Por Craig L. Blomberg
El Nuevo Testamento (NT) contiene cuatro biografías de Jesús (los Evangelios), un libro sobre la historia de la Iglesia primitiva (Hechos), veintiuna cartas (de Romanos a Judas) y Apocalipsis. Aunque las cartas y Apocalipsis aluden a sucesos históricos, los Evangelios y Hechos constituyen la narración de simples acontecimientos de la historia. En especial sobre estos libros del NT cabe preguntar: «¿Son históricamente confiables?». Existen doce pruebas que convergen para sugerir de manera enfática que la respuesta debe ser «sí».
Primera: tenemos 5700 manuscritos griegos que contienen, en su totalidad o en parte, el NT. Al examinar estos manuscritos, podemos reconstruir el 99 % del texto original más allá de cualquier duda razonable. También descubrimos que ninguna doctrina moral cristiana depende exclusivamente de algún pasaje dudoso. Estos hechos no prueban que el NT sea verdad, pero implican que podemos conocer lo que escribieron los autores originales. Sin esta seguridad, la cuestión de su fiabilidad histórica carecería de sentido.
Segunda: los autores de los Evangelios y Hechos estuvieron en excelentes condiciones de transmitir información confiable. Mateo y Juan estuvieron entre los doce discípulos que el propio Jesús escogió, Marcos fue un colaborador cercano de Pedro, y Lucas (quien además escribió Hechos) viajó extensamente con Pablo. Incluso los eruditos críticos que dudan de las atribuciones tradicionales de autoría están de acuerdo en que estos cinco libros fueron escritos por seguidores de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, lo que todavía los pondría en condiciones de narrar los hechos con precisión.
Tercera: casi con seguridad, estos cinco libros fueron escritos en el siglo I, en un intervalo de unos 50 o 60 años desde la muerte de Jesús (seguramente hacia el 30 d.C.). Los eruditos conservadores suelen datar Mateo, Marcos y Lucas-Hechos en los años 60, y Juan en los 80 o 90. Los liberales sugieren fechas ligeramente posteriores y sitúan normalmente a Marcos en los 60 o 70, a Mateo y Lucas-Hechos en los 80, y a Juan en los 90. Incluso aprobando fechas más tardías, la cantidad de tiempo que separa los hechos históricos de la redacción de los cinco libros es sumamente corta si se compara con los relatos históricos y biográficos más antiguos, donde la distancia entre los acontecimientos y su narración puede ser de muchos siglos.
Cuarta: los antiguos judíos y griegos cultivaron meticulosamente el arte de la memorización, confiando a la memoria complejas tradiciones orales. Antes de que se compilaran los Evangelios o cualquier otra fuente escrita sobre Jesús, Sus seguidores ya transmitían cuidadosamente de boca en boca el relato de Sus enseñanzas y obras milagrosas. Esto mantuvo vivo el recuerdo de los acontecimientos históricos hasta que fueron puestos por escrito.
Quinta: los antiguos métodos de memorización y transmisión de las tradiciones sagradas permitían cierto grado de libertad al volver a relatar las historias. Los guardianes de la tradición podían abreviar, parafrasear, priorizar y comentar sobre el asunto tratado mientras permanecieran fieles a la esencia del significado de sus relatos. Esto explica en gran medida tanto las similitudes como las diferencias entre los cuatro Evangelios. Los cuatro autores fueron fieles a la esencia de la vida de Jesús; sin embargo, ejercieron un grado de libertad razonable al dar a los relatos la forma que creyeron adecuada.
Sexta: que los autores tuviesen motivaciones ideológicas o teológicas diferenciadas no significa que distorsionaran la historia, como suele alegarse. A menudo, el ideal que promueve un historiador o biógrafo le impone que relate los hechos en forma precisa, ya que sabe que su causa se verá socavada si alguien puede acusarlo de parcial o tendencioso. Los primeros cristianos tuvieron la difícil tarea de proclamar a un Mesías crucificado y Su resurrección corporal. Si hubiesen sido conocidos por adulterar en alguna medida significativa los detalles de sus relatos, su movimiento habría sido silenciado desde el principio.
Séptima: el prólogo de Lucas (Lc. 1:1-4) guarda un estrecho paralelo en forma y contenido con otras obras de historiadores y biógrafos generalmente fiables de la antigüedad, entre los cuales se destacan Josefo, Heródoto y Tucídides. Sin duda, los autores de los Evangelios creían que estaban escribiendo obras históricamente precisas, y no ficción ni relatos embellecidos.
Octava: los así llamados «dichos duros» de Jesús son prueba de su autenticidad. Si los autores de los Evangelios se hubieran sentido autorizados a distorsionar las palabras originales de Jesús para hacer el cristianismo más atractivo, ¿por qué habrían preservado sin modificar Sus enseñanzas embarazosas y difíciles de interpretar sobre aborrecer a los miembros de la familia (Lc. 14:26) o aquellas en que confiesa no saber cuándo volverá (Mr. 13:32)? Al dejar incólumes estas enseñanzas, proporcionaron una prueba de su fidelidad al narrar los hechos tal como sucedieron.
Novena: que el NT no registre a Jesús hablando de muchos de los asuntos que se suscitaron tras Su vida terrenal, durante la época de la Iglesia primitiva, prueba su precisión histórica. Por ejemplo, los cristianos primitivos estaban divididos sobre cómo se aplicaban las leyes de Moisés a los gentiles convertidos o incluso si debían aplicarse (Hch. 15). La forma más sencilla de terminar con la controversia habría sido citar las enseñanzas de Jesús sobre el tema, pero los Evangelios no registran tales enseñanzas. Este silencio sugiere que los autores de los Evangelios no se sentían autorizados a adecuar los hechos históricos a su conveniencia, poniendo en boca de Jesús enseñanzas que habrían podido solucionar las controversias de la Iglesia primitiva.
Décima: el testimonio de los escritores no cristianos apoya los detalles de los Evangelios y Hechos. Cerca de una docena de escritores judíos, griegos y romanos mencionan a Jesús. Considerados en conjunto, sus escritos confirman los detalles básicos de Su vida. Muchos de los nombres de personas y lugares, así como los logros de los líderes políticos y religiosos del siglo I, se encuentran atestiguados en otros escritos de la época. Undécima: la arqueología confirma con regularidad detalles geográficos y topográficos, o costumbres, artefactos, edificios, tumbas, inscripciones y grafitis que se mencionan en el NT, sobre todo en los Evangelios y Hechos.
Duodécima: las porciones del NT que fueron escritas antes de que los Evangelios y Hechos estuvieran terminados confirman la historicidad de estos cinco libros. Por ejemplo, Pablo, Jacobo y Pedro, en las cartas que escribieron antes de que se escribiesen los Evangelios, dan muchas señales de estar citando o aludiendo a enseñanzas y hechos de Jesús. Estas citas y alusiones concuerdan con lo que encontramos en los Evangelios, lo que indica que están en sintonía con los escritos más antiguos sobre Jesús: las epístolas del NT. A su vez, estos primeros escritos dependían de tradiciones orales autoritativas que fueron transmitidas por testigos oculares de la vida de Jesús. Pablo lo expresa en 1 Corintios 15:3-8, donde enumera las creencias que «recibió» de estos testigos oculares cuando se convirtió al cristianismo menos de dos años después de la muerte y resurrección de Jesús. ¡No estaba relatando leyendas tardías que se habían desarrollado lentamente.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
_________________________________________________________________________
Foto por Guzz Alkala, en Unsplash
Leave a Reply