Por Mary A. Kassian
La Biblia tiene en alta estima a las mujeres. Enseña que son coherederas de la imagen de Dios, que las ha coronado de honor y gloria, y les ha encargado que ejerzan su dominio sobre la tierra. A mujeres y hombres se les ha concedido el honor, el privilegio y la responsabilidad de mostrar la gloria de Dios (Is. 43:6-7). Pero a pesar de que la Biblia muestra esta alta estima hacia ellas, desafortunadamente las mujeres no siempre han tenido en alta estima la Biblia. Algunas responden con indiferencia: se trata de personas apáticas e indolentes, que no están dispuestas a hacer el esfuerzo que requiere mejorar sus hábitos de estudio bíblico ni se interesan en aplicar la Palabra de Dios a sus vidas. Otras le faltan el respeto: piensan que tienen derecho a escoger qué partes son aplicables a las mujeres de hoy. Otras incluso se burlan de ella: afirman que, debido a que todos los autores fueron hombres, la Escritura es defectuosa e insuficiente para las mujeres. La tendencia a despreciar y burlarse de la Biblia es especialmente frecuente en nuestra sociedad posfeminista, incluso entre aquellas mujeres que afirman seguir a Cristo.
Dos mujeres que tuvieron un enorme respeto por la Biblia fueron Eunice y Loida, la madre y la abuela de Timoteo. Pablo les atribuye la conversión de Timoteo (2 Ti. 1:5) y el haberle enseñado cuidadosamente la Escritura y las verdades doctrinales. El padre de Timoteo no era creyente, así que no contribuyó a la preparación espiritual de su hijo (Hch. 16:1). Fueron Eunice y Loida quienes familiarizaron a Timoteo con «las Sagradas Escrituras», le explicaron su significado, lo instruyeron en los caminos del Señor y se aseguraron de que recibiese la enseñanza que es para la salvación por la fe en Cristo Jesús (2 Ti. 3:14-15).
Pablo le recuerda a Timoteo la actitud de su madre y de su abuela hacia la Escritura, y la capacidad que tenían de estudiarla, entenderla y aplicarla. En el contexto del extraordinario trabajo de capacitación que Eunice y Loida habían hecho con Timoteo, Pablo escribió sus bien conocidos versículos en cuanto a que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Ti. 3:14-17). Estas dos mujeres no fueron indiferentes, no se burlaron de la Biblia ni la despreciaron, sino que la tuvieron en la más alta estima.
Para poder influenciar para Cristo a quienes están en nuestra esfera de relaciones, las mujeres necesitamos tener el mismo aprecio por la Escritura que tuvieron Eunice y Loida. Debemos estudiarla con diligencia, de modo que podamos usar bien la palabra de verdad (2 Ti. 2:15). La expresión «usa bien» (gr. ordsotomounta; «hacer un corte derecho, seguir un trayecto recto, hacer lo recto, dividir rectamente») sugiere la imagen de un agricultor que abre un surco recto, un constructor que corta una piedra o un fabricante de tiendas que corta la tela. Alude a un trabajo preciso y sin defecto, de magnífica manufactura. Las mujeres tienen la responsabilidad de desarrollar su habilidad para manejar correctamente la Escritura. Aquellas que no lo hagan serán más vulnerables ante el error (2 Ti. 3:6). Las que tienen en alta estima la Biblia y poseen buenos conocimientos doctrinales serán capaces de ser «maestras del bien» y tendrán un impacto extraordinario cuando enseñen a sus hijos y sus amigas los caminos del Señor (Tit. 2:3-4).
Artículo extraído de la RVR 1960 Biblia de estudio Holman.
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Foto por (Joel Muniz) en Unsplash
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