Por Charles W. Draper
Historia y formato
Las cartas en el mundo antiguo eran un medio de comunicación importante entre quienes vivían en lugares diferentes. En realidad, eran el único medio disponible aparte de los mensajes verbales. Escribir cartas es tan antiguo como la escritura misma, y tuvo su comienzo en el segundo milenio a.C. En la época antigua se publicaron materiales de ayuda para la composición, dos de los cuales han sobrevivido. Tupoi Epistolikoi (Tipos Epistolares), al que también se denomina Pseudo-Demetrius (escrito antes del 100 d.C.), identificaba y explicaba 21 tipos de cartas. El otro, Epistolimaioi Characteres (Estilos Epistolares) también llamado Pseudo-Libanius, se escribió después del 300 d.C. y presentaba 41 tipos de cartas. En Demetrius, cada tipo de carta se definía, se presentaba su lógica y luego se ilustraba con una carta modelo. Libanius no proporcionaba cartas modelo propiamente dichas sino, más bien, instrucciones y sugerencias presentando la idea general de cada tipo. En la práctica, los tipos de carta con frecuencia se mezclaban entre sí, de modo que cualquier descripción del contenido de una carta antigua “típica” es artificial y podrá inducir a error. Miles de cartas han sobrevivido desde la antigüedad, muestra de la influencia de manuales como el Demetrius y el Libanius.
El método de clasificación de las cartas se relacionaba con la teoría retórica. Esta es el arte de la persuasión y constituía la piedra angular de la educación clásica. Los diversos tipos de cartas emplean los tres tipos principales de retórica: judicial, deliberativa y epidíctica. El ámbito de la retórica judicial era la persuasión del juez y del jurado. En la retórica deliberativa se argumentaba en la arena pública o la asamblea gubernamental a favor o en contra de un curso de acción; era aconsejar. La retórica epidíctica era el discurso de alabanza o condenación en ocasión de celebraciones o conmemoraciones, entre ellas casamientos y funerales. La teoría epistolar derivó de estas categorías, pero la mayoría de las cartas se relacionaban con lo epidíctico, donde se expresaba elogio o condenación. El entrenamiento en retórica ayudaba a los escritores de cartas a tomar bosquejos y fórmulas de los manuales para adaptarlos y combinar los diferentes tipos para una situación en particular.
A medida que la escritura de cartas se fue desarrollando junto con la historia, muchas ya no encajaban dentro de ninguna categoría de retórica establecida sino, en cambio, dentro de otra más amplia, la exhortación, que solo se relacionaba marginalmente con la retórica. El término griego es paraenesis y el latino es praeceptio, de donde obtenemos la palabra precepto. A veces a dichas cartas se las llamaba exhortativas o parenéticas.
Los escritores de cartas a menudo empleaban servicios de un amanuense. El equivalente moderno más cercano es secretario. El amanuense podía estar entrenado en retórica y escritura de cartas y participar en el escrito en varios niveles. Podía simplemente recibir el dictado y preparar la carta para que la firmara el escritor. No obstante, con frecuencia podía editar lo que se había escrito. A veces los amanuenses eran participantes plenos o colaboradores en el contenido de la carta del escritor. Incluso podían llegar a componer la carta conforme a las instrucciones del remitente.
El dictado podía ser angustiosamente lento e interferir con la línea de pensamiento del orador. En una ocasión, el gran pensador romano Cicerón (106–43 a.C.) se quejó de tener que dictar lentamente, sílaba por sílaba. El historiador Plutarco le atribuye a Cicerón el desarrollo de la taquigrafía (gr. tachugraphy) y su introducción en Roma. La taquigrafía se usaba ampliamente para la época en que se escribieron las cartas del NT. Séneca, escribiendo en los años 63–64 d.C., declaró que esta taquigrafía empleaba signos en lugar de palabras completas, lo que permitía que el transcriptor igualara la velocidad del orador.
Las cartas en la Biblia
Antiguo Testamento La primera mención de una carta aparece en 1 Sam. 11:14,15 donde la traición de David condujo a la muerte del que llevaba la carta, Urías, el esposo de Betsabé. La malvada reina Jezabel escribió cartas (1 Rey. 21:8,9) cuando urdió el asesinato de Nabot. En 2 Rey. 5:5-7 el rey de Aram (Siria) le envió una carta al rey de Israel con respecto a su generalNaamán. Jehú, el rey de Israel, escribió cartas que aseguraban la muerte de los hijos de Acab que quedaban vivos (2 Rey. 10:1-7). Ezequías, un justo rey de Judá, recibió cartas de los reyes de Asiria y Babilonia (2 Rey. 19:14; 20:12; Isa. 37:14; 39:1; 2 Crón. 32:17), y envió cartas a las doce tribus de Judá e Israel donde invitaba a todo el pueblo a ir y celebrar la Pascua (2 Crón. 30:1-12). Salomón intercambió cartas con Hiram, rey de Tiro (2 Crón. 2:1-12). En 2 Crón. 21:12, el profeta Elías le envió una carta al rey Joram de Judá donde pronunciaba juicio y una muerte dolorosa. Cuando Esdras estaba reedificando el templo, los enemigos de los judíos y la corte real de Persia intercambiaron cartas (Esd. 4–5). Nehemías recibió cartas del rey de Persia, Artajerjes, donde lo autorizaba a regresar a Jerusalén y completar el templo (Neh. 2:1-9). Se intercambiaron varias cartas hostiles entre los ancianos de Judá y su enemigo Tobías (Neh. 6:17-19). El rey persa Asuero envió una cantidad de cartas en el libro de Ester (1:22; 3:13; 8:5,10). Mardoqueo, el tío de Ester, les envió cartas a judíos de varios lugares (Est. 9:20-30). Jeremías envió una carta a los exiliados en Babilonia (Jer. 29:1). Semaías mandó una carta a los exiliados reclamando para sí el sumo sacerdocio (Jer. 29:24-32).
