Por Steve Bond
Elemento que habilita la vida humana y el Espíritu Santo que manifiesta la presencia y el poder de Dios en el mundo. Proviene de la palabra hebrea ruach y de la griega pneuma, que según el contexto pueden traducirse “viento”, “aliento” o “espíritu”.
En ambos Testamentos, “espíritu” se utiliza para referirse tanto a Dios como a los seres humanos, pero en ambos casos es difícil de definir. La similitud entre el espíritu, el aliento y el viento es una indicación útil para comenzar a entenderlo. En Su conversación con Nicodemo (Juan 3), Jesús dijo que el Espíritu es como el viento; no se puede ver pero se ven sus efectos. Esto es cierto tanto del Espíritu de Dios como del espíritu del ser humano.
Espíritu de Dios
En el principio de la creación, el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas (Gén. 1:2). Eliú reconoció ante Job que el Espíritu de Dios lo había creado y que era la fuente de su vida (Job 33:4). Los animales fueron creados cuando Dios envió Su “Espíritu” (Sal. 104:30).
El Espíritu de Dios está presente en todas partes. El salmista tenía la sensación de que dondequiera que estuviera, allí también estaba el Espíritu de Dios (Sal. 139:7). El faraón percibió el Espíritu de Dios en José (Gén. 41:38). Moisés comprendió que el Espíritu de Dios estaba sobre él y deseaba que estuviera sobre todo el pueblo (Núm. 11:29). Durante el período de los jueces, el Espíritu del Señor iba sobre los individuos y les confería poder para llevar a cabo tareas específicas (Jue. 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6,19). Cuando Samuel, el último de los jueces, ungió a Saúl, el primer rey de Israel, aquel le dijo que el Espíritu del Señor vendría sobre él. El resultado fue que Saúl profetizó y se convirtió en una persona diferente (1 Sam. 10:6). Posteriormente, el Espíritu se apartó de Saúl (1 Sam. 16:14). Del mismo modo, el Espíritu vino sobre David cuando Samuel lo ungió (1 Sam. 16:13). En sus últimas palabras, David dijo que el Espíritu del Señor había hablado a través de él (2 Sam. 23:2).
Isaías habló de alguien que vendría del linaje de Isaí sobre el cual estaría el Espíritu del Señor. Esta persona tendría el Espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento y temor de Jehová (Isa. 11:1-3). Ezequiel profetizó que Dios daría Su Espíritu a Su pueblo para quitarles los corazones de piedra y cambiarlos por corazones de carne que serían obedientes al camino de Dios (Ezeq. 36:26,27).
Enseñanza del Nuevo Testamento
Los cuatro Evangelios contienen numerosas referencias al Espíritu de Dios o Espíritu Santo. Este fue el agente de la concepción milagrosa de Jesús (Mat. 1:18,20), descendió sobre Jesús en Su bautismo (Mat. 3:16), lo condujo al desierto donde el demonio lo tentó (Mat. 4:1) y le permitió curar enfermedades y expulsar demonios (Mat. 12:28). Cuando se preparaba para partir de este mundo, Jesús les prometió a Sus seguidores el Espíritu Santo. Este sería el Consolador y el Consejero, continuaría enseñándoles y recordándoles lo que Jesús les había dicho (Juan 14:25,26). No muchos días después de la ascensión de Jesús, el Espíritu prometido descendió sobre Sus seguidores durante Pentecostés. El advenimiento del Espíritu estuvo acompañado por un sonido parecido a un viento poderoso. Los testigos de este acontecimiento vieron lo que parecían ser lenguas de fuego sobre los creyentes. Además, a estos discípulos se les dio poder para hablar en lenguas que no eran sus idiomas maternos (Hech. 2:1-3). En todo el relato de Lucas sobre la iglesia primitiva, el Espíritu Santo confería poder y guiaba a los seguidores de Jesús en la misión que debían cumplir en el mundo que rodeaba el Mediterráneo (Hech. 11:12; 13:2; 15:28; 16:6,7; 20:22; 21:11).
