo en un juego de balón si no se entienden las reglas, de la misma manera el lector actual no puede entender lo que quiso decir el autor bíblico si no comprende las reglas que gobiernan los géneros que se utilizaron.

          Significado del autor y aplicación actual

          Debido a que el autor bíblico determina el significado del texto bíblico, dicho significado nunca puede cambiar porque lo que el autor quiso decir está confinado a la historia. No obstante, lo que el autor quiso decir en el pasado a menudo tiene implicancias acerca de las cuales no era consciente. En consecuencia, lo que los autores quisieron transmitir en el pasado no solo incluye el sentido específico sino también todas las implicancias legítimas que se desprenden de ese significado. Por lo tanto, el mandato de no cometer adulterio (Ex. 20:14) incluye derivaciones tales como no codiciar (Mat. 5:28). Debido a que estas implicancias surgen del significado específico que el autor quiso transmitir, la determinación de cuáles son legítimas lo estableció el autor cuando escribió. Un lector puede descubrir estas implicancias, pero quien las creó fue el autor.

          Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


          Foto de Aaron Burden en Unsplash

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          • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «HERMENÉUTICA-BIBLIA»? $ USD

            Por Steve Bond

            Teoría de la interpretación bíblica, sus metas, métodos, principios y criterios evaluativos utilizados en la interpretación de las Escrituras. Esto podría parecer esotérico y carente de practicidad pero, en realidad, la teoría hermenéutica genera consecuencias de gran alcance para los creyentes y la iglesia.

            Toda persona que se acerca a la Biblia, lo hace utilizando alguna teoría hermenéutica. Los resultados de ese encuentro se verán influidos por la comprensión interpretativa que esa persona tenga del texto. Los seres humanos desarrollan las capacidades interpretativas a medida que aprenden su primer idioma. Desde el momento en que los niños comienzan a adquirir la lengua madre, aprenden lo que significa entender mal. Aprenden que la interpretación puede ser correcta o equivocada.

            Esta comprensión temprana es la base de una presunción perdurable de la hermenéutica bíblica: que un texto posee por lo menos un significado, y que la interpretación que uno hace será correcta o incorrecta. En los últimos años los posmodernistas han desafiado esta presunción. Las personas en pequeños grupos de estudio bíblico tal vez no hayan leído a escritores de la posmodernidad, pero las suposiciones posmodernistas se pueden observar en dichos grupos de estudio bíblicos donde toda interpretación se considera tan buena como cualquier otra. El entorno cultural en que nos hallamos imbuidos modifica la teoría hermenéutica mediante esta clase de modalidades sutiles sin que nos demos cuenta de lo que ha sucedido. Por esa razón, el tener un concepto general de la hermenéutica bíblica puede ayudar a los estudiantes de la Biblia a ser conscientes de las presunciones y los principios hermenéuticos que aplican a la Escritura cada vez que la leen. Ver Biblia, Métodos de estudio.

            La manera en que interpretamos la Biblia tiene mucho en común con la forma en que interpretamos otros textos. Pero la diferencia entre los textos bíblicos y los de ley, literatura y ciencias es que, a pesar de que los 66 libros bíblicos fueron escritos por muchas personas durante un período de más de 1500 años, la Biblia declara que Dios es definitivamente el autor. Esto le otorga mayor importancia a su lectura y a la comprensión precisa de lo que dice. Una cosa es interpretar mal a Shakespeare, pero otra muy distinta es entender mal a Dios. No obstante, ha existido y existe mucho desacuerdo en cuanto a lo que la Biblia quiere decir sobre diversos temas. Esto nos alienta a considerar los distintos enfoques interpretativos que generan una diversidad de interpretaciones, muchas de las cuales son incompatibles entre sí.

            Una presunción que Jesús y otros líderes religiosos de su tiempo tenían en común era que las Escrituras hebreas eran la palabra de Dios. También compartían una cantidad de métodos de interpretación escritural: literal, midrash, pesher y tipológica. No obstante, Jesús y los líderes religiosos interpretaban las Escrituras de manera muy diferente.

