Ezequiel se estableció con un grupo de exiliados judíos cerca de la ciudad de Nippur, a orillas del Río Quebar. En la
imagen, pueden verse las ruinas de un templo en Nafur, Irak (antigua Nippur), ciudad sumamente importante por
ser un centro de culto. Diferentes dioses controlaban todos los aspectos de la vida cotidiana. La deidad principal
era En-lil, llamado ocasionalmente Bel («el señor»). Se lo consideraba dios del mundo terrestre y padre de los
demás dioses. En este contexto, Jehová, el Dios soberano, se le apareció a Ezequiel y lo llamó a dar un mensaje de
juicio, pero también de esperanza.
Introducción
El libro de Ezequiel contiene las profecías divinamente inspiradas del profeta del mismo nombre. Se trata de oráculos en primera persona que transmiten al lector la sensación de estar accediendo a los recuerdos privados de Ezequiel. Escritas principalmente para los exiliados en Babilonia, estas profecías enfatizan tanto el juicio del pecado como la promesa de esperanza y restauración.
Circunstancias de la redacción del libro
Autor: Hay suficientes argumentos para sostener que el profeta Ezequiel compuso su libro en Babilonia. La obra muestra tal homogeneidad y coherencia literaria que es razonable concluir que todo el trabajo editorial fue llevado a cabo por una sola persona: el profeta.
La inclusión de fechas históricas al principio de muchos de los oráculos de Ezequiel es otro importante factor unificador. Cronológicamente, este libro es uno de los más ordenados de la Biblia, con trece pasajes que comienzan mediante la indicación de una fecha. El punto de referencia común de estas es el exilio del rey Joaquín de Judá en el 598/597 a.C.
La sucesión de visiones a lo largo del libro (caps. 1; 8–11; 40–48) y el estilo de la totalidad del texto constituyen otros argumentos poderosos a favor de su unidad.
Contexto histórico: Ezequiel, hijo de Buzi, fue uno de los aproximadamente diez mil habitantes de Judá deportados a Babilonia cuando el rey Nabucodonosor invadió Jerusalén en el 598/597 a.C. (2 R. 24:10-17). Fue llamado al oficio de profeta cinco años después (el quinto año del exilio del rey Joaquín), en el 593, cuando tenía 30 años (1:1), la edad en que tendría que haber empezado sus funciones como sacerdote (Nm. 4:3). El último oráculo fechado del libro se corresponde con el vigesimoséptimo año del rey Joaquín (29:17), lo que indica que el ministerio de Ezequiel duró 22 o 23 años. El profeta vivió durante la mayor crisis de la historia israelita: la destrucción de Jerusalén y del templo, y la deportación a Babilonia de los habitantes más destacados de Judá.
Mensaje y propósito
El mensaje del libro gira alrededor de un suceso trascendental en la historia de Israel: la caída de Jerusalén en el 586 a.C. Antes del anuncio de la caída, el juicio fue el tema central de su profecía. En un repaso mordaz de la historia israelita, expuso la depravación moral y la falta de interés espiritual de la nación (2:1-8; 8:7-18; 13:1-23; 17:1-21; 20:1-32). Su mensaje cambió después de la destrucción de Jerusalén y del exilio, y se convirtió en una proclamación de esperanza; lo que el pueblo más necesitaba en ese momento. Dios les daría un corazón y un espíritu nuevos para que pudieran ser fieles y evitar el juicio futuro (11:17-20; 36:26-28). Cuando el pueblo fuera restaurado, el Señor establecería un templo nuevo (caps. 40–48) y una nueva forma de adoración.
El orden del libro (el anuncio de juicio al principio y la declaración de restauración al final) sugiere que, en definitiva, el mensaje de Ezequiel era de esperanza y estímulo.
En el libro, se realizan seis importantes afirmaciones teológicas a favor de Israel: (1) El Señor reunirá a Su pueblo de entre las naciones (11:16-17; 16:1-63; 20:41; 34:11-13; 36:24; 37:21). (2) El Señor repatriará a la nación y la limpiará de su impureza (11:17-18; 20:42; 34:13-15; 36:24; 37:21). (3) El Señor dará a Su pueblo un corazón y un espíritu nuevos para que pueda andar en Sus caminos (11:19-20; 16:62; 34:30-31; 36:25-28; 37:23-24). (4) El Señor restaurará la dinastía davídica (34:23-24; 37:22-25). (5) El Señor bendecirá a Israel con una prosperidad y seguridad sin precedentes (34:25-29; 36:29-30; 37:26). (6) El Señor se establecerá para siempre entre Su pueblo (37:26-28; 40:1–48:35). Todos los pactos con Israel se cumplirán cuando la nación sea restituida a la tierra prometida y se establezca el reino mesiánico.
Contribución a la Biblia
No hay muchas citas de Ezequiel en el NT, pero sí se observan algunas correlaciones notables. Por ejemplo, la estructura de Apocalipsis, que comienza con una visión de Cristo, se corresponde con las apariciones de Dios en las visiones de Ezequiel. El final de Apocalipsis también refleja la terminación de Ezequiel, donde el río fluye de la presencia de Dios (47:1-12; Ap. 21:1–22:6). Por último, la descripción de los repatriados como resucitados de entre los muertos es análoga al concepto de Pablo sobre la regeneración (Ef. 2:5).
Estructura
La obra del profeta Ezequiel se caracteriza por su estilo distintivo. La frase «hijo de hombre» aparece 93 veces como título del profeta, lo que enfatiza su naturaleza humana. La expresión «la mano de Jehová vino sobre mí», dicha en otros pasajes solo con respecto a Elías (1 R. 18:46) y a Eliseo (2 R. 3:15), aparece en diversas secciones importantes de Ezequiel (1:3; 3:22; 33:22; 37:1). La denominada fórmula de reconocimiento «sabréis que yo soy Jehová», característica del relato del éxodo (Ex. 6:6-8; 7:5; 10:1-2; 14:4,18), aparece unas 60 veces. La frase introductoria de los oráculos, «vino a mí palabra de Jehová» aparece 49 veces en el libro y sirve para avisar al lector del inicio de una nueva sección. La expresión «yo Jehová he hablado», o similar, también se presenta con frecuencia (5:13,15,17; 17:21,24; 21:17,32; 22:14; 24:14; 26:14; 30:12; 34:24; 36:36; 37:14).
Otra característica notoria de Ezequiel, que aparece por todo el libro, es su método de comunicar mensajes mediante la representación de actos simbólicos o dramáticos. También empleó la técnica literaria de la alegoría para transmitir sus profecías; por ejemplo: Jerusalén como una vid (cap. 15); naciones como águilas majestuosas (17:1-21, Babilonia); la dinastía davídica como una leona (19:1-9) y una vid (19:10-14); una espada como un juicio (21:1-17); y Samaria y Jerusalén como hermanas corruptas (23:1-35, Ahola y Aholiba). Una última característica del libro es la cita en las profecías de Ezequiel de pasajes anteriores de la Escritura. Esto se evidencia en los oráculos de juicio de los capítulos 4–5 que dependen ampliamente de las maldiciones enumeradas en Levítico 26. Ezequiel también alude a otras porciones de la Escritura canónica, incluidas Números 18:1-7,22-23 (en Ez. 44:9-16) y Sofonías 3:1-4 (en Ez. 22:25-29).
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por Jasmine N. Walthall
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