Por Jerry M. Henry
Transliteración de una palabra griega que significa literalmente “hablar mal”. En el contexto bíblico, blasfemia es una actitud de irrespetuosidad que se expresa mediante una acción dirigida en contra del carácter de Dios.
Antiguo Testamento
Blasfemia adopta su definición cristiana en base al trasfondo del AT. Es significativo que refleje una acción inapropiada en relación al uso del nombre de Dios. Dios reveló Su carácter e invitó a que tengamos una relación personal mediante la manifestación de Su nombre. Por lo tanto, el uso del nombre divino les daba oportunidad a los israelitas de una participación personal con la naturaleza misma de Dios.
Levítico 24:14-16 guía la definición hebrea de blasfemia. La ofensa se designa como pecado capital, y el ofensor tenía que ser apedreado por la comunidad. La blasfemia consistía en pronunciar explícitamente el nombre de Dios junto con una actitud de irrespetuosidad. Bajo la influencia de esta interpretación, el nombre personal de Dios (Yahvéh) estaba excluido del lenguaje común y en su lugar se utilizaba el título Adonai (Señor).
Israel fue culpable de blasfemia en diversas ocasiones. Se mencionan específicamente los casos del becerro de oro (Neh. 9:18) y la forma brusca de tratar a los profetas (Neh. 9:26). Natán acusó a David de burlarse de los mandatos de Dios y darles a los enemigos de Israel ocasión para blasfemar, o sea, malentender la naturaleza divina (2 Sam. 12:14).
Los enemigos de Israel blasfemaron a Dios mediante acciones en contra del pueblo elegido. Los asirios declararon que Dios era impotente al compararlo con sus ejércitos poderosos (2 Rey. 19:6,22; Isa. 37:6,23). Los babilonios demostraron desprecio a Dios durante el exilio al ridiculizarlo constantemente (Isa. 52:5). Edom fue culpable de blasfemia cuando se regocijó ante la caída de Jerusalén (Ezeq. 35:12). Dios reaccionó con juicio (2 Rey. 19:35-37) o prometió juicio (Isa. 52:6; Ezeq. 35:12-15) para defender la dignidad de Su nombre.
Nuevo Testamento
El NT amplía el concepto de blasfemia para incluir acciones en contra de Cristo y de la iglesia como cuerpo de Cristo. Los líderes judíos consideraron blasfemo al mismo Jesús (Mar. 2:7). Cuando Jesús fue juzgado ante el Sanedrín, no solo declaró Su dignidad mesiánica sino que además expuso Su condición de exaltación suprema (Luc. 22:69). Dicha declaración, conforme al Sanedrín, encajaba dentro de la acusación de blasfemia y, en consecuencia, merecía la muerte (Mat. 26:65; Mar. 14:64). No obstante, según la perspectiva neotestamentaria, los verdaderos blasfemos eran aquellos que negaban las declaraciones mesiánicas de Jesús y rechazaban Su unidad con el Padre (Mar. 15:29; Luc. 22:65; 23:39).
La unidad de Cristo y la iglesia se reconoce en que las persecuciones contra los cristianos se catalogan como actos blasfemos (1 Tim. 1:13; 1 Ped. 4:4; Apoc. 2:9). También es importante que los creyentes eviten conductas que podrían dar ocasión a la blasfemia, especialmente en las áreas del comportamiento y el lenguaje (Ef. 4:31; Col. 3:8; 1 Tim. 6:4; Tito 3:2).
El pecado de blasfemia puede ser perdonado. No obstante, existe un pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo que no se puede perdonar (Mat. 12:32; Mar. 3:29; Luc. 12:10) y consiste en encontrarse en una condición de dureza tal que resiste de manera consciente y voluntaria el poder y la gracia salvadora de Dios. Es una condición desesperada que va más allá de la posibilidad de perdón porque no es capaz de reconocer el pecado ni de arrepentirse. De modo que quien desea arrepentirse de la blasfemia contra el Espíritu no puede haber cometido ese pecado.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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