Por Daniel L. Akin y Robert B. Sloan
Su título proviene de apokalupsis que significa “descubrir”, “dar a conocer” o “revelar”. Apocalipsis 1:1 presenta el tema del libro: es una revelación “de”, “proveniente de” y “sobre” Jesucristo. Si bien pertenece a la literatura apocalíptica, es en realidad una combinación de tres géneros literarios: (1) apocalíptico: forma de profecía realzada o intensificada que utiliza lenguaje críptico rico en simbología a fin de retratar la gran reivindicación y la victoria de Dios y Su pueblo al final de los tiempos (1:1); (2) profecía: palabra directa de proclamación de parte de Dios a Su pueblo a través de Sus siervos, tanto para predecir como para dar a conocer (1:3); (3) epístola: carta dirigida a las necesidades de iglesias en particular (1:4-7; 2; 3; 22:21). El libro señala una esperanza futura y exige fidelidad y perseverancia en el presente.
Para alentar la fidelidad, Apocalipsis anuncia el mundo glorioso que vendrá, un mundo donde “Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (21:4 NVI; comp. 7:16) cuando reaparezca el Jesús crucificado y resucitado. El Señor entronizado volverá para poner fin a la historia mundial con la destrucción de los enemigos de Dios, la salvación final de Su pueblo y la creación de cielos nuevos y tierra nueva (21; 22). La intensidad de la experiencia de Juan solo es igualada por la riqueza del simbolismo apocalíptico que se emplea para advertir a los lectores sobre los desastres y las tentaciones inminentes que requerirían lealtad inquebrantable hacia el Señor resucitado. Con toda seguridad, el Señor vendrá con poder y gloria, pero no antes de que Sus enemigos hayan atacado de manera terrible pero limitada (por la misericordia divina) a aquellos que se mantienen fieles “al testimonio de Jesús” (comp. 1:9; 6:9; 12:11).
Autor
Cuatro veces el autor se identifica como Juan (1:1,4,9; 22:8). La tradición cristiana primitiva atribuye el Evangelio, las tres cartas y el libro de Apocalipsis al apóstol Juan. Apocalipsis es el único que afirma ser escrito por alguien de nombre Juan. Aunque el autor no sostiene ser apóstol, pareciera improbable que cualquier otro líder cristiano del siglo I haya tenido la autoridad o haya estado asociado de manera tan estrecha con las iglesias de Asia Menor como para referirse a sí mismo simplemente como Juan. Existen ciertas diferencias de estilo y lenguaje entre el Evangelio, las epístolas de Juan y Apocalipsis, pero también aparecen similitudes significativas. Por ejemplo, solo el Evangelio y Apocalipsis se refieren a Jesús como el Verbo/la Palabra de Dios (Juan 1:1; Apoc. 19:13) y el Cordero. El tema del “testigo” también reviste particular importancia en los cinco libros. La postura más acertada es la que sostiene que el Juan de Apocalipsis era, en verdad, el apóstol Juan, hermano de Jacobo e hijo de Zebedeo.
Trasfondo
El autor se encontraba en situación de sufrimiento. Era un “hermano de ustedes y compañero en el sufrimiento” que estaba “en unión con Jesús” y que, debido al testimonio que había dado de él, había sido exiliado a la isla de Patmos (1:9 NVI). Las realidades de los destinatarios eran diferentes, si bien todos experimentaban dificultades.
Un cristiano fiel de Pérgamo sufrió la muerte (2:12,13), y la iglesia en Esmirna recibió advertencias sobre persecución inminente (2:10). Éfeso había abandonado su primer amor (2:4), Pérgamo y Tiatira toleraban enseñanzas falsas (2:14,15; 20), Sardis estaba muerta espiritualmente (3:1), Filadelfia enfrentaba oposición judía (3:9) y Laodicea era tibia (3:16). Estas siete iglesias constituyen los destinatarios inmediatos del libro. Sin embargo, el carácter representativo de las siete iglesias y el mensaje profético del libro indican, que estaba dirigido a una audiencia mucho más amplia: la iglesia en su totalidad.
