Por Edwin Yamauchi
Colección sistemáticamente ordenada de escritos. Una biblioteca privada pertenece a un individuo; una biblioteca pública pertenece a una sociedad y la pueden utilizar muchos. Una biblioteca especial de registros oficiales constituye un archivo. Muchas de las bibliotecas más antiguas eran archivos que se albergaban en palacios o templos.
Aunque la Biblia no utiliza la palabra “biblioteca”, hace alusiones indirectas a colecciones de libros. La Biblia misma es una “biblioteca” y así se la llamó en latín: bibliotheca. Es probable que recién en el 300 d.C. aprox. se hayan publicado los 66 libros en un solo volumen.
El material y la forma de los libros antiguos
Los escritos más antiguos, provenientes de la Mesopotamia, eran inscripciones cuneiformes sobre tablillas de arcilla cuyo tamaño oscilaba desde 15 por 15 cm (6 por 6 pulgadas) hasta 18 por 33 cm (7 por 13 pulgadas). Los textos históricos más extensos se colocaban en barriles de alfarería. Una serie de presagios requirió 71 tablillas para 8000 renglones. La traducción de cada tablilla sería el equivalente a algunas páginas en español y no a un libro completo.
Egipto le proporcionó al mundo antiguo su famoso papiro, hecho de las varas del junco. Como se importaba a Grecia a través del puerto fenicio de Biblos, los griegos denominaron biblos a un libro. La palabra “Biblia” deriva de la forma plural ta biblia, “los libros”, y el término griego para biblioteca, bibliotheke¸ se refería al contenedor de dicho libro. Por lo general, los papiros se escribían de un solo lado. Se podían unir para formar largos rollos (un papiro real egipcio podía medir más de 30 m (100 pies). Los rollos griegos de papiro generalmente eran más cortos. Los libros más extensos del NT, como Mateo o Hechos, requerirían un rollo de 9 m (30 pies) de largo.
Los Rollos del Mar Muerto en Palestina se escribieron en cuero. El famoso Rollo de Isaías tiene unos 7 m (23,5 pies) de largo; el recientemente publicado Rollo del Templo tenía originariamente una extensión de aprox. 8,5 m (28,5 pies). Alrededor del 285 a.C. y debido a una escasez de papiro, aparentemente la ciudad de Pérgamo se vio forzada a inventar el “pergamino” (también llamado “vitela”), una piel de animal especialmente trabajada que se estiraba para hacerla más delgada hasta que se hacía traslúcida.
Tanto los judíos como los griegos y los romanos del paganismo usaban papiros y pergaminos en forma de rollo. Los cristianos, tal vez ya en el siglo I, comenzaron a utilizar el formato de códice, es decir, el plegado de varias hojas de papiro o de pergamino en forma de “libro”. Esto tenía varias ventajas. Se podían utilizar ambos lados de la hoja, era más compacto, y sobre todo, se podían hallar con más facilidad las referencias escriturales. Casi todas las Biblias cristianas antiguas que se preservaron en el clima seco de Egipto son códices de papiros. Cuando Pablo estaba preso en Roma, pidió “los libros, mayormente los pergaminos” (2 Tim.4:13). Es probable que los primeros hayan sido los rollos del AT. Por otra parte, los pergaminos quizás hayan sido códices de pergamino, posiblemente sus notas y cartas.
Archivos y bibliotecas de la era del AT
Abraham provenía de la Mesopotamia, donde existía una tradición bien desarrollada de archivos/bibliotecas de palacios y templos. Desde 1974 se han hallado más de 20.000 tablillas en los archivos de Ebla en la región norte de Siria que datan de épocas anteriores a Abraham. Muchas de las 25.000 tablillas de Mari (siglo XVIII a.C.) y las 4000 de Nuzi (siglo XV a.C.) arrojaron luz al trasfondo de los patriarcas hebreos. Los textos sumerios de las 20.000 tablillas de Nippur (antes del 1500 a.C.) y los textos acadios obtenidos de entre las 20.000 tablillas de la famosa biblioteca de Asurbanipal (aprox. 668–629 a.C.) en Nínive, proporcionaron literatura paralela a las historias bíblicas como es el caso de la Epopeya de Gilgamesh. Textos escritos en cinco inscripciones y siete idiomas provenientes de las bibliotecas de Ugarit arrojaron gran luz sobre el trasfondo literario y religioso de los cananeos. Ver Arqueología; Asurbanipal; Ebla; Mari; Nuzi; Sumer; Ugarit.
José y Moisés (Hech. 7:22) tuvieron acceso a las bibliotecas reales de Egipto. Las excavaciones en Amarna descubrieron un edificio con estantes para guardar rollos y la inscripción “Lugar de los registros del palacio del rey”. Ramsés II (1292–1224 a.C.) contaba con unos 20.000 rollos que sin duda incluyeron obras médicas como el Papiro Ebers, obras literarias como El marinero náufrago, y textos de magia como El libro de los muertos.
