Por D. Cornett
Términos usados específicamente en conjunto en el NT para contrastar estilos de vida diametralmente opuestos. Al término “carne” se le atribuye con frecuencia la connotación de un estilo de vida impío de egoísmo y autocomplacencia. “Espíritu” indica características opuestas. Una persona que anda en el Espíritu vive con notoria conciencia de Dios que dirige su disposición, sus actitudes y sus acciones.
Este uso de los términos se evidencia en especial en los escritos paulinos. En Rom. 7, Pablo habla francamente de su constante lucha entre el persistente poder de la carne y las sinceras intenciones de su voluntad para vivir en obediencia a Dios. “Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico” (Rom. 7:19 LBLA). Esta lucha se debe a la “carne” con la cual el creyente batalla incluso después de la salvación. Pablo entonces hace la pregunta: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). Y responde con confianza: “Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado” (Rom. 7:25 LBLA). Aunque los creyentes luchan con la carne, quienes están en Cristo Jesús ya no están obligados a vivir de manera carnal. En Gál. 5, Pablo trata este tema de manera más completa. Anima a los creyentes que efectivamente “viven por el Espíritu” a que también “anden por el Espíritu” para entonces evitar “satisfacer los deseos de la carne”. La advertencia aquí, al igual que en otras cartas paulinas, es no vivir carnalmente. Un cristiano carnal es un creyente que, aunque ha sido regenerado, persiste en una vida gobernada por los deseos carnales (Rom. 8:7; 1 Cor. 3:1).
Otros pasajes del NT usan los términos “carne” y “espíritu” para enfatizar la misma lucha. Juan les indicó a los creyentes que no se comportaran de una manera que buscara satisfacer “la pasión de la carne” (1 Jn. 2:16 LBLA).
No hay que forzar el sentido de este contraste como si dijera que la existencia física humana es mala. La carne humana en sí fue creada “buena”. Ciertos grupos cristianos gnósticos primitivos pervirtieron este concepto y enseñaron que todo lo que estuviera vinculado con la existencia física debía considerarse malo. Esta falsa dicotomía hizo que algunas sectas se volvieran ascéticas, y privaran al cuerpo de alimento, descanso y cuidado adecuado en un esfuerzo para purificarlo. Otros grupos llegaron a la conclusión de que lo que se hiciera con el cuerpo carecía de consecuencias espirituales, incluso los actos de libertinaje moral. Por medio del poder y la libertad de Cristo, uno debe tomar la decisión de vivir en forma piadosa y no convertir esa libertad en “ocasión para la carne” (Gál. 5:13). La meta consiste en mostrar una vida regida por la constante presencia del Espíritu Santo que se caracteriza por “el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio” (Gál. 5:22-23 LBLA).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
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