Fecha
Apocalipsis fue escrito a finales del siglo I. La tradición primitiva ubicaba el libro durante el reinado del emperador romano Domiciano (81–96 d.C.). Una postura alternativa lo ubica poco después del reinado de Nerón (57–68 d.C.). Los eruditos que sostienen esta última postura argumentan que las referencias reiteradas a la persecución presente en el libro (1:9; 2:2-3,10,13; 3:9,10; 6:10,11; 7:14-17; 11:7; 12:13–13:17; 14:12-20; 19:2; 21:4) se ajustan mejor a dicho reinado, evidentemente una .poca de persecución. La alusión al templo en 11:1 pareciera dar por sentado que este todav.a estaba en pie, lo que exigiríaa una fecha anterior al 70 d.C. Quienes argumentan a favor de la época de Domiciano, señalan que esta era la postura de Ireneo, Victorino, Eusebio y Jerónimo. Las cartas a las siete iglesias presuponen crecimiento y decadencia, mientras que estas congregaciones (que no se fundaron hasta fines de la d.cada del 50 d.C.) aparentemente eran fieles cuando Pablo fue encarcelado en la década del 60 d.C. Para la época de Domiciano, es probable que una segunda generación no haya puesto de manifiesto las convicciones de la primera, especialmente al enfrentar oposición intensificada y desafíos a que transigiera (comp. el trasfondo de las cartas de Juan). La mayoría de los eruditos afirman que la época de Domiciano es la más probable y establecen la fecha aprox. entre el 90 y el 96 d.C. Cualquiera sea la fecha correcta, fue una época de creciente persecución, desafío doctrinal y transigencia moral.
Estructura literaria del libro
Se han ofrecido varios enfoques, entre los cuales dos tienen un atractivo especial. Según el primero, el libro puede construirse en torno a la frase “en el Espíritu” utilizada en cuatro lugares estratégicos cuando Juan se traslada a sitios diferentes (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Un segundo enfoque considera 1:19 como la clave para la interpretación. A Juan se le indica que escriba “las cosas que has visto” (cap. 1), “las que son” (cap. 2–3), “y las que han de ser después de estas” (cap. 4–22).
Enfoques de interpretación de Apocalipsis
Por lo general, los intérpretes se ubican en una de cuatro categorías:
1. Preteristas El libro trata sobre el siglo I y está dirigido a la situación en ese momento. La mayoría de los sucesos descritos en el libro (si no todos) se cumplieron en la época de Juan.
2. Historicistas El libro es un panorama de la historia de la iglesia, y la atención se centra en su desarrollo en Occidente.
3. Idealistas El libro es simbólico de una verdad atemporal y del conflicto entre el bien y el mal. No se tienen en vista ni personas ni sucesos específicos. El mensaje que se debe proclamar y recibir es que finalmente Dios tiene la victoria.
4. Futuristas El libro describe, comenzando por el capítulo 4 (. 6), lo que sucederá al final de la historia, justo antes de la segunda venida de Jesucristo y el establecimiento de Su reino.
Introducción (1:1-8) La obra de Juan es una “revelación” de Jesucristo y sobre Jesucristo, dirigida a “las siete iglesias” de la provincia romana de Asia Menor en cuanto a “las cosas que deben suceder pronto”. El tema es claro: Dios mismo ha garantizado la reivindicación final del Jesús crucificado (1:7,8). Se promete bendición (la primera de siete) para aquellos que escuchen y presten atención a su mensaje (1:3).
La visión de Juan en la isla de Patmos (1:9-20) Mientras estaba exiliado en Patmos, Juan vio al Señor resucitado (1:9-20). Vestido de poder y majestad (1:9-20), el Dios Viviente se reveló como Señor de las iglesias y le orden. a Juan que enviara las siete cartas junto a un relato de las cosas que había visto y vería, una revelaci.n de “las cosas que sucederín después de estas” (1:19).
