Por Chris Church
Favor u objeto que se le otorga a alguien. En numerosas ocasiones se hicieron regalos, y con diversos propósitos: como dote para una esposa (Gén. 34:12); como tributo a un conquistador militar (2 Sam. 8:2); como soborno (Ex. 23:8; Prov. 17:8; Isa. 1:23); como recompensa por servicio leal y para asegurar lealtad futura (Dan. 2:48), y como ayuda para los pobres (Est. 9:22). Debido a que la costumbre, la ley o la fuerza requerían dádivas, a fin de especificar aquellas que se daban voluntariamente, a veces se utilizaban modificadores tales como: ofrendas o dádivas “voluntarias” o que se dan por decisión propia (Ex. 35:29); dádiva gratuita o dádiva de gracia (Rom. 5:15-17; 6:23); dádiva generosa que no nace de la codicia (2 Cor. 9:5).
Tanto el AT como el NT dan testimonio de que Dios es la fuente de toda buena dádiva (1 Crón. 29:14; Sant. 1:17). La vida del ser humano es un regalo de Dios (Job 1:21), al igual que todas las cosas necesarias para la vida física, por ej. la luz del sol (Jer. 31:35); las plantas (Gén. 1:29) y los animales que sirven de alimento (Gén. 9:3); el agua (Núm. 21:16); la vestimenta (Gén. 28:20); la hierba para el ganado (Deut. 11:15); las lluvias estacionales para las cosechas (Lev. 26:4); la compañía del hombre y la mujer (Gén. 2:18-24; comp. 3:12); la capacidad de tener hijos (Gén. 17:16), y la capacidad de dormir (Sal. 127:2). Asimismo, Dios nos dota de diversas capacidades humanas tales como capacidad para trabajar (Deut. 8:18); habilidades artísticas (Ex. 31:6); capacidad de aprender y llegar a dominar el arte de la comunicación (Dan. 1:17). Estas dádivas demuestran la providencia general de Dios.
La Escritura también testifica sobre dádivas de Dios como prueba de providencia especial. En el AT, dichas dádivas incluyen la Tierra Prometida (Gén. 12:7) junto con la conquista exitosa (Deut. 2:36); la posesión de ciudades (Deut. 6:10) y sus botines (Deut. 20:14); el día de reposo (Ex. 16:29); las promesas (1 Rey. 8:56); los pactos (2 Rey. 17:15); la ley (Ex. 24:12), y la paz (Lev. 26:6). En el NT, la providencia especial de Dios se manifiesta particularmente en la dádiva del Hijo de Dios (Juan 3:16) y del Espíritu Santo de Dios (Luc. 11:13).
Dios hace posible la relación con Él al proveerle a Su pueblo sabiduría (1 Rey. 4:29); comprensión (1 Rey. 3:9); un corazón nuevo (Ezeq. 36:26) y un buen Espíritu como enseñador (Neh. 9:20). El NT expresa que estas dádivas son la potestad para convertirnos en hijos de Dios (Juan 1:12); la justificación del pecado (Rom. 3:24; 5:15-17) y la vida eterna (Juan 10:28; Rom. 6:23).
Ambos Testamentos testifican sobre la dádiva de Dios para el liderazgo de Su pueblo en las funciones de: sacerdotes (Núm. 8:19; Zac. 3:7); reyes davídicos (2 Crón. 13:5); libertadores (2 Rey. 13:5); pastores con corazones piadosos (Jer. 3:15); apóstoles, profetas, evangelistas y pastores-maestros (Ef. 4:11-12). Pablo manifestó que Dios le había dado el ministerio de reconciliación (2 Cor. 5:18); autoridad para edificar la iglesia (2 Cor. 10:8) y gracia para compartir el evangelio con los gentiles (Ef. 3:8). El NT también enfatiza que Dios concede capacidades espirituales a cada creyente (Rom. 12:6; 1 Cor. 12:4; 1 Ped. 4:10).
Las dádivas de Dios deberían impulsar a los creyentes a responder de manera apropiada. Esta respuesta incluye: no ser jactancioso (1 Cor. 4:7; Ef. 2:8); asombrarse ante la inefable bondad de Dios (2 Cor. 9:15); usar los dones para la extensión del reino de Cristo (1 Tim. 4:14; 2 Tim. 1:6-11), y vivir haciendo buenas obras (Ef. 2:10).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Simona Sergi, en Unsplash
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