            Una de las primeras actividades del Cristo resucitado fue interpretar las Escrituras. Cuando iba caminando con Cleofas y otro discípulo en dirección a Emaús, “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él se decía” (Luc. 24:27). La interpretación de Jesús en cuanto a quién era Él y cuál era Su misión a la luz de las Escrituras hebreas es el fundamento de la iglesia e históricamente se constituye en el factor que determinó la separación entre la iglesia y la sinagoga.

            Esta actividad interpretativa de Jesús forja una conexión entre las Escrituras hebreas y lo que posteriormente se denominó Nuevo Testamento. La enseñanza de Jesús no solo liga los dos Testamentos sino que además provee la clave para observar de qué manera encajan entre sí y cómo dependen mutuamente.

            En el siglo II algunos no vieron con tanta claridad lo que pareciera tan claro en Lucas 24. Un conjunto de escritos cristianos se estaba recopilando (2 Ped. 3:16) junto a las Escrituras hebreas. En el año 140 d.C. se comenzó a cuestionar la relación entre las Escrituras hebreas y este conjunto de escritos cristianos. Marción, un acaudalado constructor de barcos del Ponto, se dirigió a Roma y procuró utilizar su influencia para eliminar las Escrituras hebreas de la iglesia. Creía que el Dios revelado en las Escrituras hebreas era incompatible con el Dios revelado en Jesús. Marción propuso que solamente se consideraran “Escrituras” algunas de las cartas de Pablo y una versión editada del Evangelio de Lucas.

            Marción obligó a la iglesia a decidir si se mantenían las Escrituras hebreas o no, y a determinar cómo interpretarlas en función de Jesús. En tanto que Marción deseaba que el canon fuera considerablemente más breve, había otro grupo denominado montanistas que deseaba agregarle los escritos de su propia creencia.

            En medio de estos dos extremos se encontraba un tercer grupo que deseaba mantener las Escrituras hebreas junto con los escritos cristianos que poseían autoridad apostólica. No se requería que un apóstol fuera el autor de un escrito canónico sino que hubiese sido escrito bajo la autoridad de uno de ellos. Algunos documentos que llevaban el nombre de apóstoles fueron rechazados porque eran incompatibles con la enseñanza apostólica acerca de Jesucristo.

            Esta comprensión apostólica de Jesucristo pasó a ser un elemento importante en la interpretación bíblica de la iglesia primitiva. Los documentos escritos frecuentemente se hallan sujetos a múltiples interpretaciones. En cierto modo son como una serie de puntos sobre un trozo de papel. Hay una gran cantidad de cuadros que se pueden realizar conectando los puntos de diferentes maneras. Una cuestión vital para la iglesia primitiva era la forma en que esos puntos tenían que conectarse.

            Los gnósticos tomaban las Escrituras y las reinterpretaban de acuerdo a sus propias opiniones. Ireneo comparaba lo que ellos hacían con una persona que tomaba la imagen hermosa de un rey realizada por un artista con joyas preciosas y las reacomodaba a fin de obtener la imagen de un zorro o un perro (Ireneo, Contra las Herejías, I,8:1 [180 d.C.], en ANF, I:326).

            Frente a estas distorsiones de las Escrituras, Ireneo estableció un marco de referencia interpretativo que había estado implícito en la iglesia durante varias décadas. Este marco de referencia se llegó a conocer como regla de la fe. Esto no era algo que se agregara a las Escrituras. Derivaba de ellas y se convirtió en un patrón en función del cual se debían constatar las interpretaciones.

            La regla de la fe ha adoptado numerosas formas durante la historia de la iglesia. El Credo de los Apóstoles se aproxima a esta regla. Credos y confesiones de fe posteriores han funcionado históricamente de manera similar a la regla de la fe, que ha desempeñado una función tanto positiva como negativa en la historia de la interpretación bíblica. En el aspecto positivo ha impedido que la interpretación se alejara de la realidad para convertirse en algo que solo se adecuaba a los gustos del intérprete. A veces, en sentido negativo, ha impedido que la iglesia observe el texto bíblico con una perspectiva renovada.

