
Aurora boreal sobre un lago de alta montaña. «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (1:3).
Introducción
El Evangelio de Juan es diferente de los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), más del 90% de su contenido no aparece en ellos. Por ejemplo, en vez de centrarse en los milagros, las parábolas y la predicación pública de Jesús, que ocupan un lugar destacado en Mateo, Marcos y Lucas, Juan enfatiza la identidad de Jesús como Hijo de Dios y cómo nosotros, los creyentes, deberíamos responder a Sus enseñanzas.
Circunstancias de la redacción del libro
Autor: Una lectura detenida del Evangelio de Juan sugiere que el autor fue uno de los apóstoles (1:14; comp. 2:11; 19:35), uno de los Doce («uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba»: 13:23; 19:26; 20:2; 21:20; comp. 21:24-25), más específicamente, Juan, el hijo de Zebedeo (notar la asociación entre «el discípulo a quien amaba Jesús» y Pedro, en 13:23-24; 18:15-16; 20:2-9; 21; y en Lc. 22:8; Hch. 1:13; 3-4; 8:14-25; Gá. 2:9). Los padres de la Iglesia también atribuyeron la autoría a Juan (por ej., Ireneo). Como la función de los apóstoles fue fundamental en la historia de la Iglesia (Hch. 2:42; Ef. 2:20), la autoría apostólica de este Evangelio le confiere una autoridad especial, ya que fue escrito por un testigo directo de los hechos (Jn. 15:27; 1 Jn. 1:1-4).
Contexto histórico: La fecha de escritura más plausible sería entre el 70 (fecha de la destrucción del templo) y el 100 d.C. (año en que murió Juan), posiblemente en la década de los 80. Se lo fecha luego del 70 d.C. por las referencias al Mar de Tiberias en 6:1 y 21:1 (nombre con que se conoció el Mar de Galilea hacia finales del siglo I); la confesión de Tomás sobre Jesús como «Señor mío y Dios mío» en 20:28 (posiblemente una afirmación contra la veneración al emperador Domiciano); la referencia al martirio de Pedro, ocurrido en el 65 o 66 (21:19); ninguna mención a los saduceos, que dejaron de ser un partido religioso judío después del 70; y la relativa facilidad con que Juan equiparó a Jesús con Dios (1:1,14,18; 10:30; 20:28).
El testimonio de la Iglesia primitiva también postula una fecha posterior al 70 d.C. Clemente de Alejandría (citado por Eusebio, Historia eclesiástica, 6.14.7) afirmó: «Finalmente Juan, al ver que los hechos externos se habían referido con claridad [en los otros Evangelios Canónicos], escribió un Evangelio espiritual». En cuanto al lugar de composición, Éfeso es el más probable (Ireneo, Contra los herejes, 3.1.2; comp. Eusebio, Historia eclesiástica, 3.1.1); una de las ciudades más importantes del Imperio romano, si bien el Evangelio de Juan no se concibió solo para los lectores de un contexto histórico en particular.
Hacia finales del siglo I d.C., los lectores originales de Juan habrían sido los habitantes del mundo grecorromano en Éfeso y otras ciudades. Por eso, con frecuencia se explican las costumbres judías y la geografía de Israel, y se traducen los términos arameos al griego.
Mensaje y propósito
Según 20:30-31, Juan tenía un propósito evangelizador, tal vez con la intención de llegar a los incrédulos por medio de los lectores cristianos de su Evangelio. Si se escribió después del 70, fecha de la destrucción del templo de Jerusalén, quizás Juan haya procurado presentar a Jesús como el nuevo templo y centro de adoración del pueblo de Dios, en lugar del antiguo santuario.
La deidad de Jesús: Juan enfatiza la deidad de Jesús desde el principio de su Evangelio. El prólogo afirma que Él es el Verbo eterno (gr. lógos) que estaba con Dios y era Dios. Jesús empleó la frase tan significativa «Yo soy» siete veces en Juan, con lo cual se apropió del nombre personal de Dios. En Juan, Jesús siempre está al tanto de todo y conoce de antemano lo que sucederá.
Conocer y creer: La vida eterna es conocer a Dios y a Jesucristo (17:3). Un mayor conocimiento de Dios surge al conocer a Jesús y creer en Él. «Conocer» y «creer» son términos clave para Juan. Ambos aparecen más de 90 veces en este Evangelio y siempre en su forma verbal. La enseñanza de Jesús en Juan nos recuerda que conocer a Dios y creer en Jesús se expresa con acciones, en la práctica.
Contribución a la Biblia
De todos los Evangelios y los libros del NT, Juan es el que enseña más claramente la deidad y la preexistencia de Cristo (1:1-2,18; 8:58; 17:5,24; 20:28). Junto con el Evangelio de Mateo, aporta las pruebas más contundentes de que Jesús era el Cristo [el Mesías]. Para ello, registra siete señales mesiánicas (ver nota en 2:11) y siete oportunidades en que Jesús afirmó «Yo soy» (ver nota en 6:35,48). Además, se preocupa por relacionar el cumplimiento de las profecías con Jesús, especialmente en el momento de Su pasión, y muestra cómo en Él se completó el simbolismo inherente a diversas fiestas e instituciones judías. La misión mesiánica de Jesús se originó en Dios el Padre, «el que [lo] envió» (7:16,18,28,33; 8:26,29; 15:21), y culminó cuando encomendó a Su nueva comunidad mesiánica con el poder de Su Espíritu (20:21-22). La enseñanza trinitaria en Juan es una de las presentaciones más explícitas de la unidad trina de la Deidad —Padre, Hijo y Espíritu— en el NT, y constituye el material en que se basan las primeras formulaciones trinitarias y cristológicas de la historia de la Iglesia.
Estructura Juan se divide en dos partes principales. En la primera (caps. 2–11), el enfoque es el ministerio de Jesús al mundo y las señales que realizó: siete señales y sus respectivas respuestas. La segunda parte (caps. 12–21) revela la enseñanza de Jesús a Sus discípulos y la hora triunfante de Su pasión. El registro de Juan acerca de la Pasión enfatiza el dominio de Jesús sobre todos los acontecimientos: Él se vio obligado a instruir a Sus adversarios en cuanto a cómo arrestarlo (18:4-8); a Pilato le costó decidirse, pero Jesús sabía lo que sucedería. Jesús murió como el Cordero y fue sacrificado en el mismo momento en que se sacrificaban los corderos para la Pascua (19:14).
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Luke Stackpoole, en Unsplash
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