Cartas a las siete iglesias (2:1–3:22) Las cartas a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea tienen un formato congruente. En primer lugar, el Señor resucitado designa a los destinatarios y luego se describe a sí mismo utilizando parte de la imagen de 1:9- 20. Después sigue una sección “Yo conozco” con elogios y/o críticas. Por lo general, a continuación se brinda cierto tipo de exhortación: a aquellos que reciben las críticas, una exhortación al arrepentimiento; sin embargo, a las iglesias de Esmirna y Filadelfia, para las que el Señor tenía solo elogios, la exhortación tiene que ver con la confirmación que les da Dios (2:10; 3:10-13). Cada carta concluye tanto con una exhortación a oír “lo que el Espíritu dice a las iglesias” como también con una promesa de recompensa al vencedor, considerado tal por perseverar en la causa de Cristo. Cada promesa encuentra su origen en la consumación gloriosa (Apoc. 19–22). A la iglesia de Éfeso (2:1-7) se le dice que vuelva a su primer amor; a la iglesia de Esmirna (2:8-11), que sea fiel hasta la muerte; a las iglesias de P.rgamo (2:12-17) y Tiatira (2:18-29), que deben guardarse de las falsas enseñanzas y los hechos inmorales que acompa.an a una teolog.a errónea. A la iglesia de Sardis (3:1-6) se le dice que despierte y complete sus obras de obediencia. A la iglesia de Filadelfia (3:7-13) se le promete, ante la persecución, que la fe en Jes.s asegura el acceso al reino eterno, y a la iglesia de Laodicea (3:14-22) se la insta a abandonar el autoengaño y arrepentirse de su tibieza espiritual.
La soberanía del Dios Creador comprometida con el Cordero crucificado y ahora entronizado (4:1– 5:14) Los caps. 4 y 5 son fundamentales: relacionan las exhortaciones del Señor resucitado a las iglesias (caps. 2–3) con los juicios y el triunfo final del Cordero (caps. 6–22). Proveen la base histórica y teológica para la autoridad del Señor resucitado sobre la iglesia y sobre el mundo al describir Su entronización y poder para ejecutar los propósitos de juicio y salvación de parte de Dios. El cap. 4 afirma la autoridad soberana de Dios Padre como Creador. El cap. 5 describe la autoridad soberana de Dios Hijo como Redentor. Mediante la creación y la redención, Dios es justo al ejercer autoridad sobre todas las cosas. En Apoc. 5 se habla de un libro de retribución, redención y restauración. Este libro, que contiene el resto de la revelación (caps. 6–22), está relacionado con el libro de los lamentos de Ezequiel (Ezeq. 2:9-10) y el libro sellado de Daniel (Dan. 12:4,9,10). El Señor Jesús crucificado es el León y el Cordero resucitado y exaltado, el Todopoderoso, omnisciente y omnipresente (Apoc. 5:6). Solo Él es digno de tomar el libro y abrir los siete sellos. Cuando el Cordero empieza a romper los sellos, comienzan a revelarse los sucesos que constituyen el clímax de la historia.
Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de los siete sellos (6:1–8:5) La apertura de los primeros cuatro sellos provoca la aparición de cuatro jinetes (6:1-8), quienes en un paralelismo con el caos predicho en Mat. 24 (comp. Mar. 13; Luc. 21), representan los juicios de Dios a través de la guerra y sus consecuencias devastadoras (violencia, hambre, pestilencia y muerte). El quinto sello (Apoc. 6:9-11) es el ruego de los santos mártires que piden justicia divina sobre sus opresores. Por el momento deben esperar.
