Por Luis García
Recientemente, Ligonier Ministries, en colaboración con Lifeway Research produjeron una encuesta para medir la “temperatura” teológica de los estadounidenses. Los resultados fueron alarmantes. En palabras de Ligonier Ministries, “la encuesta del Estado Teológico del 2018 revela profunda confusión acerca de la enseñanza de la Biblia, no solo entre los americanos como un todo, sino también entre los evangélicos…estos resultados muestran la necesidad urgente de la correcta enseñanza bíblica y la predicación valiente del Evangelio.”
Ante esta plegaria, queremos iniciar a suplir esa necesidad mediante una serie de artículos que presenten la postura bíblica sobre los temas de mayor confusión revelados en esta encuesta.
Aun el pecado más pequeño merece el castigo eterno.
El siguiente dato es muy alarmante. Según la encuesta hecha por Ligonier Ministries, el 68% de los participantes no está de acuerdo con esta declaración. Esto es muy serio pues revela que la gente no entiende la gravedad del pecado. ¿Cómo respondemos ante todo esto?
La gravedad del pecado
Anselmo de Canterbury (1033-1109 d.C.) solía argumentar que la seriedad de un insulto aumenta según la dignidad del insultado. ¿Qué significa esto? Que, si la dignidad de alguien es sumamente elevada, entonces ofenderlo será algo verdaderamente serio por causa de quién es ese alguien. Pongámosle nombre a ese alguien: El trino Dios.
De acuerdo con la Biblia, el Señor es el creador del universo y es infinitamente valioso y eternamente santo. Por consiguiente, ofenderlo no es algo trivial. El pecado, por más “pequeño” o para ser más precisos, por menos escandaloso que sea, no es cualquier cosa; es una terrible ofensa contra el Rey Todopoderoso.
Por lo tanto, el castigo que merece cualquier pecado contra este infinitamente Santo y Justo Dios, no puede ser menos que la condenación perpetua de sufrimiento real. Por eso Pablo escribe que “la paga del pecado es muerte (Rom.6:23a).
Las buenas noticias del sacrificio expiatorio de Jesús
La muerte eterna es lo que merecemos. Y es lo que nos espera a menos que la persona que estuvo sufriendo en la cruz, sea Alguien que tenga infinita dignidad, para poder compensar y cancelar con su sufrimiento y muerte, el castigo de Dios por el pecado. Si el que murió en la cruz por el pecado es alguien con infinito valor, es decir, divino, entonces la terrible ofensa que hemos levantado contra el Rey de toda gloria puede ser perdonada. ¿Será que Jesús poseía ese valor infinito?
5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, 6 quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. 7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. 8 Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Fil.2:5-8).
Efectivamente, Jesucristo poseyó y posee infinito valor y dignidad puesto que es Dios, y siendo Dios descendió de su trono para hacerse hombre, y como hombre verdadero y Dios verdadero recibir el castigo que sólo Él podía soportar, y así cumplir con su misión de “dar su vida en rescate por muchos” (Mr.10:45).
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