Nombre de persona que probablemente signifique “favorito” o “amado”. Fue el primer rey que unió Israel y Judá, y el primero que recibió la promesa de un Mesías real en su linaje. David fue considerado el rey ideal para el pueblo de Dios. Reinó aprox. desde el 1005 al 965 a.C.
Su elección como rey Cuando Saúl no cumplió con las pautas divinas para el reinado (1 Sam. 15:23,35; 16:1), Dios envió a Samuel para que ungiera a quien habría de remplazarlo; o sea, uno de los hijos de Isaí, en Belén (1 Sam. 16:1). Dios le mostró a Samuel que había escogido al menor, quien todavía pastoreaba las ovejas de su padre (16:11,12). La buena apariencia de David era notable.
En la corte de Saúl El talento musical de David, combinado con su reputación de guerrero, inspiró a uno de los siervos de Saúl para recomendarlo como la persona indicada para tocar el arpa cuando el espíritu maligno enviado por Dios atormentaba a Saúl (1 Sam. 16:18). Saúl se encariñó con David y lo nombró su paje de armas (16:21,22).
Luego, los filisteos que contaban con el gigante Goliat amenazaron a Israel (1 Sam. 17). David retornó a su casa para pastorear las ovejas de su padre Isaí (17:15), quien envió a David al campo de batalla con comida para sus hermanos, que eran soldados. Al menos uno de sus hermanos no lo valoraba (17:28). Saúl trató de persuadir al joven David a no desafiar a Goliat, sin embargo, David insistió en que Dios le daría la victoria, y así fue.
Jonatán, el hijo de Saúl, se convirtió en el amigo íntimo de David (1 Sam. 18:1). Este ocupó un lugar permanente en la corte de Saúl y no regresó a la casa paterna (18:2). Saúl le asignó una misión militar, que llevó adelante más allá de lo que se esperaba de él. Venció a los filisteos y se ganó el corazón del pueblo. Esto provocó los celos de Saúl (18:8) quien, impulsado por el espíritu maligno enviado por Dios, trató de asesinar a David con su espada pero la presencia de Dios lo protegió (18:10- 12). Finalmente, David ganó el derecho a casarse con Mical, la hija de Saúl, debido a que los filisteos no lo mataron como Saúl esperaba que sucediera (18:17-27). Con la ayuda de Mical y Jonatán, David escapó de Saúl y se encontró con el profeta Samuel (19:18). Jonatán y David hicieron un juramento de amistad eterna y Jonatán arriesgó su vida para proteger a David (1 Sam. 20).
El guerrero independiente David reunió una banda de personas pobres y descontentas para que lo siguieran. Estableció relaciones con Moab y otros grupos y se ganó el favor del pueblo a través de sus victorias sobre los filisteos (1 Sam. 22–23). Todos los esfuerzos de Saúl para capturarlo fracasaron. Dios protegió a David y este rehusó hacerle daño al rey. En su lugar, prometió no aniquilar a la familia de Saúl (24:21,22).
Abigail de Maón intercedió ante David para evitar que castigara a su necio esposo, Nabal. Dios hizo que Nabal muriera y David se casó con Abigail. También se casó con Ahinoam de Jezreel, y Saúl entregó a Mical, la primera esposa de David, a otro hombre (1 Sam. 25).
Luego de negarse a matar a Saúl, el ungido de Dios, David se unió a Aquis, el rey filisteo de Gat. Finalmente Saúl dejó de perseguirlo. Aquis le dio la ciudad de Siclag a David, lugar donde estableció su cuartel general y comenzó a destruir a los vecinos en el límite sur de Israel (1 Sam. 27). A pesar de los deseos de Aquis, los otros líderes filisteos no permitieron que David se les uniera en la batalla contra Saúl (1 Sam. 29). Cuando David regresó a su casa, descubrió que los amalecitas habían destruido Siclag y capturado a sus esposas. Siguió el consejo de Dios y venció a los amalecitas que estaban celebrando su victoria, recobró todo el botín de guerra y lo distribuyó entre sus seguidores y el pueblo de Judá (1 Sam. 30).
Rey de Judá Cuando David escuchó sobre la muerte de Saúl y Jonatán, vengó la muerte de estos y cantó un lamento por los caídos (2 Sam. 1). Partió hacia Hebrón, donde los habitantes de Judá lo coronaron rey (2 Sam. 2). Este hecho generó una guerra con Israel, que estaba bajo el gobierno de Is-boset, el hijo de Saúl. Luego de mucha intriga, los comandantes de Is-boset lo asesinaron. David hizo lo mismo con ellos (2 Sam. 4).