El sexto sello es relevante para comprender la estructura literaria y la secuencia de los episodios de Apocalipsis. Al ser abierto se desatan las señales típicas del fin: gran terremoto, oscurecimiento del sol, enrojecimiento de la luna y ca.da de las estrellas del cielo (comp. Mat. 24:29). En este punto nos encontramos al final de la historia del mundo. Los poderosos y los humildes de la tierra se dan cuenta de que ha llegado el gran día de la ira del Señor (y del Cordero), y nada puede salvarlos (6:14-17). Para no abrumar a su audiencia con la descripción de los juicios iniciados por los primeros seis sellos, Juan interrumpió la secuencia que continuaría con el séptimo sello para recordarles que el pueblo de Dios no debe desesperarse porque, como “siervos de nuestro Dios” (7:3 NVI), tiene la promesa del cielo.
Una lectura cuidadosa de Apocalipsis muestra que tanto el séptimo sello como la séptima trompeta carecen de contenido. Algunos sugieren que las tres series de juicios (sellos, trompetas y copas) tienen una relación telescópica, de modo que el séptimo sello contiene las siete trompetas y la séptima trompeta contiene las siete copas, lo cual da idea de la intensidad y la rapidez de los juicios a medida que se acerca el fin. Esto también explica, al menos parcialmente, el acercamiento al cierre de la historia al concluir cada serie de juicios.
El cap. 7 consta de dos visiones (7:1-8,9-17) y es una especie de paréntesis. Muchos entienden que los 144.000 sellados (7:1-8) son una referencia a los judíos que acuden a Cristo y sirven de manera única y especial durante el período de la tribulación (comp. Rom. 11:25-29). Otros creen que Juan emplea simbolismo judío para representar a todos los creyentes que han puesto su confianza en Cristo.
Esta última postura es poco probable porque, en la segunda visión (7:9-17), Juan ve a una gran multitud y no hace distinciones entre ellos. Mediante descripciones del cielo (21:3,4,23; 22:1-5), Juan nos dice que han “salido de la gran tribulación” y que ahora experimentan el gozo del cielo y el alivio de las aflicciones (comp. 7:14-17 con 21:1-6; 22:1-5). Probablemente salir “de la gran tribulación” (7:14) indique que sean los santos mártires que sufrieron la muerte por ser testigos de Jesús (comp. 6:9-11; 12:10-12; 20:4-6). Ahora disfrutan de la presencia de Dios en el cielo (7:15; 21:3). Los cristianos (“los siervos de nuestro Dios”, 7:3) tienen el sello de Dios. Rechazan la marca de la bestia (13:16-17; 14:11) y dan testimonio de Jesús (14:12) a pesar de la persecución (12:17; 13:7). Por lo tanto, tienen la promesa de ser finalmente liberados de la gran tribulación (7:14).
Apocalipsis 8:1-5 habla del séptimo sello y la señal del rotundo fin de la historia humana y la venida del Señor. Sin embargo, el profeta aún no está listo para describir el regreso del Señor. Todavía deben cumplirse más juicios adicionales por parte de Dios, la misión de Su pueblo y la persecución por parte de la bestia. El séptimo sello contiene las siete trompetas. Por medio de esta simbología, Juan revela la segunda serie de importantes juicios que se acercan aún más al fin.
Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de las siete trompetas (8:6–11:19) Las primeras cuatro trompetas describen juicios parciales (“la tercera parte”) sobre la vegetación de la tierra, los oc.anos, las aguas de los r.os y los cuerpos celestes (8:6-13). Las tres últimas trompetas se agrupan y se describen como tres “ayes” sobre la tierra que enfatizan el juicio de Dios. Estos juicios no tienen efecto redentor pues “los otros hombres que no fueron muertos por estas plagas” no se arrepintieron de su inmoralidad (9:20,21).
