Jeremy Royal Howard
La fiabilidad de los libros del NT descansa sobre una serie de preguntas en relación a su origen: ¿Fueron escritos por testigos oculares o personas estrechamente relacionadas con ellos? ¿Los autores fueron inspirados por Dios mientras escribían? El cristianismo histórico ha respondido positivamente a estas preguntas. Aunque los escépticos sostienen que los libros fueron escritos por hombres herederos de una leyenda que se había hecho pasar por real, la confianza de los cristianos en el NT está bien fundada. A continuación, presentamos algunas de las pruebas que sustentan la fiabilidad del NT:
(1) Jesús preparó personalmente a sus doce discípulos. Al comienzo de Su ministerio, Jesús hizo lo que muchos maestros dotados de la antigüedad habían hecho antes que Él: escogió un grupo pequeño de hombres para que fuesen Sus alumnos oficiales. Durante aproximadamente tres años, escucharon de cerca las enseñanzas de Jesús y fueron testigos de Sus obras. Jesús se esforzó en Su propósito de enseñarles, para lo cual utilizó técnicas eficaces, como las parábolas, la repetición y las ayudas visuales. También les enseñó cómo difundir Su mensaje (Mr. 6:7-11), y tras Su resurrección, les encargó que dedicaran su vida a esa labor (Mt. 28:18-20).
A pesar de lo difícil que les era entender ciertas cosas, los discípulos se dedicaron de lleno a la tarea de comprender las enseñanzas de Jesús y memorizarlas con precisión. Pero ¿hasta qué punto podían recordarlas varias décadas después, cuando ellos y sus colaboradores escribieron los cuatro Evangelios? Hay tres consideraciones que nos permiten afirmar que los discípulos no tuvieron dificultad en recordar las enseñanzas de Jesús.
Para empezar, es necesario tener en cuenta que, desde la última vez que los discípulos estuvieron con Jesús hasta que escribieron los Evangelios, se dedicaron plenamente a extender el mensaje de su Maestro. Esta tarea se convirtió en el propósito de sus vidas, de ahí que las enseñanzas de Jesús permanecieran frescas en sus mentes a lo largo de los años, a medida que iban de ciudad en ciudad predicando y enfrentando continuamente el desafío de defender lo que proclamaban.
En segundo lugar, hoy la mayoría no es consciente de la capacidad de la memoria humana. Almacenamos toneladas de información, pero no en nuestras mentes, sino en libros y computadoras. La ausencia de dichas herramientas obligó a las personas de la antigüedad a utilizar mejor la capacidad de almacenamiento del cerebro. Los judíos fueron especialmente hábiles en este sentido. Como pueblo al que Dios le había revelado su voluntad tanto en forma hablada como escrita, los estudiantes judíos de religión tenían el estímulo necesario para lograr niveles de memorización espectaculares. Se decía que los estudiantes avanzados eran como cestas llenas de libros; capaces de mantenerlo todo en sus mentes. Aunque los discípulos de Jesús carecían de este nivel de entrenamiento, desde el momento en que fueron llamados a ser Sus alumnos, sabían que se esperaba que comprendieran y memorizasen Sus enseñanzas. No hacerlo así habría significado una falta de respeto hacia su maestro, y más teniendo en cuenta su convicción de que Jesús era el Mesías.
En tercer lugar, es posible que los discípulos hayan puesto por escrito porciones clave de las enseñanzas de Jesús muchos años antes de que se escribieran los Evangelios completos. Probablemente, estos registros estuvieran a su disposición para refrescarles la memoria y fueran una fuente de material sumamente útil para redactar los Evangelios (ver Lc. 1:1-4).
(2) El Espíritu Santo ayudó a los discípulos a entender y recordar. Jesús envió el Espíritu para que ayudara a Sus discípulos a comprender y memorizar Sus enseñanzas (Jn. 14:26); así que no dependieron solo de su propia capacidad para hablar y enseñar sobre Jesús. El testimonio interno del NT demuestra que los discípulos eran conscientes del papel que había jugado el Espíritu en los escritos de todos ellos. Los judíos enfatizaban la distinción entre Escritura inspirada y escritos ordinarios. Los rabinos llegaron a señalar que las Escrituras «contaminaban las manos», una afirmación sorprendente que hizo que los judíos consideraran con cuidado sus propósitos antes de manejar las Escrituras y sopesasen si se justificaba el inconveniente de volverse ceremonialmente impuros, con lo que se desalentó su uso irrespetuoso. El NT reivindica su origen divino, a sabiendas de que hacerlo falsamente supondría una blasfemia. En 1 Timoteo 5:18, Pablo cita Lucas 10:7 como Escritura. De forma similar, Pedro afirma en 2 Pedro 3:15-16 que los escritos de Pablo son Escritura. A su vez, los escritos de Pedro fueron recibidos como Escritura basados en su apostolicidad. Aunque no tenemos seguridad de que, mientras escribían, los autores del NT fueran conscientes de que sus palabras eran Escritura inspirada (por ej., ver la declaración de propósito de Lucas en Lc. 1:1-4), sí sabemos que entendían que Dios les había dado autoridad como mensajeros escogidos, y la Iglesia recibió rápidamente sus escritos como palabras inspiradas y autoritativas de Dios.
