«Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego […] y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación…» (3:5-6).
Introducción
Santiago acompaña extraordinariamente las enseñanzas de Jesús recogidas en los cuatro Evangelios. Posee un fuerte énfasis ético coherente con las enseñanzas morales que Jesús impartió a sus discípulos. Asimismo, en algunos momentos refleja las duras denuncias que profirió contra la hipocresía religiosa. Tal como las enseñanzas de Jesús, este libro es una fuente de exhortación, consuelo, reprobación y aliento, todo a la vez. Por último, Santiago se distingue por ser sumamente práctico, aunque contiene algunas de las verdades teológicas más profundas del NT.
Circunstancias de la redacción del libro
Autor: En 1:1, se menciona que el autor de la epístola es el apóstol Jacobo, también llamado Santiago (Santiago es la contracción de Sant + Yacob). Un gran número de personalidades del NT llevaban este nombre, pero solo tres de ellos son candidatos a la autoría de este libro. Jacobo, el hijo de Zebedeo, murió en el 44 d.C., demasiado temprano para haber podido ser el autor. Ninguna tradición nombra a Jacobo, el hijo de Alfeo (Mr. 3:18), como posible escritor de la carta. Por tanto, solo queda Jacobo, el hermano de Jesús, también llamado Santiago el Justo (Mr. 6:3; Hch. 1:14; 12:17; 15:13; 21:18; 1 Co. 15:7; Gá. 2:9,12), como candidato más probable.
A este Santiago se lo identifica como hermano de Jesús en Mt. 13:55; Mr. 6:3; y Gá. 1:19. Aunque no fue seguidor de Cristo durante Su ministerio terrenal (Jn. 7:3-5), una aparición posterior a la resurrección lo convenció de que Jesús era, en efecto, el Cristo (Hch. 1:14; 1 Co. 15:7). Posteriormente, Santiago lideró la iglesia de Jerusalén (Gá. 2:9,12) y ejerció una gran influencia allí (Hch. 1:14; 12:17; 15:13; 21:18; 1 Co. 15:7; Gá. 2:9,12).
Contexto histórico: Santiago se escribió probablemente entre el año 48 y el 52 d.C., aunque nada en ella sugiere una fecha más exacta. La muerte de Santiago, en el año 62 o 66 d.C., indica que se escribió con anterioridad. Existen sugestivas similitudes con las tradiciones de los Evangelios y los temas paulinos. Si Marcos se escribió alrededor del 65 d.C. y se concede el tiempo para que los acontecimientos de Hechos 15 y 21 hayan tenido lugar entre el primer viaje misionero de Pablo y el segundo, una fecha entre el 48 y el 52 d.C. sería más verosímil.
La referencia a «las doce tribus que están en la dispersión» (1:1) sugiere que la carta iba dirigida a los judíos cristianos que vivían en Palestina o sus alrededores. Santiago lideraba la iglesia de Jerusalén, por lo que resulta probable que la audiencia viviera en aquella zona (incluida Antioquía). La referencia en 2:2 a una sinagoga también nos hace pensar que se trataba de judíos cristianos. Las referencias a sus circunstancias (por ej., la opresión por parte de los ricos terratenientes; 5:1-6) podrían aludir a cualquier congregación en el Imperio romano. Sin embargo, el orden semítico de las palabras, las citas de la Septuaginta y la dependencia global de la epístola respecto a la tradición de la sabiduría judía sugieren una audiencia específicamente judeocristiana.
Mensaje y propósito
Como epístola general, Santiago iba dirigida a una audiencia amplia (los judíos cristianos) y no a una específica (por ej., solo los cristianos de Éfeso). Existe una evidente preocupación por tratar las dificultades internas y externas de las congregaciones de cristianos. Desde el exterior, llegaban pruebas (1:2), particularmente las diversas opresiones que ejercían los ricos terratenientes. Esta opresión no parece de naturaleza religiosa. La disensión interna parece deberse a la falta de dominio propio (1:13-17); a hablar sin medida; y a las falsas enseñanzas que conducían a malinterpretar la verdadera religión (1:19-27; 2:1-4; 3:1-8), a un favoritismo hacia los ricos (2:1-13) y a una ambición egoísta que llevó al asesinato y la crítica (4:1-12).
Santiago trata estos asuntos principalmente mediante la aplicación de los principios definidos por la tradición sapiencial del AT. Las soluciones que nombra reflejan la sabiduría de lo alto que viene del «Padre de las luces» (1:17) y da abundante sapiencia a aquellos que la piden. La sabiduría es necesaria para expresarse correctamente en la adoración y determinar quién debería enseñar (1:19-27; 3:1-8). Asimismo, es necesaria para evitar los conflictos internos que crean disensión en las congregaciones (3:13-18; 4:1-12). La fe en acción también es un tema importante (1:19-27; 2:14-26); Santiago demuestra que la fe que no se expresa por medio de buenas obras es vana. La ética es otro de los asuntos tratados en la epístola, sobre todo la justicia social (2:1-13; 4:1-12; 5:1-12).
Contribución a la Biblia
Santiago nos llama continuamente a obedecer la ley de Dios. Nunca se refiere a la ley ceremonial, sino a la moral. Aunque algunos piensen que está en desacuerdo con Pablo en cuanto a la relación del cristiano con la ley, en realidad ambos autores se combinan para proporcionarnos una comprensión sólida de la ley del AT. Pablo mostró a los creyentes que Cristo cumplió todas las exigencias de la ley y, así, nos trajo salvación. Santiago muestra a los creyentes que su obediencia a los principios morales de Dios es la señal de una fe viva que se traduce en vivir al compás de Aquel que satisfizo todas las exigencias de la ley. Algunos prefieren simplificar en exceso las distinciones entre el AT y el NT, y afirman que el primero se basa en las obras y el segundo está fundado en la fe. Sin embargo, Santiago los reúne a ambos para mostrar que la fe y las obras están estrechamente relacionadas entre sí, tanto en el antiguo como en el nuevo pacto.
Estructura
Santiago es una carta (una epístola), aunque solo la salutación refleja la forma griega antigua ejemplificada en las de Pablo, sobre todo, en Gálatas. El saludo identifica a Santiago como autor, incluye un título que demuestra la fuente de su autoridad («siervo de Dios y del Señor Jesucristo»), nombra a los destinatarios («las doce tribus que están en la dispersión») y transmite «salud» (1:1). Las epístolas solían utilizarse para estimular a los receptores a un cambio de conducta o de creencia, basado en la palabra y la dirección autorizadas del remitente.
Santiago se ha comparado a la literatura sapiencial del AT. Aunque existen elementos de sapiencia en Santiago, como la comparación entre la sabiduría del mundo y la que viene de Dios, también contiene exhortaciones y elementos proféticos nada comunes en ese tipo de literatura.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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