            En tanto que la regla de la fe fue reconocida en Alejandría, esto no impidió que Clemente y Orígenes fueran creativos en la interpretación bíblica. El método alegórico de interpretación floreció allí mucho antes de la época de Clemente y Orígenes. Se utilizaba para interpretar las obras clásicas griegas como así también las Escrituras hebreas. Tanto uno como otro utilizaron la alegoría como una manera de tratar los pasajes difíciles del AT y para interpretar la vida y las enseñanzas de Jesús. Una de las alegorías más famosas de Orígenes es su interpretación de la historia del Buen Samaritano. Cada elemento de la parábola simboliza algo independientemente de lo que es en sí. Aunque esta interpretación es creativa, la cuestión es si eso es lo que Jesús se propuso transmitir cuando relató la parábola.

            La forma en que los de Alejandría practicaban el uso de la alegoría fue motivo de crítica por parte de los intérpretes bíblicos de Antioquía. Estos estaban preocupados en cuanto a que la interpretación alegórica le restara mérito a las verdades literales expresadas en las Escrituras. Creían que el significado espiritual de las Escrituras derivaba de una lectura precisa y literal del texto, en lugar de surgir de interpretaciones que aplicaban al sentido original de las Escrituras una serie de significados espirituales que no tenían relación.

            Quizás el intérprete bíblico más influyente del milenio siguiente fue Agustín. Su primer encuentro con la Biblia no fue nada prometedor. Agustín halló que la Biblia carecía de dignidad, y en esto se lo comparó a Cicerón. Las reacciones originales de Agustín frente a la Biblia probablemente tuvieron su raíz en la traducción latina antigua que leía.

            La educación inicial de Agustín lo llevó a creer que la meta de la interpretación era la fidelidad a la intención del autor tal como estaba expresada en el texto. Tras decir esto, existe cierta ironía en que la conversión de Agustín resultó más fácil después de haber escuchado a Ambrosio aplicando en su predicación el método alegórico. Cuando Agustín interpretaba las Escrituras, no descuidaba el sentido literal sino que iba más allá en el caso de pasajes que eran ambiguos a nivel literal.

            Agustín estableció principios que hasta el día de hoy han pasado a formar parte de la sana interpretación bíblica. Reconocía que el intérprete debe conocer el texto, preferentemente en los idiomas originales, y poseer un conocimiento amplio de los diferentes temas que forman parte del contenido bíblico. Agustín reconocía que la Biblia contiene pasajes oscuros y difíciles. Enseñaba que el intérprete debe comenzar con los pasajes claros e interpretar los oscuros a la luz de los claros.

            Para Agustín, la meta de la interpretación bíblica es espiritual; nada menos que la transformación de la persona que lee y estudia la Biblia. Esta meta no se puede alcanzar mediante un proceso mecánico. Para entender las Escrituras es necesario conocer bien el lenguaje y la historia, pero eso no es suficiente. La dimensión espiritual del intérprete está unida en forma integral con el proceso de comprensión de las Escrituras, pero tampoco es suficiente. Agustín reconocía que la interpretación bíblica era una tarea que abarcaba tanto el intelecto como el corazón.

            Él hacía una distinción entre conocimiento del lenguaje (linguarum notitia) y conocimiento de las cosas (rerum notitia). En De Magistro, Agustín sostiene que el lenguaje (signos) no proporciona conocimiento sino que impulsa al lector a recordar lo que ya conoce. En cuestiones espirituales, Cristo es el maestro y la fuente de este conocimiento. Agustín distinguía entre signos literales y signos figurados. El lenguaje de Génesis que presenta el relato de Abraham cuando lleva a Isaac al Monte Moriah utiliza signos literales. Este mismo lenguaje se puede leer en forma figurativa y señalar la muerte de Cristo.

            El modelo de interpretación bíblica de Agustín tuvo influencia sobre Gregorio el Grande, figura determinante de la Edad Media. Gregorio comenzaba con una lectura literal del texto. Tomando como fundamento esta lectura, Gregorio deducía el significado doctrinal (alegórico) y el moral (tropológico) del pasaje. Esta triple interpretación agregó posteriormente un cuarto nivel, el anagógico, que señalaba hacia el futuro.

            El cuádruple enfoque de la interpretación bíblica se resumía en una rima:

            Litera gesta docet, (La letra enseña los hechos)

            Quid credas allegoria, (alegoría que uno debe creer)

            Moralia quid agas, (tropología que uno debe efectuar)

            Quo tendas anagogia (anagogía hacia la que uno debe aspirar).

