Por David W. Music
Una de las muchas respuestas de los seres humanos ante la revelación que Dios hace de sí mismo. La Biblia reconoce que los hombres y las mujeres también pueden ser objetos de alabanza, ya sea por parte de otras personas (Prov. 27:21; 31:30) o de Dios mismo (Rom. 2:29), y que los ángeles y el mundo natural son capaces asimismo de alabar a Dios (Sal. 148). Sin embargo, la alabanza del ser humano a Dios es uno de los principales temas de la Escritura.
“Alabanza” proviene de una palabra en latín que significa “valorar” o “apreciar”. Por lo tanto, alabar a Dios es proclamar Su mérito o valor. En la Biblia hay muchos términos para expresar este concepto, entre los que se incluyen “gloria”, “bendición”, “acción de gracias” y “aleluya”; este último es una transliteración del hebreo de la palabra “alabar al Señor”.
Las modalidades de alabanza son muchas, incluyendo la ofrenda de sacrificios (Lev. 7:13), los movimientos físicos (2 Sam. 6:14), el silencio y la meditación (Sal. 77:11,12), el testimonio (Sal. 66:16), la oración (Fil. 4:6) y una vida santa (1 Ped. 1:3-9). Sin embargo, la alabanza está casi invariablemente ligada a la música, tanto instrumental (Sal. 150:3-5) como, en especial, vocal. Las canciones bíblicas de alabanza abarcan desde estallidos personales y más o menos espontáneos de acciones de gracias por algún acto redentor de Dios (Ex. 15; Jue. 5; 1 Sam. 2; Luc. 1:46 55,67-79) hasta salmos e himnos formales adaptados para la adoración grupal en el templo (2 Crón. 29:30) y en la iglesia (Col. 3:16).
Mientras que la Biblia contiene frecuentes mandamientos para que la gente alabe a Dios, también hay advertencias ocasionales acerca de la calidad de esta alabanza. Debe originarse en el corazón y no tiene que convertirse en un espectáculo meramente externo (Mat. 15:8). La alabanza grupal se debe llevar a cabo de manera ordenada (1 Cor. 14:40). La alabanza también está firmemente ligada a la vida cotidiana de un individuo (Am.s 5:21-24).
Artículo extraído del Diccionario Bíbico Ilustrado Holman.
IMAGEN: Matt Botsford en Unsplash
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