(3) Los escritos del NT enfatizan la importancia de los testimonios oculares y de la verdad indiscutible. Los autores del NT destacaron el papel de los testigos oculares e hicieron depender la veracidad de sus afirmaciones de la autenticidad de los sucesos que describían. Por ejemplo, cuando Lucas revela sus métodos y propósitos al principio de su Evangelio (Lc. 1:1-4), indica que su libro trata de «las cosas que […] han sido ciertísimas» tal como las contaron «los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros» de Cristo. También afirma haber investigado esos asuntos cuidadosamente antes de escribir y que lo hizo para que el lector pudiera conocer «bien la verdad» en la que se basa la fe cristiana. Aquí tenemos a un hombre para el que no valen las leyendas, las medias verdades ni las suposiciones; alguien centrado en el Jesús real y en los sucesos indudables que cambiaron el mundo. Asimismo, Juan enfatiza la importancia de los hechos: afirma estar seguro de lo que ha escrito y señala que solamente ha incluido una pequeña porción de todos los hechos de Jesús (Jn. 20:30 y 21:24-25). Como Lucas, Juan quiere que sus lectores conozcan a Jesús como Salvador y obtengan así la vida eterna (Jn. 20:31 y 1 Jn. 5:13). Lejos de transmitir leyendas poco claras, su objetivo es comunicar verdades sólidas.
Lucas y Juan nos impresionan por su insistencia en la verdad, pero la afirmación más impactante en cuanto a la veracidad del testimonio del NT nos llega a través del apóstol Pablo, quien, al principio, se opuso con todas sus fuerzas a la rápida expansión de la incipiente Iglesia desde Jerusalén. Con un gran celo por las doctrinas fariseas y las tradiciones antiguas, su deseo era erradicar el cristianismo, pero todo cambió cuando el Señor resucitado se le apareció en el camino a Damasco. En una transformación sorprendente, Pablo dedicó el resto de su vida a difundir la verdad sobre Cristo. El fundamento de la predicación de Pablo fue la resurrección de Jesús. No se trataba solo de un punto más de su predicación, sino que era consciente de que la resurrección literal de Jesús constituía el fundamento esencial del cristianismo. Por esta razón, en 1 Corintios 15:12-19 afirmó que si la resurrección de Cristo no era un suceso histórico real, el cristianismo era un mito, y los cristianos, unos mentirosos. ¿Cómo pudo Pablo atreverse a ser tan absolutamente franco en cuanto a su fe e integridad personal? La respuesta es evidente. Al igual que Juan, Lucas y todos los demás autores del NT, Pablo sabía que el cristianismo estaba edificado sobre el fundamento sólido de la realidad histórica. Como lector del NT, usted puede estar seguro de que el Hijo de Dios se encarnó, habitó entre nosotros, capacitó discípulos para que lo sirvieran, murió por nosotros en la cruz, resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, desde donde volverá algún día con poder.
En resumen, la fiabilidad del NT debe aceptarse con base en los siguientes hechos: Jesús capacitó a un grupo de discípulos para que comprendiesen y difundieran Sus enseñanzas. Siguiendo el patrón habitual entre los estudiantes de religión judíos, los discípulos tuvieron que asumir esta responsabilidad con gran seriedad, lo que incluía la memorización de las enseñanzas clave de Jesús. Durante aproximadamente una década, tras la resurrección de Jesús, estos hombres mantuvieron vivas Sus enseñanzas mediante la predicación incesante y la preparación de discípulos dedicados, como Lucas y Marcos. También aceptaron a Pablo como apóstol auténtico tras su conversión milagrosa (Hch. 9). Más tarde, a partir de mediados de la década del 40 d.C., los apóstoles y sus colaboradores autorizados empezaron a escribir cartas fidedignas inspiradas por el Espíritu, las cuales circularon entre las iglesias. En primer lugar, aparecieron los escritos de Pablo, y más tarde, los Evangelios. Las primeras iglesias recibieron estos escritos como la Escritura y se transformaron en el estándar para juzgar la ortodoxia de su doctrina y su práctica.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por (Mick Haupt) en Unsplash
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