            Este cuádruple método de interpretación lo vemos en acción en la exégesis de Ex. 20:8-11 por parte de Tomás de Aquino. En su interpretación literal, Tomás hace una distinción entre el significado moral y ceremonial de este mandamiento. Los cristianos tienen que dedicar tiempo a las cosas de Dios. La parte ceremonial del mandamiento especifica ese tiempo como el séptimo día. La interpretación alegórica se refiere al reposo de Cristo en la tumba en el séptimo día. La lectura tropológica invita a los cristianos a desistir del pecado y descansar en Dios. El sentido anagógico señala al futuro hacia el reposo eterno y el disfrute de Dios en el cielo.

            Una manera de leer las Escrituras que tuvo su origen en la Edad Media concordaba notablemente con el énfasis que Agustín colocaba a la dimensión espiritual del estudio bíblico. La Lectio divina consistía en tres pasos:

            (1) La preparación espiritual denota que hay que encarar las Escrituras en actitud de oración. El texto se debe leer con una receptividad silenciosa y escuchando la voz del Espíritu Santo que habla por medio del texto. El escuchar está íntimamente relacionado con la disposición a poner en práctica lo que se revela en el pasaje.

            (2) Leer la Escritura requiere prestar mucha atención a los numerosos detalles que la componen. El texto se debe encarar con la expectativa de que cada detalle se ha colocado allí por una razón, y que prestarle atención a estos detalles es para nuestro beneficio espiritual.

            (3) Es importante prestarle una cuidadosa atención al simbolismo bíblico cuando se observa más allá de las palabras para descubrir las realidades que presenta.

            Un conocimiento creciente de los idiomas originales de la Biblia fue un elemento catalizador para una nueva era en la interpretación y el conocimiento bíblicos. Desiderio Erasmo fue una importante figura de transición. Su labor cuidadosa en el desarrollo de una serie de ediciones del Nuevo Testamento griego hizo que prestara tal atención a los detalles que lo llevaron a cambiar el énfasis en la interpretación, pasando de varios niveles de significado a una pasión por descubrir cuál era la intención del autor en el texto. Lo que observó en el enfoque pasado de la interpretación lo turbó. La creatividad en la interpretación había provocado que los lectores se alejaran de la intención del autor. Era casi como si estuvieran practicando un juego.

            En este entorno y en el contexto de su propia crisis espiritual, Martín Lutero pasó gradualmente de una marcada interpretación alegórica de las Escrituras a un enfoque que buscaba el sentido histórico de un pasaje. Lutero hizo una caricatura de la interpretación alegórica diciendo que era como una nariz de cera a la que el intérprete le podía dar forma en lugar de poseer un aspecto definitivo del cual el intérprete debía dar cuenta. Aún así, Lutero continuó aplicando la alegoría a pesar de haberla criticado.

            La controversia de Lutero y la ruptura final con Roma dio lugar a otra importante cuestión sobre la interpretación bíblica: en medio de las interpretaciones de las Escrituras que competían entre sí, ¿cuál es la fuente de autoridad? Con la crisis ocasionada por el gnosticismo, la regla de la fe era la piedra fundamental para discernir la interpretación correcta de las Escrituras. En la crisis con Roma, Lutero responde: “¡Sola Scriptura!” No la razón. No la tradición de la iglesia. Solamente las Escrituras.

            Esto no significa que Lutero y otros reformadores no le dieran valor a la tradición de la iglesia. Habían sido formados por ella y continuaban bajo su influencia. No obstante, tomaron conciencia de que la tradición se había conformado bajo la influencia de otras cosas al margen de las Escrituras. Sola Scriptura era un llamado a reconocer y actuar bajo la premisa de que lo importante está por encima de todo lo demás.

            Juan Calvino, el principal intérprete bíblico del siglo XVI, observó que el primer propósito del intérprete es oír y entender lo que el autor está diciendo, en vez de decir lo que el autor debería haber dicho. Calvino interpretaba las Escrituras a la luz de las Escrituras, y enfatizaba la importancia del Espíritu Santo que inspiraba el texto y era parte integral del proceso interpretativo.