Rey de Israel Posteriormente, las tribus del norte coronaron rey a David en Hebrón y unieron a todo Israel bajo su reinado. David tomó Jerusalén y la hizo capital de su reino. Luego de vencer a los filisteos, procuró llevar el arca del pacto a Jerusalén y tuvo éxito en el segundo intento (2 Sam. 6). Comenzó a planificar la construcción de un templo, pero el profeta Natán le hizo comprender que en lugar del templo iba a construir una dinastía con dimensiones eternas (2 Sam. 7) y que el templo sería construido por su hijo.
Luego David organizó su administración y sometió a otras naciones que se le oponían. Finalmente tomó el control sobre la tierra que Dios originalmente había prometido a sus antepasados. También recordó su promesa a Jonatán y se encargó de cuidar a Mefi-boset, el hijo paralítico de aquel (2 Sam. 9).
Un pecador David fue un gigante entre los líderes obedientes a Dios, pero su naturaleza humana se puso en evidencia cuando pecó con Betsabé y Urías. David espió a Betsabé cuando ella se estaba bañando, la deseó y luego de cometer adulterio con ella planeó la muerte de su leal esposo, el guerrero Urías (2 Sam. 11). El profeta Natán lo confrontó con su pecado y David confesó su maldad. El hijo que le dio Betsabé murió. El rey reconoció su impotencia ante la situación y declaró su convicción de que un día se reencontraría con el niño. Betsabé concibió nuevamente y dio a luz a Salomón (2 Sam. 12:1-25).
La intriga familiar David fue capaz de gobernar a su pueblo pero no a su familia. Presenció las intrigas, los pecados sexuales y el asesinato que conmovieron los cimientos de su casa, lo cual dio como resultado el exilio ya que tuvo que retirarse ante la amenaza de Absalón (2 Sam. 18:19-33). El reino de David fue restaurado pero las amenazas de división entre Judá e Israel se mantuvieron (2 Sam. 19:40-43). Tuvo que poner fin a una revuelta que se generó en el norte (2 Sam. 20). El último acto que registra el libro de Samuel acerca de David es el censo del pueblo, que generó la ira de Dios, pero también narra la preparación de un lugar para el templo que se iba a construir (2 Sam. 24). El último capítulo de 1 Crónicas describe los preparativos que hizo el rey David para la construcción del templo y para la práctica de la adoración. Los últimos días de David se vieron envueltos por nuevas intrigas familiares, ya que Adonías buscaba heredar el trono de su padre, pero Natán y Betsabé lucharon para asegurarse de que Salomón se convirtiera en el próximo rey (1 Rey. 1:1-2:12).
Esperanza profética David desapareció de la escena histórica pero dejó un legado que nunca se olvidaría. Fue el modelo a seguir por los reyes israelitas (1 Rey. 3:14; 9:4; 11:4,6,33,38; 14:8; 15:3,11; 2 Rey. 14:3; 16:2; 22:2). David fue el “hombre de Dios” (2 Crón. 8:14 LBLA) y Dios fue “el Dios de David” (2 Rey. 20:5). El pacto de Dios con David fue un factor decisivo cuando aquel contendió con los herederos desobedientes del trono davídico (2 Crón. 21:7). Incluso cuando los israelitas reconstruyeron el templo, siguieron “lo establecido por David, rey de Israel” (Esd. 3:10 NVI).
Los profetas de Dios señalaron hacia un futuro David que restauraría a Israel. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre” (Isa. 9:7). El profeta Jeremías resumió la garantía de la esperanza en David con las siguientes palabras: “Así ha dicho Jehová: Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener hijo que reine sobre su trono […] Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo” (Jer. 33:20-22; comp. 33:15,17,25,26; Ezeq. 34:23,24; 37:24,25; Os. 3:5; Amós 9:11; Zac. 12:6-10).
Nuevo Testamento El NT relata la historia de Jesús como la historia del Hijo de Dios, pero también como la historia del Hijo de David desde Su nacimiento (Mat. 1:1) hasta Su última venida (Apoc. 22:16). Los Evangelios se refieren por lo menos doce veces a Jesús como el “Hijo de David”. Jesús citó como ejemplo el comportamiento de David (Mat. 12:3), y David lo llamó “Señor” (Luc. 20:42- 44). Por lo tanto David ocupó un lugar en la lista de los hombres de fe expresada en Heb. 11:32. El Señor dice acerca de David: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón” (Hech. 13:22).
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto por Paweł Furman, en Unsplash
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