Por Paige Patterson
En el Antiguo Testamento (AT), el concepto de salvación presenta una variedad de aplicaciones, incluidas la liberación, el rescate, la seguridad e incluso el bienestar. En Éxodo 14:30, Jehová «salvó» a Israel de la mano de los egipcios. Este uso del término es típico de la época en que la salvación se enfocaba en el libramiento físico de un peligro determinado. Otro matiz del término tiene que ver con un rescate legal o forense, que se observa en pasajes como Deuteronomio 22:27, donde una mujer que es objeto de un ataque sexual en un descampado no tiene quién la rescate. Pero la utilización más significativa del concepto y que más comúnmente se percibe es el énfasis soteriológico, en el cual la naturaleza espiritualmente caída de la humanidad se presenta necesitada de la salvación o la redención de Dios.
Todos los usos de «salvación» implican la idea de un estado de necesidad o incluso de incapacidad. En su mayoría, se presenta a Dios como el único que puede rescatar o traer salvación, lo cual es especialmente cierto en el caso de la eterna salvación del individuo. Pasajes como Isaías 51:8 contrastan la naturaleza efímera de la realidad física con una salvación que dura por los siglos de los siglos. En el famoso pasaje que ensalza la belleza de aquellos que traen noticias del bien y publican salvación, la liberación de la que se habla parece ser espiritual y eterna (Is. 52:7). Isaías 59:17 emplea un lenguaje utilizado más tarde por autores del NT como Pablo, que habla de la justicia «como una coraza» y del «yelmo de salvación» (Ef. 6:14,17). En la oración desde el vientre del gran pez, Jonás declara que «la salvación es de Jehová» (Jon. 2:9). Aunque podría argumentarse que los pensamientos del profeta se refieren solo a la circunstancia física extrema en que se encuentra, la mayoría podría ver un reconocimiento más profundo, que anticipa la decisión soberana de Dios por la que redime el alma.
En el AT, la salvación también se une a otros conceptos, como la redención, la expiación y la justicia. Estas ideas expresan el medio utilizado para la salvación (expiación), su objetivo (justicia) o su naturaleza (redención). Por ejemplo, la Pascua no solo fue diseñada para describir el éxodo de Egipto, sino también para recordar a los israelitas el significado más profundo del papel del sacrificio en la salvación. Un cordero muere, y su sangre es rociada sobre los dos postes y el dintel de la puerta, para que el ángel de la muerte pase de largo y perdone la vida del primogénito (Ex. 12:1-14). Los rituales asociados con el Día del perdón se enfocaban también en una expiación vicaria por los pecados del pueblo (Lv. 16:1-34).
Isaías 53 transmite el mensaje de un acto sacrificial de parte del Siervo Sufriente, quien transforma su vida en una ofrenda por el pecado para justificar «a muchos» (v. 11). Por sus llagas somos curados, y toda nuestra iniquidad fue puesta sobre él cuando el Padre lo hirió por las transgresiones de todos.
Dios es el responsable único de la salvación. La raza humana, horriblemente corrompida por el pecado, no puede conseguir la salvación, ni siquiera mediante el cumplimiento de la ley. Esto suscita la pregunta de cómo se producía la salvación en el AT. Génesis 15:6 declara que Abram «creyó a Jehová, y le fue contado por justicia». Pablo hace de este pasaje el centro de todo el argumento de Romanos 1–8. «Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia» (Ro. 4:3).
Aunque, al parecer, los cristianos suelen considerar que para que uno pueda presentarse ante Dios necesita justicia y santidad, muchos creen erróneamente que, en el AT, la salvación se conseguía mediante el cumplimiento de la ley. Tanto Génesis como Romanos están de acuerdo en declarar que la salvación solo puede conseguirse por medio de la fe (creer en Dios). Como el sistema sacrificial lo ilustraba permanentemente, era necesaria la expiación. Isaías 53 presentó al Siervo Sufriente como el único que podía en última instancia realizarla. Pablo muestra en forma explícita lo que siempre había estado implícito en el AT: que la ley no puede salvar a nadie. La salvación en cualquier época se ha basado siempre en la gracia de Dios que los seres humanos hacen suya mediante la fe.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por (Duncan Sanchez) en Unsplash
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