            Una presunción que tenían en común la mayoría de los exegetas desde el siglo II hasta el XVIII se fue abandonando cada vez más en este último siglo y en los subsiguientes. La presunción era que Dios es el autor final de las Escrituras. Tanto la naturaleza de las Escrituras como la meta de las interpretaciones comenzaron a cambiar ante la ausencia de esta presunción.

            Una serie de factores contribuyeron al cambio en relación a cómo se debían ver e interpretar las Escrituras. Tanto los padres de la iglesia como los intérpretes medievales se guiaban por la autoridad de la tradición. Como se señaló anteriormente, los reformadores no eliminaron la tradición sino que la criticaron a fin de enfatizar que las Escrituras solas eran la piedra fundamental para lo que enseña y practica la iglesia.

            En otros campos del aprendizaje se empezaron a cuestionar las autoridades tradicionales. La razón y la experiencia humana llegaron a considerarse fuentes del conocimiento. El poder aclaratorio de la física newtoniana reforzó la creencia de que la revelación no era necesaria para entender a Dios y el mundo. Esta progresión lógica llevó a Laplace a expresar que ya no se necesitaba a Dios como hipótesis a fin de explicar algo del mundo.

            Los escritos de Carlos Darwin del siglo XIX reafirmaron al extremo el punto de vista naturalista que comenzó a desplazar el concepto teísta que durante miles de años había dominado Occidente.

            La Biblia ahora se veía simplemente como un libro humano que se debía estudiar aplicando los mismos métodos que se utilizaban para estudiar cualquier otro documento de esa clase. La meta de la interpretación era entender lo que estaban diciendo los autores humanos y reconstruir el proceso por medio del cual habían llegado a escribir los documentos.

            Esto no significa que de pronto se efectuaron nuevos descubrimientos acerca de las Escrituras. Los intérpretes más antiguos fueron conscientes de los diferentes relatos acerca de los mismos acontecimientos. Dentro de este marco de referencia, estas diferencias no eran tan significativas y no ponían en cuestión el testimonio que las Escrituras daban de sí mismas diciendo que eran palabra de Dios. No obstante, estas mismas observaciones efectuadas desde la perspectiva del naturalismo se consideraban una confirmación de que las Escrituras eran simplemente un documento humano.

            Desde fines del siglo XIX hasta el presente, el estudio académico de las Escrituras ha sido testigo de una proliferación de métodos para entender las Escrituras. Algunos procuraron reconstruir la historia del documento en estudio, incluyendo la historia y las motivaciones de la comunidad donde se compuso. Otro enfoque ampliamente difundido colocaba menos interés en el trasfondo histórico, cultural y religioso del documento y prestaba más atención a su forma literaria. Para los numerosos eruditos que optaron por este enfoque, el trasfondo del documento y la historicidad de los eventos de la narración eran de importancia mínima.

            Mientras que los intérpretes histórico-críticos de la Biblia difieren de los tradicionales en cuanto al tema de la naturaleza de las Escrituras, poseen en común la creencia de que la meta de la interpretación es entender qué intenta decir el o los autores. Que uno no pueda establecer esto con certeza no significa que el objetivo no sea válido o importante. En años recientes, los posmodernistas han cuestionado esta presunción. Es interesante observar que filósofos tan dispares como Jacques Derrida y W. V. Quine hayan llegado a esta conclusión. Ambos reconocen que el significado es un concepto pragmático útil. Aun así y por diferentes razones, sostienen que en la semántica y la hermenéutica el significado carece de valor explicativo. La comprensión lógica del significado nos lleva a otorgarle la misma clase de realidad que tienen los objetos físicos, pero el significado como entidad no existe. La implicancia de este concepto para la interpretación bíblica es que no solo no podemos estar seguros de tener la interpretación correcta de un texto sino que tampoco existe ninguna interpretación correcta del texto. No hay ninguna intención del autor que sea correcta o equivocada. Tan diferentes como puedan ser los puntos de partida de Derrida o de Quine, ellos intentan explicar el lenguaje dentro de la cosmovisión naturalista. Las conclusiones a las que llegan desde distintas direcciones podrían ser un indicio de la bancarrota del naturalismo en lo que hace al programa de investigación para la comprensión del lenguaje humano y el desarrollo de la teoría hermenéutica que tiene en cuenta la complejidad y la riqueza de este lenguaje.

            Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


            Foto de Ben White en Unsplash

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            • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «BELÉN»? $ USD

              Por George W. Knight

              Nombre geográfico que significa “casa de pan”, “pelea” o “Lahamu” [dios]. 1. Aproximadamente 8 km (5 millas) al sudoeste de Jerusalén, ni bien se sale de la ruta principal que se dirige desde Jerusalén hasta el Neguev, yace la moderna aldea árabe de Belén. Popularmente se entiende que el nombre, beth-lechem, significa “casa de pan”. Quizás la primera mención que se hace de la aldea tuvo lugar en las cartas de Amarna (Nº 290) antes del 1300 a.C., donde el gobernante de Jerusalén se quejaba ante el faraón egipcio de que la gente de Bit-Lahmi se había trasladado al costado de “Apiru”, aparentemente un pueblo sin ciudadanía específica que provocaba disturbios en la sociedad cananea.

              En el AT, la referencia a Belén que se hace en Gén. 35:19 tal vez deriva de un sitio tradicional correspondiente al sepulcro de Raquel que está ubicado cerca de la aldea. Belén aparece en Jue. 17:7-13 como el hogar del levita que se convirtió en sacerdote de Micaías. La concubina del levita de Efraín era de la aldea de Belén (Jue. 19). El libro de Rut se desarrolla en la región de Belén (Rut 1:1,2,19,22; 2:4; 4:11). Esta historia desencadena los acontecimientos que le concedieron suma importancia a la aldea como el hogar de David y el sitio donde fue ungido (1 Sam. 16:1-13; 17:12,15).

              Otras referencias del AT incluyen la mención de una fortaleza filistea ubicada en ese lugar durante los comienzos del reinado de David (2 Sam. 23:14), la casa de Elhanán (2 Sam. 23:24), el lugar de sepultura de Asael (2 Sam. 2:32) y un fuerte de Roboam (2 Crón. 11:6). Belén también se menciona en relación con el exilio babilónico (Jer. 41:17; Esd. 2:21).

               Lo que le ha asegurado un lugar en la historia del cristianismo es la conexión con Cristo. Se interpreta que Miq. 5:2 indica que el Mesías, al igual que David, iba a nacer en Belén y no en Jerusalén. Mateo (2:1-12), Lucas (2:4-20) y Juan (7:42) informan que Jesús nació en esa aldea humilde. Pareciera que los creyentes primitivos creían que algunas cuevas al este de la aldea eran el lugar del santo nacimiento. Un campo al sudeste de la ciudad ha sido identificado como el lugar donde los pastores tuvieron la visión de los ángeles. 2. Ciudad del territorio de Zabulón a unos 11 km (7 millas) al noroeste de Nazaret (Jos. 19:15) que fue donde sepultaron a Ibzán (Jue. 12:10), en la moderna Beit Lahm. 3. Nombre de persona tal como aparece en 1 Crón. 2:51,54.

              Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


              Foto de Jorge Fernández Salas en Unsplash

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              • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO « AYUNO»? $ USD

                Por C. Robert Marsh

                Abstención de ingerir alimentos. La Biblia describe tres formas principales de ayuno. El ayuno normal que implica la total abstinencia de alimentos. Lucas 4:2 revela que Jesús “no comió nada”, y que después “tuvo hambre”. Jesús se abstuvo de comer, pero no de beber agua.

                En Hech. 9:9, leemos de un ayuno absoluto en el que Pablo “no comió ni bebió” durante tres días. La abstinencia de alimentos y agua no parece haber durado más de tres días (Esd. 10:6; Est. 4:16).

                El ayuno parcial en Dan. 10:3 enfatiza una restricción en la dieta más que una abstinencia completa. El contexto indica que existía algún beneficio físico como resultado de este ayuno parcial. No obstante, el versículo indica que Daniel recibió una revelación como resultado de ese período de ayuno.

