«Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones…» (1:11a).
Introducción
Aunque otros libros no proféticos tales como Esdras, Nehemías y Crónicas probablemente se escribieron más tarde, Malaquías es el último mensaje profético de parte de Dios antes del cierre del AT. Este pequeño libro capta el mensaje esencial del AT y muestra al lector la naturaleza de Dios, así como nuestra relación y la responsabilidad para con Él y para con aquellos que forman parte de la comunidad del pacto.
Circunstancias de la redacción del libro
Autor: Lo único que se conoce del autor es su nombre. El libro hace hincapié en el mensaje y no en el mensajero. Dios es quien habla en 47 de sus 55 versículos. En 3:1, se profetiza sobre aquel que «preparará el camino» para que el Señor venga a Su templo y se lo identifica en hebreo como malakiy, «mi mensajero», palabra idéntica al nombre del autor del libro.
Contexto histórico: Aunque el libro no se refiere a ningún gobernante o hecho específico que ayude a determinar cuándo se escribió, la prueba interna y su posición en el canon parecen indicar que fue después del exilio. La referencia a un príncipe en 1:8 favorece el período persa, durante el cual Judá era una provincia o subprovincia de la satrapía persa de Nahara Abar, que también incluía Palestina, Siria, Fenicia, Chipre y, hasta el 485 a.C., Babilonia. El templo se reconstruyó en el 515 a.C. y se restableció el culto allí (1:6-11; 2:1-3; 3:1,10), pero la emoción y el entusiasmo que generaron los profetas Hageo y Zacarías se habían desvanecido. Los problemas sociales y religiosos que Malaquías plantea reflejan la misma situación que se describe en Esdras 9 y 10 y en Nehemías 5 y 13, lo que apunta a un período poco antes del regreso de Esdras a Judá (aprox. el 460 a.C.) o al segundo período de Nehemías como gobernador de Judá (Neh. 13:6-7; aprox. el 435 a.C.). Los datos lingüísticos favorecen la fecha más temprana.
Mensaje y propósito
Este libro se describe a sí mismo como una «profecía» (Mal. 1:1), al igual que Nahum (Nah. 1:1) y Habacuc (Hab. 1:1). Esta palabra hebrea que se traduce profecía, massa, aparece 20 veces en el AT (por ej., 2 R. 9:25; Is. 13:1; Zac. 9:1; 12:1). Aunque en el pasado se pensaba que significaba «carga», ahora se sabe que la palabra se refiere a un pronunciamiento divino por medio de un profeta de Dios.
Acusación: Malaquías presenta los pecados de Judá mayormente mediante citas de sus propias palabras, repeticiones de sus pensamientos y descripciones de sus actitudes (1:2,6-7,12-13; 2:14,17; 3:7-8,13-15). Malaquías enfrentó a los sacerdotes porque no temieron a Dios ni sirvieron conscientemente al pueblo en sus momentos de dificultad, lo cual contribuyó a la indiferencia de Judá hacia Dios. El pueblo, por su parte, atribuía sus problemas económicos y sociales a una supuesta infidelidad de Dios, y por esa razón, eran desleales los unos a los otros (especialmente con respecto a sus esposas) y profanaban el templo casándose con mujeres paganas. También eran infieles con sus diezmos.
Instrucción: Dios mandaba que lo adoraran sinceramente, con fe y humildad auténticas. Eso significaba que debían honrarlo con ofrendas puras, ser fieles a los pactos humanos, especialmente al matrimonial, y diezmar de todo lo adquirido para reconocer que Yahvéh era su Dios y Rey.
Juicio: Si los sacerdotes no cambiaban su comportamiento, Dios los maldeciría y los echaría de Su servicio. Malaquías anunció también la llegada de un día en que el «Dios de justicia» vendría a juzgar al impío y a perfeccionar a Su pueblo (Mt. 3:12; 13:24-30).
Esperanza: Para incentivar al pueblo aún más a la obediencia, Malaquías resaltó (1) las demostraciones del amor de Dios por Israel (1:2), (2) la unidad espiritual que existía entre ellos y por el pacto con el Señor, del que formaban parte (2:10), y (3) el día de salvación y bendición que vendría para aquellos que le temen (3:1-6; 3:16–4:3).
Contribución a la Biblia
Malaquías fue el último mensaje profético de parte de Dios antes de que concluyera el período del AT. Es una conclusión idónea para el AT y a la vez una transición que nos ayuda a comprender la proclamación del reino en el NT. Malaquías habló a los corazones de un pueblo atribulado cuyas circunstancias de inseguridad económica, escepticismo religioso y decepciones personales eran similares a las que a menudo experimenta hoy el pueblo de Dios. El libro contiene un mensaje que no deben pasar por alto aquellos que anhelan tener un encuentro con Dios y Su reino, y que desean guiar a otros a acercarse a Él de una forma similar. Tenemos un Dios grande, amoroso y santo que tiene propósitos inalterables y gloriosos para Su pueblo. El libro nos llama a la adoración genuina, a ser fieles a Él y a los demás, a vivir por fe, y a la expectativa de lo que está haciendo y hará conforme a Su palabra en este mundo y por Su pueblo.
El amor de Dios es primordial. Malaquías expresa esta realidad destacando cómo el Señor eligió y protegió a Israel por encima de todas las naciones del mundo. Cómo Dios, por Su amor inmutable, había cuidado los intereses de Judá, les demandó que vivieran a la altura de sus obligaciones por medio de la obediencia, la lealtad y el culto sincero. La relación de amor entre Dios y Judá servía de modelo para el trato entre los miembros de la comunidad redimida, quienes debían ser fieles en todas sus relaciones interpersonales.
El pueblo de Dios disfrutaba de Su protección y provisión porque era una comunidad dedicada a Dios, pero su negligencia al no vivir rectamente delante del Señor y de los demás hombres le acarrearía juicio. Por eso, el pueblo de Dios no podía esperar el gozo de Sus bendiciones si seguía descuidando sus obligaciones para con Él y entre ellos mismos. Antes de poner a Judá en tela de juicio, Dios le concedería un último llamado al arrepentimiento. Un precursor se anticiparía al día terrible del Señor y anunciaría la venida del reino de Dios a la tierra.
Estructura
Malaquías comunica su mensaje en tres discursos interrelacionados. Cada uno de ellos consta de cinco secciones organizadas por medio de una estructura repetitiva parecida a la imagen que refleja un espejo, en torno a una parte central (a-b-c-b-a). Los dos primeros discursos comienzan con una motivación positiva o una esperanza (1:2-5; 2:10 a) y terminan con una negativa o un juicio (2:1-9; 3:1-6). En medio, está la acusación de Dios (1:6-9 y 1:11-14; 2:10b-15a y 2:17) que rodea Sus mandamientos (1:10, 2:15b-16). El discurso final, que es el clímax, comienza y termina con llamados al arrepentimiento (3:7-10a; 4:4-6). Luego, vienen secciones de motivación (3:10b-12, 3:16–4:3) referentes a la acusación (3:13-15).
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Johannes Plenio, en Unsplash
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