El Espíritu es crucial en la explicación de Pablo sobre la relación del creyente con Dios. El Espíritu es una presencia personal otorgada por gracia que vive dentro de la persona que confesó que Jesucristo es el Señor. La relación que existe con Dios a través de Cristo por el Espíritu es revolucionaria. En Gálatas, Pablo declaró que el legalismo y el camino de la fe son incompatibles. El Espíritu de Dios llega a nosotros como un regalo basado en Su gracia y en nuestra fe en Cristo (Gál. 3:1-5). Dicho Espíritu llega a la vida del creyente para darle certeza de que es hijo de Dios (Rom. 8:16). Además es la garantía divina de que seremos totalmente transformados y conformados a imagen de Cristo. (Rom. 8:1-29; 2 Cor. 1:22). Pablo identificó al Espíritu con el Señor (el Cristo resucitado) y afirmó que donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad, una libertad que progresivamente libera de la ley del pecado y de la muerte (2 Cor. 3:18; comp. Rom. 8:2).
El Espíritu distribuye dones en la iglesia destinados a otorgarle al pueblo de Dios lo necesario para servir y edificar el cuerpo de Cristo (1 Cor. 12; Ef. 4:7-13). La evidencia de que el Espíritu de Dios está obrando en una persona o un grupo de personas es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22,23).
Al comienzo de las Escrituras vemos al Espíritu obrando en la creación. Al cierre, el Espíritu y la esposa (la iglesia) invitan a todos los que tienen sed a que vayan y beban del agua de la vida (Apoc. 22:17).
Espíritus humanos
Tanto en el AT como en el NT se habla del espíritu de los seres humanos y de otros seres. Cuando se refiere a los seres humanos, el espíritu se asocia con una amplia gama de funciones entre las que se incluyen pensamiento y entendimiento, emociones, actitudes e intenciones. Eliú le dijo a Job que el espíritu de la persona, el soplo de Dios, otorgaba entendimiento (Job 32:8). Cuando Jesús sanó al paralítico, percibió en Su “espíritu” que los líderes religiosos allí presentes cuestionaban que le hubiera perdonado los pecados al hombre (Mar. 2:8).
“Espíritu” se usa ampliamente para referirse a las emociones humanas: dolor (Prov. 15:4,13), angustia (Ex. 6:9; Juan 13:21), ira (Prov. 14:29; 16:32), aflicción (Ecl. 1:14), miedo (2 Tim. 1:7) y gozo (Luc. 1:47).
Una variedad de actitudes e intenciones están relacionadas con el “espíritu”. Caleb tenía un espíritu diferente al de la mayoría de sus contemporáneos dado que siguió al Señor con todo su corazón (Núm. 14:24). Sehón, rey de Hesbón, tenía un espíritu obstinado (Deut. 2:30). En 1 Rey. 22 se alude a un espíritu mentiroso. El salmista llamó “bienaventurados” a los que no tienen engaño en su espíritu (Sal. 32:2). Se puede hablar de un espíritu arrepentido (Sal. 34:18), firme (Sal. 51:10), dispuesto (Sal. 51:12), quebrantado (Sal. 51:17) y lleno de arrogancia (Prov. 16:18). El Evangelio de Marcos frecuentemente alude a Jesús cuando este curaba a personas con espíritus impuros o inmundos.
Espíritu también se usa para referirse a seres, tanto buenos como malos, que no tienen presencia física. A Satanás se lo llama príncipe de la potestad del aire, el espíritu que obra en los desobedientes (Ef. 2:2).
Uno de los constantes puntos conflictivos interminables entre saduceos y fariseos era la existencia de ángeles y espíritus. Los fariseos creían que existían; los saduceos no. Cuando el Cristo resucitado se apareció a los discípulos, estos se sobresaltaron y tuvieron miedo porque pensaron que estaban viendo un espíritu. Jesús los invitó a tocarlo. Luego les recordó que un espíritu no tiene carne ni huesos (Luc. 24:37-39).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Saad Chaudhry, en Unsplash
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