                Ayunar es dejar de lado el alimento durante un período de tiempo en que el creyente procura conocer a Dios mediante una experiencia más profunda (Isa. 58; Zac. 7:5). Debe llevarse a cabo ante Dios, en la privacidad de la devoción personal (Ex. 34:28; 1 Sam. 7:6; 1 Rey. 19:8; Mat. 6:17).

                Se lo vincula con un momento de confesión (Sal. 69:10). Puede ser un período de búsqueda de una más honda experiencia de oración y mayor proximidad a Dios mediante oración continua (Esd. 8:23; Joel 2:12). La iglesia primitiva ayunaba con frecuencia a fin de conocer la voluntad de Dios para el liderazgo de la iglesia local (Hech. 13:2). Cuando la iglesia primitiva quería conocer la mente de Dios, dedicaba tiempo al ayuno y la oración.

                Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


                Foto de Debby Hudson en Unsplash

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                • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «ATAR Y DESATAR»? $ USD

                  Por David G. Shackelford y Chad Brand

                  En Mat. 16:16, Simón Pedro hizo la gran confesión de que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús respondió inmediatamente diciéndole a Simón que su nombre iba a ser Pedro y que Cristo edificaría Su iglesia sobre esta gran confesión. Luego continuó diciendo: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (16:19). Jesús efectuó una declaración similar en Mat. 18:18, pero en esta ocasión a todos los discípulos.

                  Algunos han hecho que esta declaración lleve implícita la idea de que la iglesia como institución o la cabeza eclesiástica tienen poder para expresar conceptos de autoridad que están por encima de las Escrituras, y que el cielo tiene obligación de acatarlos. Otros han dispuesto que su significado sea que los cristianos tienen autoridad para “atar” y “desatar” poderes espirituales mediante el uso de la palabra de fe hablada. Ninguna de estas opiniones constituye una interpretación satisfactoria.

                  Una comprensión correcta de los dos pasajes se encuentra unida a la gramática de las frases “será atado en los cielos” y “será desatado en los cielos”. Las construcciones gramaticales de ambos pasajes y ambos versículos corresponden al tiempo perifrástico futuro perfecto en voz pasiva. Una traducción más precisa de Mat. 16:19 podría ser, “y todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo; y todo lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos”. Del mismo modo, Mat. 18:18 bien podría leerse “todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra habrá sido desatado en el cielo”. En otras palabras, lo que se declarará y atará en la tierra ya habrá sido declarado y atado primeramente en los cielos, y lo que se declare y desate en la tierra ya habrá sido anticipadamente declarado y desatado en los cielos.

                  En Mat. 16:19, el contexto incluye las llaves del reino de los cielos. Esta es una clara referencia al evangelio sobre cuyas verdades Jesús iba a construir Su iglesia. A Simón y a los demás apóstoles se les dio autoridad para ofrecer libremente el evangelio a fin de desatar a aquellos que estaban sujetos a esclavitud. Este mismo evangelio margina a algunos, razón por la cual encontramos que Pedro también cierra las puertas del reino (Hech. 4:11,12; 8:20-23). Los que son desatados por la iglesia, ya han sido desatados en el cielo, y los que son atados por la estrechez del evangelio habrán sido atados por el cielo, siempre que la iglesia se limite exclusivamente a la proclamación del evangelio en forma simple y directa. En consecuencia, el cielo y la tierra se unen a medida que los discípulos proclamen el mensaje de salvación, dejando a algunos sumidos en su pecado y desatando a otros para gozar de la libertad del perdón.

                  Mateo 18:18 trata de la disciplina de la iglesia. En este versículo, Jesús utiliza virtualmente las mismas palabras que usó en 16:19 para hablar sobre la importancia de la confrontación y la restauración. El cuerpo reunido tiene obligación de aplicar la disciplina de la iglesia a los miembros que yerran o pecan sabiendo que, al hacerlo, el cielo ya ha ratificado dicha acción. Más aún, cuando las iglesias ejercen la disciplina adecuada y piadosa, algo que constituye una señal vital de las iglesias verdaderas, pueden estar seguras de que la presencia de Dios está en medio de ellas en ese momento, “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (18:20). Los “dos o tres” que aparecen aquí son los mismos dos o tres que en Mat. 18:16 establecen la verdad de la necesidad de aplicar una corrección. Este texto no es, pues, una declaración general de la presencia del Señor entre Su pueblo sino una reafirmación de Su guía providencial en relación a los temas de la disciplina eclesiástica. El Señor también está presente con los creyentes en forma individual, pero es un gran consuelo saber que Él se coloca en medio de la iglesia cuando esta pone en ejercicio la tarea más difícil de todas sus funciones, la disciplina.

