
Por J. Kenneth Eakins, Jack P. Lewis, Charles W.
Draper y E. Ray Clendenen
Parte II
Contribuciones de la arqueología al estudio bíblico El propósito fundamental de la arqueología no es demostrar que la Biblia es verdadera, aunque sirve para afirmar la veracidad de la descripción bíblica del mundo antiguo. La arqueología sirve especialmente para favorecer nuestra comprensión de la Biblia abriendo muchas “ventanas” al mundo bíblico.
Arqueología y texto bíblico La arqueología, mediante la recuperación de antiguas copias hebreas y griegas de las Escrituras, sumada al descubrimiento de otras literaturas antiguas escritas en idiomas relacionados, ha ayudado a los eruditos a determinar un texto de la Biblia más exacto del que estaba disponible anteriormente. También ha demostrado que los escribas eran muy cuidadosos en su labor.
A fines del siglo XIX se llevó a cabo un invalorable hallazgo de materiales hebreos en un cuarto de basura (conocido ahora como la Geniza del Cairo) de una antigua sinagoga de El Cairo, en Egipto. El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947 dentro de once cuevas hizo que el conocimiento de manuscritos hebreos existentes pasara de la época de la Edad Media al período del 250 a.C. al 70 d.C. Ver Biblia, Textos y versiones.
El conocimiento de los escritos ha aumentado en gran manera. Los documentos más antiguos de Siria y Palestina que se conocen actualmente serían los textos de Ebla (el primero de los cuales se encontró en 1975) que datan de alrededor del 2400 a.C., seguidos por los textos ugaríticos (hallados entre 1929–1937) de Ras Shamra en la costa de Siria y que datan de alrededor del 1400 a.C. Los ejemplos de ocho textos escritos de Palestina anteriores a la época de Moisés han respondido a la pregunta que se debatió en el último siglo en cuanto a si Moisés pudo haber tenido conocimiento de la escritura. Algunos ejemplos de hebreo descifrable hallados por los arqueólogos comienzan alrededor de la época de Salomón con el calendario de Gezer.
En 1929, arqueólogos franceses comenzaron a excavar la antigua ciudad de Ugarit cerca de la costa de Siria. Se desenterraron muchas tablillas de barro con escritos antiguos. Muchos estaban en un idioma previamente desconocido que pronto se denominó ugarítico. Este es un lenguaje semítico del noroeste íntimamente relacionado con el hebreo. Es el ejemplo más antiguo de un idioma escrito en un texto alfabético. Un estudio del ugarítico ha ayudado a los eruditos del AT a entender mejor la naturaleza y el desarrollo del lenguaje hebreo, y ha sido particularmente valioso para aclarar parte de la poesía hebrea antigua que aparece en la Biblia.
Los eruditos anteriores definían palabras del AT comparándolas con el árabe y con los significados que surgían de la tradición rabínica. El descubrimiento y el descifrado de lenguas anteriormente desconocidas del antiguo Medio Oriente tales como el sumerio, el acadio, el heteo, el ugarítico, el arameo y el eblateo proporcionan una base más amplia para la definición de palabras, y ayudan (mediante el estudio denominado Semíticos Comparativos) a una reorientación sustancial del vocabulario del AT.
En 1 Samuel 13:21 hay una palabra hebrea, pim, que no aparece en ningún otro lugar de la Biblia. Muchos antiguos lectores y traductores de la Biblia desconocían el significado de esta palabra. Aunque los traductores de la versión King James de 1611 en inglés escogieron la palabra “archivo” (“file”) para traducir pim (algo que en las versiones españolas no ocurre), no existía una base firme para esa elección. Pasada aquella época, los arqueólogos han descubierto varias pesas pequeñas de la antigua Israel que llevaban el nombre de pim. Pareciera que un pim pesaba poco menos de un siclo. Ahora resulta claro que la palabra pim se refiere al precio que cobraban los filisteos por trabajar en las herramientas de hierro de los hebreos. Traducciones recientes de la Biblia reflejan este nuevo conocimiento.
Con relación al NT, durante los últimos dos siglos se han hallado numerosos manuscritos en papiros antiguos, principalmente en Egipto, que contienen porciones del texto bíblico. En estos papiros griegos antiguos se ha encontrado por lo menos parte de todos los libros del NT, excepto 1 y 2 Timoteo El más antiguo se conoce como el Papiro Rylands (P52) con fecha del 100–125 d.C. Contiene Juan 18:31-33,37-38. Estos papiros son útiles para los eruditos comprometidos con la tarea de determinar la mejor base textual del NT. El número de manuscritos y fragmentos griegos en existencia ha aumentado de 1500 en el año 1885 a más de 5700 en el 2002, donde se incluyen elementos del papiro 116 que permiten conocer el texto sobre el que se basan los códices del siglo IV hasta el siglo II para las partes del texto que se cubren. Se están preparando nuevos textos críticos griegos a fin de poner todo el material a disposición de los estudiantes, y algunas traducciones ya están reflejando los nuevos hallazgos.
El descubrimiento de papiros no bíblicos llevado a cabo en Egipto al final del siglo pasado proveyó nuevas ideas en cuanto al uso y el vocabulario griego diario que actualmente se han convertido en la esencia del estudio del lenguaje neotestamentario.
Arqueología y geografía bíblica La ubicación de muchos lugares mencionados en la Biblia no se conoció hasta el 1800 d.C. En 1838, un explorador estadounidense llamado Edward Robinson y su asistente, Eli Smith, hicieron un viaje a caballo a través de Palestina. Tomando como base el estudio que realizaron de la geografía y el análisis de los nombres de los lugares, fueron capaces de identificar más de 100 lugares bíblicos. Robinson regresó en 1852 para seguir explorando.
Desde la época de Robinson, los arqueólogos han podido identificar gran cantidad de lugares mencionados en la Biblia, incluyendo aquellos que visitó el apóstol Pablo durante sus viajes. No solo se han identificado aldeas y ciudades sino además imperios completos. Por ejemplo, las excavaciones que los arqueólogos germanos comenzaron en 1906 en lo que actualmente es Turquía recuperaron el imperio perdido de los heteos (hititas).
La ubicación de lugares como Jerusalén y Belén nunca se olvidó. Otros sitios fueron destruidos y se perdió el lugar donde se encontraban. Edward Robinson desarrolló una técnica mediante la cual la información literaria y los registros de viajeros unidos a la memoria histórica local podían proporcionar probables identidades. La excavación de las ruinas en las regiones aledañas ha sido de ayuda. Veintiocho manijas de jarras que se hallaron en la cisterna de El Jib confirmaron la ubicación de la antigua Gabaón; seis grabados en piedra con el nombre “Gezer” identificaron ese lugar, y “Arad” marcado siete veces en un tiesto confirma su ubicación.
ARTÍCULO CONTINUARÁ…
Artículo extraído del Diccionario Bíblico Ilustrado Holman.
Foto de Robert Bye Media /Unsplash
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