El interludio entre el sexto y el séptimo sello nos recordó que el pueblo de Dios está a salvo de los efectos eternamente destructivos de la ira divina. Entre la sexta y la séptima trompeta también se nos recuerda sobre la mano protectora de Dios para con Su pueblo (10:1–11:14). En el interludio de las trompetas vemos además que la protección del Señor durante los días de tribulación no significa aislamiento, ya que el pueblo de Dios debe dar un testimonio profético al mundo.
En 10:1-8 se reafirma el llamado de Juan (comp. Ezeq. 2:1–3:11). En 11:1-13 se enfatiza nuevamente la relevancia de la providencia, la protección y el testimonio de Dios junto con las medidas del templo de la tribulación (11:1,2). Las persecuciones durarán “42 meses”, pero Su pueblo no puede ser destruido porque los “dos testigos” (11:3-13) deben dar testimonio de la misericordia y del juicio divino.
Los “dos testigos” (el dos sugiere un testimonio confirmado y legal) tambi.n son llamados los “dos candeleros” (11:4). Algunos creen que simbolizan a los creyentes que testifican (comp. 1:20). Otros piensan que son dos personas reales que dar.n testimonio y serán martirizados. Al igual que Moisés y Elías, mantienen un fiel testimonio prof.tico ante el mundo, incluso hasta la muerte. A pesar de que la tierra se regocija cuando su testimonio aparentemente termina, el triunfo temporal del mal (“tres días y medio”, 11:9,11) se transformar. en la reivindicación celestial cuando los dos testigos sean levantados de entre los muertos (11:11,12).
Con la séptima trompeta (y el tercer ay) llega nuevamente el fin de la historia, el tiempo de “juzgar a los muertos” y recompensar a los santos (11:18). Sin embargo, Juan no está listo para describir la venida del Señor. Desgraciadamente tiene más cosas para comunicar en cuanto a “la bestia que sube del abismo” hasta que llega a hacer guerra con el pueblo de Dios (11:7). Ahora Juan revela los “42 meses”, el período de persecución, protección y testimonio.
El dragón persigue a los justos (12:1–13:18) El cap. 12 es crucial para comprender c.mo percibe Juan la secuencia de la historia. Cristianos y judíos asociaban el número “tres y medio” con tiempos de maldad y juicio. Juan se refirió a los tres años y medio de diversas maneras: “42 meses” o “1260 días” o “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. Durante esa época (un per.odo cuando los poderes del mal ejecutar.n sus obras), Dios protegerá a Su pueblo (12:6,14) mientras este d. testimonio de su fe (11:3) y al mismo tiempo sufra en manos de poderes malignos (11:2,7; 12:13-17; 13:5-7). Este terrible período de tribulación finalizará con la venida del Señor. Sin embargo, el interrogante crucial es cuándo comienza el período de tres años y medio de persecución y testimonio. Algunos eruditos ubican los “tres años y medio” en una época futura. Otros se.alan su comienzo con el ascenso y la entronización de Cristo (12:5). Cuando la descendencia de la mujer (de Israel) es arrebatada “para Dios y para su trono” (12:5), hay guerra en el cielo y el dragón es arrojado a la tierra.
El cielo se regocija porque dicha descendencia ha sido rescatada de manos de Satanás, pero la tierra está de duelo porque el maligno fue arrojado a la tierra y su ira es grande. Sabe que fue vencido por el Cristo resucitado y exaltado y que tiene poco tiempo (12:12). La mujer, que (como Israel) dio a luz a Cristo (12:1,2) y también a más “descendencia”, aquellos que “tienen el testimonio de Jesucristo”, recibe ahora todo el peso de la ira frustrada del dragón (12:17). Si bien el dragón enfurecido pretende descargar su ira en la mujer, ella está nutrida y protegida durante “1260 días” (12:6), durante “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (12:14).
