Por Gerald P. Cowen
Centro de la vida física, mental y espiritual del ser humano. “Corazón” se refiere al órgano físico y se lo considera centro de la vida física. Se dice que comer y beber fortalece el corazón (Gén. 18:5; Jue. 19:5; Hech. 14:17). Como centro de la vida física, llega a representar toda la persona. Se convirtió en el centro de todas las funciones vitales del cuerpo, incluyendo la vida intelectual y espiritual. El corazón y el intelecto están estrechamente relacionados, y al corazón se lo considera asiento de la inteligencia: “Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible… De lo contrario… entenderían con el corazón, y se convertirían, y yo los sanaría” (Mat. 13:15 NVI). El corazón está vinculado con el pensamiento: “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Prov. 23:7). Meditar algo en el corazón significa considerarlo cuidadosamente (Luc. 1:66, 2:19). La forma hebrea literal de decir que uno se preocupa por algo es “poner en ello el corazón”. En hebreo, “llamar algo al corazón” es lo que se traduce “recuerden esto” (Isa. 46:8 NVI). Todas estas son funciones mentales, pero en el lenguaje bíblico están relacionadas con el corazón.
Estrechamente relacionados con la mente están los actos de la voluntad, aquellos que resultan de una decisión consciente o deliberada. Así pues, 2 Cor. 9:7 afirma: “Cada uno dé como propuso en su corazón”. Ananías concibió en su corazón la acción de mentir al Espíritu Santo (Hech. 5:4). Las decisiones conscientes se toman en el corazón (Rom. 6:17). Asociados a la voluntad están los anhelos y los deseos humanos. Romanos 1:24 describe cómo “Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros” (NVI).
El corazón no solo está asociado con actividades de la mente y la voluntad sino que además está íntimamente relacionado con los sentimientos y los afectos de la persona. Emociones como alegría o dolor se originan en el corazón (Sal. 4:7; Isa. 65:14). También se atribuyen al corazón otros sentimientos, en especial en el AT. El temor de Nabal se describe con la frase “se le apretó el corazón en el pecho” (1 Sam. 25:37; comp. Sal. 143:4). La desilusión o la desesperación se describen con la frase, “la congoja abate el corazón”, que equivale a hacerlo detener (Prov. 12:25). Eclesiastés 2:20 dice: “Volvió, por lo tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría”. Otra emoción conectada con el corazón es la tristeza. Juan 16:6 declara: “Porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón”. Proverbios 25:20 describe la tristeza como tener el “corazón afligido”. El corazón también es el asiento del sentimiento de amor y de lo opuesto, odio. En el AT, por ejemplo, a Israel se le ordena: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón” (Lev. 19:17). Una emoción similar, los celos amargos, se describe en Sant. 3:14 como que está alojada en el corazón. Por otra parte, el amor tiene su asiento en el corazón. Al creyente se le pide que ame a Dios “con todo [su] corazón” (Mar. 12:30; comp. Deut. 6:5). Pablo enseñó que el propósito del mandamiento de Dios es el amor “nacido de corazón limpio” (1 Tim. 1:5).
En las Escrituras se habla del corazón como centro de la vida moral y espiritual. Por ejemplo, se lo vincula con la conciencia. En realidad, la lengua hebrea carece de una palabra para conciencia, de manera que con frecuencia se usaba “corazón” para expresar ese concepto: “No me reprochará mi corazón en todos mis días” (Job 27:6). En 1 Sam. 25:31, la versión Reina Valera traduce la palabra hebrea para “corazón” por “remordimiento”. En el N. T. también se habla del corazón como aquello que nos reprende (1 Jn. 3:19-21). Se dice que todas las condiciones morales, desde la más elevada hasta la más baja, están en el corazón. A veces se usa el corazón para representar el verdadero carácter o naturaleza de una persona. Sansón le descubrió a Dalila “todo su corazón” (Jue. 16:17). Esta verdadera naturaleza se contrasta con la apariencia externa: “el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7).
En el aspecto negativo, se dice que la maldad surge del corazón: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Jesús dijo que del corazón salen malos pensamientos, homicidio, adulterio, fornicación, robo, falso testimonio, blasfemia (Mat. 15:19). En otras palabras, la corrupción viene del interior más que del exterior.
Debido a que el corazón es la raíz del problema, allí es donde Dios obra en la persona. Por ejemplo, la labor de la ley está “escrita en sus corazones”, y la conciencia es prueba de ello (Rom. 2:15). El corazón es el campo donde se siembra la semilla (la Palabra de Dios) (Mat. 13:19; Luc. 8:15). Además de ser el lugar donde están escritas las leyes naturales de Dios, es el lugar de la renovación. Antes de que Saúl se convirtiera en rey, Dios le dio un corazón nuevo (1 Sam. 10:9). El Señor le prometió a Israel un nuevo espíritu, que le quitaría el “corazón de piedra” y le daría “un corazón de carne” (Ezeq. 11:19). Pablo declaró que las personas deben creer en el corazón para ser salvas; “con el corazón se cree para justicia” (Rom. 10:10, comp. Mar. 11:23; Heb. 3:12).
El corazón es la morada de Dios. Se nos dice que dos personas de la Trinidad viven en el corazón del creyente. Dios nos ha dado “como garantía, el Espíritu en nuestros corazones” (2 Cor. 1:22). Efesios 3:17 expresa el deseo de que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”. El amor de Dios “ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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