Por Paul Jackson
Tercera persona de la Trinidad por medio de la cual Dios actúa revela Su voluntad, da poder y devela Su presencia tanto en el AT como en el NT.
ANTIGUO TESTAMENTO
En el AT la expresión “Espíritu Santo” se encuentra solo en Sal. 51:11; Isa. 63:10-11. Sin embargo, abundan las referencias al Espíritu de Dios. Uno de los aspectos del Espíritu de Dios es ser como viento poderoso. En el hebreo se usa la misma palabra, ruach, para viento, aliento y espíritu. En la época del éxodo, Dios usó ese viento para abrir el Mar Rojo, permitir que los israelitas pasaran a salvo y eludir a Faraón y su ejército (Ex. 14:21). Dios utilizó ese agente en dos sentidos: como fuerza destructora que secó las aguas (Os. 13:15) y como poder divino para juntar nubes que traerían lluvia refrescante (1 Rey. 18:45). Al comienzo de la creación, el Espíritu ejercía control sobre las caóticas aguas (Gén. 1:2; 8:1; comp. Sal. 33:6; Job 26:13). De las 87 veces que el Espíritu se describe como viento, 37 lo muestran como un agente de Dios mayormente funesto y siempre fuerte e intenso. Esta propiedad del Espíritu refleja claramente el poder de Dios. Una cualidad adicional del Espíritu es ser misterioso. El Sal. 104:3 muestra al Espíritu como un viento capaz de transportar a Dios sobre sus alas hasta los confines de la tierra. Nadie puede decir dónde ha estado ni hacia dónde se dirige. El poder y el misterio describen la naturaleza divina.
El Espíritu de Dios se puede expresar como fuerza impersonal o se puede manifestar en individuos. En el AT hay numerosos ejemplos donde Dios inspiró a los profetas indirectamente por medio del Espíritu. La revelación fundamental del Espíritu en el AT, en sentido personal, es por medio de la profecía. Se percibe que los sueños de José son inspirados por Dios (Gén. 41:38); el rey David, como portavoz de Dios, proclamó “el espíritu de Jehová habla por mí” (2 Sam. 23:2); y Zacarías anunció la palabra del Señor a Zorobabel: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). De manera muy similar al poder del viento, el Espíritu equipó a los héroes de Israel con fuerza extraordinaria (Jue. 14:6). Se muestra a los jueces como individuos poseídos por el Espíritu; tal era el caso de Otoniel (Jue. 3:10). A veces el Espíritu llegaba poderosamente sobre las personas y alteraba su conducta (1 Sam. 10:16; 19:23-24).
El Espíritu también es el origen definitivo de todos los dones espirituales y mentales, como es el caso de inspiración de los hombres sabios (Ex. 31:1- 6; Isa 11:2; Job 4:15; 32:8). No solo se beneficiaban los profetas por la influencia del Espíritu, sino que este también sería derramado sobre el pueblo de Dios (Isa. 44:3) y sobre todas las personas (Joel 2:28). Ezequiel e Isaías expresan la idea del Espíritu más que ninguna otra fuente del AT. Muchas alusiones de Ezequiel al Espíritu se relacionan con la futura restauración de Israel. La recepción del Espíritu nuevo, profetizada en Ezequiel y Jeremías, depende del arrepentimiento (Ezeq. 18:31) y está asociada con un corazón nuevo (Jer. 31:31-34). A la luz de la manifestación individual, esporádica y temporaria del Espíritu en el AT, este anuncio profético apuntaba hacia un tiempo cuando el Espíritu de Dios revitalizaría a Su pueblo escogido, daría poder al Mesías y se derramaría abundantemente sobre toda la humanidad.
NUEVO TESTAMENTO
Cuando Juan el Bautista apareció en escena proclamando el advenimiento del reino de Dios, la voz profética inspirada por el Espíritu regresaba después de 400 años de ausencia. A Zacarías y a Elisabet, los padres de Juan, se les informó que su hijo sería “lleno del Espíritu Santo aún desde el vientre de su madre” (Luc. 1:15). De manera similar, el ángel Gabriel visitó a María y declaró: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios” (1:35).
El hito en la historia bíblica ocurrió en ocasión del bautismo de Jesús cuando fue ungido por el Espíritu de Dios (3:22). El Espíritu entonces fue responsable de conducir a Jesús al desierto para atravesar las tentaciones (4:1-13). Lucas incluye muchas más referencias al Espíritu Santo que los otros relatos sinópticos. Esto puede responder al interés teológico de Lucas que se extiende también al libro de los Hechos de los Apóstoles, que se ha llamado acertadamente “Los Hechos del Espíritu Santo” debido a la importancia que se le imbuye al Espíritu.
Todos los escritores apostólicos dieron testimonio de la realidad del Espíritu en la iglesia; no obstante, el apóstol Pablo, que escribió más que cualquier otro autor, ofrece la reflexión más teológica sobre el tema. Los principales capítulos son Rom. 8; 1 Cor. 2; 12–14; 2 Cor. 3 y Gál. 5.
La teología juanina abunda en la doctrina del Espíritu. En el Evangelio de Juan, el Espíritu habita en Cristo (1:32,33); es una señal del nuevo nacimiento (3:1-16); llegará cuando Jesús se haya ido (16:7-11), y capacitará al creyente después de la resurrección (20:22). La comunidad cristiana está ungida por el Espíritu (1 Jn. 2:20), y este le confirma al creyente la presencia de Jesús en su vida (1 Jn. 3:24). En el libro profético del Apocalipsis, Juan, al estilo del AT, se describe a sí mismo como profeta inspirado por el Espíritu.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Joseph Barrientos, en Unsplash
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