A continuación el dragón coloca en escena a dos secuaces (cap. 13) para que lo ayuden a perseguir a aquellos que creen en Jesús. Satanás se encarna en un gobernante político, la bestia del mar (13:1), que blasfemará durante “42 meses” (13:5). Este es el hombre de pecado del que habla Pablo (2 Tes. 2:3-12) y el anticristo de Juan (1 Jn. 2:18,22; 4:3; 2 Jn. 7). Es tanto una persona como la cabeza de una potencia política. Hará “guerra contra los santos” (13:7), mientras que la segunda bestia (o falso profeta, 19:20), que viene de la tierra (13:11) procurará engañar a la tierra de modo que sus habitantes adoren a la primera bestia.
El cap. 12 puede verse como una especie de panorama de la historia de la redención. El cap. 13 debe entenderse en conexión con Dan. 7 en la llegada del anticristo escatológico. El dragón (Satanás), la bestia y el falso profeta conforman nada menos que una trinidad falsa, y generarán también una resurrección falsa (13:3). Apocalipsis deja en claro que Satanás es el engañador y falsificador por excelencia.
Resumen del triunfo, la advertencia y el juicio (14:1-20) Después de las angustiosas noticias de continuas persecuciones emprendidas por la nefasta trinidad, los lectores de Juan necesitan otra palabra de aliento y advertencia. El cap. 14 emplea siete “voces” para relatar una vez m.s las esperanzas y las advertencias del cielo. Primero hay otra visión de los 144,000, el remanente judío. Fieles en su adoración al único Dios verdadero por medio deJesucristo, y sin haber sido seducidos por los engaños satánicos de la primera bestia y su aliado, el falso profeta, serán rescatados y llevados al trono celestial (14:15).
Un ángel anuncia el evangelio eterno y le advierte a la tierra sobre el juicio venidero (14:6,7). Las restantes “voces” (u oráculos) siguen en rápida sucesión. Se anuncia la caída de “Babilonia, la gran ciudad”, un símbolo del AT de una nación que se opone al pueblo de Dios (14:8). A este se le advierte que quienes sigan a la bestia sufrirán la separación de Él (14:9-12). Finalmente, dos voces llaman a la cosecha (14:14-20).
Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de las siete copas (15:1–16:21) Otra dimensión del juicio divino son las siete copas de la ira, que presentan similitudes con las siete trompetas y los siete sellos, pero también ciertas diferencias. La ira de Dios ya no es parcial ni temporaria sino completa y eterna, final e irrevocable. Los juicios parciales (“la tercera parte”) de las trompetas sugieren que Dios utiliza sufrimientos y mal para que la humanidad se arrepienta y crea. Sin embargo, tales tribulaciones también prefiguran la hora del juicio final cuando la ira de Dios sea consumada.
No hay interrupción entre el sexto y el séptimo derramamiento de juicio en las siete copas. Solo queda la ira sin retraso alguno. Babilonia, la gran ciudad, símbolo de todos aquellos que se han venturado en contra del Dios Altísimo, caerá. El fin ha llegado (16:17).
La caída y la ruina de Babilonia (17:1–18:24) El cap. 17 vuelve a narrar la historia de la sexta copa, la caída de la gran ciudad de Babilonia, y el cap. 18 es un lamento conmovedor por ella.
La cena de las bodas del Cordero (19:1-10) A pesar de que, al menos en tres ocasiones anteriores, Juan optó por no describir la venida del Señor (8:5; 11:15-19; 16:17-21; comp. 14:14-16), ahora está preparado para detallar la gloria de la aparición del Señor. Todo el cielo se regocija por el justo juicio de Dios sobre la maldad (19:16). La esposa del Cordero, es decir el pueblo de Dios, se ha preparado mediante la fidelidad a su Se.or en la hora del sufrimiento (19:7,8).
La segunda venida del Señor Jesús (19:11-21) Los cielos son abiertos y Aquel cuya venida se ha anticipado fielmente desde las edades pasadas aparece para luchar contra los enemigos de Dios, conflicto cuyo desenlace no se pone en duda (19:11-16). La primera bestia (el anticristo) y la segunda bestia (el falso profeta) son arrojados al lago de fuego del cual no hay retorno (19:20), un lugar que no es para aniquilación sino para castigo y tormento eterno.