Es probable que Salomón, famoso como autor prolífico (1 Rey. 4:32), haya tenido una inmensa biblioteca. Posiblemente en los archivos del palacio se hayan alojado documentos tales como el libro de las historias de los reyes de Israel (1 Rey. 14:19) y de los reyes de Judá (1 Rey. 14:29). Los textos sagrados se guardaban en el templo (2 Rey. 23:2).
La Biblia nos revela que los reyes persas contaban con detallados archivos (Esd. 4:15; 5:17; 6:1). Una noche, Asuero (Jerjes) hizo que un siervo le leyera de sus crónicas para curarlo del insomnio (Esd. 6:1).
En 1947 se descubrieron los Rollos del Mar Muerto en tinajas que estaban en cuevas cerca de Qumrán. Originariamente pertenecieron a la biblioteca del monasterio de los esenios. Incluían mss. de todos los libros del AT excepto Ester, obras de los libros apócrifos y pseudoepigráficos del AT, y composiciones propias de la secta como el Manual de disciplina, el Rollo de la guerra y el Rollo del templo. Los excavadores también recuperaron una mesa, un banco y tinteros del escritorio donde se copiaban los mss. Ver Rollos del Mar Muerto.
Bibliotecas griegas y romanas
Los tiranos de aprox. 500 a.C., Peisistrato de Atenas y Polícrates de Samos, fueron los primeros griegos que hicieron acopio de libros. Individuos como Eurípides, Platón y Aristóteles también tenían bibliotecas propias. Alejandro Magno se llevó copias de Homero, de los escritores de tragedia griegos y de diversos poetas.
La primera biblioteca colectiva helenista la ideó Ptolomeo I de Alejandría en Egipto, y posteriormente la concretó Demetrio de Falero (Atenas) bajo el reinado de Ptolomeo II (285–247 a.C.). Con 700.000 rollos se convirtió en la biblioteca más grande del mundo antiguo. El edificio principal estaba en la zona del palacio y poseía una colección secundaria cerca del Serapeo. Muchos de los primeros bibliotecarios fueron eruditos y críticos literarios sobresalientes tales como Zenodoto de Éfeso, Apolonio de Rodas, el poeta Calímaco y el geógrafo Eratóstenes. Calímaco recopiló en 120 rollos un catálogo con anotaciones, el Pinakes. Es posible que el ilustre Apolos (Hech. 18:24) haya hecho uso de esta famosa biblioteca.
La segunda biblioteca helenista en importancia la estableció Eumenes II (197–158 a.C.) en Pérgamo (Apoc. 1:11). Los excavadores identificaron que el edificio que se encontraba al lado del templo de Atenea era una biblioteca. Evidentemente, las hileras de agujeros formaban estantes para los rollos; inscripciones de piedra identificaban los bustos de los autores. Antonio le regaló sus 200.000 rollos a Cleopatra en el 41 a.C.
Ya en el siglo I a.C., romanos acaudalados como Cicerón y Lúculo tenían bibliotecas bien aprovisionadas en sus residencias. Los escritores de sátiras se burlaban de aquellos que eran como Trimalco, quien adquiría libros pero nunca los leía. En el Herculaneo se recuperaron de la biblioteca de un hombre rico alrededor de 1800 papiros gravemente chamuscados que fueron sepultados por barro volcánico producto de la erupción del Vesubio en el 79 d.C.
César fue asesinado en el 44 a.C. antes de que pudiera erigir la primera biblioteca pública de Roma. Asinio Polio la construyó poco después del 39 a.C. Augusto edificó tres bibliotecas públicas; Tiberio construyó otra en el templo de Augusto. La mayoría de las bibliotecas romanas, por ej. La famosa Biblioteca Ulpia de Trajano, contaban con colecciones en griego y en latín.
El uso de las bibliotecas
El uso de los archivos y de las bibliotecas estaba limitado, en primer lugar, a los eruditos, y segundo, en el caso del templo y de los archivos del palacio, a los sacerdotes y los escribas. En Alalakh (1700 a.C.) se registran solo 7 escribas en una población de 3000 personas.
Aunque individuos poderosos como los emperadores podían tomar libros prestados, la mayoría de las bibliotecas no permitían que estos circularan. Una inscripción proveniente de Atenas dice: “Ningún libro se llevará porque lo hemos jurado. [La biblioteca estará] abierta desde la primera hora [de luz del día] hasta las seis”. Ver Educación en tiempos de la Biblia; Escritura; Papel, papiro.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Mick Haupt, en Unsplash
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