Mensaje y propósito
El mensaje y el propósito de Levítico deben estudiarse dentro del contexto de la redención de Israel de Egipto (Ex. 12), del pacto con Israel (Ex. 20–24) y de la construcción del tabernáculo de reunión (Ex. 25–40). El Señor moró simbólicamente en medio de Israel en el tabernáculo de reunión, que estaba en el centro del campamento ordenado según las tribus. Para que el Señor morara con Israel, era imperativo que el pueblo mantuviera un carácter santo y una conducta ética (Lv. 11:44-45; 19:2; Dt. 23:14; 1 P. 1:15-16).
Los decretos de Levítico indicaban cómo regular esta relación santa a través de la expiación y la limpieza ritual. Los sacrificios, la ordenación de los santos sacerdotes, las leyes de pureza y el código para una vida santa hacían realidad la benevolencia del Señor a través del perdón de los pecados y la purificación ceremonial. El propósito de Levítico era instruir a Israel en la santidad para que el Señor pudiera morar entre ellos y bendecirlos. Cinco palabras clave resumen el mensaje de este libro:
Santidad: La idea principal en Levítico es la santidad de Dios. Los sacerdotes debían enseñarle al pueblo a «discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio» (10:10). «Santo» describe personas especiales (los sacerdotes), lugares (las tiendas) o cosas (las ofrendas) que se presentaban ante la santa presencia de Dios. De modo que la santidad de todo y de todos está supeditada al Santo Dios, el único con esta cualidad inherente. Cualquier cosa que comprometa esta relación exclusiva profana (trata como común) a la persona o la cosa y, por lo tanto, ofende a Dios, que es santo y que santifica («santifico», 22:16).
Limpio: «Limpio» e «inmundo» son términos rituales respecto a sustancias físicas. Cualquier objeto que se desviaba de su estado normal era inmundo. Esto incluía ciertas comidas, enfermedades de la piel, emisiones de fluidos corporales y contaminaciones. Por lo tanto, los rituales de purificación («limpieza») formaban parte de la vida diaria y eran un recordatorio constante de la incapacidad del pueblo para mantener una relación con Dios fuera de Su provisión.
Sacrificio: Los sacrificios eran presentes santos ofrecidos al Señor. También expiaban y proporcionaban estipendios para los sacerdotes y las comidas comunitarias. Las tres ofrendas voluntarias eran el holocausto, la oblación y los sacrificios de paz; las obligatorias eran las ofrendas por el pecado y por la culpa. Para los sacrificios que se ofrecían en ocasiones especiales había instrucciones particulares.
Expiación: «Expiar, hacer expiación» (heb.kipúr) significa «reconciliar dos partes separadas»; teológicamente, Dios es la parte agraviada, y el ofensor debe apaciguarlo (26:14-45). El Señor proporcionó medios para que se remediara y perdonara la afrenta (4:20; 19:22). Se exigía un remordimiento genuino y la confesión de pecados (5:5; 16:21; 26:40-42), no solo un ritual (Os. 6:6; Mi. 6:8; Mt. 9:13).
Sacerdotes: El Señor designó sólo a Aarón y a sus hijos como sacerdotes, para que le sirvieran en Su casa (8:30; comp. Ex. 28:1,41); los levitas eran asistentes de los sacerdotes para cuidar el tabernáculo (Nm. 8:13,19,22). El sacerdote hacía la expiación a favor del culpable (Lv. 4:20) y también de sí mismo (16:6,24). La acción intercesora de Aarón cuando «se puso entre los muertos y los vivos» (Nm. 16:48) ilustra su rol de proteger la santidad de Dios, de la tienda y del pueblo israelita.
No te pierdas la parte III…pronto.
Me gustaría recibir el estudio de cada uno de los libros!