Nuevo Testamento Las cartas son todavía más comunes en el NT, y 21 de los 27 libros están en este formato. Apocalipsis contiene siete cartas breves. Trece libros son cartas escritas por el apóstol Pablo, y ocho, denominadas cartas generales, fueron escritas por otros. Se desconoce quién fue el escritor de Hebreos. Santiago (Jacobo) y Judas, hermanos de Jesús, escribieron cartas. El apóstol Pedro escribió dos, y el apóstol Juan tres.
La primera mención específica de cartas corresponde a cuando Saulo de Tarso se las pidió al sumo sacerdote para autorizar el arresto de los creyentes en Damasco, Siria (Hech. 9:2; 22:5). La iglesia de Jerusalén envió una carta a los creyentes gentiles de Antioquía de Siria donde los eximía de la ley de Moisés (Hech. 15:23-30). El comandante romano Claudio Lisias le escribió al gobernador romano Félix para hablarle de Pablo (Hech. 23:25-33).
En su mayoría, las cartas del NT entran en la categoría exhortativa. La mayor parte presenta una mezcla de distintos tipos de epístolas. En varias también se entremezclan elementos importantes de la retórica deliberativa. El antiguo teórico-retórico Posidonio sugirió tres clases principales de paraenesis o preceptos: el consejo relacionado con acciones, la exhortación relacionada con hábitos y carácter, y la consolación referida a emociones o pasiones. Todas estas están presentes en las cartas del NT.
A veces los eruditos cuestionan la autenticidad de varias cartas atribuidas a Pablo, pero se carece de evidencias convincentes que anulen el testimonio antiguo de autoría paulina. Podemos tener confianza de que Pablo realmente escribió las trece cartas que llevan su nombre.
Como sucede con toda correspondencia, las cartas de Pablo eran documentos “ocasionales” que se escribieron en un momento en particular por una razón determinada. La mayoría de las cartas del NT se escribieron para ser leídas a las congregaciones y para servir como sustituto del escritor que no le podía hablar a la iglesia en persona. La correspondencia paulina que aún conservamos es la que mantuvo con iglesias que fundó, con una iglesia que no había visitado (Colosas) y con individuos (Timoteo y Tito) que trabajaban a sus órdenes. Solo Dios sabe la cantidad de cartas que escribió el apóstol durante los 30 años de actividad misionera, pero nosotros somos bendecidos con la presencia, dentro del canon del NT, de aquellas que sobrevivieron.
Al constituir el corpus más importante de cartas de la Biblia, las epístolas paulinas se han estudiado más que la otra colección de cartas (generales). Las cartas de Pablo indican que en siete de ellas se utilizó un amanuense (Rom.; 1 Cor.; Gál.; Col.; 1–2 Tes. y Filem.). Según algunos aspectos gramaticales que aparecen en 2 Cor. se puede deducir que participó un amanuense. Es razonable suponer que Pablo haya utilizado dicha ayuda. Tercio es un amanuense que se menciona a sí mismo (Rom. 16:23). En cinco de las cartas, Pablo escribió una porción con su propia mano (1 Cor.; Gál.; Col.; 2 Tes.; Filem.). El uso de diferentes amanuenses proporciona una explicación lógica para ciertas diferencias de estilo, vocabulario y gramática en las cartas del apóstol. En ocho cartas Pablo menciona colaboradores (1–2 Cor.; Gál.; Fil.; Col.; 1–2 Tes. y Filem.). Es probable que el esfuerzo conjunto haya influido hasta cierto punto en el estilo y el vocabulario. Las cartas paulinas demuestran que él y sus amanuenses conocían y empleaban las formas convencionales de escritura de cartas correspondientes al siglo I d.C.
Por lo general, las epístolas del NT se dividen en tres partes: la dirección, el cuerpo de la carta y la conclusión. Dentro de este marco se pueden encontrar las siguientes características, aunque pocas cartas incluyen todas.
- La dirección consiste en la identificación del escritor y los receptores, el saludo inicial, el agradecimiento y una plegaria.
- El cuerpo de la carta consiste en diferentes elementos que varían ampliamente de una carta a otra. Lo que más se asemeja a un rasgo común incluye un comienzo formal, un precepto sobre áreas de interés fundamental y una aplicación.
- La conclusión incluye bendiciones finales, saludos (a veces a personas determinadas), el deseo de “paz” y las posdatas.
Las cartas del NT tenían que ser llevadas del escritor a los receptores.
El Imperio Romano tenía un sistema postal eficiente, pero estaba restringido al uso gubernamental. La palabra latina positus, que está asociada a este sistema, es el origen del término español postal y sus derivados. La correspondencia se transportaba a caballo, y en las rutas postales se ubicaban estaciones a ciertos intervalos de distancia. En estas estaciones se cambiaban los caballos y se guardaban comida y otras provisiones a fin de acelerar la tarea de los transportadores de correo. En el ámbito privado, cartas y otros documentos se transportaban mediante una diversidad de medios. Se utilizaban los correos profesionales, pero para la mayoría de la gente esta no era una opción. En estos casos, amigos, conocidos u otros viajeros llevaban las cartas. En el caso de Pablo, pareciera que los mensajeros provenían del círculo de colaboradores y de miembros de las iglesias con las que estaba vinculado.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Esther Wechsler, en Unsplash
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