Por Chris Church
Cumplimiento de las esperanzas del pueblo de Dios para la salvación final. Para el mundo antiguo, las ciudades representaban vida ordenada, seguridad frente a los enemigos y prosperidad material. Hebreos dice que esa ciudad tiene “cimientos”; que “su arquitecto y constructor” es Dios (11:10). Él la ha preparado (11:16), y es la “ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (12:22). Es también la morada de “la compañía de muchos millares de ángeles” (12:22), de “la congregación de los primogénitos” (12:23; una imagen de los creyentes redimidos por la muerte de Cristo; comp. Ex. 13:13-15) y de los justos hechos perfectos por Dios (12:23, tal vez los santos del AT).
Algunos interpretan literalmente estas descripciones. No obstante, la meta del cristiano no es algo que se puede sentir y tocar como la experiencia de Israel en Sinaí (12:18). En realidad, los creyentes ya han llegado (12:22) a la Jerusalén celestial, al menos en parte. Por lo tanto, algunos eruditos consideran la ciudad celestial como imagen del pueblo redimido de Dios y cuyo “fundamento” son los profetas y los apóstoles (Ef. 2:20). La experiencia de los patriarcas, cuya esperanza iba más allá de la vida terrenal (Heb. 11:13-16), indica que el cumplimiento final de la salvación será en el cielo.
La ciudad celestial de Apoc. 21:9–22:7 también se ha interpretado tanto en sentido literal como figurado. Una perspectiva ve la ciudad celestial suspendida sobre la tierra como una plataforma espacial. Otros observan una ciudad terrenal. Y aun otros ven una ciudad terrenal suspendida en el aire que luego desciende a la tierra. Hay quienes, al señalar la identificación de la ciudad con la esposa de Cristo (21:2,9), la toman como símbolo de la iglesia. Ya sea que lo interpretemos como una ciudad literal o una representación del pueblo redimido de Dios que experimenta su salvación final, es un lugar de comunión con Dios (21:3,22), de seguridad (21:4,25) y de provisión divina (22:1-2,5).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Artem Sapegin, en Unsplash
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