                  Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


                  Foto de Timothy Eberly en Unsplash

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                  • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO «ARREBATAMIENTO»? $ USD

                    Por Pete Schemm

                    Evento en que Dios en forma instantánea extrae a la iglesia del mundo. El término latino rapio, que significa “arrebatar” o “llevarse”, es el origen de la palabra española “rapto”, que también se utiliza para referirse a este suceso. Si bien hay diferentes puntos de vista con respecto al milenio (Apoc. 20:2-7) en su relación con la segunda venida de Cristo (por ejemplo, premilenialismo, posmilenialismo y amilenialismo), todos los evangélicos afirman que habrá un regreso literal de Cristo a la tierra previo al estado eterno. No obstante, en el premilenialismo se suele enfatizar el acontecimiento singular del arrebatamiento.

                    El principal pasaje bíblico sobre el rapto (gr. harpazo) de la iglesia es 1 Tes. 4:15-17. Otros textos utilizados con frecuencia para apoyar esta doctrina son Juan 14:1-3 y 1 Cor. 15:51,52. En el premilenialismo existen tres enfoques principales para comprender el concepto del arrebatamiento: (1) Los pretribulacionistas creen que Cristo arrebatará a la iglesia antes de que comience el período de siete años de tribulación (Dan. 9:24-27; Mat. 24:3-28; Apoc. 11:2; 12:14). Con la venida de Cristo en el aire, un evento separado y anterior a Su venida a la tierra, los creyentes serán “arrebatados (…) en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Tes. 4:17). Según este enfoque, los creyentes serán liberados “de la ira venidera” (1 Tes. 1:10; Apoc. 3:10) al ser quitados del mundo. (2) Los tribulacionistas también creen que el arrebatamiento es un suceso diferente que precede a la segunda venida de Cristo y que liberará a los creyentes de la segunda mitad del período de siete años, es decir, la “gran tribulación” (Mat. 24:15-28; Apoc. 16–18). (3) Los postribulacionistas creen que el arrebatamiento y la segunda venida ocurrirán al mismo tiempo. Por lo tanto, la iglesia permanecerá en la tierra durante “el tiempo de angustia para Jacob” (Jer. 30:7). No obstante, a diferencia de lo que sucederá con el mundo, los creyentes que pasen por la tribulación serán protegidos de la devastadora ira de Dios y de Su juicio (1 Tes. 5:9).

                    Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.


                    Foto de Łukasz Łada en Unsplash

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                    • ¿QUÉ ES EL TÉRMINO “APÓSTOL”? $ USD

                      Steve Bond 

                      Derivación de la palabra griega apostolos, uno que es enviado. El término griego se utilizaba para referirse a un barco o a una flota de barcos. Más tarde designó una factura, un recibo o un pasaporte.

                      “Apóstol” tiene tres usos amplios en el NT. Primero, se refería a los doce a quienes Jesús escogió a fin de entrenarlos para la tarea de llevar Su mensaje al mundo. Jesús los comisionó para esta tarea después de Su resurrección. Estos hombres habían estado con Jesús desde el comienzo de Su ministerio y fueron testigos de Su resurrección. Pablo era un apóstol en este sentido porque había visto al Cristo resucitado.

                      La segunda designación de apóstol corresponde a una persona autorizada por una congregación local para que entregue de manera segura dádivas específicas a otra iglesia cristiana (2 Cor. 8:23; Fil. 2:25; “mensajero”).

                      El tercer sentido de apóstol corresponde a aquellos a quienes Jesucristo ha enviado. Pablo se refiere como apóstoles en este sentido a un gran número de personas (Rom. 16:7; 1 Cor. 9:1,5; 12:28; Gál. 1:17-19).

                      Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.

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                      Foto por (idodesign) en Pixabay

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