Por Walter C. Kaiser
Parte I
Estudio del buen comportamiento, la motivación y la actitud a la luz de la revelación de Jesucristo y de la Biblia. La disciplina de la ética trata temas como: ¿Qué debo hacer?, ¿Cómo debo actuar para hacer lo que es bueno y correcto?, ¿Qué es el bien?, ¿Quién es una buena persona?
De igual manera, la ética bíblica hace algunas de las mismas preguntas. A pesar de que ninguno de los Testamentos posee un término abstracto o global, ni una definición que se compare al término moderno “ética”, tanto el AT como el NT abordan el tema de la forma de vida que las Escrituras prescriben y aprueban. La palabra hebrea que más se aproxima a “ética”, “virtud” o “ideales” en el AT, es musar, que significa “disciplina” o “enseñanza” (Prov. 1:8); o incluso derek, que significa “camino” o “sendero” de lo bueno y lo correcto. En el NT, la palabra griega que más ofrece un paralelo es anastrofe, que significa “tipo o estilo de vida” (aparece nueve veces en sentido positivo, y en 2 Ped. 3:11 se encuentran los usos más significativos). La palabra griega ethos aparece doce veces en el NT (Luc. 1:9; 2:42; 22:39; Juan 19:40; Hech. 6:14; 15:1; 16:21; 21:21; 25:16; 26:3; 28:17; Heb. 10:25). La forma plural aparece una vez en 1 Cor. 15:33. Comúnmente se traduce “conducta”, “costumbre”, “manera de vivir” o “práctica”.
La definición bíblica de ética está relacionada con lo doctrinal
El problema al tratar de hablar de la ética de la Biblia es que el material ético no se ofrece aisladamente de la doctrina y de la enseñanza bíblica. En consecuencia, lo que Dios es en Su carácter y Su naturaleza, lo que Él desea en Su revelación define lo que es correcto, bueno y ético. En este sentido la Biblia tuvo influencia decisiva para modelar la ética en la cultura occidental.
Algunos han cuestionado si realmente hay una única ética a lo largo de la Biblia. Sienten que hay demasiada diversidad en la amplia variedad de libros y tipos de literatura en la Biblia como para decidir si existe armonía y una posición ética básica en función de lo cual se deben tomar todas las decisiones éticas y morales. No obstante, al seguir las afirmaciones de los libros de la Biblia, algunos consideran que dicho mensaje constituye una contribución al tema actual y permanente del carácter y la voluntad de Dios. Esta narración sobre el carácter y la voluntad divina es la base apropiada para contestar estas preguntas: qué clase de persona debo ser; cómo debemos vivir, pues, para hacer lo correcto, lo justo y lo bueno.
Tal como algunos han señalado, la búsqueda de diversidad y pluralismo en el estándar ético es tanto resultado de una decisión metodológica previa como también búsqueda de unidad y armonía de esos parámetros. No se puede afirmar que la búsqueda de diversidad sea más científica y objetiva que la búsqueda de armonía. Este punto se debe decidir sobre la base de una investigación de los materiales bíblicos y no como una decisión impuesta al texto.
Las tres suposiciones fundamentales
¿Pueden las decisiones éticas o morales subyacer en la Biblia, o acaso se trata de una idea absurda e incoherente? Tres suposiciones ilustran la manera en que un estudioso contemporáneo de la ética o una persona de conducta moral pueden basar sus decisiones en el contenido ético del texto bíblico de una era ya pasada. Estas tres son: (1) las declaraciones morales de la Biblia debían aplicarse a una clase universal de pueblos, épocas y condiciones; (2) las enseñanzas de las Escrituras tienen una congruencia tal que presentan un frente común a las mismas preguntas en todas sus partes y para todas las culturas pasadas y presentes; (3) Cuando hace alguna afirmación o pedido, la Biblia se propone dirigir nuestra acción o nuestra conducta. La Biblia es congruente y procura ordenar cierta conducta moral.
Consideremos en primer lugar la universalidad de la Biblia: cada uno de sus mandamientos, ya sea en un código legal, un texto narrativo, de sabiduría, de carácter profético, de los Evangelios o de las epístolas, fue originalmente dirigido a alguien, en algún lugar y en alguna situación en particular. Dichas particularidades no tenían por objeto condicionar su uso en otros tiempos, lugares o personas. Detrás de cada uno de estos mandatos específicos hay un principio universal. En base al principio general, una persona en una situación diferente puede usar la Biblia para obtener orientación para una decisión específica.
¿Son nuestros problemas, nuestra cultura o nuestros patrones sociales tan diferentes que, aun cuando podemos universalizar los mandatos específicos de las Escrituras, en la actualidad carecen de toda relevancia? ¿Podemos suponer que existe congruencia entre las culturas y las épocas para esta ética? Lo que aquí se requiere es que el mismo escritor bíblico nos haya proporcionado también en otros sitios un patrón completo de pensamiento ético que conduzca a este mandamiento particular y contextualizado. Si podemos suponer que el escritor no cambió su manera de pensar de un momento a otro, podemos dar por sentado que mantiene sus principios para todas las situaciones similares, independientemente de épocas y culturas.
Por último, la Biblia reclama su autoridad sobre los mortales, hechos a la imagen de Dios. Sea que el material ético esté en modo imperativo o indicativo, la diferencia es poca. Los escritores bíblicos tenían el propósito de hacer algo más que informar; se proponían encauzar la conducta.
