Por Michael R. Spradlin
Ruptura del pacto del matrimonio. Acción contraria al modelo de “un hombre, una mujer, una vida” revelado por Dios en Gén. 1:27; 2:21- 25. La raíz de la idea implica el corte de la unión matrimonial. Si bien las culturas antiguas diferían en detalles, la mayoría tenía un concepto de matrimonio y otro concepto de divorcio.
El AT incluye numerosas referencias al divorcio. El divorcio como pecado apareció en Mal. 2:14-16. En primer lugar, Malaquías indicó que el matrimonio representaba un pacto entre un hombre y una mujer. Además, el matrimonio proporcionaba compañerismo, unidad, y promovía una descendencia santa. La disolución del matrimonio representaba un comportamiento traidor ante el Señor. Dios odiaba el divorcio y pronunció una advertencia a los que no se habían divorciado.
Bajo ciertas condiciones, el divorcio podía tener lugar de acuerdo con la ley del AT (Deut. 24:1-4). Aunque una esposa podía abandonar a su esposo, solamente el marido podía solicitar el divorcio. Si el esposo encontraba “en ella alguna cosa indecente”, se le permitía, aunque no se le requería, escribir un “certificado de divorcio” contra su esposa. La mujer repudiada podía casarse otra vez, pero no con su primer esposo. Deuteronomio 24 se ha interpretado en el sentido de que cualquier cosa desagradable permitía el divorcio, o bien que solamente la inmoralidad sexual era motivo para divorciarse. La interpretación más coherente parecería ser que, si luego del casamiento un esposo descubría que su esposa había tenido relaciones sexuales durante el período de compromiso (o antes), podía divorciarse. Esto era una salvaguarda importante puesto que, bajo la ley del AT, el adulterio (inmoralidad sexual durante el matrimonio) se castigaba con la muerte (Lev. 20:10). Después del cautiverio de Israel en Babilonia, Esdras (Esd. 10) condujo a los israelitas a “despedir a todas las mujeres y los nacidos de ellas” con el propósito de eliminar a los extranjeros idólatras de Israel. El matrimonio con los idólatras de los alrededores de Israel estaba prohibido (Deut. 7:3). Puesto que otros extranjeros habían sido aceptados en Israel (por ej. Rut), la norma probablemente indicaba que las esposas extranjeras se negaban a adorar al Señor como Dios.
Las normas sobre el divorcio aparecen en otros lugares del AT. A los sacerdotes no se les permitía casarse con mujeres divorciadas (Lev. 21:14), lo que reflejaba un estándar más alto para sus acciones. El voto de una mujer divorciada se consideraba compromiso legal, ya que no tenía un esposo que confirmara o invalidara sus acciones (Núm. 30:9). Finalmente, el Señor usó el divorcio como símbolo de Su descontento con Israel (Jer. 3:8), aunque en otros lugares habla de Sus planes futuros para la nación.
El NT también vierte luz sobre el tema del divorcio. El Señor Jesús declaró que, excepto en el caso de inmoralidad sexual, el divorcio sería motivo de complicaciones para volver a casarse. Un divorcio incorrecto dejaba a la esposa divorciada y a su futuro esposo en condición de adúlteros (Mat. 5:31,32). En Mat. 19:3-12, Jesús enseñó que Dios no tenía intención de que existiera el divorcio. Además, indicó que la ley de Moisés lo permitía solamente debido a la dureza de corazón de los israelitas. Los discípulos de Jesús consideraron esto como una dura enseñanza y así lo manifestaron; sin embargo, el Señor no varió Su posición (Mat. 19:7-12; Mar. 10:4-12).
El apóstol Pablo abordó dos veces el tema del divorcio. En su exposición sobre la ley en Rom. 7:1-3, utilizó la ilustración del matrimonio para demostrar la autoridad de la ley. Reafirmó los principios de la santidad del matrimonio, el error del divorcio y las probables consecuencias de contraer nuevas nupcias. En 1 Cor. 7:10-16, el apóstol reiteró la necesidad de mantener el compromiso del matrimonio. Basándose en Rom. 7:1-3 y 1 Cor. 7:39, Pablo manifestó que el divorcio dejaba de ser un problema una vez que el esposo hubiera muerto. El cónyuge con vida era libre para casarse, siempre y cuando el nuevo matrimonio fuera “en el Señor” (1 Cor. 7:39). Por lo tanto, el matrimonio en la Escritura representaba una unión sagrada para toda la vida entre un hombre y una mujer. El concepto del matrimonio fue establecido por Dios y aplicado a creyentes y no creyentes por igual. Se aplicaba también en los requisitos para liderazgo en la otra institución de Dios, la Iglesia (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9). La ruptura del pacto matrimonial se oponía al plan de Dios y dividía la institución de la familia establecida por Dios.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Zoriana Stakhniv, en Unsplash
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