«Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de
vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar
de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída» (Is. 55:12-13).
Introducción
Isaías fue un profeta del siglo VIII a.C. Su libro es el primero de los Profetas Mayores del canon en español y de los Posteriores en hebreo. Su imaginación poética es intensa; su visión profética, intrigante; su estructura, compleja. Es imposible leerlo o estudiarlo sin discernir nuevos aspectos de la naturaleza de Dios y de nuestra relación con Él. Los autores del NT leyeron esta profecía a la luz del retorno del Cristo y comprendieron que la venida del Mesías se anticipaba con una claridad sorprendente. Por eso, lo citaron más que a cualquier otro libro del AT.
Circunstancias de la redacción del libro
Autor: El libro se presenta como la obra de un solo hombre: Isaías, hijo de Amoz. Lo sobrescrito fecha la actividad profética durante los reinados de cuatro reyes de Judá: Uzías (783-742 a.C.; el llamado del profeta data del último año de este rey, 6:1); Jotam (742-735 a.C.); Acaz (735-716 a.C.) y Ezequías (716-86 a.C.). Poco se conoce de Isaías aparte de su profecía.
En la era moderna, se ha objetado con vehemencia la autoría de Isaías de la totalidad del libro. Muchos eruditos han argumentado que, por la historia, no pudo haber escrito los capítulos 40–66. Los que creen que Dios conoce el futuro y que puede revelárselo a Sus siervos aceptan sin inconvenientes que Él haya anticipado por medio de Isaías el surgimiento de Babilonia, su victoria sobre Judá, el exilio y la repatriación.
Contexto histórico: Isaías 6:1 registra que Isaías fue llamado a la labor profética en el último año del reinado de Uzías en Judá (aprox. 742 a.C.); una época particularmente próspera de la historia del reino del sur, pero con pronósticos tormentosos. Asiria estaba resurgiendo con Tiglat-pileser III a la cabeza (745-727 a.C.), el cual amenazaba con subyugar Siria y el reino de Israel, del norte. Después de su muerte, Salmanasar y Sargón, sus sucesores, conquistaron Israel en el 722 a.C. y deportaron a sus habitantes. Esto colocó aún más a Judá bajo la sombra de ese gran imperio. Isaías 37:38 sugiere que el profeta vivió hasta la muerte de Senaquerib en el 681 a.C.
La visión de Isaías trascendió el siglo VIII y el resto del período del AT. Los autores del NT la citaron mientras se cumplía en los grandes acontecimientos relacionados a Jesucristo, el Mesías y Siervo Sufriente.
Mensaje y propósito
El mensaje de Isaías es relativamente simple: (1) acusó de pecado al pueblo de Dios por rebelarse contra Aquel que lo creó y redimió; (2) instruyó a esos pecadores a cambiar sus caminos y a actuar con obediencia; (3) anunció el juicio divino sobre el pueblo por dicho pecado; y (4) el Señor reveló que restauraría en el futuro a Su pueblo, o al menos, al remanente fiel que sobreviviera al juicio. Como parte de la restauración del pueblo escogido, Isaías previó un juicio de las naciones (caps. 13–23) y su futuro retorno a Dios (2:1-4). La primera parte del libro (caps. 1–39) enfatiza el pecado, el llamado al arrepentimiento y el juicio; la segunda (caps. 40–66), la esperanza de la restauración. También es necesario señalar otros temas:
Dios, el Santo de Israel: De principio a fin, a Dios se lo llama el Santo de Israel. En el llamado de Isaías, los serafines exclamaron: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos» (6:3). Dios está apartado del mal, completamente exento de pecado, el epítome de la perfección moral. El pueblo escogido debía reflejar el carácter santo de Su Señor, según los requerimientos de la Torá (Lv. 11:44- 45; 19:2; 20:7), pero no había podido. Isaías fue enviado a recordarles a los israelitas este elevado estándar.
Confianza y seguridad: Isaías convocó al pueblo de Dios a confiar en Él; al no hacerlo, lo condenó. Los israelitas debían temer al Señor, no a otros seres humanos. Con suma frecuencia, lo traicionaron al confiar en poderosas naciones extranjeras o en dioses falsos.
Dios contra los ídolos: Por la tendencia del pueblo escogido a confiar en dioses falsos, la profecía de Isaías solía contrastar al Dios verdadero con las deidades de las naciones. El Señor actuaba en la historia y podía revelar el futuro; los ídolos, no. Dios es eterno; los dioses falsos eran fabricación del hombre y carecían de valor.
El Mesías y Siervo: Probablemente, los pasajes que describen al futuro Rey ungido (Mesías; 9:1-7; 11:1-9) y al Siervo (42:1-9; 49:1-6; 50:4-6; 52:13–53:12) hayan captado el interés de los lectores cristianos más que cualquier otra parte del libro. Desde la época del NT, han entendido que Jesucristo cumple perfectamente las expectativas sobre un futuro Rey y un Siervo Sufriente.
Estructura Isaías combina prosa con poesía. La prosa se encuentra especialmente en los capítulos 36–39, una sección que une las dos partes del libro (ver Mensaje y propósito). La poesía es rica y variada. Incluye himnos, poemas sapienciales e incluso poesías semejantes a canciones de amor (5:1-7). La riqueza se ve en su vocabulario. Emplea más de 2200 palabras hebreas; mucho más que cualquier otro libro del AT.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Annie Spratt, en Unsplash
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