El reino milenial (20:1-6) El dragón (Satanás) es arrojado al abismo, una prisión para los demonios, que se cierra y se sella por mil años (20:1-3). Durante ese período Cristo reinará sobre la tierra como Rey de reyes y Señor de señores. Los muertos en Cristo son levantados para reinar con Él (20:4-6), y el gobierno justo del Señor sobre la tierra es reivindicado. La rebelión final de Satanás y el juicio ante el gran trono blanco (20:7-15) Al final de los mil años se producirá la derrota final de Satanás (20:7-10). A pesar de que él engañará una vez más, su última insurrección será breve. Él y sus seguidores son vencidos en una batalla final. Luego el diablo se une a la bestia y al falso profeta en el lago de fuego donde “serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (20:10). Se ejecuta entonces el juicio final, en el cual todos los que no están incluidos en “el libro de la vida” son arrojados al lago de fuego (20:11-15).
El regocijo en el cielo, la revelación del Cordero y el advenimiento de la esposa, la ciudad santa (21:1–22:5) El cap. 21 se refiere al estado eterno que se inicia a partir del juicio ante el gran trono blanco, y describe los cielos nuevos, la tierra nueva y, especialmente, la nueva Jerusalén. Relata la glorificación de la esposa del Cordero (21:1–22:5).
Ser la esposa es ser la santa ciudad, la nueva Jerusalán, vivir en la presencia de Dios y del Cordero, y experimentar protección, gozo y la eterna y vivificante luz de Dios (21:9-27). El trono de Dios y del Cordero está allí, y en ese sitio Sus siervos lo servirán y reinarán con Él por la eternidad (22:1- 5). La nueva Jerusalén es tanto un pueblo como un lugar.
Conclusión (22:6-21) Juan concluyó su profecía declarando la fidelidad absoluta de sus palabras. Aquellos que atiendan a esta profecía recibirán las bendiciones de Dios. Quienes ignoren las advertencias quedarán fuera de las puertas de Su presencia (22:6-15). Juan cerró su libro con una oración solemne y esperanzada para que viniera el Señor (22:17,20). Las iglesias deben tener o.dos para o.r lo que el Espíritu ha dicho (22:16). El pueblo de Dios debe, por Su gracia (22:21), perseverar en la hora de la tribulación sabiendo que su Señor entronizado volverá triunfante.
Bosquejo
I. Introducción (1:1-8)
II. La visión de Juan en la isla de Patmos (1:9-20)
III. Cartas a las siete iglesias (2:1–3:22)
IV. La soberan.a del Dios Creador comprometida con el Cordero crucificado y ahora entronizado (4:1–5:14)
V. Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de los siete sellos (6:1–8:5)
VI. Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de las siete trompetas (8:6–11:19)
VII. El dragón persigue a los justos (12:1–13:18)
VIII. Resumen del triunfo, la advertencia y el juicio (14:1-20)
IX. Los juicios del Cordero entronizado ejecutados por medio de las siete copas (15:1–16:21)
X. La caída y la ruina de Babilonia (17:1–18:24)
XI. La cena de las bodas del Cordero (19:1-10)
XII. La segunda venida del Señor Jesús (19:11-21)
XIII. El reino milenial (20:1-6)
XIV. La rebelión final de Satanás y el juicio ante el gran trono blanco (20:7-15)
XV. El regocijo en el cielo, la revelación del Cordero y el advenimiento de la esposa, la ciudad santa (21:1–22:5)
XVI. Conclusión (22:6-21)
Artículo extraído del Diccionario Bíbico Ilustrado Holman.
IMAGEN: Johanna Buguet en Unsplash
Leave a Reply