Por Mark Dever
Jesucristo fundó y compró la Iglesia con Su sangre (Hch. 20:28), y la edifica sobre la base del reconocimiento y la fe en Él como Mesías (Mt. 16:18). Esto significa que la Iglesia le pertenece a Jesús y lo representa ante las naciones. En vista de esto, su pureza es vital. Practicada correctamente, la disciplina en la iglesia ayuda a asegurar dicha pureza.
Dos categorías de disciplina eclesiástica
Existen dos categorías de disciplina eclesiástica que describen diferentes maneras en que la iglesia puede enseñar a sus miembros la forma de vivir y las doctrinas correctas.
• La disciplina formativa: Se trata de una medida de prevención. Abarca la enseñanza directa y positiva de la verdad bíblica por medio de los sermones y las lecciones de la escuela dominical. También incluye la transmisión de modelos de vida piadosa y el discipulado de los nuevos creyentes.
• La disciplina correctiva: Se utiliza cuando surgen problemas. Puede suponer tener que confrontar, desafiar, reprender y excomulgar a un miembro por su falta de arrepentimiento o por sus enseñanzas erróneas. La disciplina correctiva tal vez parezca controvertida, pero Jesús enseñó claramente que si un creyente continuaba en pecado a pesar de las llamadas al arrepentimiento, la iglesia debía tratarlo como si fuese «gentil y publicano» (Mt. 18:17). A esta exclusión de la membresía de la iglesia, suele llamársela «disciplina eclesiástica», o también «excomunión», ya que a quienes están bajo disciplina no se les permite participar en la comunión (la Cena del Señor).
Errores frecuentes en cuanto a la disciplina en la iglesia
La excomunión es el último paso de la disciplina. Solo debe tomarse si las otras medidas correctivas fracasan en llevar al pecador al arrepentimiento. Aunque dolorosa y traumática, la excomunión no es un acto desamorado. Una de las obligaciones del amor es no dejar a nadie en su pecado. «Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece» (Pr. 27:5-6).
La excomunión no significa que la persona deba dejar de asistir a las reuniones de la iglesia. Casi siempre, la congregación desea que el pecador disciplinado continúe asistiendo y escuchando la predicación de la Palabra de Dios. De esta forma, el pecador es confrontado por la Escritura, y la comunidad de fe que lo ha disciplinado tiene oportunidad de observar su vida.
La disciplina de la iglesia no tiene por qué ser permanente; su objetivo es que el pecador se arrepienta. Pablo reprendió a la iglesia de Corinto por no readmitir en su membresía a los miembros que habían sido disciplinados y se habían arrepentido (2 Co. 2:6-7). Finalmente, la disciplina de la iglesia no es una evaluación infalible del destino eterno de la persona disciplinada, sino una advertencia seria, pero falible, sobre una evidente falta de regeneración.
¿Por qué es importante la disciplina en la iglesia?
La disciplina eclesiástica presenta al mundo y a los creyentes una imagen clarificadora de lo que significa seguir a Cristo. Es importante que los pecadores sean conscientes de su pecado (por ej., 1 Co. 5). Al confrontar el pecado impenitente, la iglesia desenmascara a los hipócritas —tanto ante ellos mismos, dándoles la oportunidad de arrepentirse, como ante la iglesia, para que esta pueda distinguir entre los lobos y las ovejas (ver Mt. 7).
La práctica de la disciplina es también una parte importante de la adoración a Dios, ya que la iglesia debe reflejar el carácter de un Dios santo ante un mundo caído (1 P. 1:14-16). El Señor es misericordioso, pero también es santo, y descuidar cualquiera de estos dos aspectos de Su carácter es distorsionar Su imagen y mentir en cuanto a Él.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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