Cinco características básicas de la ética bíblica
En contraste con la ética filosófica que tiende a ser más abstracta y centrada en lo humano, la moralidad bíblica estaba directamente relacionada con la fe religiosa. De allí que los hombres y las mujeres inmorales eran por esa misma razón hombres y mujeres irreligiosos, y las personas irreligiosas eran también personas inmorales (Sal. 14:1).
La ética bíblica es, en primer lugar, personal. La base de esta ética es la persona, el carácter y la expresión de un Dios absolutamente santo. En consecuencia, se insta a los individuos: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Lev. 19:2).
En segundo lugar, la ética de la Biblia es enfáticamente teísta. Se centra en Dios. Conocer a Dios era saber cómo practicar rectitud y justicia.
De manera más significativa aun, la ética bíblica está profundamente vinculada a la respuesta moral interna más que a las meras acciones externas. “Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7). Este era el clamor repetidamente anunciado por los profetas (Isa. 1:11-18; Jer. 7:21-23; Os. 6:6; Miq. 6:6-8).
La motivación ética de la Biblia estaba orientada hacia el futuro. La creencia en una futura resurrección del cuerpo (Job 19:26-27; Sal. 49:13-15; Isa. 26:19; Dan. 12:2-3) era razón suficiente para hacer una pausa y comprender que cada acción no se limitaba a la situación cuando ocurría y ni carecía de consecuencias para el futuro.
La quinta característica de la ética bíblica es su carácter universal. Abarca el mismo patrón de rectitud para cualquier nación y persona sobre la tierra.
El principio organizador: el carácter de Dios
Lo que da plenitud, armonía y congruencia a la moralidad de la Biblia es el carácter de Dios. Así pues, las instrucciones éticas y la moralidad bíblica estaban fundadas, en primer lugar, en el carácter y la naturaleza de Dios. Lo que Él exigía era lo que Él era y es. La esencia de cada mandamiento moral era el tema que aparecía en Lev. 18:5-6,30; 19:2- 4, 10, 12, 14, 18, 25, 31-32,34,36-37, “Yo Jehová”, o “Seréis santos, porque yo Jehová vuestro Dios soy santo”. Asimismo, Fil. 2:5-8 concuerda diciendo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios […] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
El carácter y la naturaleza del Dios santo encontraron su expresión ética en la voluntad y en la palabra de Dios. Estas palabras pueden dividirse en leyes morales y leyes positivas. La ley moral expresa el carácter divino. El ejemplo más importante son los Diez Mandamientos (Ex. 20:1-17; Deut. 5:6-21). Otro ejemplo es el código de santidad (Lev. 18–20). La ley positiva afectaba a hombres y a mujeres durante un tiempo determinado en virtud de la autoridad del que les había hablado, o sea, Dios. La ley positiva exigía lealtad de las personas solo por el tiempo y en las situaciones que la autoridad de Dios había determinado al momento de emitir originariamente esa ley. Por lo tanto, en las palabras divinas en el huerto del Edén, “del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás” (Gén. 2:17), o la orden del Señor “desatadlo [al burro] y traedlo” (Luc. 19:30) estaban destinadas solo para la pareja en el jardín del Edén o para los discípulos. No tenían el propósito de ser mandatos permanentes. No se aplican a nuestro tiempo. Un estudio de la ética bíblica nos ayuda a distinguir entre la ley moral siempre válida y el mandato temporal de la ley positiva.
La ley moral es permanente, universal y con autoridad sobre todos los seres humanos en todos los tiempos. El mejor ejemplo de esta ley es el Decálogo de Moisés. Su profundidad puede entreverse con facilidad al observar la amplitud de los temas y la simplicidad de su expresión. Unas pocas observaciones pueden ayudarnos a interpretar estos Diez Mandamientos.
(1) La ley tiene un prólogo. Este establecía la gracia de Dios, vista en la experiencia del éxodo, como base para cualquier requerimiento a los individuos. La ética era una respuesta amorosa a la gracia, no una respuesta de temor ante un mandato.
(2) Toda ley moral tiene dos facetas que apuntan a la acción positiva y a alejarse de la negativa. No importa si la ley está expresada en forma negativa o afirmativa porque cada acto moral, cuando se adopta una acción positiva, es al mismo tiempo un freno para la contraria.
(3) El simple hecho de omitir o refrenarse de hacer algo prohibido, no es un acto moral. De otra manera, la mera inactividad podría considerarse cumplimiento de la orden. Pero en el ámbito moral, esto es simplemente otra manera de referirse a la muerte. La ética bíblica es un llamado a participación activa en la vida.
(4) Cuando se prohíbe el mal mediante una orden moral, se debe poner en práctica lo bueno antes que a uno se lo considere obediente. No solo debemos rehusarnos a ser homicidas, sino que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para socorrer la vida de nuestro prójimo.
La esencia del Decálogo puede encontrarse en tres áreas: (1) relaciones correctas con Dios (primer mandamiento, una adoración íntima a Dios; segundo, una adoración externa a Dios; tercero, una adoración verbal a Dios); (2) relaciones correctas en lo que se refiere al tiempo (cuarto mandamiento); y (3) relaciones correctas con la sociedad (quinto mandamiento, santidad de la familia; sexto, santidad de vida; séptimo, santidad del matrimonio y del sexo; octavo, santidad de la propiedad; noveno, santidad de la verdad; y décimo, santidad de la motivación).
Continuara…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Aaron Burden, en Unsplash
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