Por Bradley Chance
Vínculo de propósito común y devoción que une a los cristianos entre sí y con Cristo. Es la traducción española de las palabras que provienen de la raíz hebrea chabar y de la raíz griega koin-. El término hebreo chabar se usaba para expresar ideas como casa común o compartida (Prov. 21:9 NVI), “vínculo” o “unión” (Ex. 26:6; Ecl. 9:4 LBLA), compañía (Ecl. 4:10), e incluso una esposa como compañera (Mal. 2:14). Chaber se usaba para un miembro de una sociedad farisaica. Los fariseos tendían a asociarse estrechamente entre ellos para asuntos sociales, religiosos e incluso comerciales. Una dimensión muy importante en la vida de estos cheberim era compartir el estudio de las Escrituras y la ley, y la camaradería alrededor de la mesa.
Los Evangelios no registran dichos de Jesús donde haya usado la raíz koin para describir “comunión” entre los discípulos, aunque con toda seguridad la íntima asociación que compartían Jesús y sus seguidores estableció bases para que la iglesia comprendiera el sentido de la comunión después de la Pascua.
Koinonia era la palabra favorita de Pablo para describir la relación de un creyente con el Señor resucitado y los beneficios de la salvación que tenemos por Su intermedio. Sobre la base de la fe, los cristianos tienen comunión con el Hijo (1 Cor. 1:9). Además, compartimos la comunión en el evangelio (1 Cor. 9:23; Fil. 1:5). Pablo probablemente quería decir que todos los creyentes participan juntos del poder salvador y el mensaje de las buenas nuevas. Los creyentes también comparten la comunión con el Espíritu Santo (2 Cor. 13:14), que el apóstol consideraba un importante lazo para la unidad en la vida de la iglesia (Fil. 2:1-4).
La tendencia de muchos cristianos a referirse a la Cena del Señor como “comunión” se basa en el uso paulino del término koinonia en el contexto de las descripciones de la Cena del Señor. Pablo describe la copa como “la comunión de la sangre de Cristo” y el pan como “la comunión del cuerpo de Cristo” (1 Cor. 10:16). El apóstol no explicó cómo se produce esa “comunión”. Él creía con firmeza que la Cena ligaba íntimamente a los participantes entre sí y con Cristo. Esa “comunión” no se podía compartir con Cristo y otros dioses o seres sobrenaturales. Por eso Pablo les prohibió a sus lectores que participaran de comidas religiosas paganas que conducirían a “comunión” con el pecado, las fuerzas sobrenaturales o los demonios.
Inmediatamente después de hablar de la “comunión” con Cristo por medio de la participación en la Cena del Señor (1 Cor. 10:16), Pablo dijo: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo” (1 Cor. 10:17). Esto ilustra con claridad la idea de Pablo de que la comunión con Cristo debía derivar en comunión entre los creyentes. Una vez que comprendemos esto, es fácil entender por qué Pablo se mostró tan molesto con la farsa que los corintios hacían en la Cena del Señor. Mientras afirmaban participar de esa cena sagrada, muchos ignoraban las necesidades de sus hermanos y, en realidad, estaban creando divisiones (1 Cor. 11:17- 18), “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga” (1 Cor. 11:21). La comunión entre los propios corintios estaba tan pervertida que Pablo pudo llegar a decir: “Cuando pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor” (1 Cor. 11:20).
La koinonia con el Señor no se da solamente cuando participamos de Sus beneficios (el evangelio y el Espíritu Santo) sino también al participar de Sus sufrimientos (Fil. 3:10; Col. 1:24). Estos pasajes expresan la profunda percepción que Pablo tenía de la comunión íntima entre el creyente y el Señor. El modelo de abnegación y humildad, demostrado con más profundidad por medio del sufrimiento de Cristo en la cruz (Fil. 2:5-8), debería distinguir la vida normal del discípulo. Así como Jesús se dio a sí mismo de manera tan completa por Su pueblo, también los creyentes deben darse por el pueblo de Dios (2 Cor. 4:7-12; Col. 1:24). El modelo de seguir a Cristo en el sufrimiento continúa para el creyente pues así como Cristo pasó a la gloria después de sufrir (Fil. 2:9-11), el creyente compartirá la gloria de Cristo en el futuro si “padecemos juntamente con él” (Rom. 8:17, comp. Fil. 3:10-11).
Pablo creía que los cristianos debían compartir lo que tenían a fin de ayudar a sus hermanos creyentes. Usaba la raíz koin para referirse a esa forma de compartir. El que ha recibido la palabra debe “compartir” con otros (Gál. 6:6). Aunque no se traduce “comunión”, Pablo en realidad usó el término koinonia para indicar la contribución económica que estaba recogiendo entre los creyentes gentiles para llevar a Jerusalén y ayudar a los santos que vivían allí (Rom. 15:26; 2 Cor. 8:4; 9:13). Una ofrenda financiera se podía llamar koinonia: “porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus [de los cristianos judíos] bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales” (Rom. 15:27). En este caso, cada uno ofrecía lo que podía para beneficiar a otros: los cristianos judíos ofrecían sus bendiciones espirituales, los cristianos gentiles sus bendiciones materiales. Ese compartir mutuo de las bendiciones es una expresión clara y profunda de la comunión cristiana.
Finalmente, para Pablo, koinonia era un término muy apropiado para describir la unidad y el vínculo que existe entre los creyentes en virtud de que comparten la gracia del evangelio. Cuando Pablo quiso expresar la unidad esencial del liderazgo apostólico de la iglesia dijo al referirse a Jacobo el hermano del Señor, a Pedro y a Juan que “nos dieron la mano en señal de compañerismo” (Gál. 2:9). Cuando comprendemos que esta expresión de koinonia se produjo después de tratar uno de los temas más acaloradamente debatidos de la iglesia primitiva, o sea, la posición de los gentiles dentro del pueblo de Dios (Gál. 2:1-10; Hech. 15), podemos ver lo poderosa y amplia que era la idea del apóstol en cuanto a la comunión cristiana.
Al igual que Pablo, Juan también afirmaba que koinonia era un aspecto relevante de la peregrinación cristiana. Por otra parte, afirmó enérgicamente que la comunión con Dios y con el Hijo debía producir comunión con los otros creyentes (1 Jn. 1:3,6-7). Ver Cena del Señor; Espíritu Santo.
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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