Por Grant Osborne
CRUCIFIXIÓN DE JESÚS
Jesús predijo muchas veces Su futura crucifixión. Los Evangelios Sinópticos mencionan por lo menos tres ocasiones (Mar. 8:31; 9:31; 10:33,34 y paralelos), mientras que Juan registra otras tres (3:14; 8:28; 12:32,33). Se predicen varios aspectos de la pasión de Jesús: (1) ocurrió por necesidad divina (“necesario” en Mar. 8:31); (2) tanto los judíos (“que lo entregaron”) como los romanos (“que lo mataron”) fueron culpables (Mat. 9:31); (3) Jesús sería reivindicado a través de la resurrección de entre los muertos; (4) la muerte misma implicaba gloria (se observa en las expresiones relacionadas con “levantar” que abarcaba la exaltación en Juan 3:14; 8:28; 12:32,33).
La narración de la crucifixión de Jesús en los Evangelios enfatizaba la culpabilidad de los judíos, pero los cuatro separan cuidadosamente a los líderes del pueblo que habían respaldado a Jesús en todo momento y que, al final, fue arrastrado por esos líderes. Sin embargo, la culpabilidad romana también es obvia. Al Sanedrín ya no se le permitía aplicar la pena capital; solo podían hacerlo los romanos. Más aún, solamente los soldados romanos la podían llevar a cabo. Se siguieron las costumbres romanas al aplicar los azotes, al entronarlo en medio de burlas, al acarrear la cruz y al consumar la crucifixión. La ubicación en una colina y el tamaño de la cruz (el uso de la varilla con el hisopo muestra que medía entre 2 y 3 m [7 a 9 pies] de altura) demuestran que deseaban exhibir públicamente a un “criminal”. Los elementos judíos de la crucifixión de Jesús fueron el vino mezclado con mirra (Mar. 15:23), el hisopo con vinagre (Mar. 15:36) y la remoción del cuerpo de Jesús de la cruz antes del crepúsculo (Juan 19:31).
Los cuatro Evangelios observan la crucifixión de Jesús desde cuatro puntos estratégicos diferentes y enfatizan aspectos distintos del significado de Su muerte. Marcos y Mateo se centran en el horror de matar al Hijo de Dios. Marcos enfatiza el significado mesiánico al utilizar las burlas de la multitud, que le decía “sálvate a ti mismo” (15:30,31) como una profecía inconsciente que señalaba hacia la resurrección. Mateo fue más lejos que Marcos al señalar a Jesús como el Mesías que enfrentó Su destino con un completo control de la situación. La vindicación de Jesús no solo se evidenció en la ruptura del velo y en el testimonio del centurión (Mat. 27:51,54 en un paralelo con Marcos), sino además en la resurrección asombrosa de los santos del AT (vv.52,53), algo que asocia la cruz con la tumba abierta. Para Mateo, la cruz inauguró los días postreros cuando el poder de la muerte es quebrantado y la salvación se derrama sobre todos.
Lucas quizás tenga el retrato más singular al presentar dos aspectos fundamentales: Jesús como el arquetipo del mártir justo que perdona a Sus enemigos, y la crucifixión como una escena asombrosa de reverencia y adoración. Lucas omitió los aspectos negativos de la crucifixión (terremoto, vino con mirra, clamor de abandono) y anuló las burlas cuando las multitudes “se volvían golpeándose el pecho” (23:48). Lucas fue el único que incluyó tres expresiones de Jesús relacionadas con la oración: “Padre, perdónalos” (v.34, en contraste con la burla); “hoy estarás conmigo en el paraíso” (v.43, en respuesta a la oración del criminal); y “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (v.46). Un maravilloso sentimiento de quietud y adoración colorean el retrato de Lucas.
La narración de Juan tal vez sea la más dramática. Todos los elementos negativos desaparecen, aun más de lo que sucede en el caso de Lucas (la oscuridad y las burlas al igual que las cosas que también faltan en Lucas), y una atmósfera de calma caracteriza la escena. En el corazón mismo de la situación se observa el control soberano que Jesús posee de toda la escena. La cruz se convierte en Su trono. Juan destacó que la inscripción de la cruz (“JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”) se escribió en arameo, en latín y en griego (19:19,20) y se convirtió así en una proclamación universal de la condición real de Jesús. A lo largo del relato y hasta la exclamación final, “Consumado es” (v.30), Jesús tuvo pleno control de lo que ocurría.
No se puede entender la crucifixión de Jesús hasta tanto se consideren los cuatro Evangelios en conjunto. Todos los énfasis (el enfoque mesiánico, Jesús como el Hijo de Dios y el mártir justo, la naturaleza sacrificial de Su muerte, la cruz como Su trono) son necesarios para obtener un cuadro completo del significado de Su crucifixión.
CONTINUARA…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Aaron Burden, en Unsplash
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