Por Steve W. Lemke
El término griego para autoridad es exousia tanto en el NT como en la Septuaginta. Aunque a veces se traduce como “poder”, exousia no se refiere originariamente a la fortaleza o el poder físico (como en dunamis) sino al ejercicio justo y legítimo del poder. Una persona tiene autoridad fundamentalmente en virtud de la posición que ocupa y no por la fuerza o la coerción física.
La autoridad se podría caracterizar como intrínseca o bien, delegada. La intrínseca consiste en el dominio que se ejerce por la condición de autoridad innata en esa persona o inherente al oficio que ocupa. Como Dios es el Creador del universo, Él tiene soberanía y dominio sobre todas las cosas. El Dios Triuno posee de manera exclusiva autoridad intrínseca pura. Por otro lado, autoridad delegada es la que le otorga quien posee autoridad intrínseca a alguien que desempeña un oficio o lleva a cabo una función. La autoridad delegada no es autoritaria ni innata ni inherente; es una autoridad que deriva de alguien cuya potestad es intrínseca. Toda autoridad es posesión plena de Dios. Toda otra autoridad deriva de Él (Mat. 9:8; Juan 19:11; Rom. 13:1-3; Jud. 25).
Jesús posee la misma autoridad intrínseca que Dios el Padre porque es coigual con Él (Juan 1:1; 10:30; 16:15; Fil. 2:6; Col. 1:16; 2:9-10; Apoc. 12:10). No obstante, debido al modelo único de relaciones dentro de la Trinidad, especialmente durante la encarnación de Jesús, también existe un aspecto en el que su autoridad le fue dada por el Padre (Mat. 9:8; 28:18; Juan 5:22,27; 17:2; Ef. 1:20-22; Fil. 2:9-10; Apoc. 2:27). Dios le ha dado a Jesús autoridad sobre todas las cosas en el cielo y en la tierra (Mat. 28:18). Esta autoridad de Jesús se manifestó en Su encarnación mediante la potestad para perdonar el pecado, proveer salvación, sanar enfermedades, echar fuera demonios y juzgar a la humanidad (Mat. 9:6-8: Mar. 2:10-12; Luc. 4:36; 5:24-25; Juan 5:22-27). Mientras Jesús llevaba a cabo Su ministerio de enseñanza, hablaba con una autoridad que los oyentes reconocían inmediatamente y consideraban ausente en las enseñanzas de los escribas y los fariseos (Mat. 7:28-29; Mar. 1:22; Luc. 4:32). Dicha autoridad reconocida por otros en base a las acciones o el desempeño se puede denominar autoridad ganada.
Autoridad humana- Debido a que toda potestad deriva de Dios, los creyentes deben someterse a las estructuras de autoridad que Dios ha establecido. La sumisión a las autoridades que Dios ha designado fluye de la sumisión a Dios mismo. Los patrones de autoridad son necesarios en todo aspecto de las relaciones humanas. Parte de esta clase de autoridad es posicional ya que se ejerce en virtud de la posición que sostiene un individuo y no en la autoridad innata que posea. Dios ordenó que los gobiernos civiles tengan autoridad sobre los ciudadanos (Luc. 19:17; Rom. 13:1-7; 1 Tim. 2:2; Tito 3:1; 1 Ped. 2:13-14). Él estableció patrones de autoridad dentro de las relaciones familiares (1 Cor. 7:4; Ef. 5:21-25; 6:1-4). Las Escrituras también instituyen un modelo de autoridad en las relaciones laborales y sociales (Mat. 8:9; Luc. 7:8; Ef. 6:5-9; 1 Tim. 2:12).
Dios también estableció un orden de autoridad en los asuntos espirituales. La Biblia es la Palabra de Dios, por lo tanto, habla con autoridad divina (2 Tim. 3:16; 2 Ped. 1:21-22; 1 Tes. 4:1-2). Afirma la autoridad apostólica de los primeros discípulos (Mat. 10:1; Mar. 3:15; 6:7; Luc. 9:1; 2 Cor. 10:8; 13:10; 1 Tes. 2:6) y la de otros líderes de la iglesia (Heb. 13:7,17). Dios también estableció la autoridad de ciertos seres espirituales incluyendo los ángeles, Satanás y otros seres en el tiempo del fin (Luc. 4:6; Ef. 2:2; 3:10; 6:11-12; Col. 1:16; 2:15; Apoc. 6:8; 9:3,10,19; 14:18; 16:9; 18:1).
Los creyentes tienen la obligación de someterse a quienes Dios ha designado para que sirvan como líderes. Rebelarse contra las autoridades designadas por Dios es rebelarse contra Dios. Los seres humanos que ejercen autoridad deben hacerlo con humildad, conscientes de que toda autoridad humana temporaria fluye de Dios y que retornará a Él (1 Cor. 15:24-28). Los líderes creyentes no deben hacer alarde de su autoridad sobre los demás sino poner en práctica el liderazgo de siervo que ejemplificó Jesucristo (Mat. 20:25-28; Mar. 10:42-45; Luc. 22:25-26; 1 Ped. 5:1-3).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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