Por Jeremy Royal Howard
En las últimas décadas, los escépticos han popularizado la afirmación de que los libros del NT han evolucionado desde que fueron escritos hasta volverse irreconocibles. Se dice que copistas aficionados, monjes insatisfechos, teólogos deshonestos, políticos astutos y sujetos de todas partes tuvieron su oportunidad de corromper el texto añadiéndole, eliminándole y modificándolo a capricho.
Un famoso crítico popularizó el dicho de que el número total de variantes halladas en los manuscritos existentes es mayor que la cantidad de palabras de todo el NT. Técnicamente, su afirmación es cierta, pero las conclusiones que pueden extraerse de ella son mucho menos drásticas de lo que quiere hacernos creer. En realidad, la inmensa mayoría de los cambios se detectan fácilmente y son solo pequeños errores de grafía y otras alteraciones menores que no afectan para nada el significado del NT. En aquellos pocos lugares donde las variantes podrían tener una importancia teológica, en general los eruditos pueden determinar sin lugar a duda el contenido original del texto. En aquellos casos en que la lectura original es más controvertida, los expertos en crítica textual han afirmado con toda razón que podrían eliminarse dichos versículos del NT sin afectar ni una sola doctrina importante del cristianismo. En otras palabras, ninguno de los versículos problemáticos se utiliza como fundamento exclusivo de ninguna doctrina del NT. Así que, aunque retiráramos esos versículos de la Biblia, podríamos siempre señalar otros indiscutibles del NT para sostener la doctrina en cuestión. Visto así, nos damos cuenta de que las variantes no tienen mucha importancia.
Un análisis adecuado de las pruebas revela que los manuscritos del NT se han preservado extraordinariamente bien a través de siglos de transmisión. Aparte de estas variaciones intrascendentes, los manuscritos del NT en que se basan nuestras traducciones son réplicas muy cercanas de los escritos originales.
Conclusión
Las iglesias que recibieron inicialmente las cartas y los Evangelios escritos por los apóstoles y sus colaboradores entendieron que esos textos constituían la Escritura, ya que provenían de hombres que habían sido reconocidos como intérpretes autorizados de la vida y el mensaje de Jesús. Estos escritos se copiaron cuidadosamente y circularon por otras iglesias. La convicción con respecto a cuáles eran los libros aceptados entre los cristianos aumentó a medida que pasaron las décadas ya que las copias fueron llegando lentamente a las iglesias que habían surgido lejos de Israel, lugar donde nació el cristianismo. Es cierto, no obstante, que muchos cristianos sinceros y devotos en los primeros siglos no supieron de la existencia de varios o incluso de buen número de los libros inspirados, ya que muchas iglesias nuevas tuvieron poco o ningún acceso a la Escritura. De ahí que, aunque el canon no fue ampliamente descrito hasta el siglo IV, esto no significa que constituyera una cuestión abierta entre aquellos que estaban en una buena posición para opinar del asunto. Al fin y al cabo, encontramos referencias claras a la mayoría de los libros canónicos en los escritos de los padres de la Iglesia primitiva, y ciertamente los cristianos que adoraban en las iglesias fundadas por los apóstoles tuvieron una noción temprana del canon del NT, ya que sus iglesias estaban entre las que habían recibido los escritos originales en el siglo I. No es exagerado afirmar que cuando disminuyeron los obstáculos prácticos para viajar, comunicar y difundir los manuscritos, el canon de los 27 libros del NT alcanzó rápidamente consenso en la cristiandad.
Al mirar atrás, resulta evidente que todos los libros admitidos en el canon incluían los siguientes criterios: (a) fueron escritos por un apóstol o por un colaborador aprobado por ellos; (b) disfrutaron de un amplio y antiguo uso por parte de las iglesias especialmente en las fundadas por los apóstoles; (c) comunicaban un alto concepto de Jesús, eran fieles a la tradición apostólica transmitida a las iglesias y encajaban en el conjunto de la teología de los demás libros bíblicos de ambos testamentos.
En resumen, la historia de la Iglesia demuestra que se tomaban muchas precauciones para evaluar la posible inclusión de un libro. La repetida puesta a prueba de los méritos de ciertos libros de nuestro canon lo demuestra más allá de toda duda. Nuestro canon del NT representa un tesoro puesto a prueba con esmero y cuidadosamente protegido, y en el cual los cristianos pueden regocijarse y depositar su absoluta confianza.
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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