Algunos cristianos ven con admiración a líderes espirituales en la iglesia, preguntándose cuál será el secreto para llegar a tener una vida espiritual profunda, una comunión con Dios personal, y un espíritu de constante alegría y confianza en Dios. Al ver su propia vida y contrastarla con la de estos líderes, hay quienes se desaniman, pensando que ese tipo de comunión con Dios está reservado solamente para algunos, para aquellos que han encontrado la llave secreta de la comunión con Dios.
Pero la intimidad con Dios no está reservada para unos cuantos. Dios quiere que cada cristiano le conozca personal e íntimamente, y goce de comunión con Él. El camino para llegar a esta meta no es imposible, y tampoco secreto. Más bien, es algo sencillo. Dios ha establecido que aquel que quiere conocerle, lo haga a través de su Palabra revelada.
La Biblia enseña que el Dios creador del universo fija su mirada en aquellos que tiemblan ante su Palabra. Así dice Dios en el libro del profeta Isaías: “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.
Todo cristiano debe llegar a la convicción personal de que la Biblia es una delicia (Sal. 1:2), ¡un manjar más dulce que la miel (Sal. 19:10; 119:103)! En la Biblia se encuentra la voluntad de Dios (Sal. 40:8), y nos muestra el camino por el cual debemos andar (Sal. 32:8). Jesucristo afirmó: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17:17), por lo tanto, la Biblia no puede errar, pues Dios no miente (Nm. 23:19). No hay cosa alguna que pueda quebrantar la Escritura (Jn. 10:35), ya que ella permanece para siempre (Is. 40:8).
Si todo esto es verdad (¡y lo es!), ¡entonces todo cristiano debe leer la Biblia diariamente! De lo contrario, su crecimiento se verá truncado por falta de alimento espiritual. Indudablemente por eso escribió el apóstol Pedro: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pe. 2:2). La palabra “desead” que usó el apóstol Pedro, en el idioma original, denota un fuerte deseo por algo, tiene que ver con tener una fuerte necesidad y hacer todo lo posible para satisfacer dicha necesidad. Ningún creyente debe dejar de leer la Biblia, de la misma manera que ningún ser humano debe dejar de comer.
El problema es que a veces los cristianos quieran ver en su vida un crecimiento exagerado de la noche a la mañana. Quieren ver en sí mismos el nivel espiritual que encuentran en otros, aunque a ellos les haya tomado años. Pero así no ha establecido Dios que funcione el crecimiento. ¿Puedes imaginarte un bebe que a su segundo día de nacimiento comience a hablar, y al tercero pida un trozo de carne para comer? ¡Quedaríamos asustados! ¡Eso no es natural! De la misma manera, los cristianos crecen paulatinamente al alimentarse de la Palabra.
Todo hombre y mujer, niño y niña, que ha creído en Jesucristo como su Salvador, debe alimentarse diariamente del Evangelio por la Palabra, para así crecer. A eso se refería Pablo cuando escribió: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18). El Espíritu Santo nos transforma de gloria en gloria. Eso quiere decir que Dios usa su evangelio para hacernos brillar cada vez más, para hacernos más gloriosos ante su mirada y la de otros.
¿Quieres crecer espiritualmente? Dios te ha dado todo lo que necesitas para hacerlo. Acércate sediento a las Escrituras, bebe de ellas gratuitamente, y continúa tu crecimiento espiritual.
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